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martes, 19 de junio de 2018

FERNANDO DÍAZ SAN MIGUEL. MOMENTO

Momento
F. Díaz San Miguel
Prólogo de
Luis Arturo Guichard
Diputación de Salamanca
Salamanca, 2018


LA VIDA DE ALGUIEN


   Bajo la brújula de Luis Arturo Guichard, entro en la poesía reunida de Fernando Díaz San Miguel, una primera entrega que agrupa las composiciones escritas entre 1995 y 1999. Aunque el paréntesis temporal es breve, se percibe de inmediato una insólita fertilidad. En ese tiempo, el escritor dejó en las librerías las entregas Poemas menores (1995-1996), Poemas mayores (1995-1999), Poemas imperfectos (1997-1998) y Poemas finales (1998-1999). Un voluminoso balance que Luis Arturo Guichard define como un “Moleskine”, un cuaderno de viaje que integra fragmentos de diario, minificciones, retratos y bocetos. La vida de alguien.
  Comparto esa sensación desde los primeros textos de Poemas menores. Sobrevuela en esta carta de presentación el empeño por abrir espacio a una poesía sin pretensiones, que deje los trazos de un itinerario vivencial y enunciativo. La voz es casi prosa, como si estuviese haciendo balance de esa arena volátil que lo cotidiano nos deja entre las manos. El poema responde a un prontuario de sensaciones, se limita a vivir para contarlo. Esta actitud del yo poético me lleva a algunas consideraciones previas que dan solidez al ideario. Por ejemplo: el concepto de poesía coloquial, las resonancias del sujeto biográfico que cimentan la alzada del figurante lírico o el territorio de la realidad como marco poético irrenunciable.
   Cada poema, por tanto, busca la comunicación directa. Convierte al lector en asentado testigo de una supuesta confidencia personal que elude la solemnidad de lo profundo para dar voz a un yo discreto, que no duda en emplear el humor o la ironía porque al cabo, como escribiera Jaime Gil de Biedma, la experiencia es un grado que requiere un trabajado aprendizaje; “que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde”.  
   El vaho de la educación sentimental deja en los espejos del poema los trazos de la sensibilidad amorosa. Amor y erotismo dan cuerpo a las composiciones de Poemas mayores. El análisis de los sentimientos exige una voz omnisciente, como si la crónica amorosa se pronunciara con el verbo objetivo del testigo. Poderoso recorre un amplio tramo del libro el deseo, un impulso que celebra y exalta el encuentro y hace de la desnudez un vestigio tangible. El amor trasmite el perfil de un sueño real repleto de sensaciones en el que la intensidad es el centro, un impulso acelerador que lleva hacia otro cuerpo. Al final del libro se rompe la uniformidad argumental para incorporar al avance asuntos culturales, como  sucede en el poema “Brandenburgo 1926”, o en “Nadadora”, donde se hace palpable el magisterio de José María Fonollosa; también se visualizan mutaciones formales al incorporar el poema en prosa, con lo que la poesía se torna más reflexiva e indagatoria, rehace un ejercicio de comprensión de un tiempo que no duda en asignar sitios aleatorios o sensaciones subjetivas que dejan lo emotivo en la incertidumbre. La decepción amorosa crea espacios huecos, hendiduras reflexivas que se convierten en notas a pie de página de lo vivido. En ellas, la música se convierte en un referente catártico para establecer paralelismos y estados de ánimo con cantantes que dan pie a una abundante contingencia reflexiva. Confrontado consigo mismo, el yo percibe en otros itinerarios biográficos aportes esenciales para definir su propio estado anímico.
   El sentido orgánico del poemario, con los incisos reflexivos, recuerda –el mismo autor lo comenta- una novela en verso, similar a la escritura que Félix Grande emplea en Las Rubaiyatas de Horacio Martín.
   En las páginas autobiográficas de Los años sin excusa, el poeta y editor Carlos Barral establece una filosofía de la escritura como descarada investigación de uno mismo. Este quehacer del impudor que focaliza interiores proporciona la cita de apertura de Poemas imperfectos, conjunto escrito entre 1997 y 1998. Desde el silencio, la labor del ser es un empeño en soltar lastre y en protagonizar un incansable itinerario cognitivo, donde la identidad nunca pierde ante sí misma la sensación de extrañeza.
  En el último título integrado, Poemas finales, persiste la gravitación sobre la identidad. Los versos inciden en aliñar sensaciones, comprensión y memoria para que aflore una percepción pasajera del estar. Está hecha de visiones fugaces y horizontes incompletos. Pero en ellos caben los gestos de una voluntad aleatoria que se obstina en dilatar la espera en el caminar hacia la última costa: “De pronto te das cuenta: / la vida se repite /  a cada instante, / la vida es solo un paso / de materia / en que sentir y hacer sentir / importan. / Importa la conciencia de esta mente, / lo que soy y percibo, / esta fragilidad en cada acto”.
  Una nota final del autor comenta la contingencia de la edición de Momento, volumen que aglutina un tramo de cinco años disperso en cuatro entregas. De este modo, los libros con correcciones y añadidos, con la integración de poemas desechados o nuevos, adquieren aquí perfil exacto. Están los integrados límites de un tiempo y su conciencia, ese destello que cristaliza, singular y único, con plena magnitud; como un hilo salvador que conectara existencia y poesía.  



      



jueves, 27 de julio de 2017

LUIS ARTURO GUICHARD. EL JARDÍN DE LA SEÑORA D.

El jardín de la señora D.
Luis Arturo Guichard
Ediciones Hiperión, Poesía
Madrid, 2017 

ÍNTIMO JARDÍN
 
 
  Aclara el breve apunte de contracubierta a quién corresponde la inicial del  título El jardín de la señora D., un poemario con el que Luis Arturo Guichard  (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 1973) consiguió  el Premi  Vila de Martorell 2016 para libros en castellano. Recuerda que la señora D. fue la paciente cero del médico Alois Alzheimer, médico investigador y analista durante décadas de esa ominosa  enfermedad  que convierte la memoria en páramo baldío. Es una aclaración necesaria para entender en su justo desarrollo esta entrega del  filólogo, traductor, ensayista, aforista y poeta asentado en Salamanca desde 2002, en cuya universidad desempeña labor docente como profesor de Filología Griega.
  En el recorrido poético de Luis Arturo Guichard, compilado en 2012 por ediciones Liliputienses en el volumen Una fe provisional y un año después en México,tras el aserto Realidades y márgenes, existe una fuerte lectura simbólica. Las composiciones sondean las posibilidades del lenguaje y exploran rincones para dilatar campos semánticos de argumentos siempre proclives a los claroscuros. Esa constante adquiere en El jardín de la señora D. una palpable solidez en cada una de las partes, que se suceden con similar vestimenta formal. El avance recuerda la memorable sentencia de Buffon: “El estilo es el hombre”. Cada poema desarrolla su argumentación en fragmentos autónomos que no pocas veces adquieren la entidad expresiva de un diario autobiográfico.
   Escueta en su desnudez, la voz verbal adquiere el tono lapidario del testigo que asiste al discurrir y da fe de su contingencia sin concesiones, con una percepción anotativa. Pero esos detalles no tienen una entidad definida, propenden a la interpretación, forman parte de un cuadro que soporta las pupilas apresuradas de los espectadores. La realidad emparenta así con un lienzo que se ha convertido en un referente cultural incuestionable: “El jardín de las delicias”. La obra del Bosco ha dado pie a un incansable inventario de posibilidades y sentidos que hacen de sus elementos un espacio oscuro, solo iluminado por la luz de la inteligencia. También la mente que cobija el alzheimer se convierte en un íntimo jardín clausurado. En ella, los recuerdos sufren inadvertidas mutaciones que van llevando a la desaparición de la propia identidad, a ese instante en el que la presencia es un estar que no tiene pasado porque la conciencia está vacía. Solo cabe la recuperación momentánea de lo vivido desde los otros, en un diálogo con los sentimientos. En el emotivo poema “Limbeños y enmediantes” el escritor aborda la enfermedad y su degeneración progresiva de la conciencia en la figura cercana de la madre. Cuando el sujeto excluye la memoria y hace de lo vivido un espejo oscuro parece sumido en un limbo sin coordenadas, en un lugar al que no afecta el medio externo ni recuerda las experiencias vividas a lo largo de la existencia. Luis Arturo Guichard baraja en las composiciones todos esos elementos para hacer de la pérdida una lectura personal. El existir es un largo viaje de regreso a la nada, un tren estacionado que recorre sus vías hacia dentro, mientras muestra una inmersión en lo desconocido que no puede compartirse con nadie. Nace así un estado carencial que transforma el ahora en un simulacro. Quien estuvo no está, es una página en blanco de algún libro olvidado que ya no tiene título ni autor. 
  La poesía de El jardín de la señora D.  –cuyo título muestra una afinidad evidente con la novela El jardín de la señora Murakami, de Mario Bellatín- nos deja la sensación de un persistente avance hacia la desnudez para construir un universo con mínimos elementos; una casa sin sueños que cobija la luz interna de lo inadvertido.
 
 

 

 


lunes, 24 de noviembre de 2014

LUIS ARTURO GUICHARD. UNA FE PROVISIONAL

Una fe provisional
Luis Arturo Guichard
Ediciones Liliputienses
Cáceres, 2014

VIVIR EN OTRO SITIO

   Una fe provisional (Poesía 1992-2012)  invita a un  tiempo conversacional con la personalidad literaria de Luis Arturo Guichard, “un extranjero sin ganas de regreso”.  El poeta nacido en Tuxtla Gutiérrez (Chiapas, México) en 1973, traductor, ensayista y profesor titular de Filología Griega en la Universidad de Salamanca, ha completado hasta el ahora un recorrido lírico de cinco estaciones que se ha escalonado así: Los sonidos verdaderos (2000), Nadie puede tocar la realidad (2008), Versión aérea (2010), Campanas subterráneas (2012) y Margen de espejo (2014).  El recuento de este itinerario anula el orden de edición para proponer una lectura abierta, que abre paso a una estética iluminadora y reflexiva, en la que germinan preguntas esenciales sobre el ser temporal y sobre la identidad de la propia poesía.
   Como fragmentos vivos de un discurso sobre lo elemental, los poemas requieren, dubitativos y concisos, moldean palabras que traspasan lo aparente y dan fe de vida de una sensibilidad inquieta y empeñada en la búsqueda.  Esta edición comienza con Nadie puede tocar la realidad. El aserto del título plantea una primera cuestión. Definir desde la filosofía la realidad obliga a enfoques dispares entre quienes la plantean directa, tangible y material y los que distinguen realidad y entorno. Para estos lo real es un conjunto de experiencias a pie o imaginarias que relacionan tránsito vital y conciencia. En esta situación paradójica, entre las lindes ambiguas del realismo y lo ideal, crecen los poemas del apartado “Cosmografía”. El primero, “El orden de las cosas” postula un homenaje literario a Gonzalo Rojas desde una enunciación caótica de causas y efectos, una cadena de enlaces que sorprende por la riqueza de sus propuestas imaginativas y por el original tratamiento de la franja cultural.
  Desde el inicio, descubrimos un poeta alejado de las premisas realistas, que sustituye el acervo experiencial por la inmersión intelectiva. Luis Arturo Guichard es un poeta de la inteligencia que se asoma a distintas tradiciones para poner sobre los hombros de su poesía las voces del tiempo. Enclaves centrales de su poética son el legado clásico,  la Biblia, la tradición oriental, y magisterios latinoamericanos (Gonzalo Rojas, Vallejo, Borges, Octavio Paz, Juarroz, Eduardo Milán…); hilos cercanos para hilvanar una estética que entrelaza discurso cultural y las evidencias domésticas de quien viaja consigo mismo y sabe que es materia, aunque sea en el callado reposo de una biblioteca.
    El poeta ha comentado alguna vez esa percepción singular que depara al visitante cada lugar. Luis Arturo Guichard alude a su nacimiento mexicano y al ser de un país sin trenes. Este elemento autobiográfico da como fruto el poema “País sin trenes” recogido en Versión aérea que hace una lectura paradójica de cada medio de locomoción. En este libro, el tono directo y la primera persona dan un enfoque más intimista y comunicativo. El hablante verbal rehúye cualquier perfil clásico para adoptar el aire feliz de un turista de paso, o la credencial de extranjería que le impide ocupar la silla de poeta nacional.  Son versos en los que la ironía encuentra una habitación con vistas para espiar el aire de interiores de tiempos y lugares, aunque más que describir –como sucede en Borges- mira y regresa a cada cosa, convencido de la inexistencia de sentidos ocultos.
  Cada poema, cada libro, es siempre un final de trayecto, una estación de llegada que obliga a mirar alrededor para sondear la razón de ser de la escritura. En Los sonidos verdaderos encontramos la siguiente poética: “Obrero en la fábrica de espejos del discurso / escudero en el castillo de fuego del poema”. El sujeto se concede a sí mismo un rostro bifronte y acepta dos elementos básicos del curso escritural: el primero está hecho de labor de taller, de sondeo y moldeado, de voluntad constante. El segundo en cambio dibuja al poeta en un lugar secundario, es simple escudero de ese azar convertido en castillo de fuegos artificiales que deja en las palabras “el no sé qué que queda balbuciendo”; la poesía no se explica solo desde la razón y a la luz de la inteligencia y el poema no es un espejo de quien lo escribe.
  El cuerpo poemático recogido en Una fe provisional integra libros con una amplia veta de argumentos, pero su núcleo se articula bajo el signo de la paradoja, con esa sensación de quien no tiene lugar y se siente extraño dentro y fuera, un sedentario nómada que vuelca en las palabras la onda expansiva de su desconcierto. La conciencia de estar lejos nada tiene que ver con la distancia.

lunes, 17 de noviembre de 2014

DEL LADO DE LA NIEBLA

Paseo de las Acacias, Rivas, noviembre 2014
Fotografía de Adela Sánchez

 
DEL LADO DE LA NIEBLA
 
Yo estoy del lado de la niebla.
En primer lugar porque cae,
que es menos pretencioso que elevarse

Luis Arturo Guichard
 
Tiene una compleja sensibilidad de cactus.
Se  despeña a diario por el precipicio de la vanidad. Yo estoy al lado de la niebla. Los dos caemos, pero mi caída es menos pretenciosa.

Imita la estupidez con el talento de un epígono aplicado

Sabor acre; nos une todavía una raíz de bergamota.
 
En el frío del amanecer aparece el futuro común y su escasa reputación.
 
Todo muy claro, dijo, y se adentró en el túnel sin fondo.