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lunes, 26 de febrero de 2024

UN TROMPO QUE GIRA

Recorridos
Archivo digital
Flickr

 

UN TROMPO QUE GIRA

 
La escritura de Anne Carson trasciende sus propios bordes. Muchos significados quedan fuera de alcance. Están llenos de puntos ciegos, pero mis interpretaciones fallidas no me dejan la sensación de fracaso. Es un material sin género, duro, obsesivo, singular, que rechaza el ojo frío de la disección. Hay que leer sin más, contemplar un trompo que gira.
 
La esperanza de entender también afecta al pie quebrado de lo diario, cuyos componentes nunca resuelven la contradicción, esa simultaneidad de amargo y dulce, de sensaciones de frío y de la color que pueblan el mapa de las emociones.
 
Sobre la mesa Microlitos, y esta definción complementaria: “Microlitos. Mínimos guijarros arrastrados por el cauce existencial que erosiona y disgrega”. Así define el poeta rumano Paul Celan (Chernivstsi, 1920-París, 1970) sus aforismos y breves en prosa, una miscelánea que hace de la fragmentación y lo disperso una reflexión verbal. Es conocido el copioso diálogo que el quehacer intelectual de Paul Celan mantuvo con la filosofía, el psicoanálisis, la tradición religiosa judeocristiana y su acercamiento a distintos ámbitos lingüísticos centroeuropeos. Así forjó una obra singular en la que tiene un largo recorrido la angustia existencial, el incansable absurdo del devenir diario, la preocupación metalingüística y las paradojas de la comunicación entre el ser y la nada.
   Buena parte de los aforismos recogidos en esta obra son pálidas virutas de taller, frases sueltas que fuera del contexto adquieren un sentido difuso. Aunque de cuando en cuando salte el destello capaz de iluminar un pensamiento.
 
Los afectos llenan la casa a diario; son esos sonidos claros que se abre a la realidad o dan voz a los sueños. Secreta música donde habitan las horas en los hilos del tiempo.
 
(Apuntes del diario)
 

 

domingo, 26 de febrero de 2023

UN TROMPO QUE GIRA

Tiempo
Fotografía
de
Internet

UN TROMPO QUE GIRA

 
   La escritura de Anne Carson trasciende sus propios bordes. Muchos significados quedan fuera de alcance. Están llenos de puntos ciegos, pero mis interpretaciones, atinadas o fallidas, no me dejan la sensación de fracaso. La obra es un material sin género, duro, obsesivo, singular, que rechaza el ojo frío de la disección. Hay que leer sin más, contemplar un trompo que gira.
 
  La esperanza de entender también afecta al pie quebrado de lo diario, cuyos componentes nunca resuelven la contradicción, esa simultaneidad de amargo y dulce, de sensaciones de frío y de la color que pueblan el mapa de las emociones.

   El líder ruso deja su discurso a la nación con la parafernalia de una magna representación teatral. Culto extremo al líder; él es el único personaje. Verdadero terror y la necesidad absoluta de decir "No a la guerra". Pero el agresor es sordo. En su agenda solo cabe la barbarie.
 
  Sobre la mesa Microlitos y esta definición: “Mínimos guijarros arrastrados por el cauce existencial que erosiona y disgrega”. Así define el poeta rumano Paul Celan (Chernivstsi, 1920-París, 1970) sus aforismos y breves en prosa, una miscelánea que hace de la fragmentación y lo disperso una reflexión verbal. Es conocido el copioso diálogo que el quehacer intelectual de Paul Celan mantuvo con la filosofía, el psicoanálisis, la tradición religiosa judeocristiana y su acercamiento a distintos ámbitos lingüísticos centroeuropeos. 

   Leo también Mundo que abre lejanías, una antología sobre José Hierro, con selección, edición y prólogo de Carlos Alcorta. Hierro forjó una obra singular en la que tiene un largo recorrido la evocación de la guerra civil y de la posguerra; la angustia existencial, el incansable absurdo del devenir diario, la preocupación metalingüística y las paradojas de la comunicación entre el ser y la identidad colectiva. Después de todo, todo ha sido nada.

   Los viajes; esos recorridos sin lejanía, capaces de iluminar el ánimo.
 
   Los afectos de los niños llenan la casa a diario; son esos sonidos claros que se abren a la esperanza o dan voz a los sueños. Secreta música donde habitan las horas en los hilos del tiempo.
 
(Apuntes del diario)
 

  

domingo, 26 de junio de 2022

UNA PEONZA QUE GIRA

Movimiento continuo
Archivo de internet

 

UN TROMPO QUE GIRA


La lectura es una peonza que gira. Desconoce el más elemental principio del sosiego. A su compás se mueve mi tiempo diario. Uno tras otro, se deslizan los títulos entre mis manos con su prisa imperiosa, hasta alcanzar la luz dormida de la tarde. En la piel de plata del cristal se refleja el cansancio. 

La escritura de Anne Carson trasciende sus propios bordes. Muchos significados quedan fuera de alcance. Están llenos de puntos ciegos, pero mis interpretaciones fallidas no me dejan la sensación de fracaso. Es un material sin género, duro, obsesivo, singular, que rechaza el ojo frío de la disección. Hay que leer sin más, contemplar un trompo que gira.

 

La esperanza de entender también afecta al pie quebrado de lo diario, cuyos componentes nunca resuelven la contradicción, esa simultaneidad de amargo y dulce, de sensaciones de frío y de la color que pueblan el mapa de las emociones.

 

Sobre la mesa Microlitos, y esta definción complementaria: “Microlitos. Mínimos guijarros arrastrados por el cauce existencial que erosiona y disgrega”. Así define el poeta rumano Paul Celan (Chernivstsi, 1920-París, 1970) sus aforismos y breves en prosa, una miscelánea que hace de la fragmentación y lo disperso una reflexión verbal. Es conocido el copioso diálogo que el quehacer intelectual de Paul Celan mantuvo con la filosofía, el psicoanálisis, la tradición religiosa judeocristiana y su acercamiento a distintos ámbitos lingüísticos centroeuropeos. Así forjó una obra singular en la que tiene un largo recorrido la angustia existencial, el incansable absurdo del devenir diario, la preocupación metalingüística y las paradojas de la comunicación entre el ser y la nada.

   Buena parte de los aforismos recogidos en esta obra son pálidas virutas de taller, frases sueltas que fuera del contexto adquieren un sentido difuso. Aunque de cuando en cuando salte el destello capaz de iluminar un pensamiento. 

Los afectos de mi nieto llenan la casa a diario; son esos sonidos claros que se abre a la realidad o dan voz a los sueños. Secreta música donde habitan las horas en los hilos del tiempo.

 

(Apuntes del diario)


 

 

martes, 16 de febrero de 2021

UN TROMPO QUE GIRA

Giros
Imagen
de
MaisPB

 

UN TROMPO QUE GIRA

 

La escritura de Anne Carson trasciende sus propios bordes. Muchos significados quedan fuera de alcance. Están llenos de puntos ciegos, pero mis interpretaciones fallidas no me dejan la sensación de fracaso. Es un material sin género, duro, obsesivo, singular, que rechaza el ojo frío de la disección. Hay que leer sin más, contemplar el movimiento de un trompo que gira.
 
La esperanza de entender también afecta al pie quebrado de lo diario, cuyos componentes nunca resuelven la contradicción, esa simultaneidad de amargo y dulce, de sensaciones de frío y de la color que pueblan el mapa de las emociones. 
 
Sobre la mesa Microlitos, y esta definición complementaria: “Microlitos. Mínimos guijarros arrastrados por el cauce existencial que erosiona y disgrega”. Así define el poeta rumano Paul Celan (Chernivstsi, 1920-París, 1970) sus aforismos y breves en prosa, una miscelánea que hace de la fragmentación y lo disperso una reflexión verbal. Es conocido el copioso diálogo que el quehacer intelectual de Paul Celan mantuvo con la filosofía, el psicoanálisis, la tradición religiosa judeocristiana y su acercamiento a distintos ámbitos lingüísticos centroeuropeos. Así forjó una obra singular en la que tiene un largo recorrido la angustia existencial, el incansable absurdo del devenir diario, la preocupación metalingüística y las paradojas de la comunicación entre el ser y la nada.
 
Los afectos llenan la casa a diario; son esos sonidos claros que se abren a la realidad o dan voz a los sueños. Secreta música donde habitan las horas más diáfanas. Irene, Asier, Ana, Adela...  Qué regalos sus itinerarios conmigo.

La antología Ahora que es tarde, nacida en un tiempo tan complejo, ha supuesto para mí un reajuste claro en la perspectiva de los afectos. Cuántas causas y efectos. Casi nada de lo sucedido en torno a ese libro ha sido periférico. 
 
(Apuntes del diario)


 

 

jueves, 20 de septiembre de 2018

ANTONIO AGUILAR RODRÍGUEZ. CANCIONES PARA EL DÍA DE DESPUÉS

Canciones para el día de después
Antonio Aguilar Rodríguez
Huerga & Fierro Editores
La Rama Dorada
Madrid, 2018
JARDÍN DE INVIERNO

  Precediendo a los poemas de canciones para el día de después, Antonio Aguilar Rodríguez deja una introducción aclaratoria del hecho concreto que sirve como detonante escritural. Si es cierto que los poemas deben ser autónomos y adquirir pleno sentido desde sus versos, el enfoque y la sensibilidad que impulsa su recorrido es un dato necesario para que su semántica adquiera un perfil completo. Hay otra cuestión previa que llama la atención en el título: la expresión el día de después, aunque singulariza el día y subraya cuándo, crea un uso preposicional cacofónico en la lectura; se hubiese podido soslayar, sin variantes significativas con el aserto el día después que tiene magma afín, si se me permite el matiz.     
  La razón de escritura se expone son lúcida convicción: “Es un poemario que muestra la búsqueda, no la reconstrucción del yo, más bien, el descubrimiento, la aceptación. Habrá quien lo lea en clave biográfica, intentando reconocer aquí y allá hechos que ya no existen y que perfectamente podrían no haber existido, pero esa parte, la de la lectura ya escapa también a mis palabras”.
   La sección inicial, “Canciones” compila dos apartados en los que es habitual el uso del poema breve y una dicción figurativa en la que se insertan algunos referentes culturales. El primer paso vislumbra una amanecida nocturnal, una actitud de espera que se enuncia con el tono a media distancia del narrador: “Se levantó y apenas hizo ruido. / Arrastró su maleta hasta la puerta. / Un tropel de caballos negros cercenó / la luz de la mañana”. Es el instante que precede al viaje, pero en su enunciado el itinerario a cumplir no sugiere una estela luminosa en la que germine la esperanza sino un gesto casi nocturnal que abre la inquietud y el desasosiego. Algo se rompe y en esa narración de un hecho luctuoso es necesario el verbo objetivo, no la implicación íntima de quien sufre el desgarro sino la palabra del testigo que ignora las razones o que solo conoce una parte de la verdad.
   Es un tiempo de intimidad en el que el discurrir contiene un tacto frío; hay que desplegar un mapa nuevo que contiene la cartografía del ahora y en el que se diluyen los relieves del pasado. Hay que sembrar un punto de luz nuevo que señale la senda de regreso. El abandono abre un tiempo extraño en el que se ha malogrado la cosecha común del fruto compartido; ahora todo es erial y páramo en el que nada crece. Solo quedan las palabras para gemir esa canción del día después, que dictamine esa tragedia íntima de quien explora el dolor solitario.
  Pero la ausencia y la separación tienen rostros bifrontes, y el segundo momento de estas canciones sigue el rastro afectivo del otro. Como si fuesen las desperdigadas notas de una canción, las señales de paso se suceden. En ellas se esconde la incertidumbre, pero también el perdón y la posibilidad del regreso para protegerse del frío. La mirada parece descubrir si es posible la inflexión, si puede cobijarse entre las sombras algún hilo de luz. Al cabo, “La esperanza no tiene otras premisas: / nace como una flor, / como una flor se pudre”. Pero el yo ya es otro y no es posible revertir esa mutación, recuperar la casa, la identidad primigenia, la cadencia de las mismas palabras.
   Antonio Aguilar Rodríguez encuentra en el poemario de Anne Carson La belleza del marido: un ensayo narrativo en 29 tangos (Lumen, 2003) un recorrido paralelo sobre el desmoronamiento de la convivencia y sobre las cicatrices sin cerrar. El estar juntos es un tango solemne que ha de bailarse hasta el final, hasta que concluye el desgarro de la melodía y el cansancio se posa en cada movimiento. El íntimo refugio del afecto se ha convertido en solar donde duerme el derrumbe, como arqueología del pasado que no encuentra sitio en el ahora. Y así se ponen amarillos los calendarios, para dar fe de vida de una década que ha convertido la herida en un recuerdo: “En la reconstrucción / de los hechos – la tiza sobre el cielo raso- / no halló los trozos de esta nada, / ya tan solo hubo reconocimiento”
   Recordar genera expectación y sentencia, el deseo de cerrar el círculo y seguir caminado en línea recta. No hay ajustes de cuentas sobre el dolor del corazón, solo palabras que dan voz a una historia, que ponen la quietud de una verdad: para vivir es necesario asomarse al abismo muchas veces.