Entre la noche y el día |
PEREZA
Cuando amaneció siguió en el lecho. Ese día negó cualquier síntoma de aurora y volcó su pereza en la placidez de un largo sueño. El reloj, puntual, siguió sumando horas hasta que despuntó
con frio el atardecer. Despertó sin ganas. Percibió, con los ojos semicerrados todavía, que el
afuera estaba en vela, con las mejillas pálidas de quien se asoma a un
acantilado, absorto en la carencia. No pudo evitar en la boca seca un reflujo
de tristeza.
Por una grieta, como una sombra anciana, retornaba la noche.
Por una grieta, como una sombra anciana, retornaba la noche.
Cuentos diminutos
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