Exhausto en la cruz Najwan Darwish Edición bilingüe árabe-español Traducción de Frances Simán Prólogo de Raúl Zurita Editorial Vaso Roto Madrid, 2022 |
LOS OJOS DESVENDADOS
Najwan Darwish (Jerusalen, Palestina,1978), poeta, crítico y periodista cultural del diario Al-arabí al-Jadeed, comienza cauce en la amanecida del siglo XXI, cuando renace el silencio fugitivo de los poemas más tempranos. Pronto fortifica estética y tiene amplio despliegue en todo el mundo árabe, donde su voz, como persistente reivindicación de la causa palestina y denuncia de la opresión, adquiere amplio refrendo, siendo volcada muy pronto al inglés. También se vierte a otros ámbitos como el español, donde se pueden leer las entregas Nada más que perder (2016), traducida por Juan José Vélez Otero, No eres poeta en Granada (2018) con viaje al castellano de Ibrahim El Yaichi y el libro que ahora nos ocupa, Exhausto en la cruz, con versión de la poeta y traductora Frances Simán.
El prólogo de Raúl Zurita “Nuestro derrotado estandarte” constata una escena primordial del testimonio lírico de Najwan Darwish. El contacto directo con la tierra y su carácter matérico. En ella toma cuerpo lo ancestral, la sensación de pertenencia, los restos de un estar milenario continuamente desplazado. Esa energía interior que mantiene el latido del verso, no cesa, tras tantos años de agonía. Se transforma en pulsión e imperativo moral para denunciar con ojos desvendados la violencia en Sabra, Shatila y Gaza, para que no se pierdan en el olvido los lugares donde la muerte es una semilla que se esparce por un páramo llena de ceniza. Los enunciados que explican el mundo en conflicto nunca deben borrar los indicios aurorales, los espacios germinativos que brotan desde el silencio de la desolación para dejar debajo de la lengua la certeza de que vendrán nuevos días.
El título Exhausto en la cruz postula un magma semántico del sufrimiento. Como escribe Raúl Zurita “en una cruz hecha de escombros y de muerte, de amor y de vergüenza”. La conciencia en vela emite señales. Sobre el estatismo del lugar se mantiene una brisa ancestral, una vieja sabiduría que contradice a los historiadores y la historia. Las ruinas del entorno son también un tacto de aurora, una geografía devastada pero fértil, para dar que adquieran vuelo emociones y pensamientos y para preservar en las profundidades ocultas del lenguaje la voluntad de curarse.
El conjunto de poemas de Exhausto en la cruz no tiene un núcleo básico argumental. Se desplaza por distintos asuntos, desde el intimismo a la recuperación de personajes históricos y al perenne sufrimiento de la Palestina ocupada. Las composiciones acercan las cicatrices que convulsionan el interior del hablante lírico. La escritura clarifica; es un modo de sentir que la poesía libera del tiempo e iluminar su discurrir con matices terapéuticos. No se trata solo de resistir en el ahora, de ser parte de un pueblo sin esperanza, sino de recordar la presencia continua del pasado, sus hechos y tradiciones, la búsqueda de verdad y belleza, anclada en las obras de músicos y poetas.
En la segunda sección “Un camello cargando la Kaaba sobre su espalda” predomina el poema breve que interpreta hechos objetivos con la mirada del testigo implicado. La poetización de lo cotidiano se acerca a la complejidad de convivir con la realidad austera y esencial, nunca exenta de la sensación de derrota: “Dame este foso en la tierra / de donde surge el canto de un pueblo sin esperanza. / Entra a la habitación de al lado / y pásame mi muerte”. La estela mínima de lo cotidiano poco a poco se amplía; muestra un despliegue argumental en el que se integran los destellos vivenciales y el recuerdo solidario de la convivencia. En la sinceridad de la palabra la esperanza parece un reflejo ilusorio. El poema “Exhausto en la cruz” que da título al libro deja la conciencia y los signos de un cansancio interior que busca un destinatario que reciba sus incertidumbres.
El conjunto “Un trabajador, en espera” tiene su punto de partida en la situación de los jornaleros que persiguen el pan de cada día, en el corto aliento de la voluntad entre sangre y sudor. La tierra guarda una larga historia de esclavitud, pueblos como aves migratorias, sometidos a la crueldad de los negreros, vidas que buscaron resguardo en las grietas del tiempo o que escribieron cartas de libertad que nunca llegaron.
La idea del exilio como forma de lucha frente a los tiranos se desarrolla en las breves composiciones de “Mientras el Señor colocaba los primeros toques en tierra firme”. La soledad se hace entonces estado del sujeto. La debilidad renace y se convierte en único país. El poeta escribe: “El desierto en mi casa es infinito”. Desde el comienzo, la existencia tiende a la desnudez; quien da voz a la incertidumbre se siente un caminante al que solo acompañan la pérdida y la condición temporal, líneas de una biografía escrita en el agua.
El apartado “Un soldado ignoraba que la guerra había terminado” reflexiona sobre la conciencia del tiempo. Existir es habitar un largo sueño en el que todo se va recubriendo con capas de olvido. Pero son reales la tierra, la muerte y las palabras que dan forma al poema. Asumir el destino es seguir caminando, incluso ignorando el final de la ruta.
Concluye Exhausto en la cruz con el conjunto “Cada palabra que me mira dice: “tú me desterraste”. La escritura necesita una razón de ser, un motivo para ser desterrada hacia el silencio. Se pone en pie para abrir los ojos a lo que pasa fuera, para saber por qué se desilusionó la primavera, para formular esas preguntas circulares que giran sobre sí mismas y mantienen cautivos los enigmas. Najwan Darwish sabe que las palabras abren la tierra para buscar frutos, para hablar del dolor y la plegaria. Para oír el rumor de un verso colectivo con las manos vacías donde yacen el dolor de los huérfanos y los atardeceres de quienes caminan por un desierto oscuro.
El prólogo de Raúl Zurita “Nuestro derrotado estandarte” constata una escena primordial del testimonio lírico de Najwan Darwish. El contacto directo con la tierra y su carácter matérico. En ella toma cuerpo lo ancestral, la sensación de pertenencia, los restos de un estar milenario continuamente desplazado. Esa energía interior que mantiene el latido del verso, no cesa, tras tantos años de agonía. Se transforma en pulsión e imperativo moral para denunciar con ojos desvendados la violencia en Sabra, Shatila y Gaza, para que no se pierdan en el olvido los lugares donde la muerte es una semilla que se esparce por un páramo llena de ceniza. Los enunciados que explican el mundo en conflicto nunca deben borrar los indicios aurorales, los espacios germinativos que brotan desde el silencio de la desolación para dejar debajo de la lengua la certeza de que vendrán nuevos días.
El título Exhausto en la cruz postula un magma semántico del sufrimiento. Como escribe Raúl Zurita “en una cruz hecha de escombros y de muerte, de amor y de vergüenza”. La conciencia en vela emite señales. Sobre el estatismo del lugar se mantiene una brisa ancestral, una vieja sabiduría que contradice a los historiadores y la historia. Las ruinas del entorno son también un tacto de aurora, una geografía devastada pero fértil, para dar que adquieran vuelo emociones y pensamientos y para preservar en las profundidades ocultas del lenguaje la voluntad de curarse.
El conjunto de poemas de Exhausto en la cruz no tiene un núcleo básico argumental. Se desplaza por distintos asuntos, desde el intimismo a la recuperación de personajes históricos y al perenne sufrimiento de la Palestina ocupada. Las composiciones acercan las cicatrices que convulsionan el interior del hablante lírico. La escritura clarifica; es un modo de sentir que la poesía libera del tiempo e iluminar su discurrir con matices terapéuticos. No se trata solo de resistir en el ahora, de ser parte de un pueblo sin esperanza, sino de recordar la presencia continua del pasado, sus hechos y tradiciones, la búsqueda de verdad y belleza, anclada en las obras de músicos y poetas.
En la segunda sección “Un camello cargando la Kaaba sobre su espalda” predomina el poema breve que interpreta hechos objetivos con la mirada del testigo implicado. La poetización de lo cotidiano se acerca a la complejidad de convivir con la realidad austera y esencial, nunca exenta de la sensación de derrota: “Dame este foso en la tierra / de donde surge el canto de un pueblo sin esperanza. / Entra a la habitación de al lado / y pásame mi muerte”. La estela mínima de lo cotidiano poco a poco se amplía; muestra un despliegue argumental en el que se integran los destellos vivenciales y el recuerdo solidario de la convivencia. En la sinceridad de la palabra la esperanza parece un reflejo ilusorio. El poema “Exhausto en la cruz” que da título al libro deja la conciencia y los signos de un cansancio interior que busca un destinatario que reciba sus incertidumbres.
El conjunto “Un trabajador, en espera” tiene su punto de partida en la situación de los jornaleros que persiguen el pan de cada día, en el corto aliento de la voluntad entre sangre y sudor. La tierra guarda una larga historia de esclavitud, pueblos como aves migratorias, sometidos a la crueldad de los negreros, vidas que buscaron resguardo en las grietas del tiempo o que escribieron cartas de libertad que nunca llegaron.
La idea del exilio como forma de lucha frente a los tiranos se desarrolla en las breves composiciones de “Mientras el Señor colocaba los primeros toques en tierra firme”. La soledad se hace entonces estado del sujeto. La debilidad renace y se convierte en único país. El poeta escribe: “El desierto en mi casa es infinito”. Desde el comienzo, la existencia tiende a la desnudez; quien da voz a la incertidumbre se siente un caminante al que solo acompañan la pérdida y la condición temporal, líneas de una biografía escrita en el agua.
El apartado “Un soldado ignoraba que la guerra había terminado” reflexiona sobre la conciencia del tiempo. Existir es habitar un largo sueño en el que todo se va recubriendo con capas de olvido. Pero son reales la tierra, la muerte y las palabras que dan forma al poema. Asumir el destino es seguir caminando, incluso ignorando el final de la ruta.
Concluye Exhausto en la cruz con el conjunto “Cada palabra que me mira dice: “tú me desterraste”. La escritura necesita una razón de ser, un motivo para ser desterrada hacia el silencio. Se pone en pie para abrir los ojos a lo que pasa fuera, para saber por qué se desilusionó la primavera, para formular esas preguntas circulares que giran sobre sí mismas y mantienen cautivos los enigmas. Najwan Darwish sabe que las palabras abren la tierra para buscar frutos, para hablar del dolor y la plegaria. Para oír el rumor de un verso colectivo con las manos vacías donde yacen el dolor de los huérfanos y los atardeceres de quienes caminan por un desierto oscuro.
JOSÉ LUIS MORANTE
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