miércoles, 27 de enero de 2021

JORGE CAMACHO CORDÓN. QUEMADURA

Quemadura
Jorge Camacho Cordón
Ediciones Vitruvio
Madrid, 2020

 

ITINERARIOS DEL YO

 


    Los itinerarios poéticos a trasmano suelen quedar en la línea de sombra de esa actualidad de moda que construyen suplementos culturales, primeros planos digitales y antologías. Pero cada libro, antes o después, cumple su cita con el lector y establece su diálogo de sensaciones, afinidades y divergencias. Me acerco por primera vez al discurrir poético de Jorge Camacho Cordón (Zafra, 1966) atraído por la extraña circunstancia de que el grueso de su obra elige como estrategia expresiva el esperanto. El conocimiento que tengo de esta alternativa comunicadora es nulo, aunque entiendo que la diversidad de lenguas activas, la complejidad de sus sistemas lingüísticos y la tendencia a la globalización del mundo actual, dan sentido a una red dialogal que sirva para todos y genere una práctica común. Nueve libros de poemas ha firmado en esperanto hasta la fecha Jorge Camacho Cordón, quien en 2018 publicó en castellano Palestina estrangulada. Dos años después ve la luz Quemadura, una extensa compilación textual integrada en Vitruvio, el sello editorial de Pablo Méndez.
  Los poemas iniciales establecen de inmediato los rasgos nucleares del poeta: la búsqueda incesante de una mirada interior que reflexiona sobre el sentido existencial de la vida al paso, y que encuentra en el discurrir un venero temático diverso, donde son temas centrales la confidencialidad biográfica y los contraluces de nuestro tiempo. Así nace una dicción coloquial y narrativa, en el umbral de la prosa. La razón poética establece claras afinidades entre el sujeto poético y el yo biográfico. Una cartografía, por tanto, que propone un recorrido intimista en lo temporal y cuyo afán introspectivo no pasa por alto la ecuación de lo colectivo.
   Jorge Camacho Cordón hace de la memoria el primer paso: la infancia, los días provincianos y ese trayecto personal hacia la gran ciudad nos dejan el marco geográfico del poema mediante un verso despojado de elementos simbólicos que da al texto la apariencia de un diario personal. Desde esa actitud de reconstrucción y búsqueda van aflorando teselas del mosaico vital, destellos que dejan en el pensamiento la estela leve del pasado. Desde ese enfoque se escribe el poema de apertura “jorgito perdido en badajoz” o el cálido homenaje a la memoria familiar de los poemas “María” y “Anastasio”. Ese coloquialismo de lo diario se aplica también a la propia identidad del yo en el tiempo y a esa incertidumbre que llamamos destino; así nace un poema muy hermoso, “Pasajero”, que en su desnudez expresiva recrea el sedentario estar del yo, consciente de la ausencia de algunas estaciones finales.
   El poemario no cierra los ojos a un tiempo presente definido por parámetros contradictorios que se asienta sobre el pragmatismo y la deshumanización. Es la geopolítica del capitalismo que exige una implicación directa del sujeto verbal en lo colectivo. Muestras de esta poesía social hallamos en el poema “Iraq” y en otras composiciones entre las que resalta “Aniversario”, un largo poema que recuerda el bombardeo de Hiroshima. Esa postura de compromiso que evidencia desconchones y relieves de la vida social adquiere en “Coplas” el tono directo del cantar de ciego; es una poesía recitativa, de la oralidad, que busca en el mensaje su razón de ser, y emplea la ironía, un recurso expresivo que da pie al sentido crítico.
   El marco del poema acoge un insólito abanico de asuntos; desde los recuerdos de la geografía natal, hasta apuntes de viajes o poemas de compromiso, como el escrito para la boda de dos amigos; pero en todos persiste el afán comunicativo. El argumento que unifica Quemadura es este magma informe de la existencia, ese mapamundi de itinerarios cumplidos  y de rutas enmarañadas que es preciso entender desde la observación y el pensamiento, desde el goteo inadvertido de la vida al paso, atroz, como si la realidad fuese un marco escénico donde cada yo cumple el aleatorio papel de un observador de fotogramas que poco a poco pierden su color.

JOSÉ LUIS MORANTE





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