jueves, 29 de febrero de 2024

EMILIO LÓPEZ MEDINA. LUEGO SERÁS MEJOR QUE JOVEN

Luego serás mejor que joven
99 pensamientos sobre la vejez
Emilio López Medina
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2024

 

LLEGAR A SER LO QUE ERES


   El lento desplazarse de los días adquiere con el paso de los años un ritmo insólito, como si la conciencia del yo percibiera en la esquina la cercanía de la meta. Esta sensación no debe, en ningún caso, poner sombras en nuestra percepción de las cosas. La conciencia vigilante debe habitar lo diario vestida con una perenne disposición al asombro. Emilio López Medina está, como yo mismo, en ese caminar indeciso que se acerca a la mano del invierno y reúne en la entrega Luego serás mejor que joven el balance reflexivo de noventa y nueve pensamientos sobre la vejez, etapa crepuscular que nos lleva hacia la última costa.
    Siempre atento a los ejes meditativos de la vida, el filósofo y aforista se busca a sí mismo en el espacio quebradizo del discurrir. A la luz del pensamiento, explora efectos y trata de comprender o asumir las consecuencias con el mirador abierto de la razón. La sensibilidad de los textos elige el enunciado filosófico de cuño existencial, más que el aforismo normativo que busca el destello efectista en su formulación lacónica. Como si fuese el reflejo invertido de la juventud, la vejez sustituye la lozanía fisiológica por la introspección mental. EL escritor contrapone ambas etapas del existir, no desde la estridencia de la confrontación sino desde la armonía de lo complementario. Juventud y vejez dialogan y argumentan; incardinan un diálogo que hace de cada etapa un puente a transitar, un recorrido al paso de claridad y conocimiento que nunca pierde su textura emotiva. El árbol se busca en la raíz y el entusiasmo juvenil emprende un largo viaje con destino desconocido. La inquietud del periplo va cambiando de manera sutil la forma de mirar el entorno: la prisa se sosiega y el afán de acaparar se mitiga y tiende al despojamiento. Como asevera el filósofo: “Llega un momento en que la comprensión-que sube- y el interés- que baja- se encuentran. Es el momento de inflexión a partir del cual comienza a comprenderse todo y a no interesar nada”.
   Asumir la nueva realidad libera de dos infecciones frecuentes en esta edad: la decepción y el nihilismo: la primera nace de la negación del ideal, de la tendencia a sobredimensionar las esperanzas y posibilidades de lo real; el nihilismo es una proyección del ánimo pesimista. Condensa sombras. De los garabatos de ambas actitudes emanan daguerrotipos de tinta negra que alimentan el ensimismamiento y la huida interior. Para la supervivencia del ánimo, hay que desterrar cualquier compasión y fortalecer los músculos de la conciencia. El nuevo amanecer vital sugiere que para existir hay que seleccionar aspiraciones, ahondar en lo que permanece, profundizar en experiencia y sabiduría y en el conocimiento de la naturaleza humana. Los años reclaman sus hipotecas y carencias; susurran al oído que “La vida en ellos ya no está montada sobre el entusiasmo (…) sino sobre la supervivencia”.
  Con una dicción confidencial y cercana, los textos de Luego serás mejor que joven de Emilio López Medina conforman una recapitulación sobre la individualidad, cuajada de paradojas e inflexiones. No es posible el regreso, pero sí la alianza feliz con el pasado que ofrece la memoria. Tras el difuso territorio de la evocación todavía somos otros. Y son otros también hechos y sentimientos, libres de la arqueología cansada de la inmediatez. En el entrelazado entre pretérito, ahora y porvenir es un afán complejo llegar a ser lo que somos. Con la fidelidad de la coherencia, acumular años es una reivindicación del camino como aprendizaje. También del empeño de preservar ese niño interior al que le blanquea el cabello. Son hermosas ocupaciones para nuestros recursos filosóficos. Emilio López Medina conoce bien esa luz misteriosa que alumbra el intimismo de las ideas y su voluntad de búsqueda. Tal vez por ello, sus esquejes mentales tienden poco a la queja. Prefieren poner distancias y calmar la persecución incesante de fines inaccesibles. Quedan los recuerdos. Regresan y convulsionan la sensibilidad, alojan sus indicios en el cauce ensimismado del presente con la caricia del sol a mediodía. Perduran con la voz introspectiva de la memoria en pie. Mientras, con franqueza sutil y pensativa, el tiempo nos descubre que la música de fondo es olvido y silencio, y que es deseable no desafinar en la partitura del presente, ese canto del gallo que se empeña en prolongar a solas el último concierto.
 

 JOSÉ LUIS MORANTE




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