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No estar complica el irse Luis Felipe Comendador IV Premio Nacional de Poesía Ciudad de Lucena Lara Cantizani Editorial Reino de Cordelia Madrid, 2025 |
PARNASILLO PARTICULAR
La insistente voluntad creadora de Luis Felipe Comendador impulsa un taller literario polivalente, cuya trashumancia expresiva aglutina literatura breve, artículos de prensa, quehacer narrativo y un intenso recorrido poético que se ha hecho acreedor de abundantes premios, con títulos conocidos como Paraísos del suicida (2001), Con la muerte en los talones (2004), Mañana no será nunca (2017), o La alfombra vejada del gran Lebowski (2024). Son obras que ratifican una estética habitual, un credo lírico que entrelaza reflexión existencial, dicción introspectiva y un fuerte sentido crítico de la peripecia vital y las relaciones sociales hechas de corrección política y gregarismo, de conformidad y asimetrías. De ese mapa de signos personales también participa la salida No estar complica el irse, un logro poético que conforma una relevante nómina del parnasillo particular del poeta. Comendador habla con verbo apasionado y luz inteligente con la esencia central de la poesía.
Con la primera luz de la mañana, el sujeto poético moldea la singularidad estética de presencias centrales de la biblioteca para construir soliloquios y monólogos dramáticos que trascienden el perfil literario de cada protagonista y desnuda su sensibilidad humanista y los claroscuros interiores. De este modo, en el primer poema ”Pere Gimferrer se confiesa con el agente provocador en Barcelona”, Luis Felipe Comendador dibuja al poeta novísimo como un ser frágil y cansado, invadido por el habitual lastre de decepciones y grietas que aloja el discurrir existencial; un cuerpo desmadejado y roto, como un cristal opaco, invadido por gotas de sombra y emboscado entre la incontinente fauna humana de la ciudad que recorre las calles hacia no sé dónde. Otro novísimo, Antonio Martínez Sarrión confabula en su diario íntimo el hartazgo de la etiqueta y la decisión de buscar a solas en la hondura de un bar deshabitado de Albacete esa conversación a solas con la finitud. Más allá del centro inaccesible del ego personal, lo vivido es un patrimonio gravoso. Hay que buscar la callada concordia del silencio en la experiencia biográfica, las sencillas respuestas del silencio final.
Comendador anima la ruptura de la monotonía argumental dando sitio también al poema apelativo, al que busca en el tú un interlocutor que escuche los deseos más sensuales. Así sucede con el estimulante estar de Ana Rossetti, cuyo libro Indicios vehementes es infusión de fiebre para la química del deseo. El murmullo de lo pasional fragua turbación y cercanía; zarandea el pensamiento desvelado de quien duerme despierto por las voces de la inconsciencia.
Las presencias convocadas tienen un incansable tensión del legado de la tradición cultural. Se dan cita en las composiciones, lejos de los ángulos intimistas de poetas amigos y compañeros generacionales, los habitantes de un prestigioso municipio literario en el que son vecinos Julio Cortázar, Severo Sarduy, Oliverio Girondo, Norah Lange, Paul Verlaine, Juan Gelman, Octavio Paz, César Vallejo o el mismo Luis Alberto de Cuenca… Un entorno literario germinal en el cada poema busca adaptarse a las peculiaridades literarias de cada protagonista y aprenden las costumbres de ser sombras ausentes: casi todos los convocados al plano inclinado del pensaminto ya no están. Y en ese hueco de su cuerpo solo las palabras se hacen permanencia, ponen un farol débil al fondo de la noche.
En este catálogo de nombres propios tan significativos, la mirada poética de Luis Felipe Comendador se hace espejo. Recupera secuencias de instantes significativos de la vida diaria para no claudicar en la áspera lucha contra el tiempo. Desde esa distancia inacabable retorna al trasluz del presente la poesía con rostro humano, el inspirado aliento de caminos antiguos que ponen en su seno los pasos conocidos; las voces y los ecos. Como escribe el poeta, las composiciones son sentidos en alerta: “pupilas” que utilizan las mías para verme y hacerme ver en ellas, para abrir en la densa espesura del bosque el necesario claro.
Aunque predomina el poema en verso libre, el escritor explora otros moldes expresivos como el haiku, sin duda, un hermoso guiño al quehacer afectivo de Manuel Lara Cantizani. El desaparecido poeta y amigo contribuyó, como pocos, a la aclimatación de la estrofa en el discurrir literario del presente, mediante talleres, ediciones de libros de gran belleza plástica y aciertos expresivos de primer nivel como la introducción en las aulas de Educación Secundaria del formato japonés. Otro poema que nos parece de gran interés es “Gabriel Ferrater se empeña en perecer”, donde se percibe una precisa poética personal: “Busco el desahogo de la discrepancia / la batalla hueca de la suficiencia, la precavida virtud de la edad, / el usufructo de mis hipotecas, / la arbitrariedad de equivocarme…” . Son enumeraciones yuxtapuestas que parecen dibujar al escritor frente a sí mismo, en el confinamiento claustral de su taller en vela.
Los lectores de la entrega anterior de Luis Felipe Comendador, La alfombra vejada del gran Lebowski percibirán entre ambos libros una clara continuidad, ese empeño de transcender la propia identidad y su geografía de emociones y sentimientos para habitar otra conciencia, para rescatar en el silencio la palabra del otro. Pero el acierto literario de Luis Felipe Comendador es excelente. Fragua un manojo de poemas que busca equilibrio entre el homenaje y la erudición de quien construye puentes con otras identidades. Son presencias convocadas con coordenadas de regreso en el paisaje interior de cada poema. Versos que despliegan su mapa comunicativo y convierten la tradición en sustrato germinal para dar solidez a un "muro de incontinencia y suelo mismo".
No estar complica el irse llega desde la madurez expresiva del autor, desde una mirada que contiene una intensa voluntad de lectura; sus composiciones proyectan un árbol de luz que intercala recuerdos y olvidos, que tiende amarras al pasado para escuchar su voz. Poesía que busca la claridad gozosa del encuentro con quien aprende a ser sombra, sin la materia frágil de algún cuerpo.
JOSÉ LUIS MORANTE
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