jueves, 7 de enero de 2021

FERNANDO DÍAZ SAN MIGUEL. DIQUE

Dique
Fernando Díaz San Miguel
Fundación Jorge Guillén / maravillas concretas
Valladolid, 2020

 

CON RUIDO DENTRO

 

   Fundador de revistas y tertulias, empresario de diseño y comunicación y profesor del Máster de Escritura creativa de la Universidad de Salamanca, Fernando Díaz San Miguel (Salamanca, 1974) reunió su corpus lírico en el balance Momento. Poesía reunida (2018), un volumen que integra y reescribe sus primeros libros y en el que se aprecia un fuerte sustrato narrativo. Ese afán enunciativo está presente en la nueva entrega impulsada por la Fundación Jorge Guillén, bajo la dirección de Antonio Piedra.
  Dique recurre al poema en prosa o, mejor, al apunte lírico para incidir en la comprensión y el tejido inadvertido de la propia identidad,a través de la apelación discursiva a un yo desdoblado: “Abre tu pecho en dos, pártelo como un pan, intenta comprender esto que eres”; así da su primer paso un poemario que deja en los textos el fluir testimonial y ajusta los latidos de su escritura al discurrir. Las ideas se velan tras el silencio; apenas hay nada que decir en ese estar a solas en el que solo sobrevive el etéreo cansancio que aposa lo diario. Las palabras tantean, se esfuerzan en dar voz a un ruido fuerte convertido en impulso vital para cegar los otros ruidos; ese rumor de fondo que convierte el tiempo en un simple tránsito, ajeno a la voluntad del sujeto. Desde ese itinerario por la incertidumbre se cuestiona el papel de los sentimientos, su definición sin imposturas, más allá de esa fuerte conciencia de finitud que atestigua que todo es invierno, un puñado de sombras y ceniza.
  El quehacer del poema se afirma como una labor sin tregua, un empeño en alzar construcciones y castillos que resguarden de las infinitas variaciones del dolor. También explora la naturaleza cambiante del lenguaje, ese habitar conceptos y significados, con la oscura sensación de que no podemos comprender lo que sentimos ni definir esa voz que habita dentro y se llama ausencia y memoria. La muerte se percibe como desolación intacta, cuyos pasos cambiaron para siempre los sentimientos más fuertes; ahora el amor es recuerdo y soledad, dolor y ruido fuerte que no deja escucharnos.
  En la disolución de la realidad germina con fuerza un epitelio de inquietud, como si cada presencia cobijara una caja de pandora, un puente cuya oscura cimentación sostiene el dolor como sustrato básico: “El amor es siempre así: llega y te abrasa y se marcha al ángulo oscuro en el que te pudres de dolor”. Desde esa sensación de incertidumbre aflora el amor y sus bifurcaciones, desde la plenitud del cuerpo a la separación, como un venero esencial que preserva las secuencias de la memoria y que deja coordenadas situacionales en el tiempo.
   Hay textos que conceden una presencia firme al entorno. Sucede, por ejemplo, con “Catedral”, composición dedicada a Antonio Colinas, donde el yo se define a partir de los límites del entorno, ese entrelazado fuerte de formas y sensaciones que visualiza lo ajeno: “Todo nos cambia y no: ser es ser, comprender menos, ser madera, aire, piedra sin necesidad de comprenderlo. No mires hacia dentro”. La indagación exploratoria del presente tampoco concede transparencia, en él perdura un cúmulo de nada transitoria que tampoco otorga indicios del futuro; la duda es una manera de estar.: “La vida es un caos que se mueve en círculos”
   La prosa poética de Dique  se despoja del avance lógico de una historia autobiográfica y sentimental para mostrar las circunvoluciones del desconcierto, ese disiparse de la existencia que parece adentrarse, en el discurrir, en un terco callejón sin salida. Todo adquiere la dimensión reducida de lo que no importa y, por tanto, no puede abrigarse en el poema con metáforas, símbolos o erudición; se hace necesario que también en la crecida quede el dique, esa sensación de resguardo que deja en las palabras la piel y su contorno.





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