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viernes, 13 de junio de 2025

JUAN CARLOS MESTRE. LA HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO DE LAS HORMIGAS

La historia del movimiento obrero de las hormigas
Juan Carlos Mestre
Selección de poemas y epílogo de Raquel Ramírez de Arellano
Dibujo de cubierta e ilustraciones de Juan Carlos Mestre
Kalandraka Editora
Pontevedra, 2024 

 

ESTRELLAS SIN HILO

  

   Al dibujar los trazos de su itinerario poético en el cuaderno Poesía y poética, edición no venal de la Fundación Juan March publicada en 2018, Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) escribía: “Asumo la poesía como un camino hacia la interioridad de las fundaciones del espíritu y al definitivo valor inmaterial de la conciencia, a la irradiante oscuridad del amor y a la rectificable claridad de la muerte”.
   Aquella exploración conceptual indagaba también sobre la abundancia verbal del lenguaje, ese espacio abierto que hace de la imaginación la más evidente realidad existencial cuajada de significativas variantes. Lo previsible se ausenta. Cierra la boca la obviedad encogida de la razón y sus líneas argumentales y el recurso de la intuición convierte la sensibilidad poética en despliegue expandido hacia las cosas. Desde ese enfoque amanece una percepción instantánea, abierta a una comprensión inmediata que convierte emociones y sentimientos en experiencia estética que indaga más allá de la lógica.
  Así se gesta un fluir creativo proteico. Una dimensión exploratoria rupturista con la racionalidad de una estética cerrada, siempre proclive al juego literario y al abrazo de las posibilidades de la expresión como un ámbito rizomático y disgregado. Desde ese propósito de apertura ha ido naciendo la obra poética de Juan Carlos Mestre, conformada por las siguientes entregas: Siete poemas escritos junto a la lluvia (1982), La visita de Safo (1983), Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo, reconocida en 1985 con el Premio Adonáis, Las páginas del fuego (1987), publicada en Chile, país donde vivirá varios años,  La poesía ha caído en desgracia (1992), Premio Jaime Gil de Biedma, La Tumba de Keats (1999), Premio Jaén de Poesía, La casa roja (2008), libro reconocido al año siguiente con el Premio Nacional de Poesía, y La bicicleta del panadero (2012), Premio de la Crítica. El conjunto atestigua una obra de fuerte singularidad y clara pulsión dialéctica, representada también en numerosos cuadernos y antologías y complementada con estudios y ensayos.
   Raquel Ramírez de Arellano (Madrid, 1975), Licenciada en Filología Hispánica y profesora, prepara la muestra La historia del movimiento obrero de las hormigas, trabajo de exquisita presencia formal que integra veinticuatro composiciones de Juan Carlos Mestre y una docena de dibujos a todo color. No olvidemos que el poeta es un artista visual de primera línea, y que ambas expresiones artísticas comparten el ideario surrealista, una imaginación implosiva y una clara propensión temática por el onirismo y los estratos asimétricos de la realidad. La creación artística libera el pensamiento y acoge una inmersión en lo irracional, una búsqueda de estratos significativos, más allá de lo aparente.  
   La impulsora de la compilación recuerda la dimensión escénica que adquieren los poemas en boca de su autor y el signo lírico que transforma la lectura en un escenario. El escritor mantiene un claro impacto emocional que convierte la presencia del poeta en las aulas en motivación y terapia, en la entrada a un mundo mágico, repleto de sensaciones y extrañamientos. Como asevera el poeta: “la poesía permanece amarrada al conflicto del deseo, la imaginación y la conciencia”. Desde allí afloran las resonancias interiores de la conciencia, un camino de conocimiento y compromiso que busca respuestas ante la existencia y el devenir histórico, que está en continua revisión. Ajena al intimismo reflexivo de la oratoria autobiográfica, la poesía de Juan Carlos Mestre es una creación emancipada de la figuración. En ella se cobija la aspiración a un sueño que no ha sido soñado todavía, el habitable no lugar que dibuja en el aire la espiral del poema.
 
 JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
 



 

jueves, 18 de marzo de 2021

JUAN ANTONIO MORA. NUBES

Nubes
Juan Antonio Mora
Prólogo de Juan Carlos Mestre
Editorial Corona del Sur
Colección Almud Literario
Málaga, 2021

 

LAS HERIDAS DEL TIEMPO


   Los poemas compilados en La alegría del aire (2019), un balance intenso del trayecto lírico de Juan Antonio Mora (Andújar, 1950), prologado por la complicidad lectora del poeta y ensayista Alberto García-Teresa, mostraban una manera de entender el hecho literario desde la hondura existencial. La palabra escenifica la geografía dolorosa de un espacio interior y postula un lugar en el presente en el que conviven los aguafuertes de la evocación y la percepción crítica de una realidad desapacible. Al cabo, un diálogo tonal entre lenguaje y existencia que muestra el testimonio personal del sujeto biográfico y su vigilante actitud en lo transitorio.
  La estela creadora de Juan Antonio Mora continúa senda con Nubes, un poemario abierto con la palabra sabia del poeta y artista multidisciplinar Juan Carlos Mestre. El prólogo alza vuelo subrayando el humanismo derramado del poeta, su compromiso cívico y su adscripción permanente a la utopía de la libertad, base fuerte de la reconstrucción de un mañana habitable. Mestre vincula la mirada poética del escritor a ese estar que entrelaza subjetividad y ser colectivo: “La poética de Juan Antonio Mora nos habla de la condición amorosa, también del dolor y del sentimiento de pérdida. Su palabra ejerce su conjuro, como una letanía laica, contra la enfermedad que cerca lo más querido, la irradiante figura simbólica del hijo, el espacio clausurado a la felicidad, lo paradójico de cuanto se aúna en el fervor sagrado, la consolación y los estragos de toda duración hacia el horizonte de la pérdida”.
   El sustrato cultural suma citas de poesía y pensamiento, los latidos luminosos de Hegel, Cioran, Emilio Lledó, Jorge Riechmann y Juan Carlos Mestre. Abre ventanas a la pulsión directa de un decir despojado, exento de ornamentación metafórica, que contrasta el estar desaliñado de una realidad paradójica, en la que se dan la mano vida y muerte. La soledad del protagonista lírico busca su verdad, esa larga búsqueda del sentido vital donde el dolor transpira fuerte. El marcado deambular del desasosiego muestra la zona umbría de la enfermedad y cómo su peso lastra la felicidad y el tacto remansado del amor; es difícil entender lo que no tiene pautas racionales y es muy complejo librarse de la angustia en las amanecidas rutinarias de los días. Aún así, la poesía de Juan Antonio Mora mantiene la llama encendida del amor y la ternura: “Tu felicidad  me eleva / me hace parecer feliz / en un mundo de infelices. / Y yo, a veces, lo soy.” Desde esa alegría, perecedera y subversiva se abren las ventanas a la calle. No se ignoran las grietas, ese aspecto erosivo de una sociedad desatinada que aletarga la conciencia y pierde la brújula de las emociones.  Esta presencia firme de lo real desvela el pensamiento e invita a la reflexión: “La ventana por donde miro / este cielo azul y único / me conduce a la luz tardía / del sueño y del pensamiento” (P. 36).
  Cauce existencial y senda literaria se sientan en la misma mesa para compartir sensaciones y confidencias. Y en ese puente de palabras y vida, el ser para la muerte cobra aliento, perdura, camina a contraluz. Pero no es un yo solitario y ensimismado, sino un sujeto cívico que hace suyas las reivindicaciones necesarias de la dignidad y la ética: “He hecho de mi vida un poema / y de este dolor una canción. / Y no me arrepiento de nada. / Todo está escrito en el aire /y en la cabeza de un pájaro loco / que vuela en mi corazón”. Así crece el poema desde el pacto con la coherencia y la renuncia de la decepción, desde una escritura emotiva, llena de sentimientos que hace de los poemas de Juan Antonio Mora un reducto de sueños, un lugar sencillo y natural, no exento de materiales emotivos donde la amada y el hijo se definen como presencias centrales. Nubes de paso que llenan el cielo y hacen de la levedad etérea de las palabras una casa encendida.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 


miércoles, 2 de septiembre de 2020

JAVIER LA BEIRA. MÚNICH RESPLANDECÍA

Múnich resplandecía
Javier La Beira
Cubierta de  Juan Carlos Mestre
Fotografías de Belén García Mata
Frato Editorial
Málaga, 2020


CUADERNO DE VIAJE


   Tras la ejemplar edición de los dos primeros volúmenes de Diario, de José María Souvirón, en colaboración con Daniel Ramos López, Javier La Beira, filólogo, investigador y paseante por múltiples carriles creadores (poesía, relato, artículos periodísticos y edición), explora una nueva ruta: la literatura de viajes, una senda expresiva de intenso recorrido en otros ámbitos, como el anglosajón, pero menos transitada en el holgado perímetro peninsular, con las escuetas salvedades de interés.
   La edición malagueña, incluso en sus manifestaciones más humildes como las hojas volanderas y las plaquettes, tiene una merecida fama nacional  por el quehacer artesano de las cualidades formales; Frato Editorial asume la tradición provincial con una entrega limpia, minimalista y nívea en cuya portada sobresale el talento plástico de Juan Carlos Mestre que hace decurso lírico también sin las palabras.
   Puestos en materia, solicito que se me permita abordar la lectura de Múnich resplandecía a partir del epílogo, porque el autor incluye en sus párrafos una notable declaración intencional, subrayando las cualidades más sobresalientes de esta entrega. El temperamento viajero enuncia su sensibilidad: “Frente a los teóricos del género que propugnan la publicación de los textos de los diarios tal y como son escritos a pie de calle, soy de los que consideran que la letra impresa exige un tratamiento literario, una voluntad de estilo que se eleve por encima de la mera exhibición de los avatares de una existencia tan aburrida para el resto de los mortales como los sueños de cada cual”. En la poética del viaje de Javier La Beira no hay balbuceos, sino el suelo sólido de unas cuantas certezas que anulan el sobrepeso del detallismo, el testimonio objetivo de la frialdad notarial y la cartografía geométrica de lo previsible. La Beira escribe con el taller abierto de la naturalidad, selecciona, refrenda y convierte la travesía en un reflejo de quien percibe y siente. Hay que capturar destellos de lo que se vislumbra y encontrar vínculos emotivos entre sujeto y entorno.
   Solo cuatro días reales anotan su discurrir en el diario, los incluidos entre el viernes 1 de diciembre de 2017 y el lunes 4 de diciembre. En tan breve lapso, las anotaciones autobiográficas se multiplican para trasmitir un intenso aporte que arranca con los prolegómenos del desplazamiento y con ese retorno a la memoria que añade recuerdos y evocaciones, miedos y sueños, actitudes propias y ajenas. Los entrantes de Javier La Beira para esta gastronomía en tránsito dibujan con trazos firmes la cronología exacta que asocia el sentido del tiempo al respeto personal (certeza que comparto plenamente), el miedo a volar: “el que teme padecer, padece ya lo que teme” y los recuerdos de trayectos cumplidos, cobijados en los pliegues de la memoria.
   La predilección germanófila del viajero queda también palpable en la elección del título Múnich resplandecía. Se extrae de un párrafo de Gladius Dei de Thomas Mann, que sirve de cita prologal, junto al pensamiento aforístico de Manuel Chaves Nogales: “El tiempo es aviador”. Pero sobre todo, se muestra con plenitud de mediodía al describir los atractivos muniqueses y la artesanía del viaje, ese compendio de informaciones que recuerda la historia de la ciudad, su aportación cultural, el paso de personajes notables o la convivencia armónica entre la vieja arquitectura y las propuestas de vanguardia que dan color y sitio a las actuales construcciones.
   Múnich resplandecía tiende la mano cómplice desde el primer párrafo. Muestra el camino secreto del diálogo personal para compartir juntos la plenitud del viaje, esa mezcla armónica de conocimiento y asombro que trasciende el repertorio anecdótico para recrear una experiencia común, aunque sea efímera y fragmentaria. Javier La Beira aporta la magia de contemplar un sitio donde nunca estuvimos, o donde alguna vez fuimos viajeros de paso, transeúntes con maletas que añoran el regreso. Un libro excelente, ameno, que invita a disponer de un cuaderno blanco para explicar el mundo como rito iniciático, aunque completemos el trayecto en clase turista, eso sí, con puntualidad noruega.   

   
    








viernes, 3 de agosto de 2018

CRÁTERA nº 4. (Revista de crítica y poesía contemporánea)

Crátera nº 4
(revista de crítica y poesía contemporánea)
Dirección:
Gregorio Muelas Bermúdez
José Antonio Olmedo López-Amor
Jorge Ortiz Robla
Edita:Asociación Literaria Crátarroja
Contacto y suscripciones:
revistacratera@gmail.com


ESPECIAL POESÍA HISPANOAMERICANA

   Con portada y contraportada del poeta Juan Carlos Mestre, que una vez más deja muestras de su originalidad plástica aportando un colorista dibujo, repleto de onirismo, la revista valenciana Crátera  presenta su número 4 con un muestrario inédito de poesía hispanoamericana. En él se acogen textos de Hugo Mújica, Mercedes Roffé, Carlos Roberto Gómez Beras y otros perfiles, que hacen del español una renovada geografía lingüística y una cartografía en despliegue. El expandido ámbito latinoamericano sugiere diversidad y  el cultivo de una estética plural que muestra amplias afinidades complementarias con el caleidoscopio peninsular .
   Los impulsores de la revista sostienen que esa panorámica también debe acoger otros trazos de la poesía actual; prosiguen las secciones “La mirada de Basho, muro que integra el cultivo del haiku, y la poesía experimental, que busca una representación visual de los contenidos poemáticos desde el latido vanguardista.
   Otros rincones que abren expectativas en la revista son los dedicados a la traducción, que se vuelca en Mónica de la Torre, Angela Gabriela Nache Mamier y Stelios Hourmouzadis. Mientras que la mesa dialogal con editores actuales ,que tras sellos concretos e independientes dibujan en los estantes las nuevas miradas creadoras, corre a cargo de Jorge Ortiz Robla. Él se encarga de dialogar con el editor argentino Aníbal Cristobo, brújula editorial del catálogo Kriller71.
   La investigación literaria y el ensayo breve aportan las firmas de Marisa Martínez Pérsico, José Vicente Peiró y Gabriele Milone. Sus estelas recorren la innovación lingüística en la poesía de Juan Gelman, el tramo escritural marcado por el escepticismo de  Jacobo A. Rauskin, y el espacio general de sombra que perfilan las ficciones fónicas.
  Completa el número la visión de novedades literarias que deja sitio a los muestreos de Gregorio Muelas Berrmúdez, José Antonio Olmedo López-Amor, Bibiana Colllado, Jorge Ortiz Robla y Eduard Xavier Montesinos.
  La entrega es muy atractiva y articula un discurso creador que permite percibir la pujanza del ahora de forma fragmentaria y efectiva. Es innegable el impulso renovador que proponen sus directores; ya anuncian para el próximo número un apartado especial dedicado al aforismo, sin duda el género literario más cultivado, tras la pulsión de la senda digital, y un premio de investigación crítica para sondear realidades y nuevas geografías de lo literario.
  De este modo, Crátera muestra sin complejos su capacidad literaria, personifica una publicación abierta que permite incisiones en profundidad en la dermis creadora del presente. Y es necesario valorar, en su justa medida, su voluntad mediante la suscripción que además facilita el envío a domicilio. En Crátera muchos árboles sin claros, que permiten ver el bosque.


miércoles, 18 de abril de 2018

MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ. JARDIN(E)S EXCEDIDOS

Jardin(e)s Excedidos
María Ángeles Pérez López
Edición bilingúe con traducción al portugués de
Carlos d'Abreu
Lema d'Origem
Carviçais, 2018 


ANDAMIOS INTERIORES


   En 2017 llegó a las librerías Cardinales, muestra poética, un tanto especial, que casi pasó inadvertida, a pesar de editarse en Huerga & Fierro. Estaba coordinada por José Luis Morales e incluía ocho poetas diversos, agrupados en torno a un ciclo celebrado en Madrid, entre 2014 y 2017. Allí estaba María Ángeles Pérez López (Valladolid, 1967) con doce poemas representativos, bibliografía básica, fotografía en primer plano y liminar entusiasta, que definía más la personalidad biográfica que el ideario estético. No obstante, en él se trazaban algunos juicios atinados:“un lenguaje de capacidad metafórica y visionaria, que, libro a libro,  sin renunciar a su proyección simbólica ni a su brillo analógico, se ha ido tornando en palabra cada vez más precisa, más incisiva, más exacta”.
  La edición bilingüe Jardin(e)s Excedidos, con versión al portugués de Carlos d’Abreu, completa una indagación del singular verbo poético a partir de 28 poemas de distintos momentos creadores. No se cita la procedencia de los mismos, una carencia que se reitera también en antologías más amplias como la reciente Algebra de los días, con traslado al italiano de Emilio Coco, publicada en Rimini en 2017 por Raffaelli Editore.
 Así que me parece necesario ubicar la cronología lírica de María Ángeles Pérez López cuya presencia en el ahora poético arranca en 1997 con Tratado sobre la geografía del desastre. Aquella entrega, hilvanada con algunos magisterios esenciales como Vicente Huidobro, César Vallejo y Claudio Rodríguez, interroga la memoria para dejarnos una conjunción de imágenes que habla de intimidad y erotismo, que se aleja del verso referencial para apostar por la sugerencia y el soplo entrevisto del onirismo: “Los nombres de unicornios maldicientes / guardan olor de labios empolvados / o pedazos de semen para el tedio. / También nuestras ratas más ocultas / tienen derecho a un párpado y a ortigas / para acallar las voces del deseo.” En los versos cabe el temblor de las sensaciones y ese destello luminoso de quien dibuja andamios interiores. Dicha salida tuvo una continuidad inmediata. Un año después aparecía, tras ganar el Premio Tardor, La sola materia (Alicante, 1998). Desde un objetivismo sentimental que busca despojar la materia de cualquier hermetismo, los poemas abren un escaparate perceptivo. Quedan expuestas las marcas del origen, las palpables formas de las cosas como garantes de quietud intacta donde se acumula una superficie de rutina y tránsito. También se reconoce una sensibilidad femenina aplicada en tareas que han ido definiendo en el tiempo esa labor diaria que desprende trazos volátiles de un universo personal, cuajado y vivo.
   Carnalidad del frío, reconocido con el Premio de Poesía Ciudad de Badajoz abre una nueva senda escritural. La voz reflexiva explora desde dentro el lenguaje. El poema se hace más incisivo, mira sobre si mismo para hallar la razón que sostiene los significados. La intemperie deja su peso sobre el presente y expande una atmósfera de soledad y pérdida en la que la identidad solo encuentra refugio tras el muro de signos que las palabras alzan. Ya en 2004 aparece La ausente, una entrega en clave autobiográfica. Con voz directa y foco indagatorio, se expande en los poemas  el temblor perceptible del devenir. El acto de ser contiene en sus repliegues un sesgo paradójico; sus contraluces cobijan las sombras del dolor y las certezas mínimas de una memoria espesa y fragmentada.
   Los cuatro libros citados, escritos entre 1995 y 2009, se integran en el volumen Catorce vidas (Diputación de Salamanca, 2010). El conjunto se define, desde la mirada crítica del poeta, ensayista y traductor Eduardo Moga como un legado fuerte en el que resaltan como signos diferenciales la investigación de la forma, la decidida inmersión en los tumultos del cuerpo y el empleo de un lenguaje incisivo y metafórico.
  Son caracteres que perseveran en los nuevos pasos. Integrado en Olifante en 2012, Atavío y puñal despliega composiciones que hacen de la identidad subjetiva un núcleo argumental recurrente. Es una entrega esencial por su despliegue verbal y por la densidad semántica de un lenguaje muy rico, que borra los rasgos concretos de la intimidad para moldear un arquetipo de la mujer, un yo paradigmático en el que caben el dolor y la mujer rota, la belleza corporal, el aprendizaje de la decepción y la felicidad de la búsqueda. En la excelente resolución argumental, el cuerpo habitado por la enfermedad concita una anónima memoria en el que la metástasis se define como una abrasiva lengua purulenta que precipita una insólita intensidad reflexiva.
   Su último quehacer autónomo, Fiebre y compasión de los metales se impulsó en 2016, en la colección poética del sello Vaso Roto. La fluencia verbal de Juan Carlos Mestre, con intensa dermis lírica, incide en el latido que tiende puentes entre materia y simbología para espaciar lugares propios en los que se refleje el alma del mundo; nunca faltan en la razón del poema las correspondencias éticas y las interrogaciones solidarias que hacen de los linderos de la realidad signos caligrafiados y desvelos, con nuevas zonas de significado.   
   Peo la escritura de estos poemarios no se enrosca sobre sí misma; se expande en frecuentes compilaciones que confunden en su desarrollo pasado y presente y que rescatan a las composiciones de su estar orgánico para que de nuevo restauren sus significados y confluyan en otras lecturas. Así nace la compilación Jardin(e)s Excedidos.  Concebida como una breve antología temática, Jardin(e)s Excedidos define un territorio en el que sopla con vehemencia la subjetividad del ser femenino. Los contenidos sondean las características reales y simbólicas, enfocan perspectivas ideológicas y abordan actitudes que subrayan características genéricas. De este modo el ser femenino se construye desde un aprendizaje lento y sostenido. Nace así una disciplina del temblor que debe superar una supuesta culpa primigenia, como ángeles caídos, como nombres alados que buscan sitio  y quietud en el aire al paso del invierno. 
   En la conciencia creadora de María Ángeles Pérez López nos admira el compromiso con la existencia de un sujeto verbal definido por la calidez de un lenguaje exigente y expandido en sus significados. Poesía que nunca pierde la firme voluntad de ahondar y esclarecer en los andamios del proceso vital, mientras el tiempo fluye.

        

lunes, 25 de mayo de 2015

MARISOL HUERTA NIEMBRO. POEMAS EN DIRECTO


Poemas en directo
Marisol Huerta Niembro
Prólogo de Álvaro Muñoz Robledano
Diseño de cubierta: Juan Carlos Mestre
Amargord ediciones, Madrid, 2015
 
CALIGRAFÍAS

   Docente en ejercicio con firme vocación y larga experiencia profesional y formada como escritora en los talleres creativos de Jesús Urceloy, la asturiana Marisol Huerta Niembro ha ido sembrando pasos líricos en revistas y foros digitales y cuenta en su bibliografía con las plaquettes Ellas y Las hojas junto al poemario Puedo empezar así (Renacimiento, 2010), entregas en las que ya germina la caligrafía singular de una escritura que ahora se fortalece con el XXVI Premio de Poesía Ciudad de Cáceres, Patrimonio de la Humanidad, concedido a Poemas en directo.
  La voz cordial de Álvaro Muñoz Robledano abre la puerta con el liminar “Lesa tradición”, una cálida conversación  que invita a hacer de la razón del poema una pared para no percibir las grietas de estos días grises en los que la inquietud y el decaimiento forman el coro de un acontecer desnortado. Así define en su introducción el aporte verbal de Marisol Huerta Niembro: “Cada uno de estos textos es pregunta y protesta: por qué las palabras significan, y por qué su significado es el bastón de mando retorcido entre las manos del poderoso. El dolor, el erotismo, el amor, la indignación, son el presente de este libro; son perseguidor y perseguido. Son la cadencia más cercana a la música que he musitado en mucho tiempo”.
  Como un mensaje oral que nos convierte en confidentes, el aserto “Poemas en directo” refuerza el son intimista y conversacional del lenguaje. La autora  llena sus labios de vocablos que definen la piel diaria de lo cotidiano, aunque su incansable fluir no proporcione brújulas ni mapas salvadores.
  Prevalece la sensación de intemperie que obliga a cada identidad a buscar un refugio, ese camino interior en el que regresamos hacia las últimas preguntas, cuando los ojos del estar se van llenando de contingencias. Son las conocidas sensaciones de lo transitorio, que parecen discurrir ajenas a nuestra voluntad anque humedezcan el ahora con su lluvia de efectos secundarios. Nos queda la palabra, ese verso gastado que busca explicaciones con el tono didáctico de quien tiene una tiza entre los dedos: “Pueden hacerse piedras las palabras / y dejarnos pasar al otro lado, / atravesar el río, -que es lo que importa- cuando leemos. / Son piedras las palabras, cruzan el río, / llegan al otro margen, -que es lo que importa- / y nos sirven de apoyo para que cada uno / encuentre lo que busca “.
   El entorno y sus bifurcaciones dan pie a brotes argumentales que crean una notable  connivencia con el lector; al cabo, las ventanas dejan sitio a secuencias vivenciales capturadas al vuelo o a reflexiones sobre la marea urbana de lo laborable. Cercano y tangible, el sujeto verbal de Marisol Huerta Niembro comparte bienes gananciales con el yo biográfico, se mira en sus espejos y gesticula con el mismo ceño ante las asimetrías de la realidad. Pero siempre cultiva el propósito ingenuo de regar la esperanza, de hacer de su voz un eco solidario para que el reloj siga su curso y marque puntual un alba con sonrisa.