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sábado, 3 de enero de 2015

ANÁFORA (Revista literaria)

ANÁFORA nº 3, diciembre de 2014
Revista literaria de crítica y creación
(Periodicidad trimestral)
Coordinan Cristian David López y Pablo Núnez
Impronta  Editorial (Asturias)
 
ANÁFORA (Creación y crítica)
 
   Desde hace unos años, se habla de las revistas literarias en papel con tono lastimero y pesimista, como si su extinción fuera un hecho, por no saber utilizar el salvavidas entre los oleajes del mercado. Así que cada proyecto editorial que alumbra iniciativas siempre merece la sonrisa cómplice y la gratitud de los amantes del género que saben que las revistas son la fórmula más atinada de repasar el trabajo en activo del momento. La jovencísima Anáfora, coordinada por los poetas Cristian  David López y Pablo Núñez, y alentada por el núcleo literario de la tertulia Oliver, de Oviedo, desde Impronta Editorial, apenas tiene un año de vida y cierra el año 2014  con su número 3 que integra un completo sumario.
  La sección inicial se dedica a la poesía, verdadero aliento vital de la publicación, y aglutina voces reconocidas de amplio trayecto –Dionisia García, Felipe Benítez Reyes, José Cereijo, Antonio Rivero Taravillo…- junto a amanecidas poéticas, que llaman con fuerza a los escaparates de novedades, como Rodrigo Olay, Sandra Sánchez o Miguel Floriano.
  El cuerpo central de la revista aglutina traducciones, a cargo de Catarina Valdés, Hilario Barrero y Sergio Álvarez, un apartado en prosa con relatos y artículos sobre actualidad literaria, y una entrevista de Carlos Iglesias al premiado Jaime Martínez, último ganador del certamen poético Antonio carvajal, que estrena libro en la prestigiosa editorial Hiperión.
   El cierre de lecturas repasa las estanterías y sus asientos más recientes. Comenta entregas de Javier Lostalé, Carlos Alcorta, Javier Salvago, junto a lecturas siempre recomendables, como la de Eugenio de Andrade.
   Una completa entrega, amena y festiva, que sirve para asomarse al cristal limpio del presente y acercarnos a sus incansables itinerarios.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. LÍNEA ROJA.

Línea roja
José Luis García Martín
Impronta, Gijón, 2013
 

RECUENTO

   Aunque parezca una definición pretenciosa, un crítico es sobre todo un lector activo en confrontación con la mala literatura. En esa tarea consume  “muchas horas libres” el incansable José Luis García Martín, poeta, profesor universitario, traductor, antólogo, conferenciante, viajero y escritor de diarios. Sobre la personalidad del extremeño asturiano han hecho fortuna unos cuantos clichés que yo no voy a repetir pero que justifican el umbral de ironía que abre Línea roja. Las anotaciones iniciales son unas instrucciones de uso, una especie de brújula manejable que oriente al despistado lector. Son pautas literarias con mensaje para los habituales seguidores del escritor, entre los que me cuento; y consiguen arrancar la lectura con la sonrisa puesta, un buen comienzo.
   Resulta de interés sondear las connotaciones de un título proclive a varias interpretaciones: la línea roja es aquella frontera por detrás de la cual varían las condiciones de seguridad; a los sesenta años el autor se siente en el tramo final de la madurez y en los albores de la senectud, donde  la erosión y el desgaste se acentúan y la fisiología muestra las primeras carencias. El titulo sugiere además que el diario, propuesta escrita para recorrer en compañía un paisaje interior, no cruzará nunca la línea roja de la confidencia personal. Las minucias de lo privado son asuntos que a nadie interesan sino al sujeto.
   Hallamos en la estructura textual de este diario casi todo lo que las expectativas demandan: las preferencias sobre libros leídos, los argumentos rutinarios de una identidad encaramada al punto de observación de la experiencia, la particular arquitectura de los lugares de paso, aunque el poeta sabe que “la mejor manera de viajar es soñar el viaje que nunca se ha hecho” y la nutrida crónica de sucesos del presente, un tiempo que tiene una manifiesta inclinación a la paradoja. Hay también borradores del taller, haikus y aforismos que aluden al gusto por  la concisión y por la frase que condensa una reflexión ética o un juicio crítico, más o menos lapidario. Muy fugazmente aparecen esas estelas de ingenio, tan jaleadas como actos de independencia estética: las chispas sobre nombres propios que son opiniones, casi ponderadas y ecuánimes, que traspapelaron la intemperancia.
  Ya se ha dicho, del diario íntimo como exposición confidencial de una existencia concreta queda poco. Las bóvedas interiores permanecen bajo cubierta porque en el itinerario de Línea roja el yo es un personaje más, tratado con pretensiones de objetividad, aunque el velado discurso confesional tenga continuidad con anteriores entregas autobiográficas.
  Tras la lectura, queda la certeza de que, en el itinerario creador de José Luis García Martín, la autobiografía no es un género menor, una actividad intermedia entre la poesía y la crítica, sino una mañana limpia, el azul intacto de la buena literatura. 

jueves, 4 de julio de 2013

HILARIO BARRERO. NUEVA YORK A DIARIO.

Nueva York a diario
Hilario Barrero
Impronta, Gijón, 2013

 
DESDE BROOKLYN
 
   El diario es un género de ojos abiertos,  atento a pormenores que fomentan la búsqueda de felicidad o su espejismo en cualquier lugar, incluso en Nueva York, una ciudad en continuo movimiento, cuya fisionomía engloba todos los sitios. En Ávila, una ciudad mucho más humilde, hecha a la medida del hombre, comienzo la lectura de Nueva York a diario, sexta entrega autobiográfica del poeta y profesor español Hilario Barrero.
   Los puntos cardinales de la curiosidad requieren afrontar las percepciones con la luz auroral del descubrimiento. El espacio central sobre el que se posa la atenta mirada del observador es Brooklyn, el barrio donde el escritor desde que, a finales de los años setenta, fijara su residencia por las actividades docentes. La página percibe en cada rincón una lección de sociología y urbanismo, un museo abierto de tipos humanos y actitudes convivenciales.
   El discurrir asienta la reflexión elegíaca. Pasan los años y se constatan las mutaciones de la realidad en la conciencia. La temporalidad conmueve y condiciona; deja entre las manos una escasa cosecha. Como sugiere este fragmento aforístico: “envejecer es pasar nombres des de la agenda de direcciones a la agenda del recuerdo” (pág. 62). La existencia obliga a caminar junto a identidades que emplean un similar tono de voz para encontrar la tierra firme de certezas que van y vienen. entre lo cotidiano. Así se va trazando un largo recorrido hasta el ocaso, se abre un silencio crepuscular en el que se apaga la rutina.
   Una de los recursos habituales para vencer la endogamia de lo autobiográfico es el viaje. Asistimos a los frecuentes desplazamientos por geografías diversas. En la literatura de Hilario Barrero nunca falta la raíz, los años de infancia en Toledo donde estaba la casa familiar; también Asturias, donde viven tantos amigos, es siempre un lugar de regreso, con rincones para la evocación y con lugares de encuentro en los que la amistad se cultiva. Los itinerarios suman nombres para la memoria, estén o no prestigiados por la literatura, como Venecia y su inagotable cosmopolitismo, Florencia, o los límpidos territorios de Canadá.
   Angustia la certeza del discurrir; los años suman ausencias y la escritura se convierte cada vez más en un intento de conservar lo transitorio, de fijar el testimonio de la emoción que aporta lo aparentemente sencillo: el cuidado de un animal doméstico, la vida en la calle, el vecindario, el desempeño de las clases, la música, una publicación…
   “La vida está hecha de rutinas, de gestos repetidos, de imposiciones, de normas”, y el diario es fiel reflejo de esa monotonía hecha de motivos recurrentes. En Nueva York a diario se dibujan con nitidez los rasgos del entorno, esos destellos nunca indiferentes o desapercibidos, pero también la intimidad confesional de quien busca el secreto de vivir, un lejano paisaje hecho de inteligencia y corazón.