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domingo, 26 de enero de 2025

ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN. DESPEDIDA

Antonio Jiménez Millán
(Granada, 1954-2025)

 

SOL PONIENTE

 
Biología, historia
Antonio Jiménez Millán
Visor Poesía, Colección Palabra de Honor
Madrid, 2018
 
  Por su capacidad sugeridora, qué atinado parece el aserto Biología, historia que el poeta y profesor universitario Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) utiliza para reunir los poemas más recientes. El logrado título aglutina espacios cognitivos complementarios: la biología es la ciencia que estudia los seres vivos, los procesos vitales y su evolución en el tiempo; en cambio, la historia alude al conjunto de acontecimientos vividos como individuo y colectividad. Ambas disciplinas, en última instancia, constituyen una mirada al sujeto en el tiempo y un desvelamiento del periodo histórico en el que se gesta su identidad.
  El poeta deja en el pórtico del libro otros referentes culturales de interés: la dedicatoria a Luis García Montero, director de la colección Palabra de Honor, amigo con quien ha recorrido un completo itinerario repleto de complicidad estética, y estudioso que ha firmado reflexiones críticas del máximo interés sobre el quehacer creador, como el prólogo “Antonio Jiménez Millán: la conciencia y el tiempo”, que sirve de umbral a Ciudades (Antología 1980-2015). También son balizas necesarias los dos aportes paratextuales: la conocidísima cita de Fernando Pessoa que alude al poeta como fingidor, y el párrafo de James Joyce, extraído de Retrato del artista adolescente. No son gestos gratuitos sino indicios que subrayan una sensibilidad que conexiona el carácter autobiográfico de la escritura y el continuo aporte de la experiencia vital.
   La lírica de Antonio Jiménez Millán elige el recuerdo para recuperar elementos enunciativos. La infancia se muestra como trazado de sentido único. En su gestación, la voz verbal convierte a la memoria en refugio. En ella, amanece renovado y repleto de matices colaterales el intimismo. El sentimiento se empeña en clarificar códigos cifrados, como si las partituras del escaparate de una tienda de música contuviesen esa felicidad introspectiva que da sentido a lo temporal. La evocación recorre la ciudad, Granada, dibujo arquetípico que alza su laberinto urbano repleto de experiencias en el entorno de lo real y hace posible la mirada amable y esperanzada del yo en otro tiempo. Desde esa indagación, el sujeto se contempla a sí mismo como una ficción que se perfila a través de unas pocas imágenes. Recordar es alzar un territorio erosionado que trae consigo el tacto y la memoria del pretérito.
   Ya hemos comentado que buena parte de la voz lírica de Antonio Jiménez Millán tiene como sustrato territorial la evocación. El pasado se aquieta, no se distancia y construye un discurso de permanencia que comparte intersecciones con el presente. A veces trasporta al litoral de la melancolía, cuyo patrimonio es un trasfondo de imágenes que tiene la textura de lo emotivo. En el poema “Doce de septiembre” el yo personaje celebra su cumpleaños. Sesenta velas. Alrededor rozan la piel los desajustes de la realidad, como un lastre que cuarteara la esperanza y que subraya la situación de fugacidad, la ineludible cita con la nada. Desde ese estado de aceptación del ser transitorio nacen otras composiciones que confirman el fragmentario cauce de la conciencia y el empeño del lenguaje de dar luz a las disoluciones. Al cabo, el recuerdo contiene lejanos espejismos que ya no están al alcance, que parecen traviesas resistentes, a flote, bajo la tibia luz de un sol poniente.
   Una cita de Oscar Wilde recuerda que el nombre que solemos dar a los errores cometidos en el oficio de vivir se llama experiencia. Y es diáfana esa mirada a contingencias personales que aguantan en el discurrir, con una piel ajada, adusta y seca. En el apartado “Disolución” vuelven a formularse los pasos en el tiempo de magisterios hechos de incertidumbre y piel ausente. El afán colectivo es un legado en el que se cuestionan grandes conceptos, proclives a componer una épica falsa. Es el caso de la guerra civil y de aquellos interminables bombardeos que propiciaron muertes y exilios, hoy tan lejanos que apenas pueden despertar interés en las aulas de alumnos que consultan el móvil o tienen recorridos personales en los que no caben las páginas de la historia. El dolor y el frío de la posguerra se transforman en indiferencia. Todo se apaga y traza su negación sin ruido, su asiento en los rincones de la memoria como una estela mínima destinada a borrarse.
   El tramo final es una reflexión sobre la pérdida. Contiene también una mirada crítica a esas ideologías totalitarias que han erosionado la convivencia hasta convertir al otro en un enemigo. Bajo el dictado del fundamentalismo se ha creado una historia a la medida, una trinchera entre nosotros y ellos, que llena las calles de patriotas, himnos y banderas: “Muy pronto descreí de las banderas / y me alejé de aquellos / que imponían su idioma a los demás / en nombre de  espejismos imperiales / y de siniestras águilas fascistas. / Pero también  me fueron muy ajenas / las leyendas del pueblo y de la tierra, / la búsqueda de los orígenes, de la pureza intacta”.
 Aunque en los diferentes apartados los argumentos son autónomos y van jalonando tramos de asuntos, todos coinciden en buscar las ventanas de la memoria a partir de una sensibilidad que atiende a los pautados movimientos del pensar, la voz se torna elegía, compromiso con la coherencia cívica y homenaje con magisterios que han puesto los cimientos de la propia pared creadora. En ese aprendizaje nace la gratitud a Jaime Gil de Biedma,  Franz Kafka, Miguel Hernández o Antonio Machado…
   El escritor incorpora a su poblado itinerario creador la prosa poética en la sección “Carnets”. Nos deja composiciones que sustentan una notable veta reflexiva sobre la música como voz callada que pone fondo al silencio, o sobre el resentimiento, una muesca en el ánimo que tanto clarifica el complejo entramado de causas y efectos de los prestigios literarios. Vivir es andar a tientas, sumar imágenes que después se resguardan en el viejo cajón de la memoria como carnets que exigen fotos nuevas; deja sitio a abandonos y encuentros; toma el pulso a sueños vanos que nunca se cumplieron.
   El vértigo del tiempo y sus vibraciones sísmicas impulsan los poemas de “Rehabilitación”. Los pasos de la edad conllevan síntomas y terapias, guardan en los espejos un ser desconocido cuyos trazos muestran debilidad y torpeza; un ser otro que registra en sus pulsaciones el desajuste de la enfermedad. Es esa biología indeclinable que toma sitio en lo diario con descarada impunidad, que lentamente acaba erosionando las esquinas del cuerpo o convierte el dolor en alevosa rutina.
   Las etiquetas críticas establecen líneas de demarcación; exploran los momentos escriturales en el transcurrir. La voz poética de Antonio Jiménez Millán nació ligada a “La Otra sentimentalidad” y más tarde a la “poesía de la experiencia” para desembocar en un intimismo reflexivo y realista. Sus versos piensan y leen históricamente el patrimonio de un sujeto anclado en la intrahistoria. Son pautas de un ideario que clarificó con solvencia el profesor y ensayista Juan Carlos Rodríguez, a quien se dedica la composición final. El poema entrelaza afecto y filosofía vital, gratitud y voluntad de seguir, sin hacer mucho caso a las leyes del tiempo, buscando caminar, ligero de equipaje, un paso más allá.

JOSÉ LUIS MORANTE



 
                                                                                       

miércoles, 18 de diciembre de 2024

AHORA QUE ES TARDE

Ahora que es tarde
Antología poética 1990-2020
José Luis Morante
Prólogo de Antonio Jiménez Millán
Editorial La Garúa
Barcelona, 2020

 AQUÍ
 
 
                Nada y todo ocurre en todas partes
 
                                          PHILIP LARKIN
 
Es aquí donde estoy,
entre grietas de  un yo parapetado
en las profundidades
de sí mismo.
 
Habito un cuarto exiguo
donde nada hay detrás,
salvo el triste vacío
de paredes sin lustre.
Soy un plano que muestra,
maltrecho y solitario,
el retraso gastado de caminos
que ya se desvanecen.
 
Mi reclusión carece de secretos.
En las puertas del frío,
necesito encontrar
en cualquier prisa
el sol en casa;
un cuerpo que sostenga
el temblor de la luz.

     (De la antología Ahora que es tarde, 2020)

lunes, 15 de abril de 2024

EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES

Ahora que es tarde
José Luis Morante
Prólogo de Antonio Jiménez Millán
Ediciones La Garúa /Poesía
Barcelona, 2020


  
EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES                             
 
El arte de vivir los lunes
requiere cierta práctica y algo de teoría,
saber de estratagemas y confabulaciones
y adjetivar la prosa cotidiana
con una terca voluntad de estilo.
Incontables acechan
los peligros desde el primer café,
crecen cuando un olor
anuncia escuetamente la leche derramada,
se reproducen con duración de días laborables
y en guardia se mantienen,
tal seguros precintos,
entre los pasajeros del tren crepuscular
que nos devuelve a casa,
al reclamo del lecho hospitalario.
El arte de vivir los lunes
sobrevive y se esconde
en vacuas reflexiones como ésta:
nada es eterno, salvo un lunes.     

         JOSÉ LUIS MORANTE

                      (De Población activa, 1994)




viernes, 9 de septiembre de 2022

ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN. NOCHE EN PARÍS

Noche en París
Antonio Jiménez Millán
XII Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado
Fundación José Manuel Lara
Colección Vandalia
Sevilla, 2022

SOMBRAS CON LUZ


   La obra poética de Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) poeta, ensayista, antólogo, editor, traductor y profesor universitario figura por derecho propio en la nómina de autores contemporáneos de relieve. Sus entregas conforman un paisaje verbal donde son coordenadas el retrato ficcional del yo, la conciencia de lo transitorio y la frustración de lo cotidiano por el desmantelamiento de refugios utópicos. Así se ha ido gestando un itinerario que es machadiana palabra en el tiempo y responde a un propósito dialogal, comunicativo. La voz expone, con pausada claridad, el epitelio de incertidumbre de un yo reflexivo y transeúnte, deambulando por una sociedad de valores mudables que requiere un necesario espíritu crítico y un carácter ético, capaz de borrar cualquier acantilado conformista.
  Los poemas de Noche en París, escritos entre 2018 y 2022 y reconocidos con el XII Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, descubren un ámbito temático persistente: la ciudad como despliegue de sensaciones e indicios. El callejero urbano es metáfora temporal y es a la vez el contexto en el que la conciencia se dispone a completar lejanas perspectivas con las cartas marcadas de la experiencia.
  El deambular lírico elige como inicio la composición “Memoria del agua”, cuyo título, como recordarán muchos lectores, coincide con la reciente compilación Memoria del agua. Poemas sobre Granada (2022) en cuyo recorrido se anticipaban inéditos escritos en los dos años anteriores a la soledad pandémica. Las páginas contienen poemas reflexivos, haikus y evocaciones que alojan los pautados movimientos del pensar, el abrazo entre claroscuros y amanecidas.
   El escritor incorpora a su poblado itinerario creador un surtido muestrario formal que fluctúa entre el verso libre, el haiku y los poemas en prosa. Como sugiere el esquema japonés, la contemplación alumbra conocimiento y percepción; la mínima secuencia versal del haiku pone de manifiesto una realidad trascendida, ambigua, a contraluz, cuyo perfil entrelaza belleza y armonía. Esta mirada indagatoria del poeta conecta intervalos diferentes, enlazados en la búsqueda constante de oír rumores en “el rodal del tiempo”. La evocación despereza recuerdos, acaricia el frágil epitelio de la memoria, como sucede en el poema “Una visita a la Alhambra”, dedicado a Joan Margarit y su esposa.
  Los poemas escalonan veredas y sentidos, direcciones que no olvidan nuestra finitud. El tránsito vital no puede desasirse del vacío. Con extraña quietud, la muerte respira cerca; es una puesta de sol que tiende sus brazos para un último encuentro. El discurrir conforma “el saldo triste de un presente en fuga”. El transitar de los días ubica en los sentidos los indicios de un lento desguace; conforma ausencias, acumula nostalgias mientras el personaje verbal se empeña en recorrer las galerías de la incertidumbre.
 La sección “Retratos” recorre la distancia hacia el otro. Con tonos amarillos dibuja poemas habitados por secundarios que un día asomaron a los ventanales de la intimidad para diluirse después en los sombríos laberintos de la nada. Suenan los pasos de Místico López, Bola de Nieve, y Fernando Pessoa, personajes a la intemperie ya casi convertidos en pálidos fantasmas que habitaron un día una cartografía peculiar y única, un marco de representación también ahora convertido  en muro de cristal.
   El apartado que da nombre al libro “Noche en París” suma las prolongadas vigilias que anticipan el viaje. Paris es un entorno real que hace posible la mirada amable y esperanzada del visitante. Pero la ciudad es también un pretérito vivo que regresa desde otro tiempo para buscarse. Como escribiera Ch. Baudelaire “Paris cambia, mas nada en mi melancolía ha cambiado”. Desde esa certeza, el visitante recrea historias de otros moradores deslizando su faz por el mapa de la remembranza. Recordar es alzar un mundo tenue, hecho de retornos y mutaciones, que trae consigo una incierta desintegración.
  El peso enunciativo del poema en prosa deja el exilio de Miguel de Unamuno en Fuerteventura, en 1924, cuando el país soportaba la dictadura de Primo de Rivera y París se convirtió en acogida y protección contra espíritus gregarios y figurantes que ahora, en el manso fluir del presente, se han convertido en sedentarios turistas con cámaras fotográficas. El poeta emplea en sus composiciones movimientos de travelling, frecuentes desplazamientos entre el pretérito y el ahora, para dibujar ambientes de cine negro o para recorrer los barrios más representativos de la urbe. Al cabo, “la memoria puede ser una llaga o un bálsamo”.
   Siempre versátil en la construcción de sus textos, Antonio Jiménez Millán, reúne en “Fragilidad”, un tramo dedicado a Juan Vida, un conjunto de sonetos. La estrofa cerrada suena de nuevo con la armónica cadencia de la rima y la frescura de la inmediata resolución argumental. En estas historias comprimidas se refleja el duermevela de la ciudad y la atmósfera decadente de sus sueños perdidos. Con magnífico cierre el soneto V dibuja esta desidia sensorial: “No es sueño ni ficción: es realidad. / Es una inesperada distopía / que toma la ciudad como escenario. / Se convierte la cámara en vigía, / se queda con el gesto solidario / y la conciencia de fragilidad”.
  La soledad sonora de “Sentimental Mood”, aserto inspirado en la canción In a Sentimental Mood, compuesta por Duke Ellington en 1935, construye un armonioso fondo sonoro, una melodía capaz de cobijar pretéritos en el pentagrama. El jazz –aquella música inolvidable que sonaba en el París de Rayuela-  deja en “Memoria” el sonar descarnado del saxo en el que se refleja “un rastro inolvidable de noches”, el brillo de un instante auroral que no volverá a repetirse. El poeta elabora un inolvidable catálogo con las voces de Edith Piaf, Aute, Janis Joplin, Miguel Ríos o Serrat que suena a homenaje generacional, a espejismos de un tiempo de plenitud y asombro en el que se confunden en la misma emoción inolvidable palabras y música abriendo al tiempo otros itinerarios.
   Noche en Paris alumbra en sus poemas un trabajo de madurez y permanencia. Conjuga estratos anclados que hacen del ahora un espacio transitable y profundo. Su poesía abre surcos en busca del origen, de esa esencia de ser que poco a poco deshuesa el discurrir y aboca a un mundo incierto. Aunque todavía, y como siempre, las palabras alzan sus ramas firmes, su fuerza desvelada, su margen reservado para el vuelo.
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 

lunes, 26 de julio de 2021

JOSÉ LUIS MORANTE. AHORA QUE ES TARDE

Ahora que es tarde
Antología poética 1990-2020
José Luis Morante
Prólogo de Antonio Jiménez Millán
La Garúa Editorial, Poesía
Santa Coloma de G., Barcelona, 2020 

 

Ahora que es tarde, antología poética de José Luis Morante

 

ÁVILA EN EL CORAZÓN

     En este tiempo de pandemia, miedos y confinamiento, que poco a poco retorna a la normalidad, sale a la luz la antología Ahora que es tarde  del poeta y profesor abulense José Luis Morante. Nacido en El Bohodón, en 1956 y abulense activo que viene a la capital cada quince días para pasar el fin de semana con la familia o para compartir tertulia con algunos poetas abulenses como Mario Pérez Antolín o Daniel Zazo, José Luis Morante vive desde hace décadas en el municipio madrileño de Rivas Vaciamadrid, donde ha desempeñado buena parte de su vida laboral como profesor de instituto y donde ha sido protagonista indiscutible de la agenda cultural del municipio, con las revistas literarias Luna Llena y Prima Littera, ambos proyectos con una gran repercusión en medios especializados y como gestor y participante de varios ciclos poéticos.

 AHORA QUE ES TARDE: UN BALANCE DE TREINTA AÑOS DE POESÍA

    El libro Ahora que es tarde, editado por La Garúa Editorial, al cuidado del poeta y editor Joan de la Vega, es un balance de treinta años de escritura poética, entre 1990 y 2020. La obra incorpora un largo prólogo del poeta y profesor universitario Antonio Jiménez Millán. La introducción explora el ideario estético de José Luis Morante y su evolución en el tiempo, siempre dentro de una mirada intimista y reflexiva que parece sugerir interferencias claras entre trayecto biográfico y escritura.

 LA CONEXIÓN ENTRE BIOGRAFÍA PERSONAL Y ESCRITURA

  El poeta de El Bohodón confía en la capacidad expresiva de la palabra poética para ofrecer las pulsaciones y latidos de un organismo vivo. En el poema habita un protagonista ficcional que aglutina sedimentos vitales, emociones y pensamientos, un figurante que va mudando su identidad en el cauce de un tiempo contradictorio. Desde los espejos del poema, por temperamento y por convicción, los versos dibujan el mapa de ruta de un sujeto cercano que comparte realidades, espejismos e incertidumbres.

 UNA ESCRITURA DIVERSIFICADA EN GÉNEROS

     Elegir varios caminos vitales no es una contradicción menor. El poeta convive con los recuerdos del profesor, con una  hoja de servicios docentes cerrada por jubilación, y con el crítico especialista en poesía contemporánea, una cartografía inabordable que exige una morosa complacencia lectora. José Luis Morante subraya que ambas actividades, escritura y trabajo docente, conforman un cuerpo unitario, sin apéndices secundarios, porque en ellas se ha volcado con enorme cariño y dedicación, como esos profesores humanistas que hacen del libro la voz natural de su identidad en el tiempo.

 UN LARGO RECORRIDO DE LIBROS

   La bibliografía personal comienza en 1990 con la publicación del poemario Rotonda con estatuas, un libro intimista cuyos versos reforzaban cierta sensación de desamparo, como si lo real demasiadas veces solo ofertara el tacto frío de la intemperie. Son sus poemas los que abren la antología Ahora que es tarde. La soledad y el desamparo son tramas recurrentes que vuelven a tener presencia en obras como Enemigo leal, Población activa o Causas y efectos; al cabo, la poesía no es sino una forma de aspirar a la verdad, un intento de resolver las ecuaciones abiertas de la intimidad. En esta selección se reúne una amplia muestra de otros libros como Largo recorrido, la noche en blanco y Ninguna parte, con los que consiguió importantes reconocimientos, como El Premio Luis Cernuda, el Internacional de Poesía San Juan de la Cruz o el Premio Hermanos Argensola.

LA POESÍA CONTINÚA EN EL AHORA, EL TRABAJO TAMBIÉN

 El balance incorpora, junto a los textos publicados, una compilación de inéditos del libro en preparación Nadar en seco, que pone ante el lector la poesía del ahora. Recluida en la reflexión, la materia del poema se polariza en la distancia que recorren en común sujeto y entorno. Más allá del viaje interior del ser ante el espejo de su existencia, la ventana de las palabras muestra la niebla de lo diario. El poeta no es ajeno a las preocupaciones de un tiempo histórico en el que son caminos hacia ninguna parte los retos del presente. La antología Ahora que es tarde llega a la mesa de novedades del verano poético con magnífica edición de La Garúa Editorial, para recordarnos, con el tono sosegado del diálogo, que es tiempo de regreso también en la poesía. Salir al día es empezar de nuevo.

 

 

POSIBLES PAUTAS PARA UNA CONVERSACIÓN CON PABLO GARCINUÑO

sábado, 26 de diciembre de 2020

JOSÉ JURADO MORALES (ed.) CONCIENCIA Y MEMORIA. LA POESÍA DE ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN

Conciencia y memoria. La poesía de Antonio Jiménez Millán
José Jurado Morales (ed.)
Visor Libros  Biblioteca Filológica Hispana
Madrid, 2020
 

POETA DE FONDO


   La madurez vital y poética de Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) aloja una sólida arquitectura interior, un cuerpo expresivo forjado en un intervalo temporal de casi cinco décadas. Del análisis de ese bagaje lírico se ocupa el volumen Conciencia y memoria. La poesía de Antonio Jiménez Millán, compendio de sondeos críticos coordinado por el profesor universitario y editor José Jurado Morales. A él le corresponde contextualizar la raíz lírica, al hilo de los poetas profesores que alcanzaron su apogeo en la Edad de Plata, integrados en las etiquetas corales del 98 y del Grupo del 27, pero que han tenido en el devenir fuerte continuidad hasta el presente digital.
   El aporte de José Jurado Morales se ubica como umbral. Propicia un análisis minucioso de la travesía biográfica y el abordaje de la labor investigadora, diseminada en reseñas, catálogos, monográficos y antologías. Concluye con el muestrario completo de la obra, desde aquellos poemas tempranos del tardofranquismo, hasta los meandros más recientes, Biología, Historia (2018) y Línea de sombras (Poemas en prosa 1981-2019). Aporta además una síntesis orientadora de los textos integrados.
  Sirve de apertura la sección “Palabra de poeta” donde el escritor se postula como atento crítico con dos bifurcaciones: un autosondeo de claves estéticas, recogido en “Memoria y ficción: Una poética” y una conversación con quien esto suscribe, publicada en la revista Prima Littera. En ambas acotaciones afloran las coordenadas esenciales del trayecto: tendencia a construir una poesía urbana, impulsora de una sensibilidad que aglutina experiencia personal y modos de vida de la modernidad; búsqueda de una identidad poética cercana y comunicativa; confluencia de una concreción espacial y temporal en la escritura y fuerte sentido crítico en la toma de conciencia de la realidad y en las perspectiva del presente. Con nítida vigencia, perduran las observaciones del poeta en la entrevista “Juego de espejos”: “La imposición de un pensamiento único y de un orden que sólo se justifica a partir de intereses económicos convierte la escritura en una forma de defender la libertad individual, de rescatar, en cierta medida, el lenguaje y de establecer distancias con la ola de basura mediática que nos llega todos los días”. La mirada y la memoria son infieles. Exigen una reconstrucción escritural que capte la complejidad del legado vivencial y las meditaciones que propicia. Los sentimientos van cambiando a través de la historia y es preciso encontrar el lenguaje que defina tales mutaciones.
   La sección “Miradas al conjunto” está concebida como un lugar de encuentro. Las inflexiones sondean, casi siempre desde la proximidad afectiva, itinerarios plurales. Juan José Téllez diserta en torno a la generación del mayo francés y la confluencia entre el existencialismo, la teoría marxista, la sociología del movimiento beat y la cultura pop, tan presentes en la utilería expresiva de los novísimos. Recorre con pasos pautados el periplo biográfico en Granada, su activismo cultural y las relaciones con piedras angulares como Rafael Alberti, Jaime Gil de Biedma y coetáneos con los que compartió proyectos literarios y párrafos anecdóticos. Con clara perspectiva literaria, Francisco Díaz de Castro explora el aserto global, percibido como cuerpo unitario y coherente y centra su análisis en Biología, Historia, obra de madurez que aglutina memoria y reflexión moral. Pero también aborda la secuencia textual de Línea de sombras y los poemas en prosa que conceden una mayor amplitud narrativa.
  La reflexión de Almudena del Olmo gira en torno a la naturaleza dialéctica de la ontología del sujeto poético y al sustrato de proyecciones identitarias, siempre en proceso de reconstrucción introspectiva. Esa conciencia del yo vuelto hacia sí mismo es una constante que va forjando máscaras. En el poema hay una clara conciencia de temporalidad y una percepción de extrañamiento que hace de lo mudable la única certeza.
  El prólogo que Luis García Montero escribió para el balance Ciudades. Antología 1980-2015 (Renacimiento, 2016) se recupera por su profundidad de campo. Ambos escritores han compartido décadas de poesía y amistad y el conocimiento directo permite un despliegue de complicidad, más allá de la justificación coyuntural. Sirva de síntesis esta nítida certeza: “La poética de Antonio Jiménez Millán define su mirada al entender su vida lírica como el acto de verse vivir y de meditar sobre la vida. La escritura encuentra en esa apuesta su fuerza y su coraje”.
   La sección concluye con una recensión de Manuel Rico centrada en el epitelio histórico y en el análisis de la antología Ciudades, antes de internarse en el registro concreto de entregas que propone el apartado “El poeta libro a libro”. Es Álvaro Salvador quien abre el tramo recordando la irrupción de Antonio Jiménez Millán entre la floración novísima, desde un fuerte sentir ideológico confrontado con la asepsia culturalista. Por su parte, Andrés Soria Olmedo aborda La mirada infiel (1987), balance de la primera década de labor lírica, recordando el esencial magisterio del profesor Juan Carlos Rodríguez. El ejercicio crítico de Olga Rendón Infante focaliza Ventanas sobre el bosque (1987), epígrafe que alude al mirar introspectivo sobre los ámbitos de proximidad que conforman los laberintos interiores. Blas Sánchez Dueñas también elige Ventanas sobre el bosque como espacio indagatorio para resaltar su heterogeneidad compositiva y el tratamiento de la sentimentalidad como manifestación de una subjetividad escindida. Muy atinado resulta el rescate de un texto magisterial del profesor Juan Carlos Rodríguez en torno a Casa invadida, pletórico en su despliegue cultural. Sobre un poema de este libro “Night Shadow (Edgar Hopper)” se ubica el punto de fuga crítico de Luis Bagué Quílez, mientras que Felipe Benítez Reyes y Ambra Cimardi delimitan las lindes expresivas de Inventario del desorden (2003). De ese libro, José Jurado Morales desgaja el poema epilogal “Dominio de la herrumbre”, tributo a la memoria del padre, para anotar sus pulsaciones anímicas y reflexivas y explorar su dimensión simbólica. El poemario Clandestinidad impulsa los ejes discursivos de Francisco Javier Díez de Revenga, Fernando Candón Ríos y María Payeras Grau; la salida propicia el análisis conceptual del intermedio histórico que nutre el avance argumental y los estados de melancolía y desazón del protagonista lírico.
   Completan el estudio los trabajos de Josefa Álvarez Valadés, Antonio Lafarque, Marina Bianchi y Luis Melero Mascareñas. Diseccionan la reflexión en torno a la experiencia urbana que trasciende el marco escénico, el fluir temporal y “la deriva a sepia de las fotografías”; las redes intertextuales de Biología, Historia, y el ideario estético que aglutina memoria y ficción como producto de un tiempo histórico, junto al análisis de Línea de sombras (Poemas en prosa 1981-2019).  
   El recuento Conciencia y memoria. La poesía de Antonio Jiménez Millán es un calado intenso sobre la estela lírica del poeta de Granada y su clara conciencia metafísica. Explora un discurso verbal donde se dan la mano la meditación de la experiencia y el continuo trasiego del ser social en un entorno cambiante. Las secuencias indagatorias se yuxtaponen y complementan para perfilar el tránsito de una voz esencial. Antonio Jiménez Millán hace de la poesía una forma de resistencia; guarda entre las palabras epifanías y amanecidas; busca asideros fuertes a la conciencia de ser entre las quebradas aristas de los días.
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 
 


lunes, 24 de agosto de 2020

ANDAR A TIENTAS

Ahora que es tarde
Poesía 1990-2020
José Luis Morante
Prólogo
de
Antonio Jiménez Millán
La Garúa Editorial
Santa Coloma de Gramanet, 2020  


ANDAR A TIENTAS

(Reflexiones sobre el trabajo poético)

. La creación literaria es incesante búsqueda. No hay entre los géneros encuentros traumáticos; por eso en estos treinta años en mi escritura conviven la poesía, el ensayo, el trabajo crítico, los aforismos y la minificción; son estrategias complementarias. Trazan juntas la verdadera identidad del sujeto.

. Compromiso riguroso con el trabajo diario; fortalecimiento de la voluntad con el estudio y la lectura, siempre he sospechado que hay una fuerte ingenuidad en pensar que el vuelo libre de la inspiración llenará nuestras páginas de líneas inmortales.

 .  La lectura obedece a la necesidad de ampliar espacios interiores. A veces se expanden tanto que no caben dentro y asientan sus coordenadas de situación en la escritura. Encuentran en el poema, el microrrelato o la reseña una habitación propia.

  . Para encontrar el ángulo de lo personal, frente a la posición arrogante de la originalidad, es esencial el conocimiento de las tradiciones. Y esa es una de las ayudas de la crítica literaria.

  .  La idea de la poesía como objetivación de la experiencia vital que se atribuye a la estética realista requiere muchos matices: la escritura funciona en espacios ficcionales y hay que desmarcarse de la creencia de que protagonista poético y escritor comparten identidad.

.  La experiencia conecta imaginación, afectos, relaciones sociales, propuestas culturales de otras artes, destellos intuitivos, viajes, e incluso contradicciones internas.

 . Hay temas que funcionan como columnas de sustentación del trayecto poético. Insisten y reaparecen en diferentes etapas… ¿También en mi escritura?

 . Ser profesor de Ciencias Sociales me ha obligado a entender que los lenguajes artísticos y literarios no avanzan a la deriva sino que están insertos en un contexto histórico y en una sensibilidad de época a la que cada escritor responde de una manera individual. Mientras Virginia Woolf publicaba en 1931 su gran novela Las olas se proclamaba en España la II República española. Esta simultaneidad es invisible para muchos lectores, pero cada tiempo es un espacio de confluencias, una totalidad esencial, profusa y múltiple.

 .  ¿A favor o en contra de los encasillamientos críticos? A favor porque son mapas que facilitan el reconocimiento del lector, pero en cada obra literaria hay una evolución, los libros cambian, modifican puntos de vista, abren itinerarios de riesgo…

José Luis Morante


jueves, 23 de julio de 2020

NUEVA CREACIÓN

Ahora que es tarde
Poesía 1990-2020
José Luis Morante
Prólogo de Antonio Jiménez Millán
La Garúa Editorial
Santa Coloma de Gramenet,  Barcelona, 2020



NUEVA CREACIÓN

Si me hallaras vacío,
solitario y absorto,
con el alma sin lastre
que asegure lo humano,
como grano de arena
al vaivén de la espuma,
frágil cometa leve
en los cielos perdida,
ámame dulcemente
sobre todas las cosas,
como si fuera barro;
una estatua olvidada
que requiere tu soplo
para vivir de nuevo.

           ( De Ahora que es tarde)



sábado, 4 de julio de 2020

CONVERSACIÓN CON GLORIA DÍEZ SOBRE "AHORA QUE ES TARDE"

Gloria Díez y José Luis Morante
Biblioteca Mario Vargas Llosa (Madrid)

Gloria Díez, poeta, periodista y gestora cultural, conversa con José Luis Morante sobre la antología Ahora que es tarde (La Garúa, 2020), una selección de poemas que integra treinta años de creación, desde 1990 hasta 2020. 


- Al leer los títulos de tus libros, Rotonda con estatuas, Población activa, Largo recorrido, llama la atención lo cotidiano del lenguaje. Definitivamente ¿tu reino es de este mundo?

Sí, suelo vivir en la periferia de la solemnidad, en ese barrio de gente que busca en el lenguaje sustratos comunicativos y zonas de intersección; sé que a veces esa media voz puede confundirse con la pobreza expresiva o con el vuelo bajo; pero asumo el riesgo; me gustan los poetas que se visten con ropa de calle.

- ¿Cómo Karmelo C. Iribarren?

Claro, como Iribarren, Comendador, Antonio Jiménez Millán, Luis García Montero, Joan Margarit, Juan Gelman, Parra, Carver, Ángel González o Wislawa Szymborska…

- Pero también admiras a Juan Ramón…

La casa de la poesía es hospitalaria por naturaleza y hace de cada itinerario lector un espacio transitable, un magisterio, una claridad por descubrir… Sí, me encanta la poesía de Juan Ramón, y de Antonio Machado, Cernuda, Borges u Octavio Paz; creo que la lectura debe ser plural y continua y esas condiciones han gestado en mí un cofre de deudas que ya querría para sí la mismísima Pandora…

- Dices: “Al piso regresaba cabizbajo, enfundado en un traje de preguntas”. ¿Esa es la función del poeta, preguntarse, preguntar?

Toda tarea creadora es indagatoria, por naturaleza; recorre líneas de sombra y rincones que suelen cobijar más sombras; y en esos sitios el poeta siempre inventa cruces, reiteraciones y retornos al punto de partida; la escritura es desandar.

- ¿Qué te llama la atención de las estatuas? Hay “sonrisas cinceladas en mármol”. Y están tan quietas….

Son la certeza firme del pasado, me gusta su simbología y su afán por hacer perdurable la finitud; es tiempo inquisitorial y muchas estatuas han bajado de sus pedestales; yo sigo conversando con ellas; son encomiables interlocutores.

- ¿Te gustaría que te hicieran una…? Una estatua. ¿Y cómo sería? Danos una pista.

No me había planteado esa celebración matérica de la identidad; hace muchos años un amigo me sorprendió en una lectura recordando que yo había definido una papelera como un cielo para despojos... Así que parques, estatuas y papeleras suelen crear espacios apacibles de soledad y melancolía, de lecturas al sol.

-Tu imagen en el espejo, los heterónimos… ¿Te inquieta la dualidad? ¿O son las contradicciones?

Vivo con ellas desde siempre: hablo mucho porque soy muy tímido; me gusta la soledad porque estoy lleno de extraños, soy frágil porque creo en la fortaleza de la voluntad, y estoy conmigo cuando estoy solo... Los heterónimos son posibilidades del yo; es saludable ser cobijo de tantas mutaciones.

- En tus criticas hablas del “protagonista lírico” que construyen los poetas. ¿Y cuál construyes tú?

Creo que en mis poemas se perciben claras afinidades entre el trayecto autobiográfico y las contingencias del sujeto verbal; así que entre los dos hay un razonable aire de familia que se va haciendo con el tiempo más intimista y reflexivo.

-  Dices “todos cabemos dentro de la especie enemigo”.  ¿La vida te ha puesto frente a grandes enemigos?

Como a todos, la vida me ha dejado abrazos inolvidables y decepciones al paso; de los abrazos queda el calor intacto en la piel; de las decepciones, las cicatrices... No sé si mis enemigos eran grandes, tengo la sospecha de que su talla era liliputiense y mezquina porque se han ido diluyendo en la memoria...

- ¿Y para qué sirve un enemigo? ¿Se le puede encontrar alguna utilidad? Aunque sea residual.

Sirve para recordar que él tiene de nosotros la misma teoría; para saber que la dificultad está inserta en cualquier relación humana y, desde luego, para cobijar nuestras sensaciones en poemas, libros o en mínimos aforismos que callan su destinatario, pero que hablan con voz firme... Aquella teoría de la otra mejilla contradice la sensación de justicia que requieren algunas actitudes.

- Escribes: “me sonaban los pasos a verso en asonante” ¿En qué métrica te sientes más cómodo?

Todos mis poemas, salvo una minoría, usan el verso libre; y dentro de ese verso libre creo que hay un predominio de dos medidas versales, el endecasílabo y el heptasílabo... Sé que son precisiones un poco insulsas, pero ese ritmo es el más frecuente en mi cabeza en el tiempo de composición que suele ser muy asimétrico; tardo mucho en escribir un poema, días, meses; o el poema llega casi completo y solo lo modifico en la segunda o tercera lectura.

- Y la música del verso… ¿de dónde viene? Porque tus versos son musicales: (…) este presente es sórdido y conviene/ descerrajar el tiro a quemarropa”.

La cadencia musical es columna vertebradora; en casa hay una fuerte inclinación a la música y al ritmo; además está la lectura; me gustan los poetas que hacen de su poesía una canción que puede leerse en voz alta.

- Una de tus tareas literarias es la crítica. ¿Qué aporta? ¿Qué exige?

Aporta un dominio expresivo mucho mayor, una exigencia de sencillez y una continua voluntad de seguir aprendiendo. Tengo una incansable voluntad lectora, una huida de los juicios de valor y un compromiso de escribir la reseña con estilo, lejos del aire desmadejado que suele tener un artículo de prensa.

- ¿Algunos de tus enemigos se han fraguado ahí? La tarea de desechar es ingrata.

No me gustaría dejar la impresión de que mis enemigos son multitud, ejerzo en lo posible de buena gente, y lamento que ese título “Enemigo leal” pueda dar esa imagen; como dije en su día; mis enemigos leales son conceptos, no son presencias sigilosas en un callejón... Es verdad que dos o tres críticos me dieron un buen palo en algún libro; pero solo uno me hizo daño de verdad, porque su crítica contradecía sus propios consejos anteriores; así que reitero que mi porcentaje de enemigos está a años luz de los amigos.

- Háblame de tus antologías. ¿El antólogo disfruta, sufre, acaba impregnado del perfume del autor?

Sí, es una posición de espectador privilegiado; se disfruta mucho de esa sensación de ir completando un paisaje que solo al final adquiere forma completa; la antología más gratificante fue una de poesía joven, “Re-Generación” (Valparaíso ediciones, 2016). Y sigo manteniendo aquella sensación de proximidad con los elegidos.

- ¿Hay muchos “demonios sueltos entre los papeles”? ¿Entre tus papeles también?

Sí, en ellos forman algarabías permanentes las dudas, las prisas, las ideas en blanco, los materiales inútiles, los proyectos que se quedaron a medias...

 - ¿Como crítico, ¿qué evolución adviertes en tu poesía?

Creo que un caminar pautado, sin giros ni estridencias que desemboca en el presente de forma natural; como un trayecto reglado; nunca he creído en el poeta acróbata, que hace malabarismos sin red.

- ¿Se mantiene tu “terca voluntad de estilo”? ¿Y qué estilo sería ese?

Una de las cualidades más definitorias en mi manera de entender el hecho literario es la voluntad; procuro mantener un tono de voz natural y creíble, sin imposturas, que deje la imagen de un protagonista implicado y fiable.

- Cultivas el haiku y el aforismo. ¿Qué te ofrecen esas formas breves?

Concisión, brevedad e ingenio, la certeza feliz de Juan Ramón de que “menos es más”.

- Ahora que es tarde, ¿es el momento de mirar atrás?

Sí, es un balance de treinta años que requiere abordar el sendero cumplido para saber qué queda lejos y qué se mantiene a la vista todavía; el título de esta antología, que ha prologado con tanto acierto el poeta y profesor Antonio Jiménez Millán, niega la separación entre pasado y presente; o mejor: los unifica en un mismo instante como si sus latitudes fuesen espacios complementarios. Creo que el profesor, poeta y crítico acierta plenamente; la escritura es una toma de conciencia del discurrir ; es palabra en el tiempo, como escribió Antonio Machado. 

- ¿Esta es una antología provisional? ¿Queda mucha obra en el tintero?

No lo sé, sigo trabajando el poemario Nadar en seco, pero no tengo la sensación de estar en el final de ninguna ruta; soy un náufrago que sigue buscando costa. Sigo dispersando pasos en los géneros habituales; no sé separarme de la escritura; es piel y abrigo.

 Después de caminar 30 años es un buen momento para que el viajero se detenga y eche la vista atrás. Eso ha hecho José Luis Morante, poeta, crítico y aforista, en esta antología titulada “Ahora que es tarde”, que hace el número 86 de la colección de poesía de La Garúa. Nueve libros de poemas vierten en estas páginas lo mejor de un autor que habita en la periferia de la solemnidad, viste ropa de calle y es capaz de nadar en seco. La entrevista ha sido realizada guardando todas las medidas de seguridad. 

Julio de 2020






martes, 16 de junio de 2020

VACAS EN VUELO

Espejismos
Archivo
de
ETSY


VACAS EN VUELO


   Las mentiras son vacas en vuelo; sus múltiples estómagos contienen una fabulosa capacidad de demonización. Atribuyen actitudes, pensamientos y opiniones a sujetos privados y personajes públicos que, de inmediato, son objeto de una exigente lapidación digital. Acaba de suceder con el cardenal Cañizares, un prelado tosco y ultraconservador que no ha dicho una palabra sobre las vacunas del Covid y sus componentes… Pero hasta cinco periódicos nacionales han propagado el bulo y jaleado a los inquisidores de turno. La red ha hecho el resto: todo, incendio laico y cenizas.

   Para su estado mental, la inteligencia sería un neologismo.

   En España la crítica como hacedora de cicatrices goza de una hinchada entusiasta, de fondo norte. Lo corrobora una miscelánea que enaltece al reseñista entronizado por sus mamporros. Él, tan feliz de ser  peso pesado en la página; y rendidos de admiración los aplaudidores. Muchos. Generalizo, porque no pude contarlos; tiré el libro a la papelera el mismo día.

   Sospecho que hay amistades que no pasan de ser ejercicios de minificción. Cuentos diminutos. No importa; de inmediato, la alegría, el mejor ejercicio de resistencia.

  Con el paso del tiempo, algunas identidades no se hacen más sabias ni más éticas. Lo compensan con un cinismo voluminoso. De talla grande.

   Sigo distribuyendo la antología Ahora que es tarde (La Garúa, 2020); la selección de poemas fija su mirada en el pasado para ubicar cada libro en su contexto, como pone de relieve el trabajo introductorio de Antonio Jiménez Millán. Pienso en Vicente Aleixandre; es verdad, la muestra es un “retrato con nombre”.

(Diario del encierro)






miércoles, 10 de junio de 2020

AHORA QUE ES TARDE (Notas)

Ahora que es tarde
Antología 1990-2020
José Luis Morante
Prólogo de Antonio Jiménez Millán
La Garúa Editorial poesía
Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 2020



EN EL AVISPERO


(Notas sobre la antología Ahora que es tarde)

Hacer poesía es un ejercicio de coraje

JUAN GELMAN


El escritor desanda las claves de su obra, esa mezcla de voluntad, memoria y posibilidades que distancia el propósito de escritura y el resultado.

La poesía es intemperie; un no lugar a cielo abierto donde hace frío.

Transito, como poeta, por una obsesión circular que dura treinta años. En ella quedan las huellas de los libros y la exactitud callada del silencio.

Cuando escribo no hay trascendencia. Imaginación y realidad conspiran, mientras se miran a los ojos.

La orquestación personal es limitada; tantea el matiz, cobija bajo su techado similares obsesiones. Existo y escribo alrededor de mí. Polifonía de un solista.

Escribir poesía es poner molde al vacío; cuando se consigue, la capacidad rebosa de inmediato.

En la respiración ondulante del poema gime un atisbo de mañana.


Ahora que es tarde
Antología 1990-2020

  

jueves, 27 de febrero de 2020

ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN. LÍNEA DE SOMBRAS

Línea de sombras
Antonio Jiménez Millán
Fundación Huerta de San Antonio
Colección Juancaballos de Poesía
Úbeda, Jaén, 2020


TEATRO DE SOMBRAS


   El discurrir literario de Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) multiplica entregas y modulaciones. Cuando todavía perduran los aplausos críticos a su poemario Biografía, historia (Visor, 2018), finalista del Premio de la Crítica, y tras la original propuesta irónica de Veinte sátiras y un deseo, llega a las librerías la compilación Línea de sombras, con prólogo de Justo Navarro y colofón de Juan Vida, también responsable de la imagen de cubierta y del diseño de la colección.
   Desde el despertar poético en Granada, a comienzos de los años 80, Antonio Jiménez Millán ha cultivado el poema en prosa. Línea de sombras compila una nutrida selección de esta estrategia expresiva y anticipa una decena de inéditos del trabajo en preparación Noche en París. Se constata por tanto que, más allá de un recurso coyuntural, en este itinerario el poema en prosa tiene carácter orgánico. Ha ido manando, como corrobora Justo Navarro, desde un pensamiento cuajado de viajes interiores, percepciones, sugerencias y sensaciones prolijas, ordenados por la secreta arquitectura del discurrir. Los poemas dejan sitio a un sujeto verbal que testifica miradores y planos; en ellos los sentidos dialogan con elementos del entorno, acumulan estampas, dan a las secuencias vitalesr un cúmulo de colores y formas hecho de mutaciones que trascienden el plano romo de la realidad.
   La cronología va dictando las sucesivas secciones. Así, en “Primeros poemas” toman voz tres composiciones escritas entre 1981 y 1983, cuando adquiría existencia el poemario Restos de niebla. Estos frutos tempranos recuerdan instantáneas fijas, patrimonios de una memoria visual que preserva signos de un espacio recobrado en cuyos indicios halla cobijo un entorno ideal. Hay en ellos un rumor de confusas figuras y rostros sin edad que vuelven hacia el ahora, como si todavía buscasen perdurar anclados en un territorio de esperanza. Con similar sensibilidad, leemos “La noche de los fuegos” texto perteneciente a Ventanas sobre el bosque, donde las palabras ratifican el humo estéril de las pérdidas; o el hermoso aguafuerte de “Línea de sombras”, una superficie textual que en su parquedad narrativa reconstruye una historia de amor y desolación con esa calidez nocturnal del cine negro.
   El tramo elegido de Casa invadida busca su eficacia en los referentes textuales; los textos se habitan por nombres propios que sellaron una actitud creadora que perdura en el tiempo. Germina una sensación de homenaje, como si en los lugares amaneciera, también en la ausencia, la pulsión del arte. Protagonizan esas voces en el umbral de la inexistencia poetas y pintores, figuras adheridas al reino de lo inestable que conforman un friso desajustado y caótico, un magma sedentario de extrañeza que propicia la evocación y el cauce reflexivo sobre la temporalidad.  
  Lo cotidiano en las láminas visuales de Inventario del desorden (2003) entrelaza espacios abiertos a la percepción y decurso evocativo. Es un intento de captar el tiempo como un escenario mudable, fragmentado y simbólico. Abundan alrededor los mensajes cifrados, esas sensaciones de una realidad diluida cuyos márgenes coinciden con la extrañeza de lo imaginario.
  En el párrafo íntimo y meditativo de  los aportes de Clandestinidad es permeable el paso de la historia. Toma el pulso a las noticias que están en la memoria de todos, como los salvajes atentados fundamentalistas de 2004 en Madrid, tras la espiral de sangre del 11M. Esa imagen terrible reitera la actualidad de algunas fotografías de la guerra civil y el laberinto calcinado de los bombardeos y traza también afinidades con el golpe de estado el 11 de septiembre de 1973 contra el gobierno popular de Salvador Allende en Chile. Es el crudo relato de la desolación y la barbarie en el que se liberan las sombras más oscuras del existir; la muerte como un expandido lugar sin contornos.
   Las teselas de Biología, historia despliegan diversidad. Se hace palabra el vibrar de la música, el retorno de un fondo sonoro que crece en la memoria como un sugestivo pentagrama para reconstruir estampas pretéritas; pero sin un solo hilo argumental queda espacio para la lectura moral de “Resentimiento” y para perderse en esos cruces tangenciales de lugares y presencias en los que sobrevuela un clima de irrealidad que confirma la conciencia del tránsito y el cúmulo de circunstancias que van puliendo las aristas de la identidad.
   Algo de ajuste de cuentas con el entorno ambiental y su predisposición a la mirada crítica tienen los poemas procedentes de Veinte sátiras y un deseo (2018). En “Miseria” se quita el púlpito a lo mediocre para que aparezca con la altura justa y en “Insomnio” se muestra en versión friki el autorretrato apresurado de ese yo desdoblado que llena la vigilia con torpezas y ráfagas de memoria.
   Como explicamos al comienzo, se incorporan como cierre anticipos de la obra en marcha Noche en París, escritos en el último año. En el de apertura se refugia la sombra en el exilio de Miguel de Unamuno, que sufre la soledad callada del destierro, una sensación que se contrapone como una paradoja del fluir con el gregarismo del turismo de masas que ha invadido las islas. También de soledad habla el trayecto de “Línea Uno”, donde una voz omnisciente describe el moroso deambular de un yo colectivo que advierte de esa frágil hilazón con los otros. Ambientación de cine negro y trama de novela en “Noche en París”, paseos por Roma o una estampa de observador ensimismado frente a la Ópera Garnier cobijan otros estratos que hacen de la poesía observación y crónica, indagación existencial y recuerdos…
   De notable interés es el cuestionario que Antonio Jiménez Millán integra como respuesta a una lejana publicación de Marta Agudo y Carlos Jiménez sobre el poema en prosa en España. Un género que forma parte de nuestra tradición y que el poeta y profesor emplea convencido de que traza su propia ruta de posibilidades expresivas; el formato no es homogéneo; dialoga consigo mismo para hacerse silencio y experiencia. Contiene un negativo de imágenes dispersas y es memoria que enlaza el sendero incierto de los días. Los poemas en prosa de Antonio Jiménez Millán se conjuran para dar vida a las íntimas tramas de un teatro de sombras.

JOSÉ LUIS MORANTE