Nuestros más cercanos parientes Breve antología del cuento venezolano de los últimos 25 años Miguel Marcotrigliano L. (Compilación) Kalathos Ediciones, Madrid, 2017 |
RELATOS DESDE VENEZUELA
Miguel Marcotrigiano L. compila la madurez expresiva y formal del relato
venezolano contemporáneo, escrito en el último cuarto de siglo. Busca definir trazos en la cosecha de treinta y tres autores que conecta con las inquietudes
argumentales de un tiempo convulso y sin vertientes estéticas vertebradoras. En el recorrido histórico de Venezuela, el
cuento ha sido uno de los géneros más fértiles del siglo XX y su expansión
prosigue, desatada, en el universo digital de internet. Sus estrategias propician campos argumentales abiertos, solo configurados por la querencia creadora. Desde ese principio básico de todo cuento, se recuerda en el prólogo de esta selección que:
“Si la literatura es búsqueda de sí mismo, la produzcamos o no, el cuento debe
ser una historia que nos refleja, nos espejea y nos interroga. Para un
venezolano el cuento de nuestro país debe ser un espacio ideal, propio, donde
nos reconocemos”.
El cierre de siglo abocó en una situación de crisis económica social y
política que deja en el exterior la imagen de una nación fragmentada socialmente e inmersa en graves conflictos; pero la literatura no se configura como crónica testimonial del
momento histórico en el que se produce sino como interpretación de lo
contingente, siempre abocada a la subjetividad del autor. Los textos, por tanto,
se defienden solos; se incorporan a este muestrario vivo al amparo de un
criterio antológico que vislumbra la culminación de procesos de taller.
Exenta de aparato crítico y del perfil biográfico de cada antologado, la
muestra se configura como un conjunto aluvional, con treinta y tres aportaciones.
Ya se ha comentado que no hay una línea estética uniforme; el itinerario se va
gestando al paso, sin más coordenadas situacionales que las integradas en la maleable
alquimia ficcional.
Los puntos de anclaje del relato son muy diversos. Así, el cuento de
apertura, firmado por Víctor Alarcón (Caracas, 1985) aparece como una crónica
amorosa y excesiva, en la que se refleja el ambiente nocturnal de la música en directo. Un ambiente habitado por personajes pintorescos que se
definen por una sintaxis hiperrealista, en la que se integran giros
y expresiones de lo marginal. Pero el contraste es inmediato y el mínimo cuento
de José Tomás Angola Heredia, “La cometa del mundo” aloja una historia
intimista en la que asoman dos actitudes contrapuestas, la inocente perplejidad
de la infancia y el sesgo violento y desatado del sicario, abordando con
eficacia, sin conciencia, el trabajo sucio.
Hay temáticas como la violencia o el sexo cuyo tratamiento explícito
suele causar una notable convulsión en el lector. Recuerdan en sus lindes verbales a
los itinerarios del realismo sucio y a otras etiquetas estéticas que añaden claves complementarias como el sentido crítico, la
ironía o el sarcasmo. En ese registro se sitúa la aportación ficcional de
Mardon Arismendi (El Tesoro, Barinas, 1986), ejemplo de desbocamiento
imaginativo y de bifurcación argumental. El cuento encuentra en Krina Ver (Polonia, 1948) casi un negativo, por su clasicismo intimista que
acerca la pieza a la narración neorromántica.
El mínimo fruto de Laura Gracco (Barquisimeto, 1960) traza una perspectiva tenebrista de un país
cuyo nombre no se verbaliza, pero que remite de inmediato a una geografía
concreta y a ese paréntesis cronológico en el que los sueños se desvanecen porque no
es posible el regreso. "Esto", como nombre simbólico, evoca en su totalidad el
espacio de incertidumbre en el que tanta gente ha perdido la luz de amanecida o se ha
visto avocada a un exilio interminable. Otra dimensión abre “Taxidermia”, el cuento de Fedosy Santaella, uno de
los cultivadores más relevantes del género en Venezuela por los títulos
publicados y las distinciones conseguidas. El texto seleccionado entremezcla
erudición cinéfila y vuelo imaginativo para ampliar la realidad cotidiana con
contingencias insólitas que van creando meandros en el trazado del relato, como si realidad e imaginación dialogaran de manera incansable en las percepciones individuales.
Emotivo y pleno de fuerza resulta el cuento sobre la identidad y el sabotaje
amoroso de Fernando Vanegas (San Cristóbal, 1939). El desamor y la soledad
logran una expresión pautada con gran acierto en el dibujo del personaje
principal y su caminar en el deseo de ser otro.
No procede resumir aquí los puntos cardinales de todos los componentes
de este inventario, pero sí explorar el aire que profesan las
voces creadoras; desemboca en un rico catálogo de recovecos expresivos y
originales. Cada material extiende una voz nítida y personal que comparte sueños
e inquietudes, afronta temas básicos de lo cotidiano, y da hilo a la
conciencia de ser y sentir.
Las ficciones contienen la experiencia de la vida al paso. Van moldeando
autobiografías imaginarias y conmovedoras vivencias en un marco que casi nunca
es localista y preciso. Sus sendas entrelazan sensaciones dispares: desde el
lirismo de los sentimientos hasta la llaga profunda del desencanto, incapaz de
superar las erosiones. De este modo, la muestra marca las pulsaciones del relato. Dibuja un país que nunca se ofrece como
escenario exótico sino como ventana donde la realidad también cierra los
ojos, u olvida las connotaciones mágicas de la idealización.
Desde el
cuento como ejercicio expositivo, la vida tiende a lo difuso y a lo inexistente. Se muestra como un mero ejercicio de supervivencia en el que es necesario encontrar respuestas, despertar en la amanecida una razón de ser.
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