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| La Duermevela es una Lejanía Fernando del Val Editorial Reino de Cordelia Madrid, 2025 |
ENTRE LA SED Y
EL AGUA
La nueva entrega La Duermevela es una Lejanía (Reino de Cordelia, 2025) sugiere a Luis Alberto de Cuenca este preciso apunte crítico: “Un sugestivo y sensible paseo por el amor y la muerte a través de una duemevela dotada de gran significación simbólica”. Son pautas que se ajustan bien a un poemario de innegable halo romántico, con cubierta e ilustraciones interiores de Henri Gervex, que incorpora un paratexto de gran densidad reflexiva. Las citas incluyen a Spinoza, León Hebreo, Tomás Guillén y Chantal Maillard.
El conjunto de apertura “Cadencias del amanecer” dibuja una atmósfera onírica, donde lo metaliterario convierte la palabra en un acorde de sensaciones y en un despertar a la amanecida del amor. La amada es plenitud e indefinición, mientras el yo poético es un desvelo que cobija tristeza, que se hace escenario de lo umbrío, para convertir el deseo en oquedad insatisfecha. El recuerdo pone distancia, abre camino entre el agua y la sed. Guardada en la memoria, la belleza abre una hendidura que impide el olvido e impide cauterizar heridas invisibles. Ese estado anímico del hablante lírico impulsa meditaciones que encuentran en la prosa poética su molde más ajustado. También en el ajuste verbal del aforismo, con poemas de mínimo desarrollo argumental: “La línea recta todo lo pretende. / Su zurrón cargado de amianto / protege o que nadie escucha / de la intemperie de las certezas”.
Soledad y tristeza definen la presencia del yo. Estar es intemperie. La despierta vocación de hallar sentido a la involuntaria aspereza de la lejanía.
El segundo apartado “Con tu manera de mirar al viento” recalca el tacto manso de la incertidumbre cuyo epitelio envuelve el transitar diario y su abrazo de contradicciones. Si el amor es amanecida, la ausencia maltrata y contagia al porvenir de sombras. La intangible silueta del cuerpo amado se recorta de continuo. Genera un fértil surco de imágenes, cuajadas de belleza, pero su consumación es una utopía, un sueño que hace nidos en el aire. Un plano interior en el que cuesta regresar a lo real: “El amor es un elemento químico / que afecta a la conciencia. / El amor está hecho / a contramedida del hombre / para explicar mejor su finitud”.
“De los siglos” reúne dos poemas de cierre. Ambos conjugan una reflexión existencial en torno al misterio de ser. Respirar concede la callada fragilidad de lo perdurable y la condición transitoria del yo: lo pasado es recuerdo, la respiración de una hendidura en donde se contienen los indicios del sueño.
Una nota final reflexiona sobre el paratexto de apertura y la ambigüedad de su sentido, mostrando un erudito repaso de autores. La lista apuesta por la diversidad y la indagación especulativa. Al cabo, como escribiera José Manuel Caballero Bonald: “Nunca se ha vivido lo suficiente si no se ha naufragado un poco”.
José Luis Morante

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