martes, 5 de septiembre de 2017

PAUL AUSTER. INVISIBLE

Invisible
Paula Auster
Traducción de
Benito Gómez Ibáñez
Anagrama, Barcelona, 2009


PAUL AUSTER. ESTRUCTURAS.

   En 2006 Paul Auster se sumaba a la lista de galardonados con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. El importante reconocimiento avalaba el quehacer creador de uno de los iconos de la narrativa americana actual. Nacido en Nueva Jersey, en 1947 y protagonista de un periplo biográfico muy conocido, ha publicado un notable conjunto de obras, en el que sobresale el ciclo de Trilogía de Nueva York,  aunque el poblado catálogo permite reseñar también entregas como La invención de la soledad, La música del azar o El libro de las ilusiones, porque cada uno de sus lectores citaría, con igual propiedad, títulos de una imaginación prolífica y diversificada en poemas,  ensayos, novelas e incursiones en otras artes como el cine.
   Lo que resalta en Invisible, aunque la trama no deja de ser desasosegante, es la estructura narrativa. Auster tiende a huir del argumento contado paso a paso para hacer propuestas que exigen una pausada dedicación. Si el comienzo parece una historia autobiográfica rememorada por Adam Walker, se transforma en la segunda parte en un simple manuscrito de un autor atascado en su libro que pide consejo a un escritor profesional y que, tras la respuesta eficiente, opta por cambiar el enfoque narrativo. Ahora conviven dos historias: las impresiones del autor que compartió estudios con  Adam Walker en la universidad de Columbia y los folios autobiográficos de Adam, que opta por desdoblarse y contar su historia ante su propio reflejo, ese tú que asiente al largo soliloquio. El yo narrador se convierte en invisible porque no puede situarse a una distancia justa entre su personalidad y los acontecimientos que protagoniza;  ese modo de contar la historia anula la libertad del sujeto y crea notables limitaciones que se superan si da a conocer los hechos a un destinatario ajeno. La distancia concede libertad.
   La tercera parte sorprende de nuevo. Una circunstancia argumental, la muerte de Walker, justifica la inclusión de un relato esta vez en tiempo presente y en tercera persona. La autobiografía de Walker avanza a ritmo de estación, primavera, verano, otoño… y es “Otoño” el manuscrito que copa la mayor parte de este tramo del libro, narrado en primera persona por el amigo de los tiempos estudiantiles. Pero donde verdaderamente hay un cambio estilístico palpable es en el manuscrito de Walker, la cercana presencia de la muerte propicia una escritura casi telegráfica, sin digresiones, hecha con frases cortas, donde narra su etapa vital en Paris. El relato en su tramo final excluye aspectos del entorno para centrarse sólo en los pensamientos y diálogos.
  La cuarta parte es la más breve. Otra vez, Freeman retoma la historia en primera persona, recreando los días de 1967, cuando Adam retorna de París. Esos recuerdos contrastan con el presente en donde reaparece una de las protagonistas de aquella etapa vital; la hermana de Adam. A través de ella adivinamos que el relato de  Adam altera la realidad, mezcla sucesos reales e imaginarios y concede a lo vivido y a lo soñado el mismo estado de verdad. La historia no es capaz de persuadirnos con su verosimilitud.
  Cualquier análisis crítico que se haga de este libro reparará en su estructura. El escritor fluctúa, cambia el punto de vista, distorsiona la voz y sorprende con soluciones narrativas que acaban pareciendo el modo más adecuado de contar la historia. Los lectores aceptan lo que se les propone, ese cruce de espacios y tiempos, como si fuesen útiles ejercicios corporales para mantenerse en forma.




   

2 comentarios:

  1. Sólo he leído su poesía y la novela "Brooklyn follies". También otra novela suya de la que he olvidado título y argumento. La verdad es que las novelas en general (no sólo las de Auster) me aburren: la tomo, la retomo y pierdo el hilo y el ritmo; prefiero los relatos que pueden leerse de un tirón. Pero lo que más me gustó de este autor fue la película Smoke, sobre un guión suyo. Ese día aprendí a amar el cine.

    Sandra Suárez

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    1. Querida Sandra, siempre es una alegría tu afecto literario. Como sabes, me pasa lo que a ti, soy un continuo lector de poesía y ensayo y pocas veces vuelvo a la novela. De cuando en cuando tomo un título porque es necesario buscar aire fresco y dejar que la poesía descanse. Paul Auster es un prisma literario: poesía, relato, novelas, guiones cinematográficos... Así que su mérito es innegable. Su escritura es de las que permanecen en la memoria. Un gran abrazo.

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