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viernes, 1 de septiembre de 2017

ICHIEN MUJÙ. ARENAS Y PIEDRAS

Colección de arenas y piedras
Ichien Mujù
Edición de Carlos Rubio
Cátedra, Letras Universales
Madrid, 2015

TAPETE JAPONÉS 


   La lejanía geográfica y el habitual aislamiento de Oriente frente al devenir histórico medieval hicieron posible un desconocimiento casi completo de la civilización nipona y sus estructuras sociales hasta la edad contemporánea. Obras como Colección de arenas y piedras contribuyen a difundir el legado cultural de una época y a reactualizar el cauce vivo del semblante cultural nipón.
   Escrita por un monje budista, Ichien Mujù, y con un evidente enfoque religioso, esta obra clásica está fechada en el tramo final del siglo XIII. Se compone de más de ciento setenta relatos cortos. Su amplia temática conforma un vistoso tapete sobre todas las clases sociales, desde las habituales jerarquías privilegiadas del emperador y el estamento militar dominado por la oligarquía samurai hasta los estratos religiosos y la clase productiva urbana, formada por artesanos, y rurales, que aglutinaba a un campesinado agrícola.
   La documentada introducción de Carlos Rubio analiza los parámetros históricos del Medievo japonés. El siglo XIII fue un periodo de azarosas mutaciones políticas. Los estamentos privilegiados, bajo el poder omnímodo imperial y sus consejeros, se posicionan para monopolizar el control directo a través de estructuras de gobierno que requerían una fuerte dependencia del estamento militar. También la vida religiosa concedía al clero un rol relevante  e intocable que permitía intervenir en la jerarquía social. Como mar de fondo, los años de prosperidad comercial con China emprenden una deriva imprevisible ante la toma de poder de los mongoles que buscarán siempre la invasión insular para obtener el pleno control del comercio marítimo. En ese marco de representación, Carlos Rubio reconstruye el trayecto biográfico del monje, desde su nacimiento en el seno de una familia militar de complejas relaciones personales hasta la fecha de salida de Colección de arenas y piedras. Los primeros años de aprendizaje y su temprano estudio del pensamiento budista, junto a viajes y peregrinaciones posteriores constituyen la fuente argumental de estos relatos en los que siempre se percibe una proximidad comprensiva que contemporiza con rasgos y conductas, recreados de forma amena y humorística.
   Los relatos de esta obra acogen a protagonistas de todo el mapa social y su sentido del humor muestra los usos y costumbres de un tiempo bajo los parámetros espirituales del budismo: todas las cosas tienen un estar condicionado y transitorio, todo lo visible carece de sustancia , lo que fomenta la necesidad de su extinción a través del nirvana y, por último, la creencia del sujeto ha de superar el dolor y ha de hacer de la ausencia de necesidades un elemento vivificador. Todos estos principios conductivos impregnan el espíritu literario y son claros manantiales del canon estético japonés, en el que prevalece la conciencia de hallarse ante un mundo efímero y plagado de turbulencias.
   El libro Colección de arenas y piedras tiene mucho de espacio reservado a la memoria histórica. En sus relatos conviven los valores y actitudes más habituales de la sensibilidad japonesa medieval, contados con un tono de optimismo y un abundante eclecticismo doctrinal. Un sistema de pensamiento articulado en todas las clases sociales que hace del budismo una forma de acercarse a los elementos de la naturaleza y un paraguas de protección de las actividades humanas. Contornos de un país por fin visible.








domingo, 27 de agosto de 2017

PHILIP LARKIN. ANTOLOGÍA POÉTICA

Antología poéticaPhilip Larkin
Edición de Damià Alou
Cátedra, Letras Universales
Madrid, 2016

HUELLAS DE VIDA


Para no pocos críticos, Philip Larkin encarna una estética conservadora y estable, ligada a un enfoque amarrado a lo previsible; la diaria labor de su poesía busca la puesta en limpio de los contornos, calca una realidad cercana y tangible. Dibuja un escenario por el que se puede caminar a pie y percibir a cada paso la frustración de lo cotidiano. Su taller se contrapone al sondeo vanguardista y a ese espíritu de renovación vinculado con el afán rupturista. De este modo, Philip Larkin sería arquetipo de un realismo objetivo mientras que Thomas Stearns Eliot personificaría el otro polo, el del riesgo, con obras como La Tierra Baldía en la que el poeta construye su propio mundo a partir de un largo poema épico. Otro artífice esencial de la vanguardia sería Ezra Pound y sus Cantos pisanos Pero entender la lírica de Larkin como un ejercicio mimético no deja de ser una clamorosa simplificación. Su obra construye un territorio creativo donde la realidad se transfigura y está repleta de mundos interiores; por eso sus composiciones resultan tan emotivas e iluminadoras; por eso, siempre es un acontecimiento relevante el encuentro con una amplia selección de su poesía, como la que nos ofrece la propuesta editorial de Damià Alou desde letras Hispánicas.
La producción de Philip Larkin (1922-1985) viaja a nuestro ámbito con lentitud. Hasta 1986 no se traduce al catalán, en breve antología prologada por José María Valverde. Y tres años después Marcelo Cohen vierte al castellano Ventanas altas. La edición bilingüe contenía como pórtico el ensayo “Philip Larkin, el corazón más triste”, un esfuerzo por pasar revista al tupido sistema del itinerario lírico anglosajón y a sus aspiraciones y resonancias para entender la modernidad como una revolución. Cohen rastrea la atmósfera creadora de la Universidad de Oxford en los años cincuenta, donde se fortalece una generación de jóvenes autores que hace suyo el legado de Thomas Hardy; de esa tradición renovada emana los primeros tanteos de Larkin y su propensión a escribir una poesía austera, adherida al epitelio de cosas cercanas, en la que respira una existencia grisácea, donde el lenguaje de signos y actitudes de la rutina encuentra una mínima resistencia. Poco a poco, con humildad, como corresponde al tono general de su poesía, arranca el goteo de nuevas traducciones realizadas por Jorge Ferrer Vidal, que acerca poemas donde queda constancia de “la frialdad de la existencia, la indiferencia de la naturaleza y la hostilidad de la propia obra humana –el llamado progreso- que acaban por conformar un universo colectivo carente de coordenadas referenciales coherentes”. O las logradas versiones de Álvaro García y Jesús Llorente Sanjuán que anticipan la eclosión en 2014 de Poesía reunida, un conjunto que aglutina la obra de madurez y convierte a Larkin en un referente.
La edición Antología poética, de Damià Alou, busca el paisaje esencial del escritor anglosajón y regala algunos inéditos, no compilados en libros autónomos. Se extiende además en un sugerente esbozo biográfico que clarifica el perfil del poeta. Nacido en el seno de una familia acomodada del centro de Inglaterra, con ideas muy tradicionales –el poeta sería en su madurez un declarado admirador del liberalismo de Margaret Thatcher- y nítida preocupación cultural, Philip Larkin se va formando bajo la severa mirada de su padre y comienza a escribir en su juventud, cuando también desarrolla una sostenida afición al jazz. Su miopía le impide participar en el conflicto bélico de la II Guerra Mundial, aunque sufre sus estragos, que dejan huella profunda en algunas composiciones primerizas. Estudió en Oxford, tuvo una participación animosa con el ambiente universitario, escribió novelas y protagonizó varias relaciones sentimentales con complejas identidades femeninas.
Su obra no encuentra respaldo crítico hasta 1955. Ese año se edita Engaños, su primer trabajo de madurez, en 1962 sale Las bodas de pentecostés una entrega que lo consagra de forma definitiva, y en 1974 se distribuye Ventanas altas, que Damià Alou titula en esta edición Ventanales.
El punto de inflexión del itinerario creativo de Larkin lo marca la lectura de Thomas Hardy, en él encuentra emoción, léxico sosegado sin retoricismos pretenciosos, e inmersión en los modestos pertrechos de lo cotidiano. Así nace un dogma estético, aireado en el poema “Modestias”, cuya primera estrofa dice: “Las palabras sencillas como alas de pájaros / no mienten, / no adornan las cosas / por timidez. “. En su forma de concebir la escritura se señala la coherencia entre vida y obra como derivaciones confluentes de una misma conciencia, sin retoques ni embellecimientos pretenciosos. En su escritura traza huellas la verdad de la experiencia, el leve  paso de la grisura. Su estilo tiende al poema relato y aborda los argumentos como epifanías, como un territorio anecdótico que explora una situación, ese momento único que amalgama el suceso  y su impresión en la experiencia. De este modo, la escritura se convierte en una travesía desde el figurante verbal y el nosotros, con artificios expresivos que adquieren el tono de la oralidad.
Más que declaraciones programáticas, Philip Larkin prefiere dar voz a los versos para que ellos enuncien la verdad del poema. Deja que el lector descubra que “la poesía es emocional en su naturaleza y teatral en su funcionamiento, una hábil recreación de la emoción de la gente”. Y no duda en mostrarse en el poema como un personaje de la calle, que sobrevive y se aferra a la dignidad de ser sin conformarse, buscando un lugar sedentario en un ámbito donde todo cambia:” Con saña, cierro la puerta. / Susurra la calefacción a gas. El viento / trae la lluvia de la tarde. De nuevo, / una soledad que no me contradice / me sustenta en su palma gigante; / y como una anémona, / o un simple caracol, con cautela / se despliega, emerge, lo que soy”.





lunes, 19 de septiembre de 2016

PHILIP LARKIN. ANTOLOGÍA POÉTICA

Antología poética
Philip Larkin
Edición y traducción de
Damià Alou
Cátedra, Letras Universales
Madrid, 2016

ANTOLOGÍA POÉTICA

  La producción poética de Philip Larkin (1922-1985) viaja a nuestro ámbito con lentitud. Hasta 1986 no se traduce al catalán, en breve antología prologada por José María Valverde. Y tres años después Marcelo Cohen vierte al castellano Ventanas altas. Poco a poco, con humildad, como corresponde al tono general de su poesía, arranca el goteo de nuevas traducciones, realizadas por Álvaro García y Jesús Llorente Sanjuán, que anticipa la eclosión en 2014 de Poesía reunida, un conjunto que aglutina la obra de madurez y convierte a Larkin en un referente.
  La edición Antología poética, de Damià Alou, busca el paisaje esencial del escritor anglosajón y regala algunos inéditos, no compilados en libro autónomo. Se extiende además en un sugerente esbozo biográfico que clarifica el perfil del poeta. Nacido en el seno de una familia acomodada del centro de Inglaterra, con ideas muy conservadoras y nítida preocupación cultural, Philip Larkin se va formando bajo la severa mirada de su padre y comienza a escribir en su juventud, cuando también desarrolla una sostenida afición al jazz. Su miopía le impide participar en el conflicto bélico de la II Guerra Mundial, aunque sufre sus estragos, que dejan huella profunda en sus composiciones primerizas. Estudió en Oxford, tuvo una relación animosa con el ambiente universitario, escribió novelas y protagonizó varias relaciones sentimentales con complejas identidades femeninas.
  Su obra no encuentra respaldo crítico hasta 1955. Ese año se edita Engaños, su primer trabajo de madurez, en 1962 sale Las bodas de pentecostés, una entrega que lo consagra de forma definitiva, y en 1974 se distribuye Ventanas altas, que Damià Alou titula en esta edición Ventanales.
  El punto de inflexión del itinerario creativo de Larkin lo marca la lectura de Thomas Hardy, en él encuentra emoción, léxico sosegado sin retoricismos pretenciosos, e inmersión en los modestos pertrechos de lo cotidiano. Así nace un dogma estético, aireado en el poema “Modestias”, cuya primera estrofa dice: “Las palabras sencillas como alas de pájaros / no mienten, / no adornan las cosas / por timidez. “. En su forma de concebir la escritura se señala la coherencia entre vida y obra como derivaciones confluentes de una misma conciencia, sin retoques ni embellecimientos pretenciosos. En su escritura traza huellas la verdad de la experiencia, el leve  paso de la grisura diaria. Su estilo tiende al poema relato y aborda los argumentos como epifanías, como un territorio anecdótico que explora una situación, ese momento único que amalgama el suceso  y su impresión en la experiencia. De este modo, la escritura se convierte en una travesía desde el figurante verbal y el nosotros, con artificios expresivos que adquieren el tono de la oralidad.
  Más que declaraciones programáticas, Philip Larkin prefiere dar voz a los versos para que ellos enuncien la verdad del poema. deja que el lector descubra que “la poesía es emocional en su naturaleza y teatral en su funcionamiento, una hábil recreación de la emoción de la gente”.


martes, 16 de junio de 2015

MARIO VARGAS LLOSA. AÑOS DE APRENDIZAJE

Los cachorros
Mario Vargas Llosa
Edición de Guadalupe Fernández Ariza
Cátedra, Letras Hispánicas
Madrid, 2010

AÑOS DE APRENDIZAJE
 
   La abrumadora aportación de la literatura hispanoamericana al reciente legado del español actual alcanza su momento áureo en un puñado de figuras magistrales nacido al otro lado del océano. Máximo ejemplo de integración e identidad, en el idioma no se advierten fracturas.  Mario Vargas Llosa es uno de esos nombres que marcan senda en nuestra realidad cultural. Nacido en Arequipa (Perú) en 1936, su vocación literaria arranca temprano. Tras los cursos en la Universidad de San Marcos de Lima viaja a Europa, donde publica en 1959 su obra auroral, Los jefes, y tres años más tarde La ciudad y los perros, título que supone su consagración y le concede sitio en la emergente literatura del “Boom”, un movimiento sin definición estética unitaria que aglutina propuestas de ultramar y descubre a escritores como Carlos Fuentes, Julio Cortázar, José Donoso, José Lezama, Gabriel García Márquez o el propio Vargas Llosa, quien alcanza su madurez narrativa en La casa verde, Los cachorros y Conversaciones en la catedral.
  En casi medio siglo de escritura, el autor ha ejercido una notable labor ensayística y ha entregado otras tantas novelas con múltiples reconocimientos y premios tan importantes como el Príncipe de Asturias, el Planeta, el Cervantes y, en 2010, el Premio Nobel, concedido por la Academia Sueca “por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”. En tan vasta producción Los cachorros, editado por primera vez en 1967, en la colección “Palabra e imagen” de editorial Lumen, se singulariza por la originalidad de un argumento de alta carga simbólica que, como suele ser norma en la narrativa del peruano, comparte personajes con otras ficciones. La cronología de Los cachorros abarca un periodo temporal de veinticinco años. Comienza cuando los sujetos narrativos se integran en el colegio Champagnat, un microcosmos del barrio limeño de Miraflores, escenario urbano habitual de la clase media peruana. Este arranque de la educación sentimental en un centro religioso supone un largo aprendizaje en el que Cuéllar es el actor central. El discurso es una crónica en la que el narrador configura, ordena y  pone distancia al airear una voz colectiva de ritmo fluido. En ella se yuxtaponen diferentes niveles lingüísticos. El código oral de la infancia, tras el aprendizaje de normas y actitudes, muda los registros; quien relata parece una emanación del grupo y participa en cada una de las identidades. El aparato crítico de la edición permite  conocer los valores semánticos de muchos términos del habla coloquial miraflorino. Se logra trasmitir un efecto de verismo contextual incorporando locuciones exclamativas, giros enfáticos y frases de gran condensación expresiva que se suceden alternando las voces sin interrupción, como si el sonido ambiente envolviera. 
  En la historia de Cuéllar y sus amigos se cumple lo que escribía Antonio Muñoz Molina: “Las grandes novelas de Mario Vargas Llosa funcionan como laberintos constructivos que han de ir siendo descifrados gradualmente por la inteligencia y la imaginación del lector”.
 
                                                                 

martes, 11 de noviembre de 2014

WILLIAM SHAKESPEARE. SONETOS

Sonetos
W. Shakespeare
Edición bilingüe del Instituto Shakespeare
Preparada por Jenaro Talens y Richard Waswo
Cátedra, Letras Universales, Madrid, 2014
 
SONETOS
 
   Lo escribió con acierto inteligente Harold Bloom: un clásico es el libro que mantiene en el transcurso del tiempo una vigencia inalterable. La definición cuadra  bien con los sonetos de William Shakespeare; nunca malgastan su incontestable magisterio. Ahora regresan a la mesa de novedades en edición bilingüe, con traducción del poeta  Jenaro Talens y prólogo de Richard Waswo, también responsable del aparato crítico complementario.
   El prólogo recuerda el devenir histórico de la estrofa hasta el asentamiento como formato central a mediados del siglo XVI. En esa época se convierte en estructura ideal en casi todos los países europeos gracias a la pericia de algunos maestros italianos que pulieron, con mínimo detalle, las posibilidades de metro y rima. El esquema llega a Inglaterra en la década de 1580 con una mutación: aquí, el endecasílabo italiano se transforma en alejandrino.
    William Shakespeare, volcado en una convulsa deriva vital y en una incansable labor teatral, no interviene directamente en la compilación del centón largo de sonetos. Solo se limitó a distribuir los elogiados manuscritos entre un reducido círculo de allegados. Sería Thomas Torpe quien emprende el viaje a la imprenta en 1609, aunque se desconocen qué circunstancias recorren los manuscritos hasta los días de la publicación. Sobre aquella primera salida se suceden las especulaciones que, de forma tenaz, se suman a las dubitaciones creadas por el texto. Nada sabemos todavía de la misteriosa identidad que figura en la dedicatoria y hay muchas lagunas  en poner rostro y nombre a los personajes que protagonizan los argumentos. Al cabo, cada época busca su propia investigación, aunque es el periodo romántico el que más se empeña en fusionar autobiografía y escritura.
   Perduran estos interrogantes en el tiempo. William Shakespeare no señala fechas, ni describe lugares ni anuncia intenciones éticas en el cauce del verso. Solo hace del amor y sus variables un eje central, un monolítico asunto literario cuya psicología admite un profundo sondeo.  La introducción expande también aclaraciones sobre las características formales, la complejidad de los argumentos verbales y analiza los enfoques y perspectivas que ocupa la voz poemática al abordar cada soneto.
   La traducción de Jenaro Talens no mantiene la rima porque busca sobre todo una versión fiel de las cualidades semánticas. Sí en cambio mantiene el aire lírico de cada pieza que llega al lector con la calidad de una sugerente sintaxis. Es lo esencial de la traducción: que mantenga el espíritu de quien trazó los renglones escriturales, que sobreviva al tiempo y deje las líneas maestras de calidad y belleza que tuvo en su edición original. Y aquí se logra plenamente. Volver a W. Shakespeare es regresar con paso firme a lo mejor de la literatura.