MARK STRAND
Dos compilaciones de Mark Strand
(Summerside, Prince Edward Island, Canadá, 1934) me han acompañado en estos
años de lectura, con la eficacia cálida de la buena poesía. La primera, Aliento es una muestra con traducción y
prólogo de Julián Jiménez Effernan, editada a gusto de coleccionista en el
sello Cuatro estaciones, al cuidado de Manuel Lara Cantizani y Juan Carlos
Reche; la segunda, Sólo una canción fue preparada por Eduardo Chirinos,
responsable de la selección, traducción y prólogo y se integró en el catálogo
de Pre-Textos. Las dos son arcos representativos del quehacer lírico de Mark
Strand, poeta laureado, docente universitario, viajero continuo, lector de
Alberti y Borges, traductor de Carlos Drummond de Andrade y amigo de poetas como
Octavio Paz.
Como en la literatura de Kafka,
en los poemas de Strand la realidad es siempre imprevisible; no cuestiona sus
hábitos rutinarios pero en cualquier momento una estela vacía se llenará: “El
tiempo me dice lo que soy. Cambio y soy el mismo. / Me vacío de mi vida y mi
vida permanece”. De una aparente contradicción emanan muchos argumentos de
Strand: quien mira desde la casa a un hombre parado en el jardín, es el mismo
hombre que se siente espiado desde algún sitio; el paseante a la luz del
mediodía es invisible; lo visible está cercado por la sombra, del mismo modo que es en la noche cuando se encuentran todas las respuestas. Somos las paradojas que se despliegan ante el muro frágil de cada conciencia.
La poesía de Mark Strand se
reconoce de inmediato y suscita en el lector un estado indeciso, entre la
angustia y el desconcierto, no tanto por su carga autobiográfica, sino por el
extravío del lector ante esas mínimas crónicas de soledad que narran
sus poemas. Lo cotidiano esconde un lado fantasmal, una sombra nebulosa que
incide en mostrar itinerarios nuevos en el espectador, a pesar de reiterar de
modo obsesivo conocidas preocupaciones: la identidad, el discurrir
temporal, la fragilidad de la existencia, los retratos de seres cercanos, la
correspondencia entre el sujeto y el entorno…
Este fin de semana vuelvo a la poesía de Mark Strand; han sido días llenos de bancos de niebla y no me vendrá mal un poco de luz.
Querido José Luis. Yo también estoy pasando por una etapa Mark Strand. No hay palabras. ¿Para qué escribir, pienso, si ya está Mark Strand?
ResponderEliminarPues es una reflexión que no vendría mal llevar a la práctica. Se publica demasiado y se lee muy poco.
EliminarY si Borges se sentía lector y no escritor, qué podemos decir nosotros...
Entre mis enormes lagunas, lo confieso, está el desconocimiento de Mark Strand, poeta que, por lo que apuntas, se me antoja poco menos que imprescindible. Deberé poner remedio cuanto antes. Gracias por acercármelo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querido Antonio, es imposible abarcar toda la poesía contemporánea, así que no hay que sentirse culpable sino asumir las limitaciones de tiempo que todos tenemos para elegir aquellos nombres que nos transforman.
EliminarHay muchos, Strand es uno de ellos.
Abrazos.