sábado, 26 de abril de 2025

RICARDO DE LA FUENTE. EL TIEMPO TODO LO OSCURA

El tiempo todo lo oscura
Ricardo de la Fuente
Ediciones de la Isla de Siltolá
Colección Aforismos
Sevilla, 2025

 

AÑOS SIN POSOS


   Abundan los escritores que han elegido el tiempo de madurez para mostrar su vocación literaria en torno al género aforístico. Sin duda, dos de los que caminan con firme solvencia son Manuel Feria (La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, 1949) y Ricardo de la Fuente (Sacramenia, Segovia, 1956). Además muestran afinidades comunes al compartir un largo trayecto docente incardinado a una formación científica. El profesor Feria ha sido, durante décadas, catedrático de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de la Laguna; y Ricardo de la Fuente sigue como catedrático de Sanidad Animal en la Facultad de veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
   El periplo individual de Ricardo de la Fuente comienza con el libro de aforismos Andar en la niebla (Cuadernos del Vigía, 2017), reconocido con el IV Premio Internacional José Bergamín de Aforismos. Aquel despertar hizo posible una presencia más continua en revistas, ensayos y publicaciones digitales y ha impulsado también la nueva salida El tiempo todo lo oscura, cuyo título, contradiciendo al refranero popular tan arraigado en el pensamiento colectivo castellano, acierta de pleno al describir los sombríos efectos secundarios del atardecer vital.
 Un tema clásico del jazz, compuesto por Herman Hupfeld,  “As time goes by” (A medida que pasa el tiempo), de la inolvidable película Casablanca es el aserto que aglutina el primer tramo sentencioso. De inmediato se percibe el epitelio reflexivo de los mínimos enunciados y su alineación en torno al yo transitorio. La madurez perfila un yo moldeado por la finitud y la carencia, por esas claves de pequeñas miserias que vamos recolectando en nuestras arquitecturas de la memoria: “pasamos sin más de solar en construcción a amenaza de ruina”. Tomar conciencia de lo que significa madurar genera en el ánimo un vigoroso escepticismo, una nutrida defensa del yo individual como persistente refugio de unas cuantas certezas objetivas que hay que defender en la sosegada soledad del tiempo crepuscular. La desaceleración del vértigo alienta un cauce reflexivo proclive a la calma; a dispersar entre las cosas una mirada distante, como si su vecindad solo requiriese una cortesía distante, ajena al afecto de lo sentimental: “Muchas de las lecciones que da la vida están fuera del temario”, “El arte de hospedar los desengaños”, “El tiempo todo lo oscura”.
   Una contingencia en torno a un viaje de Albert Einstein, relatada por el autor, sirve para denominar la segunda compilación de enunciados mínimos “Glándulas de la relatividad”. El empeño de razonar en torno al hablante y su contexto sigue fuerte, como si fuese capaz de ignorar cualquier obsolescencia programada: “Conocer conforta, saber inquieta”. Advienen el desinterés y la indiferencia; las expectativas se cultivan con poca luz, como aspiraciones frágiles que pueden disolverse en cualquier momento.
   Con el descubrimiento verbal “Un mundo en el hueco”, acaso originado por un lapsus estudiantil, que Juan Mayorga aprovechó `para incluir en su discurso de ingreso en la RAE, aparece por primera vez en la entrega el vuelo metaliterario: “El aforismo apunta a la cabeza, pero acierta más cuando da en el corazón”. La idea engloba un ideario emotivo que hace de lo sentimental la víscera principal del aforismo, más allá del simple afán racional. Pero la temática apenas enraíza y todo el apartado destila variados intereses que miran dentro y fuera y que persisten en los rasgos distintivos ya señalados: formato clásico en los aforismos desde la brevedad, la precisión y la poda de cualquier divagación y un itinerario argumental asistemático, que conecta con el legado de contingencias que el presente se apresura a mostrar en sus escaparates: “La literatura sí da para vivir muchas vidas”.
   La coda final “Egometría II” parece argumentar que el sujeto concreto se convierte en un referente; propicia su proyección en los mapas del recuerdo y en el estar. Quien habla habita habita un presente con creencias cada vez menos firmes y con incoherencias cada vez más numerosas. Es la etapa que la escritura clarifica y dota de variedad narrativa: “Dicho queda lo dicho sin la menor sombra de certeza”.
   Cierra el libro una contracubierta de Miguel Ángel Arcas que clarifica el estilete verbal de Ricardo de la Fuente en sus aforismos: “En ellos se produce una crisis de lo aparente, una fisura por donde naufraga la realidad, donde todo es posible y se agita el descubrimiento felicitario de una verdad, algo que te atreves a hacer tuyo no sin antes ponerlo en cuestión”.
   El tiempo todo lo oscura se define como un cúmulo de verdades momentáneas entre la meditación y la búsqueda; muestra el vitalismo perceptivo de quien trata de llenar los vacíos biodegradables del discurrir. Da voz y silencio a la conciencia desvelada del protagonista secundario de una existencia al paso mientras trata de entender su movimiento pendular y capturar sus estratos sensitivos en la diáspora del tiempo.


José Luis Morante




viernes, 25 de abril de 2025

LA EXPERIENCIA DE LA LIBERTAD (Entrevista)

Feria del Libro de Madrid
(Firma de la edición crítica sobre Joan Margarit,
Arquitecturas de la Memoria, 2019

 

Entrevista

LA EXPERIENCIA DE LA LIBERTAD — GACETA

 

José Luis Morante

 

 ¿Qué  motiva a escribir? ¿Necesita algo en especial para hacerlo, taza de café, cigarrillo…?

Creo que el mejor umbral de la escritura es la lectura. Es el cauce que permite poner en marcha un proceso creador, siempre complejo y con muchos elementos aleatorios. No suele ser lo mismo abordar la poesía que el ensayo, el cuento que la narración autobiográfica. Cada género impulsa un tratamiento singular. Me acompañan en ese diálogo con las palabras algunos cuadernos blancos, abundantes lápices y libros abiertos sobre la mesa.

El proceso de la escritura ¿es disfrutable o agobiante?

Para mí la literatura resulta un quehacer sumamente grato. Contiene en su geografía una manera de ver el entorno y, por tanto, es una piel natural que cobija cada uno de los actos del proceso de escritura. Con frecuencia los resultados no están a la altura y entonces se produce una evidente frustración que requiere nuevos esfuerzos.

¿Qué escritores han influido más en usted?

Como poeta he sentido siempre como norte la generación del 50. En ese grupo literario suenan fuerte las voces de Jaime Gil de Biedma, Ángel González, José Manuel Caballero Bonald… Pero no son únicos referentes; mis poemas deben mucho a la mirada ética de Antonio Machado, al intimismo confesional de Luis Cernuda y a poetas figurativos que me han ido dictando los rasgos comunes del poema: esa aleación de sentimiento y avance reflexivo que marca el territorio del yo.

¿La inspiración es algo fundamental en un poeta?

Es un concepto prestigiado por la tradición que alcanzó un culto casi conventual en el romanticismo. Hay que ser cauto con esa voz ajena que parece tomar posesión de nuestra identidad y hacer que las palabras leviten. Si es bueno que un impulso desconocido deje el temblor del verso, mucho más efectivo resulta que el chaparrón nos pille bajo el techo de la biblioteca, en esa mesa sosegada donde las palabras caminan, buscan sitio, se empeñan en decir… 

 ¿Cuál debe ser la actitud del creador en relación con el lenguaje?

Como elemento natural, necesita un cuidado extremo en su empleo. El lenguaje es un caladero de amplia riqueza matérica. Pero la poesía es más que palabras. Transmite ideas, sensaciones y sentimientos, desvela incertidumbres, formula preguntas y clarifica conocimientos y extravíos. Es un lenguaje más allá del lenguaje.

¿Hasta qué punto es trascendental en su obra la niñez?

La infancia es un asunto literario de amplio tratamiento en la poesía contemporánea; pero no tiene una caracterización trascendente en mi trabajo. Convive con otros motivos de la experiencia existencial como la percepción del tiempo, el declive de los sueños, la firmeza del afán colectivo, el amor y la muerte… Son los temas de siempre, esos que una y otra vez afloran en cada escritor para que se vayan revitalizando con esquejes y brotes.

¿Para poder escribir poesía considera necesario enmarcarse dentro de un contexto literario? ¿Conocer a Rilke, Baudelaire, Neruda, Rimbaud, Horacio?

Sí, no existe el poeta adánico, nadie viene del vacío y echa a andar como un Lázaro etéreo sobre la superficie del lenguaje. La poesía es conocimiento y técnica, formación y experiencia. En ese largo proceso se van afirmando estaciones fuertes, como las que usted cita, y rincones más secundarios que también aportan miradores creativos llenos de interés.

¿Cuál es la función de la poesía?

Descubrir en su devenir que el poema no tiene objetivos pactados para ser poema; en su escritura se van sumando hilos argumentales que sirven para que el sujeto se conozca a sí mismo, sea un ciudadano comprometido con su tiempo y haga una lectura histórica de su papel y comunique a los demás aquellos silencios interiores que nos definen.

¿Necesita el escritor poseer conciencia social?

En la medida en que el hombre no es un náufrago solitario, perdido en el océano del tiempo, existe una conciencia social que define el ser colectivo. Y en esa conciencia social el sujeto focaliza su papel de ciudadano, aprende a compartir incertidumbres, arrima el hombro a la causa de todos.

¿Cuál le parece a usted que es la fuerza y cuál la fragilidad de la poesía?

Las palabras están ahí; definen al sujeto que las pronuncia, hacen de la poesía una voz en el tiempo capaz de transportar un mensaje que aspira a lo perdurable. Muchas veces ese mensaje se borra en el devenir, se convierte en una estela leve en la superficie del agua. Y así da fe de su fragilidad, de que cada paso que damos nos acerca un poco más a un horizonte de ceniza y polvo

 ¿Quién le interesa más de los jóvenes escritores, de las nuevas voces?

La vigencia de lo digital ha convertido el campo poético en un incontable vivero de nombres propios; así que cada enumeración sería siempre un ejemplo parcial de jóvenes que inician ruta. Hay que ser humildes y saber que solo dominamos pequeñas parcelas creativas. Queda mucho por descubrir. En cuanto a nombres propios concretos, hice mi apuesta como crítico publicando la antología Re-generación (Valparaíso Ediciones, Granada, 2016), una selección de jóvenes poetas españoles que empezaron a publicar a comienzos del 2000 hasta 2015.   

¿Qué hay que hacer para merecer el nombre de poeta?

Mirarse al espejo de lo diario con humildad para no confundir nunca la poesía con un mercadillo verbal. El poeta es, no se deja la piel por estar; no importa si no consigue visibilidad, si tiene poca repercusión lo que hace, si el mercado da la espalda… Hay que alentar palabras y conseguir, como soñaba Juan Ramón Jiménez, que las raíces vuelen y las alas arraiguen.

¿Cuál es para usted el mejor escritor?

El que se define a sí mismo como protagonista de un quehacer inacabado y complejo, que a menudo parece un callejón sin salida, el que cada amanecida echa a andar para encontrar a cada palabra el sitio justo. El que después de tanto esfuerzo sabe que el fruto es mínimo y da las gracias, duerme y vuelve a caminar al día siguiente por el surco abierto de la búsqueda.

Madrid, 15 de marzo de 2019

 

jueves, 24 de abril de 2025

DEFINICIONES SIN VUELO

Soplo de luz


 

EN EL DESORDEN
 
 
Inteligencia: farol que ilumina lo que la duda ensombrece.
 
Cruce: abrazo de itinerarios que no llevan a ningún sitio.
 
Equidad: acción de autonombrarse maquinista del último tren.
 
Adolescencia: torbellino hormonal de granos y móvil.

Sandez: veleta que culmina el edificio fallido de una idea.
 
Marx: callejón entre Groucho y Karl
 
Reseña: crítica urgente sobre un libro, cuya carencia provoca la ausencia cejijunta del autor.
 
Ásperos: receptores de trajes regalados cuya primera tarea es comprobar si los botones están bien cosidos.
 
 
 (CUADERNO DE CAMPO)
 


miércoles, 23 de abril de 2025

VOCES EN EL ESPEJO

Habitación de hotel
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

GENTE CONMIGO

 
   Viajo mucho a ciudades lejanas que desflecan sus encantos urbanos. Pero casi nunca abandono la habitación de hotel donde me alojo. Es una costumbre que espolea mi voluntad. Nació el día en que encontré en el espejo de mi cuarto de baño el rostro del huésped anterior. Fue él, con gesto tranquilo, quien me desveló su identidad. Tras una larga charla, cuajada de desvalimientos y olvidos, me facilitó el contacto con huéspedes encerrados en otros espejos. Todos resultan interlocutores amenos, que buscan la liberación inesperada de la confidencia. Sigo en ruta. También la soledad que absorben los espejos es una calle que espera transeúntes.

(Del libro de microrrelatos Fuera de guion, Editorial Lastura, 2024)




martes, 22 de abril de 2025

EL POEMA FELIZ

 

búsqueda
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia





EL POEMA FELIZ
 
Cardinal necesario,
me aplico en escribir un poema feliz,
que mire con los ojos
claros del mediodía y difunda su júbilo.
Que salga indemne,
y no contenga lastres,
o  invente los remedios
contra el galgo famélico
de cualquier decepción.
 
Que asordine la angustia
y no pierda sus pasos
en la tierra de nadie
del chantaje afectivo.
 
Que tenga la avidez
severa de  los dioses
y doblegue a su paso
toda asepsia expresiva.
 
Que soporte la ley gravitatoria
y se mantenga etéreo,
como un don disponible
que mira en el espejo
y se hace claro y bosque
y todo empieza.  
 
   
 
     (Variaciones del libro Nadar en seco, 2022)



 
 

lunes, 21 de abril de 2025

MARIO MONTALBETTI. EL PENSAMIENTO DEL POEMA

El pensamiento del poema
Mario Montalbetti
Pólvora Editorial, Marginalia Editores
Santiago, (2ª Edición) 

 

CONTORNOS TEÓRICOS

 

 Gracias al esfuerzo prometeico de Ediciones Liliputienses y al empeño de su director José María Cumbreño para enlazar la poesía en castellano de España y Latinoamérica, tuve la fortuna de conocer Lejos de mí decirles, el corpus lírico del lingüista y poeta peruano Mario Montalbetti (Callao, 1953). Fue la necesaria entrada a la complejidad de su obra literaria. Profesor universitario de Lingüística, director de QWXY, Seminario permanente de Filosofía del Lenguaje y fundador, con Mirko Lauer y Abelardo Oquendo, de la revista Hueso Húmero, es un escritor intenso y consagrado por completo a la interpretación del hecho lingüístico.
  Montalbetti inicia su trayecto creador en 1979 con la entrega Perro negro, 31 poemas. Después adviene una escisión, rota en 1995 con la obra experimental Fin desierto. Tampoco ahora el quehacer poético se hace rutina, pero en la década siguiente el trayecto se consolida con andenes como Llantos Elíseos, Cinco segundos de Horizonte, El lenguaje es un revolver para dos y Ocho cuartetas contra el caballo de paso peruano. Siempre consecuente con la percepción del lenguaje como magma exploratorio, publica en 2012 Cajas, un estudio especulativo sobre sentido y estética con sondeos nucleares sobre los espacios del poema. Esta faceta crítica aporta en 2014 la recopilación ensayística Cualquier hombre es una isla, trabajo que postula otro viaje interior a las cavidades semánticas del lenguaje, y en 2016 El más crudo invierno, monografía sobre un poema de Blanca Varela. La visión de análisis perdura con El sentido y la ceguera (2018), Epiciclos, escrito en colaboración con Marc Belderbos, y El pensamiento del poema, reeditado por segunda vez en 2024.
  En su quehacer poético, Mario Montalbetti busca la intersección y el corte, supone que el lenguaje deconstruye y no comunica. Los poemas buscan los márgenes del significado, por ello necesita símiles clarificadores para impulsar algo de luz entre el vacío y la sombra. Las claves significativas inquieren argumentos sobre la naturaleza de las palabras para no decir: “Escribo para contener / mi distancia con lo humano. / Escribo para estar solo, / para no ser poeta”.        
 Las meditaciones germinales de El pensamiento del poema remarcan una estela crítica en torno al material verbal como objeto teórico, aunque la construcción sienta, imagine o sea capaz de simbolizar. Aquí, Montalbetti parte de la propuesta analítica del filósofo francés Alain Badiou, formulada en 1988 en El ser y el acontecimiento: “El poema es una forma de pensamiento”. Desde ese enfoque Montalbetti se propone elaborar una serie de variaciones libres en torno a la formulación inductiva. No se trata de reconstruir la teoría filosófica de Badiou sino de avanzar en los caracteres ambiguos que proyectan un dibujo fragmentario sobre el poema. “El poema piensa parece un vehículo que ingresa a contramano en una calle de sentido único…”.  Sus divagaciones adquieren una cadencia discontinua, una percepción laberíntica del transitar del pensamiento. La temática se convierte en una operación sobre el lenguaje, como este axioma sobre la poesía: “Todo lo que participa del ser, sea simple o infinitamente múltiple, tiene un nombre. Lo difícil es inventarlo”.
  Aunque la sintaxis no es poetizable, queda patente la inquietud analítica, el discurrir más allá de la catalogación experimental que engloba cualquier huida de lo previsible para incorporar al poema rupturas léxicas, sustracciones sintácticas a partir del replanteamiento teórico de un poema de Trilce de César Vallejo, cuyos versos sostienen el deseo de abrir espacios y el afán de buscar puertas tras la puerta. La creación, como precisa Giorgio Agamben, se convierte en un acto de resistencia, en liberación de una potencia interna.
  En los vectores de sentido de Montalbetti las conclusiones se guardan fuera, como si pretendiera percibir el lenguaje con una cierta perspectiva de lejanía y futuro, como si se gestara desde una realidad con diferentes niveles de ficciones conceptuales. “El significado no clausura el lenguaje”; por eso “interpretar un poema es desandar el camino que quiso llevarnos fuera de él”, aunque sea atravesando una explanada de metapoesía donde se dan cita procesos lingüísticos, repletos de matices y argumentaciones.



JOSÉ LUIS MORANTE



 
 
 

domingo, 20 de abril de 2025

CASA VACÍA

Las horas lentas
Fotografía
del 
Archivo Fotocommunity

 

CASA VACÍA

 

   En esta casa ya no vive nadie, pero están todos los moradores que ocuparon sus habitaciones. Escucho una fisiología desperdigada en pasos, susurros, toses o gemidos. De cuando en cuando callan, como si se hubiesen mudado por unas horas a otro lugar. 
   Siempre regresan. Esta noche olvidaron cerrar la puerta de la entrada y apagar las luces. Alguien me despertó. No supe qué decir; me siento un extraño ocupando una casa vacía. Ellos me reconfortan y justifican mi presencia: “Alguien debe soñarlos”.

(Del libro de microrrelatos  Fuera de guion, Lastura, 2024)