Línea roja José Luis García Martín Impronta, Gijón, 2013 |
RECUENTO
Aunque parezca una definición pretenciosa, un crítico es sobre todo un
lector activo en confrontación con la mala literatura. En esa tarea
consume “muchas horas libres” el
incansable José Luis García Martín, poeta, profesor universitario, traductor,
antólogo, conferenciante, viajero y escritor de diarios. Sobre la personalidad
del extremeño asturiano han hecho fortuna unos cuantos clichés que yo no voy a
repetir pero que justifican el umbral de ironía que abre Línea roja. Las anotaciones iniciales son unas
instrucciones de uso, una especie de brújula manejable que oriente al despistado lector. Son
pautas literarias con mensaje para los habituales seguidores del escritor,
entre los que me cuento; y consiguen arrancar la lectura con la sonrisa puesta, un buen
comienzo.
Resulta de interés sondear las connotaciones de un título
proclive a varias interpretaciones: la línea roja es aquella frontera por
detrás de la cual varían las condiciones de seguridad; a los sesenta años el
autor se siente en el tramo final de la madurez y en los albores de la
senectud, donde la erosión y el desgaste
se acentúan y la fisiología muestra las primeras carencias. El titulo
sugiere además que el diario, propuesta escrita para recorrer en compañía
un paisaje interior, no cruzará nunca la línea roja de la
confidencia personal. Las minucias de lo privado son asuntos que a
nadie interesan sino al sujeto.
Hallamos en la estructura textual de este diario casi todo lo que las
expectativas demandan: las preferencias sobre libros leídos, los
argumentos rutinarios de una identidad encaramada al punto de
observación de la experiencia, la particular arquitectura de los lugares de
paso, aunque el poeta sabe que “la mejor manera de viajar es soñar el viaje que
nunca se ha hecho” y la nutrida crónica de sucesos del presente, un tiempo que tiene una
manifiesta inclinación a la paradoja. Hay también borradores del taller, haikus y aforismos que aluden al gusto
por la concisión y por la frase que condensa una reflexión ética o un juicio crítico,
más o menos lapidario. Muy fugazmente aparecen esas estelas de ingenio, tan
jaleadas como actos de independencia estética: las chispas sobre nombres
propios que son opiniones, casi
ponderadas y ecuánimes, que traspapelaron la intemperancia.
Ya se ha dicho, del diario íntimo como exposición confidencial de una
existencia concreta queda poco. Las bóvedas interiores permanecen bajo cubierta
porque en el itinerario de Línea roja el yo es un personaje más, tratado con
pretensiones de objetividad, aunque el velado discurso confesional tenga
continuidad con anteriores entregas autobiográficas.
Tras la lectura, queda la
certeza de que, en el itinerario creador de José Luis García Martín, la
autobiografía no es un género menor, una actividad intermedia entre la poesía y
la crítica, sino una mañana limpia, el azul intacto de la buena literatura.
No lo he leído aún. Hace tiempo que no me paso por las librerías donde pueden tenerlo y García Martín ya no me manda nada de lo que publica. Buena reseña, José Luis. Un beso fuerte.
ResponderEliminarPues es mero despiste porque José Luis García Martín te quiere muchísimo, sabe que eres una amiga entrañable y sabe también que eres muy buena lectora. Así que seguro que el envío está al caer.
EliminarUn fuerte abrazo, Herme, tienes el secreto encanto de quien siempre prodiga alrededor buenas vibraciones. Sin ti la literatura no sería.
Anotado queda en la lista de pendientes. Gracias.
ResponderEliminarLos títulos se acumulan en la mesa y cada uno de nosotros tiene su propio ritmo lector. Yo no sé vivir sin leer y José Luis García martín es una garantía de buena literatura.
EliminarAbrazos.