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Viajeros sedentarios José Luis Morante Editorial La Garúa Colección Haikus Barcelona, 2025 |
ENCUENTROS
De entrada, la materia poética del haiku
muestra aparente sencillez y una severa pauta métrica. Su consolidación se
remonta hacia el siglo XVII, aunque existían precedentes en el copioso cauce de
la antigua poesía japonesa. El devenir asentó con paciencia los peculiares rasgos
tonales y alentó una discreta evolución en las voces que enseñaron a sentir:
Matsunaga Teitoku, Nishiyama Soin, Matsuo Basho, Yosa Buson o Kobayhashi Issa. En
todas, la fuerza del poema se cimenta en la modesta química de lo instantáneo. El
vuelo asegura una intensidad gozosa. Pupila abierta para cobijar argumentos
transparentes, más allá de la supuesta condición de lírica estacional. La carencia
de artificio retórico crea la sensación de chispazo inmediato, de fruta a punto.
El equilibrio de la estrofa se ha ido aclimatando en espacios
geográficos distantes. Desde principios del siglo XX se escriben haikus en Francia,
España o Italia y comienza a ser registro expresivo habitual en países
latinoamericanos como México, Venezuela y Ecuador. La diversidad de intentos
advierte que no hay una sola modalidad sino un transitar que fecunda surcos y
recrea asuntos alejados del tradicional enfoque temporal. Además, en sus versos
se pueden escuchar las pulsaciones del hablante verbal, ya exento del velado
biográfico que negaba al autor sus razones de vida.
La observación –sea interior o exterior- concede al trío versal una
savia más libre, un fluir pensativo, ajeno a penumbras intelectuales e impregnado
por la cercana presencia del escenario. Así nace un haiku aposado en la
percepción que refleja los principios canónicos y su cadencia musical.
Sin pretensiones dogmáticas, el poema mira el horizonte donde ascienden
sensaciones que buscan el levitar del aire. Desde lo inmediato, las palabras
caminan hacia una amanecida renovada a diario. Las imágenes visuales se visten
de víspera, mientras preservan los registros luminosos del contraste.
Los haikus de
Viajeros sedentarios
acogen el contacto con lo efímero, el suceso mínimo cotidiano y la maraña
de encuentros con protagonistas y secundarios de la vida social. Suman instantáneas.
Despliegan rutinas y dibujan con trazo descriptivo la dermis del tiempo. Son
eclécticos. Aluden a facetas dispares del aquí en el ahora, a esa aparente acción
tocada por la contingencia que ya dobla la esquina.
José Luis Morante
Prólogo del libro Viajeros sedentarios
Rivas, invierno de
2024