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Nostalgia del cielo Ángeles Carbajal Editorial Difácil Colección Prúa Valladolid, 2025 |
LA VOZ DEL TIEMPO
Ángeles Carbajal (Argüelles, Asturias, 1959), licenciada en Historia del
Arte, es una voz lírica que impulsa un quehacer bilingüe en castellano y
asturiano. Con amplia presencia en las principales revistas del norte,
comenzó trayecto literario a principios de los años noventa, cuando el realismo
figurativo se definía como la etiqueta crítica más consolidada. Su innegable
impulso al ámbito lingüístico local, reconocido con varios premios, ha convertido a sus
libros de poesía en asturiano en referentes para la reivindicación y
consolidación del patrimonio cultural autóctono. De este modo, se suma a la poblada nómina de
poetas en lengua asturiana que José Luis Argüelles compiló en su antología Toma
de tierra (Trea, 2010).
La bellísima edición de Nostalgia del cielo elige como texto
inaugural un apunte lírico de Luis Rosales: “Donde puso el temblor la primera
hoja”, tras un título de innegable sensibilidad estética. Son matices que
anuncian un espacio de calidez y armonía, ajeno a la voz exaltada de la
estridencia. La elaboración del poemario se define por el intimismo y la mirada
reflexiva sobre las hendiduras de lo real. El pensar del yo poético focaliza el
sentido del tiempo cuando llega el momento de los interrogantes capitales, esas preguntas que se instalan en cada amanecida y empapan lo
cotidiano de melancolía. Procede vivir, caminar con el techo de una casa
encendida, por donde siembran pasos los sentimientos.
Un cálido recuerdo a Francisco Umbral impregna el epitelio de la
composición de apertura, en la que encuentra sitio un emotivo aserto: ternura
sin sentido. Más allá de la lógica está la lluvia de las emociones, el
inadvertido patrimonio que humaniza y concede a la escritura su experiencia
vital. Advertimos también en “Ternura sin sentido” la labor de poda de la
poeta, su empeño en dibujar el temblor emotivo con un claro despojamiento formal. Los
textos emplean para su indagación en los rincones de la memoria una parca
cantidad de palabras. Queda así en la voz confidencial un lenguaje directo,
intimista, cercano, pero capaz de convertirse en testigo de lo vivido. El poema
traslada afinidades con una peculiar cámara fotográfica que retrata el pasado.
El excelente poema “La casa del padre” explica bien el discurso elegíaco de las
palabras y su capacidad de unir los trazos de la historia personal de la protagonista, ese rosario de anécdotas con ”Inviernos, pájaros, gestos que se
alejan / como estelas de un planeta / que da igual que haya o no existido.”.
Las composiciones de esta primera parte comparten el ambiente auroral del
asombro; eran días de infancia y la mirada infantil guardaba dentro un reino
misterioso de cosas que vivían fuera del tiempo, en un ambiente de plenitud,
donde nada estaba contaminado todavía por la intemperie.
El segundo apartado rescata la voz del poeta y aforista Carlos Edmundo
de Ory: “Una mujer me lava las manos. ¡Ojalá no se sequen nunca ¡”. La cita da
pie a una interpretación abierta, pero en ella cabe la necesidad de protección
y el sentimiento de fragilidad que la conciencia siente en cada instante. Así
se refuerza en la infancia la presencia materna, o se asume en la juventud
asideros invulnerables como el amor. Son sensaciones que el tiempo contamina y
poco a poco transforma en una larga cadena de incertidumbres. Los lugares de
siempre se convierten en calles desnudas de recuerdos. Solo queda un leve
anecdotario, el nombre de alguna librería, las horas en el aula, el eco de unos
pasos y la piel indemne que esconde en algún pliegue la dulzura.
La existencia está en manos del tiempo. Los
ideales, esas aspiraciones de ser Ícaro, envejecen y convierten el vuelo en
“íntima indigencia”, en un fresco caudal de melancolía, que abre los ojos a un
futuro inconcreto y lejano. Todo va quedando atrás. Como esos lugares de paso
de la autopista, como días sin historia, cobijando una extraña sed de
aventuras, alumbrando las luces de una casa encendida que espera todavía, en el
último reflejo del atardecer, la llegada de nuevos invitados.
En la poesía transparente y emotiva de Nostalgia del cielo de
Ángeles Carbajal, el poema busca razones de vida. Se hace evocación y
melancolía. Siente que sus pasos son volutas de humo que el aire dispersa, como
inalcanzables espejismos, en el páramo blanco de la memoria. Las palabras se
empeñan en entender si la ceniza guarda todavía esa pequeña luz que un día
fuera lumbre.
JOSÉ LUIS MORANTE