viernes, 9 de septiembre de 2022

ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN. NOCHE EN PARÍS

Noche en París
Antonio Jiménez Millán
XII Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado
Fundación José Manuel Lara
Colección Vandalia
Sevilla, 2022

SOMBRAS CON LUZ


   La obra poética de Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) poeta, ensayista, antólogo, editor, traductor y profesor universitario figura por derecho propio en la nómina de autores contemporáneos de relieve. Sus entregas conforman un paisaje verbal donde son coordenadas el retrato ficcional del yo, la conciencia de lo transitorio y la frustración de lo cotidiano por el desmantelamiento de refugios utópicos. Así se ha ido gestando un itinerario que es machadiana palabra en el tiempo y responde a un propósito dialogal, comunicativo. La voz expone, con pausada claridad, el epitelio de incertidumbre de un yo reflexivo y transeúnte, deambulando por una sociedad de valores mudables que requiere un necesario espíritu crítico y un carácter ético, capaz de borrar cualquier acantilado conformista.
  Los poemas de Noche en París, escritos entre 2018 y 2022 y reconocidos con el XII Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, descubren un ámbito temático persistente: la ciudad como despliegue de sensaciones e indicios. El callejero urbano es metáfora temporal y es a la vez el contexto en el que la conciencia se dispone a completar lejanas perspectivas con las cartas marcadas de la experiencia.
  El deambular lírico elige como inicio la composición “Memoria del agua”, cuyo título, como recordarán muchos lectores, coincide con la reciente compilación Memoria del agua. Poemas sobre Granada (2022) en cuyo recorrido se anticipaban inéditos escritos en los dos años anteriores a la soledad pandémica. Las páginas contienen poemas reflexivos, haikus y evocaciones que alojan los pautados movimientos del pensar, el abrazo entre claroscuros y amanecidas.
   El escritor incorpora a su poblado itinerario creador un surtido muestrario formal que fluctúa entre el verso libre, el haiku y los poemas en prosa. Como sugiere el esquema japonés, la contemplación alumbra conocimiento y percepción; la mínima secuencia versal del haiku pone de manifiesto una realidad trascendida, ambigua, a contraluz, cuyo perfil entrelaza belleza y armonía. Esta mirada indagatoria del poeta conecta intervalos diferentes, enlazados en la búsqueda constante de oír rumores en “el rodal del tiempo”. La evocación despereza recuerdos, acaricia el frágil epitelio de la memoria, como sucede en el poema “Una visita a la Alhambra”, dedicado a Joan Margarit y su esposa.
  Los poemas escalonan veredas y sentidos, direcciones que no olvidan nuestra finitud. El tránsito vital no puede desasirse del vacío. Con extraña quietud, la muerte respira cerca; es una puesta de sol que tiende sus brazos para un último encuentro. El discurrir conforma “el saldo triste de un presente en fuga”. El transitar de los días ubica en los sentidos los indicios de un lento desguace; conforma ausencias, acumula nostalgias mientras el personaje verbal se empeña en recorrer las galerías de la incertidumbre.
 La sección “Retratos” recorre la distancia hacia el otro. Con tonos amarillos dibuja poemas habitados por secundarios que un día asomaron a los ventanales de la intimidad para diluirse después en los sombríos laberintos de la nada. Suenan los pasos de Místico López, Bola de Nieve, y Fernando Pessoa, personajes a la intemperie ya casi convertidos en pálidos fantasmas que habitaron un día una cartografía peculiar y única, un marco de representación también ahora convertido  en muro de cristal.
   El apartado que da nombre al libro “Noche en París” suma las prolongadas vigilias que anticipan el viaje. Paris es un entorno real que hace posible la mirada amable y esperanzada del visitante. Pero la ciudad es también un pretérito vivo que regresa desde otro tiempo para buscarse. Como escribiera Ch. Baudelaire “Paris cambia, mas nada en mi melancolía ha cambiado”. Desde esa certeza, el visitante recrea historias de otros moradores deslizando su faz por el mapa de la remembranza. Recordar es alzar un mundo tenue, hecho de retornos y mutaciones, que trae consigo una incierta desintegración.
  El peso enunciativo del poema en prosa deja el exilio de Miguel de Unamuno en Fuerteventura, en 1924, cuando el país soportaba la dictadura de Primo de Rivera y París se convirtió en acogida y protección contra espíritus gregarios y figurantes que ahora, en el manso fluir del presente, se han convertido en sedentarios turistas con cámaras fotográficas. El poeta emplea en sus composiciones movimientos de travelling, frecuentes desplazamientos entre el pretérito y el ahora, para dibujar ambientes de cine negro o para recorrer los barrios más representativos de la urbe. Al cabo, “la memoria puede ser una llaga o un bálsamo”.
   Siempre versátil en la construcción de sus textos, Antonio Jiménez Millán, reúne en “Fragilidad”, un tramo dedicado a Juan Vida, un conjunto de sonetos. La estrofa cerrada suena de nuevo con la armónica cadencia de la rima y la frescura de la inmediata resolución argumental. En estas historias comprimidas se refleja el duermevela de la ciudad y la atmósfera decadente de sus sueños perdidos. Con magnífico cierre el soneto V dibuja esta desidia sensorial: “No es sueño ni ficción: es realidad. / Es una inesperada distopía / que toma la ciudad como escenario. / Se convierte la cámara en vigía, / se queda con el gesto solidario / y la conciencia de fragilidad”.
  La soledad sonora de “Sentimental Mood”, aserto inspirado en la canción In a Sentimental Mood, compuesta por Duke Ellington en 1935, construye un armonioso fondo sonoro, una melodía capaz de cobijar pretéritos en el pentagrama. El jazz –aquella música inolvidable que sonaba en el París de Rayuela-  deja en “Memoria” el sonar descarnado del saxo en el que se refleja “un rastro inolvidable de noches”, el brillo de un instante auroral que no volverá a repetirse. El poeta elabora un inolvidable catálogo con las voces de Edith Piaf, Aute, Janis Joplin, Miguel Ríos o Serrat que suena a homenaje generacional, a espejismos de un tiempo de plenitud y asombro en el que se confunden en la misma emoción inolvidable palabras y música abriendo al tiempo otros itinerarios.
   Noche en Paris alumbra en sus poemas un trabajo de madurez y permanencia. Conjuga estratos anclados que hacen del ahora un espacio transitable y profundo. Su poesía abre surcos en busca del origen, de esa esencia de ser que poco a poco deshuesa el discurrir y aboca a un mundo incierto. Aunque todavía, y como siempre, las palabras alzan sus ramas firmes, su fuerza desvelada, su margen reservado para el vuelo.
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 

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