Etapas Manuel GonzálezEditorial Renacimiento, Colección Mediodía Sevilla, 2016 |
PORMENORES DEL YO
Con un quehacer cultural ceñido al plural ambiente de Valladolid, localidad de residencia desde 1987 y donde su
empeño literario recibió el empuje inicial del poeta y crítico Miguel
Casado, quien fortaleció como docente su inclinación a las letras, Manuel González (San Sebastián , 1971) da a
conocer sus primeras composiciones en revistas de corta tirada, hasta que ve la
luz en 2011 su poemario Eslabón roto.
Desde entonces, en la estela de un paréntesis creador muy fecundo, suma las entregas Diario de una tristeza,
Interiores, Cicatrices en los tobillos y Etapas,
obra que cuenta con una breve reflexión crítica de
Raquel Lanseros.
La poeta y antóloga alude de inmediato a la primera dimensión de esta poesía: el
temporalismo, que ella define, con optimismo, como una victoria del recuerdo sobre el discurrir y como un acercamiento a la otredad en las pobladas calles de lo
cotidiano.
La
dedicatoria y la cita inicial dejan otro nombre propio que sirve de basamento
al ideario poético de Manuel González: Karmelo C. Iribarren, la identidad poética más
representativa del realismo pensativo, una etiqueta cuyas notas singulares están sobre la mesa:
poemas breves, minimalistas, que con selectos materiales consiguen un
sorprendente desarrollo argumental y una fuerte solidez emotiva.
El poema “Gafas” lleva a la práctica esta teoría, añadiendo el
toque personal de Manuel González, un cierre resolutorio que basa su eficacia
en la ironía. De este modo, los residuos de la memoria se transforman en un
patrimonio sentimental preservado contra las inclemencias del tiempo, que se
empeña en hacer de la conciencia del sujeto un lugar triste y árido. Antes de
que se eleve sombrío el árbol de la decepción, la infancia se conjuga como un
refugio abierto donde las presencias cotidianas entrelazan itinerarios de
conocimiento y percepción. Desde ese inicio en el estar arranca una experiencia
biográfica que va encogiendo el ámbito de la esperanza. Los estímulos externos
dejan entre las manos una fuerte sensación de incertidumbre y los días
discurren con una claridad difusa. Queda la sensación de una angustia encogida
que o puede apoyarse en nadie, que la felicidad es despojamiento. Cuando los
recuerdos ubiquen ese tiempo el pasado regresa con la conmoción de haber
habitado un tiempo crepuscular, donde era imposible alzar castillos de arena
ni abrir libros. En el contexto de los años ochenta, cuando el poeta llega a la
primera juventud y con ella el camino hacia los sentimientos y el encuentro con
las voces del corazón.
Cuando la iniciación sentimental aflora, el poema recorre núcleos
temáticos que enaltecen la sensibilidad individual. En el viaje hacia la
otredad el tiempo cobra una dimensión renacida, que añade a las formas de lo
cotidiano una fachada de claridad y transparencia; ser es ahora habitar los puentes
de la experiencia, tener una manera de nombrar tras un pensamiento propio,
hecho de descubrimientos; de ahí emerge un nuevo autorretrato
personal con trazos idealizados.
Pero también los sueños se corrompen y tras el despliegue del medio día
los relojes vitales marcan la puesta de sol.
Lo cotidiano entonces adquiere un contorno extraño. Es el tiempo de la
mudanza y de buscar nuevos espacios habitables; se clausuran ciclos, se queman etapas, y solo queda
limpiar los cristales opacos para percibir en la calle el suelo escarchado de
lo contingente. Otra vez el discurrir va dando cauce a la necesidad de renacer
y a ir asimilando que la felicidad es despojamiento. Y en ese desprenderse de lo
vivido también el pasado se abandona
para dejar hueco a la posibilidad de otro comienzo. Con lúcidez aforística y casi con el lapidario decir de los epitafios, lo corrobora el poema “Tormenta”: “Después de cada tormenta / la
ciudad vuelve a empezar de nuevo. / Como si alguien quisiera limpiar sus calles
/ y luego avisar: / mira, ¿ves? / Aquí no ha pasado nada”.
Tengo este "Etapas" de Manuel González desde hace un tiempo. Cuando lo ojeé en la librería sabía que era uno de esos libros que me iban a gustar. Tengo tanto pendiente que aún no lo he cogido "en serio" así que este post tuyo ha servido para que ponga el libro en primeras posiciones y lo aborde estos días.
ResponderEliminarGracias, siempre, por compartir y Feliz Navidad para ti y las personas que quieres y te quieren José Luis.
Un abrazo!
Sandra.
Un abrazo, Sandra; es inevitable que sobre la mesa de trabajo duerman muchos títulos que buscan luz de amanecida para abrirnos sus páginas; la poesía de Manuel González tiene líneas afines con tu forma de entender la escritura, así que en sus poemas te sentirás cerquita. Un fuerte abrazo.
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