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lunes, 25 de febrero de 2019

YOLANDA DELGADO. "ANTES DE ARROJARSE AL MAR, LA SEÑORA BROWN FUE A MISA"

"Antes de arrojarse al mar, la señora Brown fue a misa"
Yolanda Delgado
Ediciones Baile del Sol, Colección Sitio de Fuego
Tegeste, Tenerife, 2018


INCIDENCIAS


   La escritura de Yolanda Delgado (las Palmas de Gran Canaria, 1957) fortalece un fuerte perfil literario que elige como estrategia más recurrente el relato. Con Estudios en Publicidad, Relaciones Públicas, y un quehacer laboral relacionado con la televisión y la gestión editorial, firmó en 2016 la compilación de relatos Puro cuento. Aquel volumen difundía un ideario ficcional basado en el realismo, pero siempre atento a sorprender el lado onírico de lo real, esos espacios de líneas difusas que amplían las apariencias sensoriales con líneas de sombras.  
  Abre su nueva entrega, también integrada en el catálogo de Baile del Sol, el relato que da título al libro “Antes de arrojarse al mar, la señora Brown fue a misa”. El aserto enunciativo corresponde a un verdadero titular de prensa que siembra su significado entre la sugestión y el absurdo. Con él arranca su cuaderno de viaje por esta travesía argumental que deja entre las manos el sabor agrio de la convivencia. El itinerario de pareja tiende a la marejada y a una fuerte erosión de identidades que van minando el afán de seguir y convierten a los dos en ramas solitarias y desgajadas, quemadas por la intemperie.
  Si en el relato inicial, la autora emplea el tono objetivo del narrador en tercera persona, la cercanía ficcional se acentúa cuando emplea el lenguaje directo del testigo. La estrategia permite percibir en el relato afinidades con lo biográfico, como sucede en “Cuando una tortuga y Primo Levi me salvaron”. El cuento adquiere la apariencia de un diario autobiográfico que introspecciona los baches diarios. Las secuencias textuales “son brochazos dispersos, pienso. Un cuadro de impresiones, la estela que dejan los días tras de sí, la vida en un collage, sin trama ni final, como los cuentos de Chéjov”.
  El engarce narrativo contrasta asuntos argumentales y registros formales dispares para que se preserve de manera intacta el interés del lector; así se yuxtaponen cuentos líricos, como el de “¡Penélope no corras!”, donde la carga sentimental trasciende el relato de iniciación al desamparo; o la prosa casi ensayística de “El Efecto mariposa en la psique humana” que parece extraída de un informe científico. Junto a ellos el relato breve que hace de la ironía el chispazo final, que alza vuelo en el cierre, o ese monólogo interior de “Solos” que me parece uno de los mejores del conjunto. En él, un yo indagatorio repite las acciones aleatorias de lo rutinario mientras hace por dentro un repaso, casi balance, de su relación sentimental en el tiempo. Queda en su desembocadura un estado de extrañeza que solo concluye cuando la química de alguna pastilla convoca al sueño.
  Junto al entrelazado de la pareja, otro venero fuerte del libro es la voz del recuerdo. Regresa como un bumerán aquella sensibilidad desplegada de la niñez, cuando todavía era posible la claridad del sol de mediodía. Un paréntesis existencial capaz de alojar la transición diaria entre los renglones de la cartilla Palau, o corregir torpezas con goma de borrar. Ejemplos de estos fragmentos cristalizados de lo autobiográfico son cuentos como “El bello durmiente”, “La cartilla de leer” o “Exploradores del aire”.
   La diversidad alecciona. Hay humor, ironía, recuperación de la memoria histórica y del anecdotario cultural, leves microrrelatos y una entrevista apócrifa a James Joyce, que puede leerse como una entrevista al taller creativo en el que la escritora nos deja una buena pincelada de aseveraciones del máximo interés: “Lo corriente de la literatura nos conduce a la vida corriente. todo es vida y lenguaje… Lo que importa es cómo se cuenta la historia. las emociones que eres capaz de trasmitir”.  
  Yolanda Delgado añade al relato una visión rica y plural. Convierte al cuento en un espejo humedecido que muestra los difusos contornos de la existencia. En su superficie proliferan, como elementos de un escaparate, las asimetrías. Hay sitio para el trampantojo de algunos sueños y esa búsqueda del mañana en la que cada identidad quiere participar. Todos somos aleatorios transeúntes en el afán inútil de una vida perdida.



    

viernes, 17 de febrero de 2017

YOLANDA DELGADO BATISTA. PURO CUENTO

Puro cuento
Yolanda Delgado Batista
Baile del Sol, Sitio de Fuego
Tegeste, 2016

PURO CUENTO

   Leí el primer libro de Yolanda Delgado Batista, La isla de las palabras desordenadas, en el otoño de 2012, casi un año después de su publicación en Izana Editores. Aquella novela, tras la nota de gratitud a quienes habían impulsado aquella travesía literaria, contenía un prólogo del periodista Juan Cruz. Evocaba una anécdota protagonizada por el poeta Ángel González en la que el ovetense manifestaba sus deseos de seguir viviendo ante la temeraria conducción de Yolanda por alguna carretera sinuosa. Me gustó aquel enfoque de Juan Cruz que, frente al tono erudito de lo didáctico, quiso esbozar el humanismo; saludaba los méritos de una amanecida que enlazaba una historia intimista, al cierre de un ciclo amoroso con los efectos secundarios del desamor.
   Ahora Yolanda Delgado Batista, con un largo periplo laboral, regresa a la escritura con Puro cuento y esta vez comenta la colección de relatos Julio Llamazares, también periodista, y autor plural. El narrador señala dos claves sugerentes en estos cuentos: la condición insular de la escritora y el sentido de las palabras como esencia de lo imaginario, ese espacio también presente en la bitácora personal “La isla de san Borondón”, sustantivo  de geografía intermitente, ubicado entre la realidad y el sueño.
  El título se presta a una semántica interpretativa: la voz narrativa vela lo real para dejar paso sin más al cauce suelto de lo fantasioso; o, y es una posibilidad no desdeñable, la escritora se empeña en precisar la naturaleza general de sus cuentos que son sin más ejercicios de ficción enunciativa, no disimulados episodios biográficos, o prosas líricas que enaltecen las aceras cotidianas de la realidad.
   En la entrega conviven treinta y dos relatos, algunos de los cuales son microrrelatos que apenas sobrepasan la extensión de un párrafo. Es un número alto de piezas por los que se pone de manifiesto la diversidad  y una convivencia de atmósferas y personajes que confirman la vitalidad del cuento en esta práctica escritural.  Los relatos iniciales aparecen tendidos al sol del realismo y se deshilvanando con la voz de un narrador omnisciente o de un nosotros oral. El argumento sale de su refugio para capturar al lector con su discurso hilvanado y natural que espera a dar el último paso en el cierre; lo aparente es solo una manera de cerrar los ojos porque debajo de lo cotidiano la epidermis recubre otra realidad.
   La amenidad es manifiesta, aunque hay una cierta inclinación a buscar personajes solitarios que sortean la fragilidad de su destino entre el estar callado de la soledad: el extranjero, el parado de larga duración o el recluso son roles que ponen a prueba el  sesgo convivencial de un tiempo manchado por la desconfianza y el rechazo, por la violencia y el miedo. En Puro cuento la escritora y periodista Yolanda Delgado Batista se incorpora a los que creen que la mínima estructura del relato descubre una realidad enriquecida que se aliña con el onirismo y lo simbólico, que admite unos hilos de crítica social y propone sendas abiertas para que los itinerarios de la memoria se ensanchen con recorridos por explorar. Al cabo lo aparente no es sino el tacto imprevisto del asombro.