jueves, 4 de diciembre de 2025

LUGARES DE EXTRAÑEZA

Yacimiento de las Cogotas (Ävila)
Fotografía
de
Rubén Sánchez Santana

 


 LUGARES DE  EXTRAÑEZA 

   Tras el pavimento de la calzada comenzaba la ascensión hacia un sitio de inane arquitectura. Allí el cielo era líquido, las aguas nunca tuvieron otro color que el ocre de la tierra, los árboles abrevaban en  secos ribazos y los caminos expandían distancias hacia laberintos invisibles. Formas y contornos solo guardaban las caprichosas reglas que dictaba el azar. Eran signos sombríos. Abrumaban a los contados viajeros y acentuaban la urgencia de partir.  Nadie planta el umbral de su casa en la extrañeza.


 Fuera de guion. (Casi cien microrrelatos)

Editorial Lastura, 2024

 

 

 

miércoles, 3 de diciembre de 2025

PRIMER CAFÉ

Olor a vida
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

VIAJEROS SEDENTARIOS

Pizca de brisa
mientras el estornino
vuela por mí.
 
Parcos recuerdos
rozan la piel del día.
Formas en fuga.

Se fue la lluvia.
Casi veloz, con prisa,
el caracol.

   (Del libro Viajeros sedentarios, 2025)




lunes, 1 de diciembre de 2025

PAUL CELAN. MICROLITOS

Paul Celan
(Chernivstsi, 1920-París, 1970)

 

MICROLITOS

 La elocuente propensión al silencio del amanecer llenó de escarcha los tejados. Dentro de la buhardilla todo adquiere un tono menor, una apariencia mansa de sigilo e introspección, como un microlito de Paul Celan. “Microlitos. Mínimos guijarros arrastrados por el cauce existencial que erosiona y disgrega”. Así define el poeta rumano Paul Celan (Chernivstsi, 1920-París, 1970) sus aforismos y breves en prosa, una miscelánea que hace de la fragmentación y lo disperso una reflexión verbal. Es conocido el copioso diálogo que el quehacer intelectual de Paul Celan mantuvo con la filosofía, el psicoanálisis, la tradición religiosa judeocristiana y su acercamiento a distintos ámbitos lingüísticos centroeuropeos. Así forjó una obra singular en la que que tiene un largo recorrido la angustia existencial, el incansable absurdo del devenir diario, la preocupación metalingüística y las paradojas de la comunicación entre el ser y la nada. Buena parte de los aforismos recogidos en esta obra son pálidas virutas de taller, frases sueltas que fuera del contexto adquieren un sentido difuso. Aunque de cuando en cuando salte el destello capaz de iluminar un pensamiento. Las prosas narrativas del pensador aportan como tema principal la metapoesía. Quien escribe camina por la razón de ser de la escritura pero no como problema conceptual sino como actitud diaria que se entreteje con la letras escrita de los días. De ese estar que despliega en el trayecto existencial el caminar fugaz de las palabras tratan los poemas de “palabras nuestras”. Sonidos claros que se abre a la realidad o dan voz a los sueños, secreta música donde habitan las horas en los hilos del tiempo..



domingo, 30 de noviembre de 2025

AFORISMOS DEL NO ENTRAR

Clausura
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

AFORISMOS DEL NO  ENTRAR
 
 
En la madurez las distancias que nos separan de antiguas amistades miden más.
                  
 
Tiene un apetito voraz que equilibra, tras la comida, con su parca contribución en el pago.
 
Acomete tareas de reparación; ha comenzado por su inteligencia.
 
Con el tiempo, aquella casa adquirió la hospitalidad de un osario.
 
Los andenes ferroviarios son espacios ambiguos e imprevisibles en los que se respira la quietud de la ausencia; nadie sabe quién se va o quién se queda.
 
Los minimalistas dogmáticos tienden a confundir el haiku con un cantar de gesta.
 
Hay escritores que en cada libro se definen como palabreros aficionados.
 
Los que mienten consiguen interpretaciones magistrales.
 
La amnesia aporta tranquilidad a la respiración de los recuerdos.


(Mejores días, 2009)



 
 

sábado, 29 de noviembre de 2025

JUAN ANTONIO MORA RUANO. DIOSES EFÍMEROS

Dioses efímeros
Juan Antonio Mora Ruano
Prólogo de Guillermo Fernández Rojano
Editorial Corona del Sur
Málaga, 205

 

UN ÁRBOL DE VOCES 


   Guillermo Fernández Rojano (Jaén, 1957), Doctor en Filología por la Universidad de Jaén, profesor universitario, profundo estudioso del legado poético de José Viñals e impulsor de una travesía creadora que tiene su primera entrega en 1981, tras el viaje crepuscular del ideario novísimo, hace de la materia verbal una cala meditativa sobre la ontología del sujeto, desde un enfoque crítico, nihilista, y ajeno a cualquier conformismo burgués. El reconocido poeta andaluz es el encargado de escribir la introducción del poemario Dioses efímeros de Juan Antonio Mora (Andújar, Jaén, 1950), que cuenta en su presentación formal con la ilustración de cubierta e interiores de Rafael Toribio.
   La apertura de Guillermo Fernández Rojano advierte, de inmediato, de las mareas interiores que alientan la pulsión literaria de Juan Antonio Mora: la denuncia constante de un sistema económico y político desapacible, que solo genera riqueza y prosperidad en unos pocos a partir de la explotación de la mayoría y de la esquilmación sistemática del entorno natural y el patrimonio de sus recursos, y la necesidad de no ceder al derrumbe ético y hacer de la poesía resistencia, una forma de ser y de salir al día. Son dos motivos básicos que, con los habituales matices expansivos, han fortalecido una suma de entregas profundamente emocional y cercana. El poeta de Andújar singulariza una manera de habitar el poema que el poeta, ensayista y crítico Alberto García Teresa ha denominado, con precisa argumentación: “Poética de la claridad”. En este poner sobre la mesa las cosas claras colabora un suelo argumental que reitera componentes: la ciudad, las relaciones personales, el amor, las hendiduras de la memoria, la denuncia crítica ante los desajustes sociales y el desasosiego existencial.  Frente a esos dioses efímeros que se ofrecen como tablas de salvación en el naufragio, y siembran falsas esperanzas, desde la religión, la riqueza, o el consumo, la poética de Juan Antonio Mora se hace lumbre revolucionaria; los poemas convierten al sujeto verbal en un árbol de voces contra la injusticia que no se resigna al silencio; que participa en esa senda del nosotros. Vivir es trasiego diario en vigilia y búsqueda de un horizonte de esperanza.
  Como en libros anteriores, y de modo especial en las entregas El corazón del mundo (23023), Los sitios del dolor (2024), La ciudad y yo (2024) y El delirio de la palabra el poeta concede una gran importancia al pensamiento de los demás. Y emplea como estelas pensativas citas de abundantes autores del canon: Pascal, Pasolini, Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, Francisco Umbral o de escritores cercanos a su entorno afectivo como Jorge Riechmann, Juan Carlos Mestre y Ricardo Virtanen, quien aporta un buen puñado de aforismos.
   Desde la necesaria orilla de lo emocional, tan evidente en la dedicatoria: “A Charo siempre y a mi hijo adorado”, con la estrategia expresiva del poema conciso, y con clara tendencia al decir lacónico del aforismo, la voz de Juan Antonio Mora escribe como composición de entrada “primer esbozo” (Canto inútil)”, el personal homenaje del poeta a las víctimas de la dana; los versos iluminan los claroscuros de tragedia  y muestran el dolor que intensifica la impotencia. Solo ante esa estela de delirio que busca esperanzas en la nada, las palabras muestran las obsesiones de la escritura para desplegar interpretaciones sobre la existencia, porque para el autor, los verdaderos poetas son aquellos que no les incomoda la verdad, cuando sufren la inestabilidad frágil de la vida; las dimensiones de un entorno que rebosa incertidumbre y arrincona a los pobres con una bochornosa especulación incesante.
   Queda el amor como un sueño revolucionario que da fuerza y compañía. Que da sentido a la  actitud indagatoria del sujeto que recorre un sendero de reflexión y utopía. El enamorado, convertido en observador y testigo del discurrir existencial, hace de la amada una fuente de luz, un símbolo de justicia, libertad y sueños en vuelo. El conjunto de poemas de Dioses efímeros, en su desnudez, comparte una sencilla cimentación formal. Afronta desde la soledad un nítido esfuerzo personal por hacer de la confidencia subjetiva una superación de carencias y una reflexión humanista. Quedan las incisiones de un horizonte verbal, ajeno a cualquier molde marcado por un ideario estético de rehumanización y compromiso.
   Juan Antonio Mora en la fertilidad incansable de su madurez literaria, redobla en los poemas de Dioses efímeros su confianza en la palabra como refugio del superviviente. Nunca se doblega a la triste respuesta del silencio. Cruza de nuevo el puente entre escritura y vida para fortalecer la cercanía del sujeto literario y su cálida fraternidad.. Nos queda el todavía, ese camino donde busca regreso la esperanza.

JOSÉ LUIS MORANTE





viernes, 28 de noviembre de 2025

EL GORRIÓN

La buena compañía
Fotografía
de
Internet



EL GORRIÓN
 
 
Nómada todavía
en la ladera azul del horizonte,
el gorrión acampa
junto al césped maltrecho
que guarda mi sombrilla.
Alzo curioso el párpado
y más allá de mí
el pico engulle
un cómplice silencio sensorial.
A resguardo, las alas
se remansan,
suturan un paréntesis fugaz;
los pliegues del plumaje
son destellos de sol sobre los hombros.
 
Cumplida la tarea,
se adentra en lo distancia
la renacida alquimia de voluntad y vuelo.
Pone tildes el aire
en las vocales de un lugar perdido.
Sin pronunciar palabras,
queda en el surco abierto
del testigo el rumor apacible
de lo que permanece;
el tanteo frugal 
que cobija la ausencia.
 
Después, todo retorna;
es alegría intacta la lumbre del comienzo.
Otra vez, solitario,
vuelvo al libro y perdura
en el opaco limo del poema
ese punto de quiebra de otro vuelo,
el reclamo oferente de una miga de pan.


     (Del libro Nadar en seco, 2022)



jueves, 27 de noviembre de 2025

CAMINOS

Sierra de Gredos
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

CAMINOS

 

   A resguardo, desgajado del blanco de la cordillera, un pueblo de granito, con habitantes mudos, vive la calma estacional del invierno. Solo los que se pierden, ateridos de sed y de cansancio, merodean sus calles. Buscan el desvarío de ser ellos, mientras dispersan pasos por la azarosa distancia de itinerarios invisibles.  Al atardecer, las manos frías abren la puerta al mismo azar.

 

(De Cuentos diminutos)