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viernes, 20 de marzo de 2020

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ. LA MIRADA DE LA ESFINGE

La mirada de la esfinge
José María Álvarez
Edición, selección y prólogo
de
Noelia Illán Conesa
Editorial Olélibros
Colección Vuelta de tuerca
Valencia, 2019


DEL AMOR Y EL DESEO


   Una travesía literaria tiene mucho de paisaje nórdico. Sus rincones conjugan indagaciones, búsquedas, obsesiones y experiencias que proponen un modo de conocer, una manera de trazar los signos de una estética. Cuando regreso a las páginas de José María Álvarez (Cartagena, Murcia, 1942) aparece un colmado recorrido en el tiempo que integra poesía, ficciones, autobiografía y ensayo. Pero es la senda lírica el camino central desde que sus poemas más tempranos se integraran en la antologíaNueve novísimos poetas españoles, muestra que José María Castellet coordinara en 1970, con la inestimable complicidad de Pedro Gimferrer. Aquella propuesta finiquitaba el realismo y focalizaba en primer plano el ideario culturalista, una caligrafía bifronte que solapaba arte y vida.
  Ya lo he escrito más veces y lo reitero. De todos los integrantes acogidos bajo aquel estandarte crítico ha sido José María Álvarez quien se ha mantenido más fiel a las estrategias expresivas novísimas. Así lo refrenda su libro central Museo de cera, obra en marcha editada por primera vez en 1974, que sigue viva y en crecimiento, como consigna la octava edición en la editorial sevillana Renacimiento en 2016. Esa salida central no es fruto único y han ido manando entregas desde La Edad de oro (1980) hasta Una desamparada hermosura, la amanecida más reciente. Con todas ellas Noelia Illán Conesa, poeta, profesora, editora y especialista en el legado creador de José María Álvarez, compila La mirada de la esfinge, una selección poemática que tiene como tramas argumentales el amor y el deseo.
   Ambos términos alientan una notable fuerza polisémica porque fundamentan la constitución de lo subjetivo. Cada identidad tiene su propia mirada de esfinge de estos procesos que pulsionan el mundo interior y deben someterse al principio de realidad y a las conexiones con el otro. El breve prólogo sondea las peculiaridades que alumbra esta selección de poemas organizada en dos partes; por un lado “Las huellas del deseo”, convulsión de brasas que trastoca la fisiología del sujeto;  y en el tramo de cierre “Imposible terciopelo”, una sección más reflexiva y simbólica, donde la experiencia se interioriza. Y como pórtico de ambas el poema “El desterrado”, composición elegíaca que enmarca los sentimientos en la temporalidad y en el poder definitorio del tiempo.
   El amor y el deseo remueven la superficie corporal del sujeto. Suponen una germinación de sensaciones que permite conocer la plenitud e intensidad, la búsqueda de los lugares sagrados del lenguaje para nombrar lo innominado, cuando el cuerpo se convierte en lugar accesible. Así se van construyendo, en poemas como “En un hotel de Ginebra”, “Anatrón”, o “El esplendor perdido”, las convulsiones fuertes del seísmo amoroso, el temblor sagrado que domina la razón, extravía los sentidos y exige la entrega total, sea cual sea el marco geográfico o la etapa vital que consume al protagonista verbal.   
    El tramo integrado en “Imposible terciopelo” dialoga con la ceniza y la pérdida, como si la fisiología sentimental saliera al amanecer  tamizada por las nubes grises del pensamiento. La belleza del recuerdo sustituye a la plenitud corporal. Desde el pretérito retornan las secuencias de un tiempo de plenitud y celebración corporal en hermosos poemas como “La belleza de helena”, “Zebech” o “Recuerdo de la niñez”, donde retorna con sensorialidad intacta el vigor del aprendizaje sentimental.
     Fiel a su reflejo, como si el fluir temporal intensificara el perfil de la identidad, José María Álvarez contrasta textura intimista y conocimiento del legado cultural. Su poesía abre puertas en el lenguaje a un dimensión cosmopolita y babélica, donde conviven narratividad, ironía y enunciados explícitos del deseo. Así sedimenta un estilo que enlaza sus entregas, compartiendo una herencia verbal. Asilado en los versos de José María Álvarez habla fuerte un principio esencial: las palabras no bastan, es preciso vivir. O como recuerda Noelia Illán Conesa, la autora de esta excelente antología, como un eco de Shakespeare: “Húndase Roma en el Tíber. Este es mi sitio”. 




sábado, 7 de mayo de 2016

NOELIA ILLÁN CONESA. VERBOS POR DENTELLADAS

Verbos por dentelladas
Noelia Illán Conesa
RaVeNsWoOld Books Editorial
Cartagena, 2016

VERBOS POR DENTELLADAS


  En la senda intelectual de Noelia Illán Conesa (Cartagena, Murcia, 1983) conviven disciplinas complementarias, que fortalecen una versión personal del taller literario. Licenciada en Filología Clásica y docente en ejercicio, ha realizado versiones crítica sobre el legado de Ovidio y es una estudiosa reconocida del quehacer de José María Álvarez, de quien publicó en 2015 la antología El oro de los tigres, y sobre cuyo papel en la generación del setenta prepara un libro de conversaciones. Es codirectora de la revista La galla Ciencia y activa presencia en debates, revistas, antologías contemporáneas y lecturas poéticas. Su carta lírica, Calamidad y desconcierto se acaba de reeditar y ahora publica su entrega Verbos por dentelladas. Vida de poeta, sin duda, una existencia pasional que celebra a cada instante el verbo necesario y hace del tiempo consunción y entrega para afrontar la soledad en compañía del poema y desacralizar el status de autor con sitio propio en cualquier torre de marfil ; sus versos niegan esas utopías ficcionales que imaginan la autonomía verbal como un asunto áulico. Escribir es sentir, dar presión a las repletas arterias de la vida al paso. Con precisa franqueza y fidelidad al relato realista, que convierte al protagonista verbal en conciencia mimética, asume un reflejo especular que constata límites. De esa mirada intencional que busca equilibrio y cercanía se nutren composiciones como “Vida de un poeta” y “Desconcierto”. La escritura permite superar cualquier encasillamientos reductivos y crea realidades suplementarias que amplían, con naturalidad, la manera de estar: “Deseo el atardecer lento / pausado y mío, de  Buda con Pest a un costado. / El caminar de mujeres en calles y trenes, / el vino dulce de los años dorados. / Deseo la vida de poeta, / pero ando lejos de alcanzarla / desde este sillón tan negro y estéril, / con estos versos que no me tapan ni los pies”.
  Los textos transmiten una percepción cosmopolita y dan vida a entornos habitables que buscan coordenadas en cualquier geografía imaginaria. Por las rendijas del poema se filtran escenarios de la tradición –Paris, Roma, Venecia, San Petersburgo, Buda…- y en sus laberintos instalan sus aceras las calles del ahora, manchadas por el relente y la intemperie, como si cada ciudad se fusionara en un solo molde, en una abstracción en la que se desenvuelve la existencia del sujeto verbal, incluso el afán del personaje real, deshabitando incertidumbres en el plano laboral de Cartagena.
  Imaginación y realidad adquieren dimensiones referenciales para moldear en la textura aleatoria del poema un mundo propio, creativo y dinámico. En él Noelia Illán Conesa sitúa las esquinas del paisaje urbano, una acuarela decadente, donde un aire de irónico malditismo concede a los personajes una versión suburbial que rebaja expectativas vitales. Como si la existencia no fuese más que una moqueta sucia por la que camina la terca insistencia de una soledad tediosa que multiplica fotogramas de un mundo gastado, a punto de anunciar algún derrumbe, pero con sitio fijo para el paso discreto de la imagen feliz, de un regreso a Venecia. 


jueves, 21 de enero de 2016

EFRAÍN BARTOLOMÉ. ANTOLOGÍA AMOROSA

Cabalgar en las alas de la tormenta
Efraín Bartolomé
Prólogo de  Soren Peñalver
Epílogo de Noelia Illán Conesa
Ediciones Balduque
Cartagena, 2015
                           

 ANCLADO EN EL AMOR

   La antología amorosa Cabalgar en las alas de la tormenta, de Efraín Bartolomé, es un largo canto celebratorio. El poeta mexicano (Ocosingo, Chiapas, 1950) hace del amor un amplio mapa con trazados profundos en el que se van marcando las huellas de su lírica, desde Música solar (1984) hasta su entrega El son y el viento.
  El texto de Soren Peñalver explica desde la cercanía del afecto la génesis de un libro que incide en uno de los núcleos más concurridos de la lírica de todos los tiempos. Esa evidencia obliga, a quien regresa al tema, a una renovada epifanía. Los versos de Música solar hacen de la confidencia personal un soliloquio intimista, casi confidencial, que pone en la misma mesa al yo poético y al tú interlocutor, aunque este último deje en silencio su presencia para escuchar una profusa confesión sentimental. Como es sabido, Pablo Neruda, César Vallejo y Octavio Paz emplearon en su día un enfoque similar para dejarnos libros clásicos que ya están en la memoria de todos. Así arranca el cálido verbo de Efraín Bartolomé: “Yo nunca hice el amor / : el Amor me hizo a mí. / Después de tanta vida / esto es lo que aprendí “. La voluntad de ser  no es sino una manera de cabalgar detrás de la tormenta, hacerse cauce para que una torrentera arrastre al tiempo.
  De la lumbre del deseo nace una contemplación diáfana del entorno diario.  La luz construye calles habitables. La palabra constata ese estar junto a la puerta abierta de la felicidad. La voz renace firme: “este es un canto para ti / Entero como el aire que pasa y acaricia las flores del durazno / Feliz como una noche total / Dulce como los niños que se enamoran de su maestra / y no saben decir dónde les duele  y lloran.”
  En estos poemas el amor concede a lo diario un sentido exacto. Es cumplimiento y destino. Ve en lo transitorio un campo estéril que solo se hace surco cuando lo fertiliza la lluvia cálida de los sentimientos, para que mude en tierra húmeda y propicia.
  El cierre escritural corre a cargo de la poeta y editora Noelia Illán Conesa. Su trazo crítico resalta el entrelazado entre razón biográfica y propósito comunicativo en una circunferencia cuyo centro natural es la emoción, esa tierra húmeda donde fertiliza la empatía del nosotros: “Todo lo que uno encuentra aquí es pasión: eso es amor. Un amor que se huele, que se toca, que se lame con tibia lengua, que se abraza con todas las venas del cuerpo. Y este poeta, con la firmeza de alguien que lo ha visto ante sus ojos, con el vigor del crepúsculo y la noche, como un vates, lo sabe “.
  Torrencial y magnética, intuitiva, pero con extenso aporte culturalista, la voz amorosa de Efraín Bartolomé se hace temblor y herida; una lluvia interior que propaga su razón de ser, y con trazo de miniaturista dibuja una identidad complementaria: “Viajar en ti / quiere decir / quedarse”. Anclado en el amor, el poema resiste cualquier incertidumbre. 



viernes, 14 de agosto de 2015

Entrevista con NOELIA ILLÁN CONESA.

Noelia Illán Conesa
Fotografía de
Carolina Illán
Entrevista con NOELIA ILLÁN CONESA
 
Nació en Cartagena en 1983. Es Licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Murcia. Investigadora y docente en ejercicio. Ha publicado el poemario Calamidad y desperfectos y es responsable de la edición de El oro de los tigres, una antología temática sobre la poesía de José María Álvarez. Dirige en formato papel y digital la revista La Galla Ciencia.

 En los últimos tiempos, se ha sucedido un goteo continuo de cierres de revistas en papel. Sin embargo, la salida de La Galla Ciencia  es un ejercicio de optimismo. ¿Qué razones impulsan esta salida?

Creíamos que existía un hueco que había que rellenar. Cada uno de los que fundamos el proyecto en 2013 teníamos un concepto distinto de la poesía y gustos particulares, pero eso sí que lo teníamos en común: la ilusión de hacer una revista en papel, aunque siempre con la faceta digital, que no hay que olvidar. Queríamos hacer una publicación hermosa que combinara poesía de ámbitos distintos, que no fuera una revista donde publicaran nuestros amigos ni nosotros. Concebimos cada número como si fuera el último, eso siempre, porque nunca se sabe qué puede pasar.

 ¿Entre las secciones, la poesía es columna vertebral?

 Sólo publicamos poesía, salvo en algunas secciones de la web, donde también incluimos artículos sobre literatura en general, entrevistas o incluso recomendaciones de cine. Pero sí: en el papel la poesía lo vertebra todo. ¡Y siempre inédito!

 Conviven los dos formatos. ¿Qué innovaciones plantean?

 Estamos en un momento en que no se puede olvidar el aspecto digital, eso está claro; pero una cosa es el papel y otra la web. Son formatos compatibles, por supuesto, ya que lo que aparece en los números de la revista nunca estará en la web, y viceversa. La web, además, te da la oportunidad de incorporar material que en papel no es factible, como por ejemplo un vídeo o incluso la comodidad de la inmediatez. Quiero decir que tenemos que estar en contacto directo con los lectores, y al ser semestral la publicación en papel la web hace que no se pierda el contacto. Es una forma de darle difusión al proyecto y mantenemos al público informado de lo que vamos haciendo. Nunca paramos…

 Tanta dedicación exclusiva anula cualquier  periodo vacacional. ¿No son demasiadas bifurcaciones  creación, docencia, edición…?

¡Cómo lo sabes! Sí, supongo que combinar todas las facetas conlleva una pérdida de tiempo libre o de ocio, por llamarlo de alguna manera, pero cuando las cosas se hacen por placer uno asume esos riesgos (y se disfruta). También tiene todo tipo de satisfacciones, no sólo ver los resultados de la revista en papel, sino incluso comprobar que la gente nos sigue por internet, conocer a poetas que siempre he admirado, hacer nuevos (y buenos) amigos… De todos modos, el aspecto creativo está en un punto de esos que llaman “barbecho”, así que ya llegarán tiempos de creación. Esa faceta ahora no me quita tiempo.

Tras la salida de tu poemario ,   ¿la poesía sigue pidiendo paso?

Mi poemario salió en 2012 y desde esa fecha aproximadamente no he escrito un verso. Y –sin ser postureo, que conste- no me preocupa. Hay mucha poesía que leer, muchos libros a los que volver…, y ahora no estoy en un momento en que la pluma me llame. Supongo que irá por épocas. O no.  ¿No hay autores de un solo libro? A lo mejor ya saqué lo que merecía la pena. La presión a veces es grande porque uno se pregunta si ya no tiene nada que decir, pero si fuera así, ¿qué? Nada, no se cae el mundo.

Quiero darte las gracias aquí  por la maravillosa edición  sobre José María Álvarez. ¿Repetirás experiencia con otros autores?

¡Oh, gracias! Pues no lo sé; quizá con Roger Wolfe, que es muy buen amigo y le debo mucho, algún día me atreva si él me deja. Lo de José María ha sido un trabajo de años, sin saber a ciencia cierta que acabaría publicado en papel. La edición de Balduque es una maravilla –con esa portada de Charris, además, que la borda-,  y él ha quedado muy contento, que es lo que más me satisface. Ojalá llegue a mucha gente como un aperitivo para la obra de Álvarez, un autor infinito y uno de los pilares de mi vida.

Uno de los apéndices imprescindibles del perfil literario en el ahora es el blog. ¿Qué funciones percibes en las bitácoras?

Supongo que cada autor lo usa de un modo distinto a otros, según la finalidad que busque. Yo creo que lo maravilloso de los blogs es poder darse a conocer en cualquier punto del planeta, especialmente para poeta jóvenes (no joven de edad, se entiende, aunque el término daría para un largo debate, porque ¿quién es joven?). Podemos leer a poetas que no tienen nada publicado, y eso es un avance grande, o incluso contactar con autores cuyo acceso antes era más limitado. No me gusta el autobombo, ojo, pero hay blogs muy interesantes donde no sólo podemos leer reseñas, sino leer poemas de gente está haciendo cosas muy interesantes.

Por último, tu trabajo en la revista te da un mirador privilegiado sobre el clima literario actual. ¿Puedes resumir su estado?

Esta pregunta tiene trampa… Pues, resumiendo mucho, creo que estamos en un momento bueno y malo. Quiero decir que se está escribiendo mucho, y eso tiene un punto negativo (la morralla, claro), pero por otro lado no deja de ser magnífico que se vean decenas de títulos de poesía en librerías, o que surjan nuevas editoriales que apuestan por el género. Te hablo de poesía porque la prosa apenas me interesa, he de serte sincera. Al final, moverse es bueno, y el tiempo siempre pone las cosas en su sitio.