viernes, 5 de diciembre de 2025

FÉLIX MARAÑA. VIVIR ENTRE COMILLAS

Vivir entre comillas
Félix Maraña
Prólogo de Javier Martín
Plaquette de Poesía, nº 60
Ediciones Búho Búcaro
Madrid, 2025 

 

ARTESANÍA VERBAL

 
   El volumen El bosque no es un árbol repetido, editado con escueta belleza por el sello editorial madrileño Huerga y Fierro, fue mi primer paso para recorrer el itinerario creador de Félix Maraña (León, 1953), poeta, periodista y editor que ha desempeñado un inagotable quehacer en los periódicos del grupo Vocento y en la gestión cultural del País Vasco. No niego, por tanto, que he llegado muy tarde a su lectura, por más que la cafetería digital de Facebook nos haya hecho tertulianos habituales. Ahí está su arranque lírico en 1981, cuando amanece Ataduras de la noche y aquí respira mi voluntad de recuperar el tiempo perdido – por más que mi mesa de trabajo muestre un rimero de lecturas pendientes e imposibles compromisos.
  El aspecto formal de Vivir entre comillas merece por sus cualidades un intervalo reflexivo. Con renovada ilusión y gusto subjetivo singular, la estela de plaquettes de Búho Búcaro, que empujan, alientan y diseñan Pilar S. Tarduchy y Óskar Rodrigáñez, elige como cubierta una caricatura del autor, dibujada en 2024 por Iván Tamayo. Debajo, un hermoso subtítulo nerudiano: Veinte poemas de amor y otras canciones sin fecha. No es el único regalo sensorial de los editores. Se reproducen también una viñeta en blanco y negro realizada por Joaquim Aubert Puigarnau “KIM”, de 2008, y otras con líneas de Concetta Probanza, Javier Etayo e Iván Tamayo, que quitan seriedad al meritorio currículo del escritor, tan justamente premiado y reconocido por su espíritu de tolerancia y la incansable labor integradora.
 El cantautor de Pamplona Javi Martín añade como prólogo un apunte afectivo con voz directa y textura sentimental. El introito deja sitio a una selección poética que refuerza la plenitud expresiva y la fuerza comunicativa del yo poético. Habla un sujeto hecho al compromiso crepuscular, la voz crítica y el recorrido por los desalientos de la actualidad diaria. Como escribe el autor: “un soplo en la conciencia del mundo; una leve incisión en el jeroglífico del tiempo”. De este modo, se van sumando poemas de gozosa diversidad sobre la condición existencial, o temas que salen al paso en la intrahistoria variada de la vida social: la pena de muerte en USA, la condición transitoria, los asuntos contables del calendario o el deambular cansado de la esperanza, ya con frío en la musculatura.
  El avance de la  plaquette permite la respiración remansada de otros retratos visuales, trazados por Jorge Oteiza, Jaime Capdevilla, Menta, Javier Mateo Hidalgo, Jesús Zulet, Adolfo Luzuriaga y José Antonio Fernández. Igualmente, se van acumulando dedicatorias personales que abren la ventana al paisaje de afectos de Félix Maraña.
  Queda subrayado que el poeta tiene una sorprendente capacidad tonal para variar registros y utilizar formatos clásicos que alternan con composiciones en verso libre. El poeta es un artesano de las formas. Una voluntad literaria que se apropia de la fuerza expresiva de la poesía para recolectar un puñado de intenciones y certezas. El devenir vital es un asunto serio que no elude erosiones y pérdidas y la conciencia fuerte de que todos estamos en tránsito. Así lo ratifica el soneto final expuesto en la contracubierta y dedicado a la memoria del cantautor extremeño Pablo Guerrero. Somos polvo; la primavera pasa. Guardamos dentro una condición transitoria, ceniza que aventará el viento del olvido. Así que corresponde vivir entre comillas, dar testimonio de una sensibilidad meditativa y humanista, incisiva e irónica que siembra en el poema fragmentos de vida, las notas pensativas de una canción de autor.

José Luis Morante




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