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miércoles, 9 de agosto de 2023

CARMELO CHILLIDA. JUEGOS PRIVADOS

Juegos privados
Carmelo Chillida
Prefacio de Salvador Galán Moreu
Kálathos ediciones
Alcobendas, Madrid, 2023

 

LA VOZ DE LO POSIBLE

 

   Desde 1997 Carmelo Chillida (Caracas, 1964) muestra la consistencia sostenida de una vocación literaria donde encuentran sitio la palabra lírica, el ensayo, las notas críticas y la traducción. El escritor y periodista mantiene un afán de búsqueda de itinerarios expresivos donde la poesía se percibe como significativo edificio central. Hasta 2023, el autor venezolano asentado en España ha publicado las entregas El sonido y el sentido (1997), Versos caseros (2005), ¿Un poema de amor? (2011), Desde el balcón (2013) y Rojo como la cabeza del fósforo (2018). Las entregas hilvanan un ideario poético expuesto con verbo confidencial y elegante naturalidad, donde se mantiene la riqueza imaginativa y una lograda claridad mediante el uso de un léxico estricto, exento de aderezos retóricos. Son trazos que invitan al lector a completar la imagen del poeta en su nueva entrega Juegos privados (2023), también publicada en la editorial Kálathos que impulsan  con excelente vitalismo Artemis Nader y David Malavé.
   Salvador Galán Moreu firma un prefacio en el que resalta la solidez de una poesía que “habla de tú a tú”, alejada de solemnidades verbosas y abstracciones herméticas. En los poemas de Carmelo Chillida se palpa el empeño de huir de lo conceptual para ofertar una lírica escrita por la calma rota de un espectador verbalizando la existencia en su discurrir. La fluida cadencia de la amanecida muestra al despertar diario la estela de un estar conforme, que invita a la celebración de lo concreto y al disfrute sensorial de lo contingente. Mientras va creciendo la mañana con la pereza de lo rutinario se hace palpable la sensación de que nuestra finitud exige buscar sentido en cada instante y explorar el material perecedero de las sensaciones.
  El poema inicial arranca con una intimista bienvenida a la poesía con un lenguaje llano, en el que perdura el tratamiento de temporalidad confidencial. El sujeto en su soliloquio comparte su disposición al poema sin exaltaciones ni  lirismos torrenciales, solo con la alegría diáfana de la cercanía. El avance del libro congrega composiciones donde la razón poética adquiere la solvencia del primer plano: las rutas temáticas, los detalles triviales que enaltecen la fuerza visual del poema, la ausencia de idealización en el ejercitarse en la escritura y la disponibilidad del entorno para asentar en el cristal de la emoción poética cualquier trazo. Se trata de buscar luz al placer de vivir. Para explorar rincones de celebración y conformismo bastan algunas certidumbres y la conciencia de ser. La pulsión cotidiana tiende los brazos, sosiega la respiración, zarandea los sentidos con su sensación de ligereza y empuja hacia un nuevo canto.
   En Juegos privados Carmelo Chillida plantea un deambular continuo entre el ahora existencial, la memoria, que recupera algunas presencias como la abuela que leía los horóscopos, la reflexión sobre el tiempo y sus parámetros de caducidad y ese viaje entre la sombra y el fulgor, entre la ironía y la creencia personal, que traza la identidad poética como alba de esperanza y chispa encendida para que el poema descubra una sonrisa.
   El apartado final “Dos homenajes” presenta un par de composiciones muy diferentes. En la primera “Francisco” el personaje del abuelo y su peso vital llega a la última costa y se impone el balance de la experiencia personal. Mientras se apaga su respirar diario amanecen evocaciones y recuerdos, deudas de gratitud y espacios afectivos que fluyen como torrentes mostrando personajes y horizontes, como si fuera urgente convocarlos de nuevo en la despedida.
   El poema fragmentando “Wislawa”, escrito en Caracas, el 1 de febrero de 2012, es una elegía a la premio nobel polaca en su instante final. A lo largo del libro, Carmelo Chillida ha ido sembrando algunos magisterios como Harri Almela o Mark Strand, y a ellos se suma Wislawa Szymborska, cuya obra poética es un canto a la voz natural sin disidencias; los versos fluyen con el rumor cristalino de la humildad, ajenos a cualquier gesto de púlpitos y soberbia. La vida es demasiado importante para tomarla en serio y el humor es el mejor epitelio, la respuesta convincente capaz de unir identidad y lenguaje.
   Carmelo Chillida muestra en Juegos privados una voz subjetiva y reconocible en la que se integra una variada red argumental. Desde la celebración al tono elegíaco, el coloquialismo del poeta y su recurrente caminar por la ironía alumbran una celebración existencial que no languidece por constatar sus aspectos más efímeros. La palabra es un punto luminoso que despliega un variado surtido de esperanzas. Solo se requiere atención y escucha. Al otro lado de la puerta camina inalterable la vida al paso.      

JOSÉ LUIS MORANTE


 

miércoles, 16 de octubre de 2019

EDDA ARMAS. FRUTA HENDIDA

Fruta hendida
Edda Armas
Prólogo de María Ángeles Pérez López
Cubierta e imágenes interiores de Fernando Adam
Kalathos Ediciones
Madrid, 2019



APETITOS, RENUNCIAS


   La presencia de Edda Armas (Caracas, 1955) en el espacio lírico de Venezuela se define muy pronto, en 1975, cuando sale al día su primera cosecha Roto todo silencio. El libro aglutina casi cincuenta textos que enlazan aporte sensorial e indagación reflexiva. Así nacía un discurrir fecundo formado hasta el presente por dieciséis poemarios. Un cuerpo sólido que ha recibido notables reconocimientos y está representado en antologías como la imprescindible Rasgos comunes, poesía venezolana del siglo XX (Pre-Textos, 2019), con selección, prólogo y notas de Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Gina Saraceni. En esa muestra se define un breve ideario de Edda Armas, psicóloga social, gestora de eventos culturales, profesora de talleres, editora, antóloga y poeta, y se apunta el giro de trayecto desde una expresión concisa hacia un ángulo de visión con mayor densidad narrativa.
  El camino personal integra en 2019 Fruta hendida, salida que cuenta con el prólogo “Si la memoria es una fruta y es un país” de María Ángeles Pérez López, poeta, profesora universitaria del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca. Edda Armas refuerza el carácter simbólico del título con un aforismo acogido entre las líneas iniciales: “escribe en el deseo de hilvanar lo esencial con memoria de espinas”. Con selecta dicción, el prólogo enuncia que Fruta hendida, cuya imagen de cubierta reproduce un hermoso bodegón de Fernando Adam, hace de las líneas del discurrir contenida materia de lenguaje. Lo real muda en lo inasible intacto; perdura, permanece, se asienta en los pliegues de la evocación como atinada valoración del instante. Al cabo, como escribe Sylvia Miranda en el poema “Arar”: “Toda fruta es una palabra”.
   En el apartado “Cuando evocar se hace fruta” el sujeto poético incide en el desgaste horizontal del tránsito, hecho anclaje de grietas y erosiones. Aún así, los elementos cercanos, con su textura heterogénea, asoman a la mirada del yo como terapias sensoriales capaces de alejar los fantasmas mudos del conformismo. Nunca son formas ornamentales. La belleza está ahí, tangible y transparente, mostrando al sol el hilo de la vida propicia a conjurar el infortunio. Los poemas no ocultan las derruidas paredes, pero tras las grietas del día perciben una hondura fértil en la que se cobija la esperanza. En el interior de las palabras nace un querer renacer, una energía etérea, como el pasar mudable de las nubes, donde adquieren fuerza brotes nuevos. Lo perdido retorna, compone dentro un paisaje interior, es una fruta hendida que contiene la pulpa vivencial de la experiencia y la claridad sensible del retorno. Esa sensación de patrimonio intacto abre los sentidos a una contemplación gozosa de frutos y aromas. Queda todavía mirar hacia adelante: “Las flores abiertas nunca secan”.
   La sección “Carbunclo de fructosa” integra una línea aclaratoria:”Seres que arrima la marea”. Es una clave iluminadora que advierte de quiénes son los protagonistas que habitan los poemas. Así, la composición “Mar de origen” alienta un homenaje al padre, el escritor Alfredo Armas Alfonzo, protagonista de un recorrido literario ejemplar. Se advierte de inmediato el impulso germinal en la vocación de Edda Armas, quien también se hace indagación en el poema a partir del nombre propio. Son compañía en el libro abierto de la memoria el recuerdo de Elizabeth Schön, la callada vigilia de árboles y pájaros en ese jardín umbrío que siembra los recuerdos de aromas familiares, o la arquitectura castellana de Salamanca. En ella, la piedra tallada grava, con terquedad, el sueño transitorio de monstruos, mitologías y personajes históricos. Retornan ecos de Fray Luis de León y Miguel de Unamuno; llegan hasta el ahora como sueños recurrentes y transitorios que a nadie pertenecen.
   A esa sucesión de perfiles se incorporan Francisco de Asís, Tamara del Jesús o Frida Kalho. Son voces que perseveran como fragmentos mínimos de otros días y que dejan su lección vital sobre lo desvaído, como si fuesen manos que sostienen y dan raíces a los días marcados por la desposesión.
   Como estación final del poemario, el apartado “Si fruta fuese país” expande una meditación sobre el dolor. La sensorial metáfora que enlaza fruta y país se resiste al derrame del gris sobre las cosas. Se perciben en el árbol familiar las raíces secas y crecen las ausencias. Es necesario sujetarse al vacío y encontrar casa en otra parte. Quien permanece, soporta el filo punzante de las despedidas o mira el caos con las pupilas de la infancia, en cuyo trasfondo duerme en silencio la conciencia carnal de la experiencia.
   Fruta hendida conforma un cuerpo tonal de colores y luz frente al abatimiento y la disgregación. Niega la desoladora contingencia de un tiempo de derrumbes para mirar una naturaleza esclarecida por la belleza y el conocimiento. Hace de la palabra un sentir vivo de canto y esperanza, de regresos que vuelcan su mirada en el cristal del tiempo.




miércoles, 21 de junio de 2017

CANTOS DE FORTALEZA. ANTOLOGÍA DE POETAS VENEZOLANAS

Cantos de fortaleza
Antología de poetas venezolanas
David Malavé Bongiorni y Artemis Nader (Compiladores)
Prólogo de Rodolfo Häsler, epílogo de Rafael Arráiz Lucca
Kalathos Ediciones, Alcobendas, Madrid, 2016 
VERSOS DE TIERRA

   La poesía no se ausenta, aunque las condiciones históricas de la época en que se escriba difundan casi un estado de emergencia e incertidumbre. Cuesta pensar en la situación política actual del país latinoamericano sin que se haga inmediato en la retina un desfile de imágenes del conflicto social, el grito de la calle y la dura represión auspiciada por el gobierno dictatorial de Nicolás Maduro. En este contexto, como escribiera Blas de Otero, quedan la palabra y la poesía; así lo muestran los compiladores que dibujan un mapa lírico de Venezuela en el trabajo de catorce poetas representativas de distintos idearios.
   David Malavé Bongiorni, editor de Kalathos, subraya en el umbral la notable ausencia de poesía venezolana en el exterior y la necesidad de crear una estrategia concertada para difundir talentos. Así nace casi en clave lúdica este muestrario de trayectos cruzados con la pretensión de ser piedra angular de la poesía femenina, un quehacer convertido en pulso y sentimiento sobre la cronología de un momento histórico sombrío.
   El poeta y traductor Rodolfo Häsler ofrece en su liminar un enfoque diacrónico sobre las poetas en la historia latinoamericana. Sondea la arteria para cifrar sus presencias más notorias. La nómina adquiere un perfil sólido y representativo en el que cuajan como espacios imprescindibles sor Juana Inés de la Cruz, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Gabriela Mistral. Ellas son el sustrato que avala con su magisterio el discurrir generacional en los distintos países. También adquieren el vigor del canon en Venezuela para ceder turno a quienes inician trayecto en la década del setenta y del ochenta; es una promoción donde sobresalen Edda Armas; Cecilia Ortiz, Márgara Russotto, Yolanda Pantin y Laura Gracco. Son ángulos de exploración en los que adquiere cuerpo la conciencia de lo femenino y la indagación en lo existencial que en Cantos de fortaleza se resuelve desde enfoques autónomos.
   Inicia la selección María Clara Salas (Caracas, 1947). Doctora en Filosofía y con amplia cosecha, su obra sondea temas perdurables que se definen en lo cotidiano: el ser temporal, la erosión del tiempo, la otredad, el pulso sostenido entre sueño y realidad…  Son núcleos expresivos de un intimismo figurativo y coloquial, que no teme al verso dialogal porque sabe que cada poema se habla a sí mismo y comparte incertidumbres y lugar de paso en lo diario.
   Rafael Arráiz Lucca, responsable del texto crítico final, acuñó un aserto que resulta útil para entender este fresco poético: “El coro de las voces solitarias”. Todas comparten el puente común de la poesía pero cada voz sostiene su opción estética para desplegarse en singular. La recopilación de Cecilia Ortiz (San Casimiro, 1951) resalta su búsqueda de la imagen sorprendente y la entidad del simbolismo sobre lo anecdótico; también la importancia de la naturaleza como código de señales frente al sujeto capaz de conceder al entorno una realidad enriquecida. La poeta tantea con la mirada el sentido final de la escritura que hace de la palabra un territorio cognitivo.
  La ruta creadora de Belkys Arredondo Olivo (Caracas, 1953), poeta, periodista y editora, arranca en 1998. Su muestra abarca  poemas breves y prosa poética y ha sido antologada en distintos países. Su poesía es directa, con la voz fuerte del canto que nunca posterga la variedad de estratos temáticos en su desarrollo. En sus poemas el amar y el creer aguzan sus preguntas sobre las pulsaciones de lo cotidiano.
   Amplia germinación tiene la trayectoria de Yolanda Pantin, quien personifica un protagonismo estelar en la cartografía actual. Así lo testifica País. Poesía reunida (1981-2011), volumen editado en España por Pre-textos en 2014. En su lírica adquiere contundencia un trasfondo reflexivo por el que lo subjetivo y lo personal muestran la travesía de una experiencia transcendida.
   Solo veinte años tenía Edda Armas (Caracas, 1955) cuando amaneció su temprana incursión Roto todo silencio, poemario reeditado hace apenas un año. La poeta, que acomete tareas de gestión e imparte talleres literarios, tiene una amplia presencia en revistas y antologías y ha impulsado la edición independiente. Sus  versos recorren caminos de retorno con una mirada narrativa que entrelaza anecdotario y pauta reflexiva.
   Las voces anteriores constituyen el cimiento primero de un muestrario que no presenta quiebras experimentales ni cambios de rumbo sino un cauce fluido que adquiere en su transcurso mutaciones individuales. Así, la poesía de María Antonia Flores (Caracas, 1960) busca en la palabra una sustrato sensorial, o concede voz, como sucede en el excelente poema “Mirada antigua”, a una genealogía femenina que moldea en el tiempo su identidad plural. En su escritura percibimos un variable entrelazado temático que conjuga percepción sensible, reivindicación del ser existencial, a resguardo de la soledad y con un epitelio de resistencia, y un registro formal amplio.
   En Patricia Guzmán predomina un diálogo con la tradición y un misticismo renacido que emparenta su lírica con el cántico. Así se percibe en su propuesta más reciente,  El  almendro florido. En su estela creadora también abren bifurcaciones el intimismo y la presencia sentimental de lo cercano, como si la existencia discurriera en un claro diálogo entre protagonista lírico y entorno.
   El quehacer de Sonia Chocrón destila poesía, narrativa y guiones para cine y televisión; son dominios alternos y complementarios. En su estela lírica encuentra cauce una dicción comunicativa que busca referentes culturales en el cine y en las aportaciones de la tradición oral.
   La década del sesenta está ampliamente representada en Cantos de fortaleza por la obra de Claudia S. Sierich, Gabriela Kizer, Jacqueline Goldberg, Gina Saraceni, Carmen Verde Arocha y Eleonora Requena. Son travesías que aportan sensibilidades donde cala, junto a la indagación individual que parte de la experiencia cotidiana, el rumor de lo colectivo y los fragmentos de la intrahistoria común. Así se afianzan poéticas entre el pesimismo y la luz, aunque como escribe Gabriela Kizer late el propósito de que la senda grabada por el poema no sea nunca la crónica del desconsuelo.
   Asentado el paisaje versal, firma el epílogo Rafael Arráiz Lucca. El crítico opta por el repaso en el tiempo para recuperar en la biblioteca la aportación femenina consignada. En ella son indicios claros la pluralidad, la ausencia de cualquier localismo y el empeño individual que ahuyenta cualquier gregarismo.
  Los nombres reunidos en Cantos de fortaleza tejen pasión literaria y ángulos de un paisaje cultural que disuelve cualquier pesimismo sobre el espacio del presente. la poesía sigue brotando en las condiciones más adversas, se incardina en la sombra y en el extrañamiento para curar heridas. Los poemas dan fe de lo vivido en su sentido más cotidiano e inmediato. Sobre las cuartillas grises del lenguaje, las poetas de Venezuela anulan palabras, tiempo y esperanza.