Creación y vacío Idoia Arbillaga Huerga y Fierro Editores / Rayo Azul Poesía Madrid, 2020 |
ESTRATOS DE OQUEDAD
En la introducción, el profesor Francisco Javier Fernández Vallina, acredita los signos vitales de un ideario poético que se acerca a lo inefable y ambiciona una dicción singular en sus intersecciones expresivas. La meditación aporta claves sobre la voluntad creadora y sobre el esqueleto orgánico de Creación y vacío. La entrega yuxtapone cinco libros que despliegan en sus breves poemas imágenes cuajadas de simbología, evocaciones de la memoria y pensamientos que asumen la materia conceptual cabalística, siempre moldeada desde la incertidumbre y la extrañeza.
Por su parte, Esther Bendahan deja un epígrafe referencial, “Leer lo blanco”, que podría servir de poética nuclear de la escritura hermética, impregnada de quietud, despojamiento y búsqueda. Quien busca amanecida en las palabras no lo hace impulsado por la necesidad de hallar respuestas, sino por el empeño en descubrir estratos de oquedad, fugas de la digresión realista. Esa semilla alienta los poemas de Creación y vacío en torno a un recorrido cuyos meandros enuncian los epígrafes expresivos.
En el primero, “La Gran creación universo y poesía” destaca el paratexto de El Zóhar, hito central de la corriente cabalística, y de Azriel de Girona. Las citas son fuentes de materialización del pensamiento desde la palabra. Así llega el poema como inasible vector de certeza que persigue la ontología de “ser nada en la nada”. Por ello, en este andén inicial el vacío se convierte en espacio central; es un útero donde se confunden la percepción onírica y la realidad. En ese entorno todo empieza; se alumbra la ausencia como centro medular de la palabra.
El tramo que configura el segundo libro lleva por título “La creación humana: Nákel, la no concepción”. Se vislumbra la génesis de una presencia nominal, Nákel, como una crepitación interior. Es un misterio que unifica muerte y vida. Desde esa intersección cada texto tiene la fuerza de un fogonazo cuyo sentido se oscurece para romper la esterilidad y dar vida en el largo sueño de los muertos: “Lo que brilla hacia dentro se hace visible”, es contemplación que niega la materia y espera.
La parquedad contextual recupera en el apartado tercero una calma presencia bajo el título “La creación artificial: la ciudad y sus perfiles”. La percepción define la relación sensitiva con un entorno ajeno que llega limpio en la amanecida. Se abre la ciudad como contexto asimétrico que unifica centro y suburbios y que nunca acaba de superar la idea de flotación e irrealidad en la mirada, casi siempre desde un enfoque místico. Queda el amor, tan presente en el poema “Vertical en la intemperie”, o la evocación de algunos lugares geográficos concretos como Toledo, marco de la memoria donde resuenan las voces del pasado, que ubica el poema “Puente de San Martín. Toledo”. Pero también en ese recorrido por las aceras habitables de lo real, la estela lírica preserva su función esencial. Con verbo lacónico y dicción severa, lo escribe el poema XVII: “Abrir márgenes. / Violentar límites. / Escribir poesía”
Integrado en el misticismo exotérico judío, el término “guilgul” alude al balanceo transmigratorio de las almas y al concepto de reencarnación. Sobre él versan los poemas del Libro IV. Los hilos temáticos alertan de que el renacer requiere como umbral la finitud y la muerte; hay que disolverse para atravesar el páramo del frío; para alcanzar la claridad del regreso y concretar esa rueda de almas que busca la oquedad interior de un nuevo cuerpo. En esa búsqueda de otra envoltura, aflora para el alma un molde nuevo. Así concluye el poema X: “El hielo de la verdad ha mojado tus ganas / y extiendes tu fulgor sobre las piedras del río. / El mar absorberá tu sombra. / No debes cerrar las alas, padre, / otro cuerpo te espera”. El referente cabalístico adquiere con la ausencia del padre un significado más cercano y personal, como si resurgiera un dolor próximo cuya herida sigue manando fuerte en el silencio.
Como si abarcara un círculo completo, Creación y vacío hace del Libro V una línea curva bajo el epígrafe “La creación desde dentro”. El yo verbal cultiva una quietud extrema para escuchar las voces interiores. Son signos invisibles que alientan un proceso de retorno al origen. Con él se libera el alma y desata sus nudos con lo visible y lo externo para fortalecer la ascesis.
Idoia Arbillaga añade como epígrafe en prosa una aproximación teórica al pensamiento místico judío en la Historia y al papel primordial de la Kábala, en la literatura rabínica, como forjadora de las ideas esenciales. Lo mismo sucede con El Zóhar, aportación de densa profundidad teológica. Con el abrazo de ambas guías intelectuales, Idoia Arbillaga escribe un poemario singular, elíptico y repleto de imágenes y símbolos. Recompone con valiosos hallazgos una tradición de pensamiento que exalta la espiritualidad y reconduce al centro introspectivo. Cada texto sugiere que hay que frenar el paso a la materia para oír al sedentario oráculo interno. Para abrir un sueño que entra en otro y retorna, como un hijo pródigo, al origen, esa luz interna donde el día comienza.
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