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Donde el alma ignora Faustino Lobato Delgado Prólogos de Fernando Jaén, Luis Oroz y Sandra Martínez Ilustraciones de Juan Manuel González Editorial Olé Libros, Colección Poesía Valencia, 2025 |
RESISTENCIA
Con ilustraciones interiores y de cubierta de Juan Manuel González, Faustino Lobato Delgado (Almendralejo, Badajoz, 1952) extiende itinerario
poético con Donde el alma
ignora, otra vez de la mano de
Olé Libros, el incansable proyecto de Toni Alcolea, donde apareció también su
entrega anterior En el alfabeto del
tiempo, prologada por el poeta, crítico y ensayista José Antonio Olmedo
López-Amor.
La edición de Donde el alma ignora
se singulariza porque incorpora como apertura un código QR interactivo que
permite, tras el escaneo, escuchar al poeta recitando sus textos, como un
audiolibro. No es la única sorpresa del poemario; el título cuenta con tres
prólogos, firmados por el poeta y médico Fernando Jaén, el escritor Luis Oroz y
la correctora y compañera de tertulia Sandra Martínez. Los tres nombres tienen
en común su relación con la experiencia temática del libro y con la emotiva
dedicatoria de gratitud hacia el quehacer sanitario, siempre puente entre la
fragilidad y la esperanza.
Los prólogos también marcan, cada uno con su peculiar enfoque, el
contenido de esta compilación poética y su estructura argumental. La nueva entrega mantiene la habitual
escritura figurativa del poeta extremeño, muy bien comentada en el texto
introductorio de Fernando Jaén, quien analiza la vivencia del yo poético como
experiencia de autoconocimiento y sanación, como apertura a un ser renacido que
retorna su viaje hacia lo cotidiano sabiendo que cuerpo y mente se enlazan en
la fragilidad de la existencia. Luis Oroz, desde un enfoque más íntimo y
personal, se centra en el impresionismo íntimo de una voz lírica inteligente y
sencilla, que trasmite sensibilidad y pensamiento filosófico ante la
incertidumbre y lo efímero que marca la travesía vital. Por último, Sandra
Martínez Martín explora la travesía creadora del poeta y su crónica hasta
llegar al yo profundo desde el hospital como espacio del dolor, pero también
como esperanza de sanación y retorno a lo diario, como apertura a lo paradójico
y contradictorio. No pasa inadvertido en este tercer prólogo el sondeo en el metalenguaje y
la incisiva descripción del epitelio emocional, capaz de verbalizar el dolor y
la angustia de lo inesperado.
La primera parte, “Exodo” amanece con citas de Ángela Álvarez y Karmelo
C. Iribarren y convierte al hospital en espacio de representación existencial,
como un lugar ajeno, en el que se cobija el naufragio y se hace tránsito para la
inquietud y la conciencia de lo frágil. El paraíso se hace un lugar utópico y
lejano mientras la vida adquiere la desvaída dimensión de una ofrenda, de un
temblor frío, lleno de miedos e intemperie.
El poeta en este tiempo de reclusión hospitalaria escribe, junto a las composiciones, notas clarificadoras de la experiencia vivida, como si necesitara
precisar la vivencia en su justa dimensión. La soledad acoge cerca a los otros,
como reflejos del singular árbol del cuerpo que solo aspira al regreso a casa,
a la vuelta al hogar y a sus sonidos, a esos entrañables paisajes de la
costumbre que convierten la vida en hábitos.
Ese tramo de retorno que conforman los poemas de “Sonido” adquiere en la
voz del poeta afinidad clásica con el inacabable viaje de Ulises en su vuelta a
Ítaca. La identidad recupera su entorno de siempre, ese espacio concreto y
personal que aglutina miradas y deseos, que encarna, con emoción y
transparencia un sueño desvelado. Si hasta este apartado predominaba el poema
enunciativo, el cauce abierto de la descripción directa, el poeta introduce
ahora la cadencia del haiku. La estrofa japonesa se hace poesía de sensación e
instante, pero también recuerdo y homenaje del quehacer literario de José
Antonio Olmedo López-Amor, uno de los mejores estudiosos de la estrofa y de su
implantación en la sensibilidad occidental.
La mirada a la propia poética enaltece la sencillez y el tono natural de
los versos; la voz humilde rechaza la ornamentación gratuita para esbozar una
estética cercana al prosaísmo, una escritura sin relumbre pero dispuesta a
cobijar el misterio de la vida diaria, esa fluencia de espacios y tiempos que
busca el equilibrio entre expresión literaria y experiencia biográfica.
La fuerte unidad interna del poemario tiene en “Temblor” su apartado de
cierre. Esa sacudida interior que convulsiona pensamientos y sentimientos
convierte a los otros en depositarios de autoconocimiento y extrañeza; ellos
están ahí para conformar un tapiz de palabras que es, al mismo tiempo, olvido y
memoria, signos que marcan los límites del propio ser, ese movimiento continuo
entre el orden y el caos, el rescoldo que el tiempo poco a poco va convirtiendo
en ceniza.
Donde el alma ignora de
Faustino Lobato Delgado hace de la mirada poética una crónica intimista y
cercana de la fragilidad del paso existencial y de los paisajes interiores del
sujeto. La poesía impregna cada uno de nuestros actos, cobija el sufrimiento y
la esperanza. Enciende una luz dentro; es una senda que desvela la sensibilidad
de quien alumbra miedos y certezas, asombro y voluntad para el retorno.
Palabras que abren la conciencia para la sanación de un sueño en vuelo.
JOSÉ LUIS MORANTE
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