sábado, 21 de abril de 2018

LEÓN MOLINA. MICROMICÓN

Micromicón
León Molina
Takara Editorial, Colección Wasabi
Sevilla, 2018 


RESCOLDOS


  Nacido en Cuba en 1959, pero afincado en España desde su infancia, León Molina ha protagonizado en la última década un crecimiento insólito en el trayecto creador. Su obra se bifurca en dos géneros complementarios, poesía y aforismos, estrategia expresiva en la que destaca como una de las figuras esenciales del ahora como cultivador de la escritura concisa y como estudioso y antólogo.
  La estela lírica arranca en 1994 con Señales en los puentes y se va pausando en entregas como Breviario variable, El son acordado, Llegar, El taller del arquero, Un hombre sentado en una piedra, Ruinas y la compilación Esperando a los pájaros del sur.
  El título de la nueva salida poética de León Molina, incorporado a la colección Wasabi, que coordina la poeta Rosario Troncoso, Micromicón es un neologismo cuya etimología fusiona dos referentes nítidos. Es una incisión momentánea en el universo ficcional de Don Quijote por cuyos capítulos deambula la sensata princesa Micomicona; y además alude al cultivo de las formas breves y a su obstinada indagación en lo depurativo; hace visible la suma conceptual de que menos es más. Sus micropoemas saben caminar por la caligrafía “Ligeros de equipaje”; así se expande el texto de presentación, que arranca su voz introductoria aludiendo al momento áureo que protagoniza la escritura mínima. Y así es, aunque faltan todavía por determinar qué factores han dinamizado esta floreciente producción minimalista. Su cultivo coincide con el auge de la eclosión digital y con la expansión de puentes comunicativos que buscan su eficacia en la poda de digresiones y en el muestreo de líneas esenciales. Sin duda, como ratifica el liminar: “Esos versos que quedan en la memoria son su quintaesencia mejor destilada y más valiosa”. Naturalmente, la forma breve no resta estima a trabajos literarios de distinta extensión ni certifican de inmediato su proximidad a la intrascendencia; por lo que, una vez más, los textos mínimos tienen que elaborarse con el convencimiento de que deben cumplir las mismas reglas de exigencia y calidad que los de talla superior.
  Dada la disposición versal de algunos textos de León Molina, el haiku –sin establecer su triple arquitectura versal- parece afianzarse en la página con su propensión a la naturaleza y con su empeño en dibujar una poesía de estaciones en la que se refugia la sensibilidad. Con esa cadencia que entrelaza sentidos y entorno nace el texto: “Al atardecer en el porche / barriendo las luces caídas”, “Mis ojos ramoneando / los brotes de luz en las piedras”, “El sol pastoreando los trigales con sus perrillos de luz”; también está presente de continuo en el discurrir vital el estar transitorio, ese margen de cronología marcada por lo temporal: “No da tiempo en la vida / a que te cubra el musgo”; ese aposento transitorio no constituye una invitación al tono nocturnal, porque es posible también adentrarse en su decurso como enlace de un ciclo natural de epifanía y vida nueva: “A veces me consuela un pensamiento: / el tiempo que de mí se escapa / fluye hacia ti”, “Brotó de nuevo el olivo cortado. / Vuelven sus frutos al paisaje / brillando sin rencor”.
   No siempre la mirada viaja fuera, es necesario a veces recorrer las huellas propias para encontrarse, o, al menos, para seguir manteniendo entre los labios las preguntas esenciales que definen al yo personaje: “Nunca he sido de aquí del todo / ni uno de los vuestros completamente. / El vuelo que despegó de La Habana / cincuenta años atrás aún no ha llegado “. Esa indefinición espacial del lugar propio concede una mayor comprensión de la soledad y de la condición de trasterrado.
 Frente a la ostentación erudita y al formato resplandeciente, Micromicón  empequeñece sus contenidos, como si lo profundo del ser necesitara descubrir un mundo tangible, hecho para habitar el puño cerrado de lo cotidiano. Los mínimos poemas salen al día para percibir los callados destellos que duermen en la oscuridad, esa grandeza inadvertida que habita en las cosas más elementales, el pulcro patrimonio que nos reconcilia con la existencia. 

 







6 comentarios:

  1. Esta propuesta de lectura y el análisis que haces de ella, querido José Luis, engrandece aún más esos mundos menores que refieres."Habitar el puño cerrado de lo cotidiano". Casi nada. Abrazos amigo!

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    1. Buenos días, querido poeta, ya sabes con qué alegría salgo a las palabras para abordar los frutos de poetas contemporáneos; tengo con los autores de Takara Editorial una relación personal muy grata, así que siempre busco en cada nuevo título una estación de llegada. Feliz día y un saludo desde la Feria del Libro de Rivas.

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  2. Saludos amigo, disfrutad de los buenos momentos. Salud

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    1. Ayer me pasé buena parte de la tarde con la editora de Lastura; tiene un amplio fondo de poesía y solo es cuestión de tener un poco de paciencia al abordar el nuevo libro; siempre hay que cumplir normas de calidad y rigor y los plazos marcados por las publicaciones pendientes. Un fuerte abrazo.

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  3. La precisión de lo breve. De León Molina disfruté mucho de su "Un hombre sentado en una piedra", ya con ese libro vi que su Poesía conectaba conmigo así que me apunto, por supuesto, éste.
    Gracias como siempre por tu análisis amigo José Luis.
    Feliz tarde de domingo.
    Sandra.

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    1. Gracias Sandra, es una compilación de micropoemas que buscan ir dejando tallos nuevos, esos brotes que anuncian nueva vida.Abrazos.

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