La hija de la lluvia
Ismael Alonso
Bohodón Ediciones, Madrid, 2011
El itinerario escritural de Ismael Alonso (Fuente el Olmo de Íscar,
Segovia) comienza en 2010 con la novela Algún
día, una propuesta de final abierto que entremezcla lirismo y ambientación
de serie negra. Su segundo fruto, La hija
de la lluvia, en el mismo sello editorial, amanece un año después y elige
como voz mediadora a un narrador omnisciente para dar cuenta de los pormenores
existenciales de un conglomerado de sombras. El perfil de Sofía, una niña
solitaria y soñadora que suele perderse en soledad, fascinada por la húmeda
caricia de la lluvia da título a esta entrega. Todos los protagonistas
comparten un mundo cerrado con paredes de frustración. Viven en un caserío
entre tierras de labor, cuya cronología podría aventurarse en las últimas
décadas de la dictadura. Es un hábitat que extrema su rutina, desconectado del impulso
urbano.
La ambientación de la trama presenta un núcleo familiar desgajado en el
que ejerce como autoridad máxima Ignacia, mujer desengañada y despótica que
nunca deja sobre otros moradores briznas de afecto. Alrededor de su potestad
agria deambulan su hija Alicia, una adolescente sin ambiciones, su hermanastra
Claudia y ausencias que conforman el paisaje diario, como su marido –una entidad
carente de estímulos vitales- y el hijo que se forma entre las severas sotanas
del internado. Únicamente, la inquietud de Sofía y Alicia plantean preguntas
sin respuesta en aquel clima abúlico y resignado y sólo el zagal del caserío,
Retuerto, un joven sin familia, parece aventar las voces y rescoldos del pasado.
La hacienda había pertenecido a Pedro, un bonancible amo que nunca tuvo
el carácter suficiente para defender intereses y pleitos; desde el principio de
su matrimonio dejó el gobierno de la casa a Ignacia, hija de un herrero que vio
en el matrimonio la ocasión propicia para mejorar su situación social. De
aquella convivencia nacerán dos hijos y una inesperada circunstancia: la
llegada de su hermanastra Claudia que llenará la casa de trazos azarosos. Su
identidad prefiere la ensoñación al insípido realismo del despertar; cree en el
amor y en el deseo y en su huida sentimental es capaz de seguir la estela de un
impostor: Ramos, el padre de Sofía.
Si el desasosiego de Claudia es palpable, también lo es el de Eutimio,
en quien se han puesto todas las esperanzas. Ni sus capacidades intelectuales
ni sus habilidades sociales contribuyen a logran un expediente brillante y su
escapada del internado le hace conocer otra realidad de la que no puede hacer
partícipe a su madre.
En la tercera parte, Ismael Alonso introduce en el andamiaje novelesco
elementos expresivos como el humor o la fantasía, para rebajar la tensión
ficcional. En lo real irrumpe el asombro, cuya naturaleza puede confundir al
lector: en la evasión ensoñadora de Claudia se define Germán, una identidad
mutable, que es casi un simulacro fantasmal.
Sólo en el tramo final del libro
anula voz narrativa su papel intermedio para dejar que los implicados relaten
de forma directa su azarosa existencia. Los monólogos permiten profundizar el
perfil psicológico y dotan de
singularidad a la vieja criada, Sonsoles, a la culpa expiatoria de Claudia y al
mundo juvenil de Sofía.
En su segunda novela, La hija de la lluvia, Ismael Alonso nos
hace partícipes de las líneas claves de
una saga familiar que pone su resignación en manos de un destino empeñado en
duplicar carencias y dificultades. El caserío se despuebla y poco a poco deja
de ser epicentro protector para convertirse en un reflejo de senilidad y
ensimismamiento; envejece con el mismo fatalismo indeclinable que sus últimos
moradores. Sólo perdura en pie la vieja memoria de Sonsoles y ese tiempo
cíclico que cierra el regreso de Sofía, la muchacha que amaba la escritura
cursiva de la lluvia.
Lúcido e irónico, el personaje de Germán se caracteriza por su capacidad para vencer las dificultades y los tiempos adversos. Es la razón que justifica las "peculiaridades" de su identidad.
ResponderEliminarTambién merecen una reflexión profunda los excelentes dibujos de perfiles femeninos que Ismael Alonso nos deja en su novela LA HIJA DE LA LLUVIA.
Muchas gracias, José Luis. Es un lujo contar con una lectura tan atenta como la tuya. Ojalá esta 'lluvia' encuentre nuevos lectores gracias a tu interés.
ResponderEliminarUn abrazo.
Seguiré con el máximo interés tus nuevas entregas. Hay vetas en tu literatura que no debes abandonar. El onirismo de Sofía, la ternura de Claudia o ese periodista metido a detective que tanto me recordó a los de Manuel Vázquez Montalbán...
ResponderEliminarUn abrazo desde Rivas.