miércoles, 18 de abril de 2018

MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ. JARDIN(E)S EXCEDIDOS

Jardin(e)s Excedidos
María Ángeles Pérez López
Edición bilingúe con traducción al portugués de
Carlos d'Abreu
Lema d'Origem
Carviçais, 2018 


ANDAMIOS INTERIORES


   En 2017 llegó a las librerías Cardinales, muestra poética, un tanto especial, que casi pasó inadvertida, a pesar de editarse en Huerga & Fierro. Estaba coordinada por José Luis Morales e incluía ocho poetas diversos, agrupados en torno a un ciclo celebrado en Madrid, entre 2014 y 2017. Allí estaba María Ángeles Pérez López (Valladolid, 1967) con doce poemas representativos, bibliografía básica, fotografía en primer plano y liminar entusiasta, que definía más la personalidad biográfica que el ideario estético. No obstante, en él se trazaban algunos juicios atinados:“un lenguaje de capacidad metafórica y visionaria, que, libro a libro,  sin renunciar a su proyección simbólica ni a su brillo analógico, se ha ido tornando en palabra cada vez más precisa, más incisiva, más exacta”.
  La edición bilingüe Jardin(e)s Excedidos, con versión al portugués de Carlos d’Abreu, completa una indagación del singular verbo poético a partir de 28 poemas de distintos momentos creadores. No se cita la procedencia de los mismos, una carencia que se reitera también en antologías más amplias como la reciente Algebra de los días, con traslado al italiano de Emilio Coco, publicada en Rimini en 2017 por Raffaelli Editore.
 Así que me parece necesario ubicar la cronología lírica de María Ángeles Pérez López cuya presencia en el ahora poético arranca en 1997 con Tratado sobre la geografía del desastre. Aquella entrega, hilvanada con algunos magisterios esenciales como Vicente Huidobro, César Vallejo y Claudio Rodríguez, interroga la memoria para dejarnos una conjunción de imágenes que habla de intimidad y erotismo, que se aleja del verso referencial para apostar por la sugerencia y el soplo entrevisto del onirismo: “Los nombres de unicornios maldicientes / guardan olor de labios empolvados / o pedazos de semen para el tedio. / También nuestras ratas más ocultas / tienen derecho a un párpado y a ortigas / para acallar las voces del deseo.” En los versos cabe el temblor de las sensaciones y ese destello luminoso de quien dibuja andamios interiores. Dicha salida tuvo una continuidad inmediata. Un año después aparecía, tras ganar el Premio Tardor, La sola materia (Alicante, 1998). Desde un objetivismo sentimental que busca despojar la materia de cualquier hermetismo, los poemas abren un escaparate perceptivo. Quedan expuestas las marcas del origen, las palpables formas de las cosas como garantes de quietud intacta donde se acumula una superficie de rutina y tránsito. También se reconoce una sensibilidad femenina aplicada en tareas que han ido definiendo en el tiempo esa labor diaria que desprende trazos volátiles de un universo personal, cuajado y vivo.
   Carnalidad del frío, reconocido con el Premio de Poesía Ciudad de Badajoz abre una nueva senda escritural. La voz reflexiva explora desde dentro el lenguaje. El poema se hace más incisivo, mira sobre si mismo para hallar la razón que sostiene los significados. La intemperie deja su peso sobre el presente y expande una atmósfera de soledad y pérdida en la que la identidad solo encuentra refugio tras el muro de signos que las palabras alzan. Ya en 2004 aparece La ausente, una entrega en clave autobiográfica. Con voz directa y foco indagatorio, se expande en los poemas  el temblor perceptible del devenir. El acto de ser contiene en sus repliegues un sesgo paradójico; sus contraluces cobijan las sombras del dolor y las certezas mínimas de una memoria espesa y fragmentada.
   Los cuatro libros citados, escritos entre 1995 y 2009, se integran en el volumen Catorce vidas (Diputación de Salamanca, 2010). El conjunto se define, desde la mirada crítica del poeta, ensayista y traductor Eduardo Moga como un legado fuerte en el que resaltan como signos diferenciales la investigación de la forma, la decidida inmersión en los tumultos del cuerpo y el empleo de un lenguaje incisivo y metafórico.
  Son caracteres que perseveran en los nuevos pasos. Integrado en Olifante en 2012, Atavío y puñal despliega composiciones que hacen de la identidad subjetiva un núcleo argumental recurrente. Es una entrega esencial por su despliegue verbal y por la densidad semántica de un lenguaje muy rico, que borra los rasgos concretos de la intimidad para moldear un arquetipo de la mujer, un yo paradigmático en el que caben el dolor y la mujer rota, la belleza corporal, el aprendizaje de la decepción y la felicidad de la búsqueda. En la excelente resolución argumental, el cuerpo habitado por la enfermedad concita una anónima memoria en el que la metástasis se define como una abrasiva lengua purulenta que precipita una insólita intensidad reflexiva.
   Su último quehacer autónomo, Fiebre y compasión de los metales se impulsó en 2016, en la colección poética del sello Vaso Roto. La fluencia verbal de Juan Carlos Mestre, con intensa dermis lírica, incide en el latido que tiende puentes entre materia y simbología para espaciar lugares propios en los que se refleje el alma del mundo; nunca faltan en la razón del poema las correspondencias éticas y las interrogaciones solidarias que hacen de los linderos de la realidad signos caligrafiados y desvelos, con nuevas zonas de significado.   
   Peo la escritura de estos poemarios no se enrosca sobre sí misma; se expande en frecuentes compilaciones que confunden en su desarrollo pasado y presente y que rescatan a las composiciones de su estar orgánico para que de nuevo restauren sus significados y confluyan en otras lecturas. Así nace la compilación Jardin(e)s Excedidos.  Concebida como una breve antología temática, Jardin(e)s Excedidos define un territorio en el que sopla con vehemencia la subjetividad del ser femenino. Los contenidos sondean las características reales y simbólicas, enfocan perspectivas ideológicas y abordan actitudes que subrayan características genéricas. De este modo el ser femenino se construye desde un aprendizaje lento y sostenido. Nace así una disciplina del temblor que debe superar una supuesta culpa primigenia, como ángeles caídos, como nombres alados que buscan sitio  y quietud en el aire al paso del invierno. 
   En la conciencia creadora de María Ángeles Pérez López nos admira el compromiso con la existencia de un sujeto verbal definido por la calidez de un lenguaje exigente y expandido en sus significados. Poesía que nunca pierde la firme voluntad de ahondar y esclarecer en los andamios del proceso vital, mientras el tiempo fluye.

        

4 comentarios:

  1. Excelente reseña, me gusta su trabajo. La he leído. Me queda la duda de si ella fue publicada en mi país, porque eso me parece. Recordaré buscarla en mi biblioteca para ver cuál y de donde proviene el ejemplar que he leído.
    ¡Feliz día, abrazos!

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    1. Querida amiga, la poeta me ha ido enviando durante décadas sus nuevos libros y esta semana salvé las lindes de la breve antología para leer de nuevo toda su poesía. Y me ha encantado, Gabriela, como probar esa cosecha fértil y madura de lo cuajado en el tiempo. Así que un fuerte abrazo y una recomendación. merece y mucho adentrarse en la poesía de María Ángeles.

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  2. Qué adecuado y qué buen análisis sobre las líneas poéticas que traza y abre a la luz del conocimiento y la reflexión la obra de la querida María Ángeles Pérez López. Abrazos y gracias de nuevo amigo!!

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    1. La tarea lírica de María Ángeles Pérez López es muy relevante. Además ha traspasado las lindes de una localización geográfica nacional para extenderse por otros ámbitos a través de un puñado de antologías... Así que solo queda felicitar a la autora y agradecerte tu amistad.

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