Joan Margarit Imagen de El Mundo/ Cultura
VIVIR LA HERIDA
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El tiempo para amar
es el del paso de las estaciones
JOAN MARGARIT
Nacido en Sanaüja en 1938, en la comarca de la Segarra, en Lleida, Joan Margarit compila en El
primer frío el corpus poético de amanecida. Abarca tres décadas de un proceso creativo
sometido a continua revisión. El inicio rescata la poesía entre 1975 y 1995; pero las variables respecto a la edición original son tan numerosas que sugieren una explicación
detallada. La voluntad de hacer poemas despierta en Tenerife, donde la familia
se había instalado en 1954, inaugurando una etapa cuyas
instantáneas serán rememoradas con frecuencia. Ya en Barcelona, se
matricula en la Escuela Superior de Arquitectura, aunque el deseo de protagonizar un destino
literario es tan intenso que abandona las aulas para incorporarse al quehacer editorial. Sin embargo, no se cumplen sus inquietudes y vuelve a la universidad
donde concluye la carrera de Arquitectura en la especialidad de Cálculo de Estructuras.
Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca
al material poemático: “Pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo
trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de material
(en general acero y hormigón) y que la
poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las
matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de
las letras”.
El camino arranca en Crónica,
libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas, con
lo que la etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Después de cinco
años el autor regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una
decena de títulos y cosecha abundantes premios que lo convierten en presencia relevante. También este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo
se incluyen treinta y seis poemas bajo la denominación Restos de aquel naufragio.
Será el poemario Luz de lluvia
el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la voz y en la
que se integrarán Edad roja, Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío”
figura en esta entrega en una composición que tiene como hilo argumental un
debate entre arte y vida que es, en último término, uno de los ejes orbitales. Bajo el supuesto estético de que el poema debe modelar un interior habitable,
hay una estricta concordancia entre el yo existencial y el sujeto poético. La
palabra da fe de lo vivido; el pasado es sustrato para que
afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo de experiencias da paso a
una meditación en la que predomina el sentimiento elegíaco y la certeza de una
temporalidad ineludible que condiciona las distancias entre lo subjetivo y la
otredad.
La escritura, como cualquier cosmovisión singular, cimenta un conjunto
de obsesiones que se expanden mediante variables; recurre a la clarividencia
del matiz. En la exposición de la intimidad hay unos cuantos personajes
referenciales: Raquel, Joana, Tío Luis…Cada uno cumple una función emancipadora
del aporte sentimental del yo. Raquel – o Mariona- es la culminación de
lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia que no está libre del
envejecimiento pero que ha proporcionado al yo un asidero. Joana – la hija
minusválida- es, en su fragilidad y en su condición vulnerable, el detonante de
un aprendizaje que no concluye ni siquiera con su desaparición; connota el invierno del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida, la
cercana presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y
tuvo un comportamiento heroico salvando a uno de sus compañeros; en la grisura de la posguerra es la figura en
la que lo ideal encuentra sitio, cuando el proceso de resignación y la renuncia
a la utopía parecen haber desvanecido la posibilidad de una causa. Tío
Luis es la ética que se resiste a
claudicar. En los poemarios reunidos hay una confluencia de contenidos; se repiten
temas: la indagación en los aspectos biográficos y las travesías de la memoria,
las sombras de espacios interiores como el vacío, las pérdidas o el cansancio,
la música, el mar, los viajes, o la ciudad. Dentro de cada motivo lo simbólico sale
reforzado. La música se asocia con frecuencia a un tipo concreto de melodía: el
jazz, la individualidad de sus intérpretes, el marco peculiar de las veladas en
el que era posible hallar un refugio a
trasmano de la inercia diaria. Lo mismo sucede con la ciudad aunque es Barcelona
–son frecuentes las localizaciones populares- el espacio urbano es sobre todo
la descripción de estados anímicos asociados al transitar diario. Desde una lucidez
que objetiva la emoción, se busca una expresión precisa, alejada del
hermetismo, que se decanta por lo coloquial y que propende a lo narrativo con
una cuidada secuenciación rítmica en la que no hay cambios bruscos.
El primer frío nos da la
versión definitiva de un discurso poético que busca su razón de ser en dejar trazos de una identidad articulada en
días sin retorno. La fugacidad, esa sencilla estela que precede al olvido y
anticipa la despedida general, habrá permanecido inalterable. Recostada en el
papel, la palabra expresa un instante concreto que convierte al poema en una
huella.
En su etapa de madurez el mapa creador se ha ido poblando de estaciones poéticas de visita obligatoria: este tramo actual arranca con Joana, que constituye por su temática y objetivación del
dolor un hito central; un eje de simetría. Con él, la sensibilidad lírica del escritor
consiguió en 2008 el Premio Nacional de Poesía y provocó un magisterio activo, con amplios efectos en las voces emergentes que deben renovar
el discurso lírico en catalán y en castellano. Tras No era lluny ni difícil / (No estaba lejos, no era difícil) se
presenta ahora en la misma colección y
en formato bilingüe Amar es dónde,
una salida cuya voz asume de
inmediato la visión crepuscular; vuelve los ojos hacia el páramo de los días
idos. Esta reflexión sobre el ser transitorio de la conciencia y la
terquedad del tiempo no desgrana sensaciones quejosas o frustrantes; es sabido
que la buena poesía considera la queja una cuestión inútil porque da al
sufrimiento una densidad matérica que contamina el epitelio vital de gravedad y
desasosiego. La experiencia depara un aprendizaje cognitivo que fortalece y
redacta un didáctico manual de supervivencia, un ideario escrito con la tinta
clara de la lucidez. En su arquitectura de la memoria, cada estar aprende a
construir andamiajes y forjados, busca una protección segura que entibie frente
al cielo raso: “Pero la vida son también andamios, / humildes esqueletos hacia
arriba”.
El acontecer define la razón de ser de la palabra poética: “la
inspiración proviene de la propia vida”, escribe Joan Margarit; los trabajos y
días del sujeto y sus caminos interiores son el más fértil sustrato argumental.
La observación directa de lo contingente concede a los versos un significado
testimonial, un aire limpio de certeza y verdad. Comprender es entender. Este
perfil de la escritura daría pie a una cuestión crítica sobre la que se vuelve
con frecuencia sobre la identidad real del hablante lírico. Quien habita en los
poemas tiene claras afinidades con el yo biográfico. Esta certeza da pie a
considerar al protagonista verbal como un yo desdoblado, como un certero
reflejo especular. De ahí la fuerza expresiva y emocional que transmite, esa
cadencia cómplice que origina un estado de recepción que libera al lector de
cualquier intemperie. Pasó el tiempo de las ilusiones para tomar asiento en el
ámbito sosegado de las certidumbres, donde la soledad es un estado natural que
apacigua carencias: “Ahora que sé que es seca y áspera, / la vida me resulta
más amable. / La burla fue romántica: creer / que todo lo podía soportar / el
entusiasmo de una convicción. / En lo alto de una roca queda un cielo poético /
que mira de reojo. Nunca me ha protegido. / He sido un iluso, pero no soy un
cobarde. / Soñar me ha obligado a aprender / a leer y escribir en las
tinieblas. “
El libro Amar es dónde aglutina
más de cuarenta poemas, casi todos muy cortos y escritos con el lenguaje lúcido
y directo de la primera persona. El aserto que da nombre a esta entrega
proviene de la composición de apertura. En este poema homónimo el amor se
define como una geografía atemporal que unifica el ayer y el ahora en una
cronología suprarreal. Así lo definen incisivos los versos de cierre: “Amar es
un lugar. / Perdura en lo más hondo: es de dónde venimos. / Y también el lugar
donde queda la vida. “
El pasado aparece como calendario habitual de la puesta en escena. Desde
el ahora se vislumbra una lejanía repleta de señales cuyo reflejo perdura y
llena de luz el cuarto oscuro de la memoria, aunque también el ayer se desvanece,
es una estela escrita en el agua empeñada en dar voz a una etapa de plenitud
arcádica: a distancia nunca se distinguen las grietas y desconchones; solo se
percibe un paréntesis que fue completando el patrimonio afectivo del ser
concreto y del yo como parte de un legado comunitario que a todos exige defensa
y compromiso. Para el poeta la lengua propia, la que hablaron los padres y los
abuelos, es el símbolo máximo de una identidad colectiva. Y eso propicia un
tono crítico y defensivo frente a los que quisieron apagarla, como si ese gesto
de mutilación cultural fuese un saqueo inadmisible que incluía la humillación
de un país devastado.
Esta recuperación de sensaciones e imágenes hace evidente la pérdida,
ese rastro de ausencias que integra a los que no están y acoge en sus manos
cambios y mutaciones. El poema
“Barcelona” deja una imagen del corazón urbano hecha banalidad y
apariencia, como si el tejido de la historia fuera un simple despojo que no merece
la pena consignar. Los espacios vividos ya no están en
su sitio; han sufrido un doloroso desplazamiento tangencial: “Pero, en
Montjuic, tengo dos hijas, / y ahora me ofende un gentío extraño / que se ciega
en la fiesta innecesaria / de gélidos hoteles, de superfluos / escaparates.
Suele, en los refugios, / hacer más frío que en ninguna parte, / desolada
ciudad que haces de puta”.
Joan Margarit ha creado en sus libros un
sujeto esclarecedor y sugerente, íntimo y confidencial que tiene
confianza en la respiración pausada de las palabras y nos muestra las páginas
escritas de una libreta abierta. Así
sucede en su poemario Un asombroso
invierno (Visor, 2017). Su aporte es directo y no precisa ninguna retórica
ampulosa para ofrecernos una visión introspectiva de la temporalidad del ser y
de la continua opacidad de lo cotidiano. Nada es aleatorio; no hay más que un
largo viaje que lleva desde el niño a la vejez y este principio lógico sirve
para amar el dudoso acontecer que nos arropa, esa verdad dura y sencilla.
En la edificación verbal de este
largo itinerario en el tiempo resuena
perdurable la voz clara de un poeta central. Joan Margarit escribe poesía
necesaria porque es su única forma de vivir la herida existencial, de poner frente a la sombra indescifrable que moldean las manos del tiempo la luz humilde de una casa encendida, la última casa de misericordia.
Interesante y completa semblanza sobre la obra de un poeta que admiro muchísimo, José Luis. Tuve la oportunidad de saludarle y de que me dedicara su Poesía Completa hace unos días en Gijón. Cercano, amable, lúcido, brillante...Un encanto.
ResponderEliminarFeliz semana y un abrazo fuerte!
Lo sé, querida Sandra, vi tu información de ese encuentro; como sabes yo hice en 2006 la edición "Arquitecturas de la memoria" en Letras Hispánicas, que contaba con un amplio estudio biográfico y estético del poeta y con una abultada selección de poemas: fue un trabajo que me llenó las manos de alegría. Y que sigue vivo porque todavía algunos lectores se acercan al libro. Un fuerte abrazo.
EliminarQué satisfacción el resultado de un trabajo así, José Luis...
EliminarSí, es una alegría repleta de sensaciones contradictorias, mezcla tiempo, afectos, ilusiones, cansancio... vida al paso.
EliminarCompleta, muy completa semblanza la que haces del gran Margarit , poeta al que sigo desde hace tiempo y al que tuve el honor de abrazar el domingo en el Conde Duque.
ResponderEliminarTodo lo que te he leido sobre él me ha encantado. Gracias por esos análisis de sus obra .
Un abrazo.
Gracias a ti, Chelo de la Torre, por ese afán de hacer de la escritura un diálogo fértil, una tierra con semillas y espera... Hace veinte años que leo a Margarit, y esa es la razón esencial de que sus libros sean parte de mi identidad, de mi forma de entender la poesía. Fuerte abrazo.
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