Mostrando entradas con la etiqueta Roger Wolfe. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Roger Wolfe. Mostrar todas las entradas

jueves, 7 de diciembre de 2017

ROGER WOLFE. ALGO MÁS ÉPICO.

Algo más épico sin duda
(Antología poética)
Roger Wolfe
Renacimiento, Sevilla, 2017

HUELLAS

 El ciberespacio digital y toda su utillería de chismes tecnológicos y procesos en red no ha reducido ni un solo gramo de desengaño y frustración en el ahora, así que el carácter poético de Roger Wolfe y su empeño por asomarse al abismo en cada poema permanece intacto. Desde su primera entrega en los años ochenta, el poeta descree de las utopías; si alza los ojos no descubre ningún horizonte azul intacto sino los arrabales de un cielo en derrumbe.
  La antología Algo más épico sin duda ofrece un selecto muestrario de composiciones editadas entre 1986 y 2014 y aporta al quehacer versal un amplio prólogo escrito expresamente para esta selección. El poeta sondea la memoria para vislumbrar los trazos que precedieron a Diecisiete poemas, cuaderno de amanecida, aunque donde realmente encuentra su acento tonal es en Días perdidos en los transportes públicos; allí nace una retórica directa, confesional y labrada con un lenguaje callejero que madura y tiene continuidad en Hablando de pintura con un ciego. Wolfe se convertía de este modo en uno de los representantes más celebrados del realismo sucio, una etiqueta expansiva que desplegó en los años noventa, con todos los matices vitales. De ahí emerge el poema, ensimismado y enfermo de ironía, con una dura circunstancia vital que emergía sin tapujos en el libro Arde Babilonia. Casi buscando una salida al callejón de lo autobiográfico, el poeta ensaya en la nueva entrega, Mensajes en botellas rotas una  convivencia pactada entre el poema río y la forma dialogal, próxima al realismo alucinado. Del estado anímico de escritura en el cierre de siglo y de extenuación orgánica y emocional habla el poemario Cinco años de cama, editado en Zaragoza en 1998. Todavía en aquel tiempo, donde el inglés traducido y hablado por razones personales con frecuencia, se convierte casi en lengua diaria nace un nuevo libro, en edición bilingüe, Enredado en el fango en el que prevalece un fuerte tono introspectivo.

   La apertura de siglo afianzó la salida de una entrega híbrida, El arte en la era del consumo, formada por poesía y relato; no tarda en volver a los estantes  con Vela en este entierro (32 poemas en forma de prosa), una edición semiartesanal de Planeta Clandestino que aglutina en sus retazos en prosa reflexiones, aforismos, esbozos de poemas y microcuentos. Tras un largo silencio regresa con Afuera canta un mirlo en 2009, un ejemplo de sosegado intimismo y melancolía pensativa.
   Como un balance de escritura se organiza el poemario Gran esperanza un tiempo, un libro significativo e iluminador del trayecto biográfico y de las circunvoluciones de su ideario estético. En esos contraluces de lo existencial la poesía emerge como fe de vida y como posibilidad de ser desde la perplejidad. La voz se resiste a desgajarse de sus orígenes; ensaya de nuevo un verso transparente, comprometido con los pormenores existenciales, rotundo y narrativo al afrontar los rincones de lo real y el trascurrir de una memoria que encuentra en las palabras cauce y liberación.
   Como un apéndice entre los magníficos contenidos de La galla ciencia, la revista capitaneada por Noelia Illán Conesa, apareció en 2014 El amor y media vuelta. Muy bien editada con ilustraciones de María Simó, la obra es un poemario amoroso protagonizado por un amante bilingüe cuyas composiciones recuerdan estampas visuales, por su fuerza expresiva; en ellas el amor aparece como cima existencial, como constatación de que es la única forma de vivir en la intensidad sin caminar hacia el vacío o ser capturado por las telarañas de la abulia y el sinsentido.
  La propuesta poética de Roger Wolfe, desde esta selección de Algo más épico sin duda, se singulariza por la permanencia de sus rasgos diferenciadores, más allá de denominaciones coyunturales. Su voz nace de un mismo núcleo de obsesiones en torno a los fundamentos íntimos de la existencia. Pujante y radical, mantiene una fuerte relación crítica con una realidad compulsiva y disgregadora. Visibiliza un proceso verbal con una densa unidad interna, hecho de contrastes y búsquedas, que se empeña en dibujar sin concesiones una cartografía del ser y la angustia, un mapa existencial que lucha contra el tiempo.   


lunes, 16 de diciembre de 2013

POETA CON CORBATA


 
POETA CON CORBATA

  En mi armario dormita una vistosa colección de corbatas. Casi todas suman estampaciones coloristas como libélulas en vuelo. En la universidad privada de sus tejidos he aprendido mucho. Todos saben cuántas didácticas sugieren sobre la existencia y obras del encorbatado. Recuerdo un curso completo de recuerdos al paso.
   En Asturias visité con corbata la casa de Roger Wolfe. Yo leía en el Ateneo Obrero de Gijón poemas de Población activa, libro que llevaba en mis manos. No nos conocíamos más que por las cartas y ediciones intercambiadas. Roger pensó que aquel sujeto plantado ante su puerta era un vendedor de biblias, un agente de seguros o un testigo de Jehová en tareas evangelizadoras.  O las tres cosas. Así que ojeó la mirilla, enfocó mi corbata en la distancia corta de la prevención y no abrió la puerta. Oí los pasos dentro pero no insistí.
  Llevé corbata a unas jornadas literarias de la Rábida en las que compartí habitación con Rafael Inglada, entonces con dilecto gusto por lo picassiano. Anudado en mi cuello, tenía un dibujo de Picasso que dejé, casi de inmediato, en manos de Rafael. Allí quedaron, esperando la brisa de Málaga, aquellas señoritas de Avignon dispuestas a bañarse en el azul del  Mediterráneo.
   Para la entrega del Premio Hermanos Argensola en Barbastro, llevé corbata en la cena con Manuel Vilas y Pere Rovira. Los dos comentaron con verbo rumoroso y una copa en la mano que “hay que saber llevar una corbata”. Lo decían con la voz templada de quien no sabe cómo uso yo la dichosa prenda. También en Barbastro, en la lectura programada de la biblioteca, un oyente contextualizó su pregunta final argumentando que “yo tenía pinta de director de sucursal bancaria más que de poeta, pero que mis versos le habían gustado y prometía leerlos, eso sí, poco a poco, en cualquier rato del futuro".
   Viví perplejidades corbateras en Punta Umbría, Sevilla, Béjar, Ávila, Rivas… y en otros itinerarios difusos. Son datos que confirman que cuando llega la insolvencia de lo cotidiano hay que llevar corbata.