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lunes, 2 de enero de 2017

WILLIAM SHAKESPEARE. SONETOS

Sonetos
Willian Shakespeare
Traducción e introducción de
Pedro Pérez Prieto
Nivola, Edición bilingue, Madrid, 2008

                  DESEO Y PENSAMIENTO

   Nacido en Stratford-upon-Avon en 1564, William Shakespeare es por acuerdo unánime el escritor más importante de la literatura anglosajona. Así lo ha manifestado también en su famoso canon occidental Harold Bloom aduciendo que es un  creador de caracteres emblemáticos y supera a los demás en “agudeza literaria, energía lingüística y poder de invención”. Pero en su obra también ocupa un destacado espacio la poesía. Shakespeare escribió  dos poemas largos, Venus y AdonisLa violación de Lucrecia, y una notable colección de sonetos que ahora traduce Pedro Pérez Prieto en una edición bilingüe que permite cotejar la aceptable equivalencia entre los dos idiomas. El liminar se adentra en la cartografía biográfica y en el contexto epocal y analiza el peculiar lirismo de un autor siempre proclive a la propuesta lúdica y al doble sentido.
   El prologuista expone los principios de su versión. Un enfoque sencillo, claro y exigente que se atiene al respeto escrupuloso de elementos formales como la rima consonante, además comenta algunas estrategias concretas para seleccionar el sentido más literal.
   Recoge la muestra ciento cincuenta y cuatro sonetos que se publicaron por primera vez en 1609, aunque dos se habían anticipado en un florilegio colectivo, sin polemizar sobre autoría dudosa o sobre los inspiradores concretos de algunos textos; es sabido que la ingente bibliografía sobre el inglés  sigue sin clarificar abundantes cuestiones biográficas. Los secretos vitales propician de cuando en cuando un largo repertorio de especulaciones en los suplementos literarios. En esos años perdidos caben los efectos expansivos de cuestiones que forjaran el posterior destino literario; pero lo que verdaderamente cuenta es el talento que se despliega en sus creaciones líricas o dramáticas.
   Desde el principio se percibe la confluencia de tramas argumentales en torno a un motivo prioritario: el amor. Es un amor que monopoliza el pensamiento y no conoce calma ni sosiego, pero el destinatario se oculta y queda en una zona de sombra, como sucede también con la dedicatoria. En realidad se puede hablar de varios destinatarios; las composiciones iniciales exhortan a un joven al matrimonio para poder compartir y perpetuar su belleza; son los conocidos sonetos de la procreación. A partir del decimoséptimo, el tono dialogal varía y el propósito exhortativo se sustituye por formulaciones reflexivas sobre el sentimiento amoroso, con variantes tópicas como el mal de ausencia, la celebración del deseo o la imagen idealizada del otro. Desde el soneto 127  hasta el final se escribe para una identidad que goza de los favores del amado y se incorporan nuevos asuntos como la infidelidad o el control del deseo.
   El amor se manifiesta por sus cualidades, una de ellas es la belleza, que se celebra con un enfoque hiperbólico: es un ideal que inspira versos que la liberan de cualquier condición mudable. En el extremo del existir está el solitario, incapaz de tender puentes hacia el otro.
   La característica formal más relevante del soneto de Shakespeare es que, frente al esquema clásico –dos cuartetos y dos tercetos- prefiere el soneto elisabetiano compuesto por tres cuartetos y un pareado que culmina la disposición argumental.   
   Los sonetos de Shakespeare apuntalan aún más la pertinencia de su lugar en el catálogo más aristocrático, superan las convenciones del amor cortés tradicional y la retórica amorosa renacentista y anticipan la lírica meditativa posterior. Pocas veces, en su escueto reducto  y en su ambigua semántica, los versos no causan una conmoción emotiva, no imprimen las huellas de una escritura vigorosa y verdadera, inalterable a la erosión del tiempo.


                                                                                  

jueves, 24 de diciembre de 2015

TIEMPO NUEVO

Fotografía de Andrés Romarís
(2015)

TIEMPO NUEVO

                                                        La vida es un cuento contado
                                                      por un idiota, lleno de ruido y
             furia
                                                                 W. Shakespeare

Y que no sea
un mar en desvarío
de ruido y furia.



martes, 11 de noviembre de 2014

WILLIAM SHAKESPEARE. SONETOS

Sonetos
W. Shakespeare
Edición bilingüe del Instituto Shakespeare
Preparada por Jenaro Talens y Richard Waswo
Cátedra, Letras Universales, Madrid, 2014
 
SONETOS
 
   Lo escribió con acierto inteligente Harold Bloom: un clásico es el libro que mantiene en el transcurso del tiempo una vigencia inalterable. La definición cuadra  bien con los sonetos de William Shakespeare; nunca malgastan su incontestable magisterio. Ahora regresan a la mesa de novedades en edición bilingüe, con traducción del poeta  Jenaro Talens y prólogo de Richard Waswo, también responsable del aparato crítico complementario.
   El prólogo recuerda el devenir histórico de la estrofa hasta el asentamiento como formato central a mediados del siglo XVI. En esa época se convierte en estructura ideal en casi todos los países europeos gracias a la pericia de algunos maestros italianos que pulieron, con mínimo detalle, las posibilidades de metro y rima. El esquema llega a Inglaterra en la década de 1580 con una mutación: aquí, el endecasílabo italiano se transforma en alejandrino.
    William Shakespeare, volcado en una convulsa deriva vital y en una incansable labor teatral, no interviene directamente en la compilación del centón largo de sonetos. Solo se limitó a distribuir los elogiados manuscritos entre un reducido círculo de allegados. Sería Thomas Torpe quien emprende el viaje a la imprenta en 1609, aunque se desconocen qué circunstancias recorren los manuscritos hasta los días de la publicación. Sobre aquella primera salida se suceden las especulaciones que, de forma tenaz, se suman a las dubitaciones creadas por el texto. Nada sabemos todavía de la misteriosa identidad que figura en la dedicatoria y hay muchas lagunas  en poner rostro y nombre a los personajes que protagonizan los argumentos. Al cabo, cada época busca su propia investigación, aunque es el periodo romántico el que más se empeña en fusionar autobiografía y escritura.
   Perduran estos interrogantes en el tiempo. William Shakespeare no señala fechas, ni describe lugares ni anuncia intenciones éticas en el cauce del verso. Solo hace del amor y sus variables un eje central, un monolítico asunto literario cuya psicología admite un profundo sondeo.  La introducción expande también aclaraciones sobre las características formales, la complejidad de los argumentos verbales y analiza los enfoques y perspectivas que ocupa la voz poemática al abordar cada soneto.
   La traducción de Jenaro Talens no mantiene la rima porque busca sobre todo una versión fiel de las cualidades semánticas. Sí en cambio mantiene el aire lírico de cada pieza que llega al lector con la calidad de una sugerente sintaxis. Es lo esencial de la traducción: que mantenga el espíritu de quien trazó los renglones escriturales, que sobreviva al tiempo y deje las líneas maestras de calidad y belleza que tuvo en su edición original. Y aquí se logra plenamente. Volver a W. Shakespeare es regresar con paso firme a lo mejor de la literatura.