Beber de la sombra Poesía reunida 1986-2017 Víctor Fuenmayor Oscar Todmann editores Caracas, Venezuela, 2017 |
MATERIA DE VIDA
La densa biografía creadora de Víctor Fuenmayor (Maracaibo, 1940), Licenciado en
Letras y Abogacía y Doctor en Semiología por la Universidad de París, abre una
larga estela de más de tres décadas de dedicación a la poesía. Un verso de
Octavio Paz inspira el título de esta compilación. Beber de la sombra,
enlaza un recorrido lírico formado por dos proyectos inéditos, Vivo acallándome el grito y Beber de la sombra y dos conjuntos
editados, Donde la luz me encarna y Libro mi cuerpo. Se gesta así senda hacia el origen que emplea el ahora poético de Víctor Fuenmayor como tramo
inicial del volumen.
Así
pues el lector conoce de inmediato la última estación de este continuo proceso
de conocimiento. Vivo acallándome el
grito fecha su material inédito en 2017 y hace de la materia vital el
sustrato primigenio del poema. Pero la voz verbal desdeña la pancarta de lo
estridente. Tiene conciencia de su condición humilde y de que es un simple peón
en el tablero del discurrir, es un hombre común que recorre las aceras sin
atributos transcendentes; más que el grito es un oyente de los signos callados
del silencio. En
esos signos habita la belleza que es un don otorgado al pensamiento y está más
allá de la materia, una abstracción que sobrevive a la disolución en las
palabras. Desde esas palabras el sujeto verbal se define en el tiempo, aunque
ese discurso aparece fragmentario y oscuro porque se proyecta con una luz oblicua: “Soy cicatriz
reviviendo en cada tajo del corte de la / línea y del trazo de la letra
doliente. Herida / profunda que cierra el ombligo de mi encarnación, / forzando
la letra hasta vencer el cansancio del silencio “. La
existencia es un largo
trayecto de pasos perdidos sobre la piel de un mundo de afuera que va
fraguándose, discontinuo y extraño. Estar es el vacío, conocer el
dolor, sentir el magma herrumbroso de la muerte al final de un camino donde no
hay luz; pero también es abrazar más formas, abrir puerta al deseo y hacer de
la presencia de la belleza un punto central de sensaciones, una razón de
asombro en el despertar.
Cuando
la voz poética y el yo real dialogan sobre la caligrafía de la intimidad, la
composición adquiere el peso de un balance que da razón de vida desde la
corriente de los recuerdos. Así sucede en poemas como “Dolor del respiro”, que
recupera la pleurosía que marcó la infancia del escritor, o en los versos de
“Puertas de escape” y “Calembe”. Esas voces de otro tiempo
conforman un aprendizaje en el que, como un eco interior, se gesta la
conciencia de ser.
El
segundo poemario inédito, Beber de la
sombra se fecha en 2007. Arranca su caligrafía versal con el sosegado magisterio de Paz, que sirve de paso inicial: “el sol de mi escritura bebe sombra”. Desde la
composición de amanecida se percibe en las palabras una travesía reflexiva que
se empeña en moldear la identidad de una presencia que sirve de reflejo de
otras identidades. Entre ellas, se define la imagen del amor, siempre con esas
formas cercanas a la idealización en la que reserva sitio el deseo como
descubrimiento y tierra prometida. El
sentir amoroso es impulso que enciende las palabras, como si fuese la brújula
que orienta o el eslabón que unifica las secuencias del discurrir; el amor da
sentido a las sombras y se pone a resguardo en la memoria, como faro
que ilumina el trazo legible de un largo viaje interior: “el punto central de
un mapa de ternuras”.
El
breve conjunto de Donde la luz me encarna
se edita en Maracaibo en la
amanecida de los años noventa. Su mínima extensión acoge algunos tópicos
perdurables como la finitud, el amor y la muerte. Frente al versículo largo y
demorado de su producción última, el despliegue narrativo del poemario se
realiza a través de composiciones cortas, con mínima adjetivación, que dan
fluidez al ritmo versal: “El tiempo / que eme encuentra de frente / es el mundo
dejado / a mis espaldas”. Las
palabras se visten de música y equilibrio, como si en la percepción del sujeto
se diluyese lo aleatorio para que aflorara un renovado afán meditativo. En los
versos hay una sensación de casa sosegada para que una presencia ausente se
convierta en arquetipo de todos los rostros y en fuente de luz. Así lo
certifica el poema V: “Y no habrá eco /
memoria ni forma / que sobreviva en ti / del gran olvido / sin que los signos /
se internen en tu carne / en lo que ya eres
/ sin serlo todavía”.
El
poeta se da a conocer a través de la antología 7 de 40, una muestra temprana impulsada por el entusiasmo grupal de
40 grados a la sombra, una tertulia de jóvenes autores que se da a conocer en
1964. Pero su carta inaugural no llega hasta 1991, aunque los poemas de Libro mi cuerpo fueron reconocidos con el
Premio de la Bienal Literaria José
Antonio Ramos Sucre. Víctor Fuenmayor concede papel protagonista a la
intimidad; el amor adquiere un primer plano. Es un folio en blanco en el que
descubren los signos del recorrido sentimental hacia el otro. Para quien toma
la palabra en los versos pensar el amor es descubrir que uno no es uno sino la
pieza fragmentada de un comienzo que necesita encaje: “Uno se escribe /
encerrándose en la cámara oscura, / buscando los surcos donde el grano /
germine una palabra, un nombre, un rostro. / Uno espera eso / que da en el
blanco / haciéndose uno la víctima / visceral y literal / que se ahoga en la
cubeta / haciéndose la imagen”.
Con
enfoque retrospectivo, Beber de la sombra
configura la fructífera vocación lírica de Víctor Fuenmayor. En sus páginas
germina un afán permanente de explorar las posibilidades del lenguaje. En sus
composiciones son estímulos la realidad próxima y el sustrato confesional pero
también el discurso en sí y su carácter cognitivo, esa utilidad de la materia
verbal para asentarse entre el espacio vital y sus contrastes. Poesía para
perdurar, un surco abierto donde la cosecha madura.
Y Víctor es un caballero absoluto, además. Par de inolvidables, juntos. Gracias mi querido José Luis, por llevarnos, por la poesía, por leer(nos) venezolano.
ResponderEliminarAbrazos!
Un abrazo cordial, querida amiga, con las manos agradecidas de quien recibe de ti tanta poesía, tanto empeño de seguir juntos en esta larga senda de la amistad. Paso los últimos días en la costa para volver a los proyectos pendientes; en ellos, tu poesía. Abrazos de nuevo.
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