lunes, 4 de noviembre de 2019

JOAN MARGARIT. VIVIR LA HERIDA

Joan Margarit
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 de
El Mundo/ Cultura


 VIVIR LA HERIDA

El tiempo para amar
es el del paso de las estaciones

JOAN MARGARIT         

   Nacido en Sanaüja en 1938, en la comarca de la Segarra, en Lleida, Joan Margarit compila en  El primer frío el corpus poético de amanecida. Abarca tres décadas de un proceso creativo sometido a continua revisión. El inicio rescata la poesía entre 1975 y 1995; pero las variables respecto a la edición original  son tan numerosas que sugieren una explicación detallada. La voluntad de hacer poemas despierta en Tenerife, donde la familia se había instalado en 1954, inaugurando una etapa cuyas instantáneas serán rememoradas con frecuencia. Ya en Barcelona, se matricula en la Escuela Superior de Arquitectura, aunque el deseo de protagonizar un destino literario es tan intenso que abandona las aulas para incorporarse al quehacer editorial. Sin embargo, no se cumplen sus inquietudes y vuelve a la universidad donde concluye la carrera de Arquitectura en la especialidad de Cálculo de Estructuras.
  Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca al material poemático: “Pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de material (en general acero y hormigón)  y que la poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de las letras”.
 El camino arranca en Crónica, libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas, con lo que la etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Después de cinco años el autor regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una decena de títulos y cosecha abundantes premios que lo convierten en presencia relevante. También este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo se incluyen treinta y seis poemas bajo la denominación Restos de aquel naufragio.
  Será el poemario Luz de lluvia el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la voz y en la que se integrarán Edad roja, Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío” figura en esta entrega en una composición que tiene como hilo argumental un debate entre arte y vida que es, en último término, uno de los ejes orbitales. Bajo el supuesto estético de que el poema debe modelar un interior habitable, hay una estricta concordancia entre el yo existencial y el sujeto poético. La palabra da fe de lo vivido; el pasado es sustrato para que afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo de experiencias da paso a una meditación en la que predomina el sentimiento elegíaco y la certeza de una temporalidad ineludible que condiciona las distancias entre lo subjetivo y la otredad.
  La escritura, como cualquier cosmovisión singular, cimenta un conjunto de obsesiones que se expanden mediante variables; recurre a la clarividencia del matiz. En la exposición de la intimidad hay unos cuantos personajes referenciales: Raquel, Joana, Tío Luis…Cada uno cumple una función emancipadora del aporte sentimental del yo. Raquel – o Mariona- es la culminación de lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia que no está libre del envejecimiento pero que ha proporcionado al yo un asidero. Joana – la hija minusválida- es, en su fragilidad y en su condición vulnerable, el detonante de un aprendizaje que no concluye ni siquiera con su desaparición; connota el invierno del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida, la cercana presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y tuvo un comportamiento heroico salvando a uno de sus compañeros; en la grisura  de la posguerra es la figura en la que lo ideal encuentra sitio, cuando el proceso de resignación y la renuncia a la utopía parecen haber desvanecido la posibilidad de una causa. Tío Luis es la  ética que se resiste a claudicar.  En los poemarios reunidos hay una confluencia de contenidos; se repiten temas: la indagación en los aspectos biográficos y las travesías de la memoria, las sombras de espacios interiores como el vacío, las pérdidas o el cansancio, la música, el mar, los viajes, o la ciudad. Dentro de cada motivo lo simbólico sale reforzado. La música se asocia con frecuencia a un tipo concreto de melodía: el jazz, la individualidad de sus intérpretes, el marco peculiar de las veladas en el que era posible hallar un  refugio a trasmano de la inercia diaria. Lo mismo sucede con la ciudad aunque es Barcelona –son frecuentes las localizaciones populares- el espacio urbano es sobre todo la descripción de estados anímicos asociados al transitar diario. Desde una lucidez que objetiva la emoción, se busca una expresión precisa, alejada del hermetismo, que se decanta por lo coloquial y que propende a lo narrativo con una cuidada secuenciación rítmica en la que no hay cambios bruscos.
   El primer frío nos da la versión definitiva de un discurso poético que busca su razón de ser en  dejar trazos de una identidad articulada en días sin retorno. La fugacidad, esa sencilla estela que precede al olvido y anticipa la despedida general, habrá permanecido inalterable. Recostada en el papel, la palabra expresa un instante concreto que convierte al poema en una huella.
   En su etapa de madurez el mapa creador se ha ido poblando de estaciones  poéticas de visita obligatoria: este tramo actual arranca con Joana, que constituye por su temática y objetivación del dolor un hito central; un eje de simetría. Con él, la sensibilidad lírica del escritor consiguió en 2008 el Premio Nacional de Poesía y provocó un magisterio activo, con amplios efectos en las voces emergentes que deben renovar el discurso lírico en catalán y en castellano. Tras No era lluny ni difícil / (No estaba lejos, no era difícil) se presenta ahora en la misma colección  y en formato bilingüe Amar es dónde, una salida cuya voz asume de inmediato la visión crepuscular; vuelve los ojos hacia el páramo de los días idos. Esta reflexión sobre el ser transitorio de la conciencia y la terquedad del tiempo no desgrana sensaciones quejosas o frustrantes; es sabido que la buena poesía considera la queja una cuestión inútil porque da al sufrimiento una densidad matérica que contamina el epitelio vital de gravedad y desasosiego. La experiencia depara un aprendizaje cognitivo que fortalece y redacta un didáctico manual de supervivencia, un ideario escrito con la tinta clara de la lucidez. En su arquitectura de la memoria, cada estar aprende a construir andamiajes y forjados, busca una protección segura que entibie frente al cielo raso: “Pero la vida son también andamios, / humildes esqueletos hacia arriba”.
   El acontecer define la razón de ser de la palabra poética: “la inspiración proviene de la propia vida”, escribe Joan Margarit; los trabajos y días del sujeto y sus caminos interiores son el más fértil sustrato argumental. La observación directa de lo contingente concede a los versos un significado testimonial, un aire limpio de certeza y verdad. Comprender es entender. Este perfil de la escritura daría pie a una cuestión crítica sobre la que se vuelve con frecuencia sobre la identidad real del hablante lírico. Quien habita en los poemas tiene claras afinidades con el yo biográfico. Esta certeza da pie a considerar al protagonista verbal como un yo desdoblado, como un certero reflejo especular. De ahí la fuerza expresiva y emocional que transmite, esa cadencia cómplice que origina un estado de recepción que libera al lector de cualquier intemperie. Pasó el tiempo de las ilusiones para tomar asiento en el ámbito sosegado de las certidumbres, donde la soledad es un estado natural que apacigua carencias: “Ahora que sé que es seca y áspera, / la vida me resulta más amable. / La burla fue romántica: creer / que todo lo podía soportar / el entusiasmo de una convicción. / En lo alto de una roca queda un cielo poético / que mira de reojo. Nunca me ha protegido. / He sido un iluso, pero no soy un cobarde. / Soñar me ha obligado a aprender / a leer y escribir en las tinieblas. “
   El libro Amar es dónde aglutina más de cuarenta poemas, casi todos muy cortos y escritos con el lenguaje lúcido y directo de la primera persona. El aserto que da nombre a esta entrega proviene de la composición de apertura. En este poema homónimo el amor se define como una geografía atemporal que unifica el ayer y el ahora en una cronología suprarreal. Así lo definen incisivos los versos de cierre: “Amar es un lugar. / Perdura en lo más hondo: es de dónde venimos. / Y también el lugar donde queda la vida. “
   El pasado aparece como calendario habitual de la puesta en escena. Desde el ahora se vislumbra una lejanía repleta de señales cuyo reflejo perdura y llena de luz el cuarto oscuro de la memoria, aunque también el ayer se desvanece, es una estela escrita en el agua empeñada en dar voz a una etapa de plenitud arcádica: a distancia nunca se distinguen las grietas y desconchones; solo se percibe un paréntesis que fue completando el patrimonio afectivo del ser concreto y del yo como parte de un legado comunitario que a todos exige defensa y compromiso. Para el poeta la lengua propia, la que hablaron los padres y los abuelos, es el símbolo máximo de una identidad colectiva. Y eso propicia un tono crítico y defensivo frente a los que quisieron apagarla, como si ese gesto de mutilación cultural fuese un saqueo inadmisible que incluía la humillación de un país devastado.
   Esta recuperación de sensaciones e imágenes hace evidente la pérdida, ese rastro de ausencias que integra a los que no están y acoge en sus manos cambios y  mutaciones. El poema “Barcelona” deja una imagen del corazón urbano hecha banalidad y apariencia, como si el tejido de la historia fuera un simple despojo que no merece la pena consignar. Los espacios vividos ya no están en su sitio; han sufrido un doloroso desplazamiento tangencial: “Pero, en Montjuic, tengo dos hijas, / y ahora me ofende un gentío extraño / que se ciega en la fiesta innecesaria / de gélidos hoteles, de superfluos / escaparates. Suele, en los refugios, / hacer más frío que en ninguna parte, / desolada ciudad que haces de puta”.
   Joan Margarit ha creado en sus libros un  sujeto esclarecedor y sugerente, íntimo y confidencial que tiene confianza en la respiración pausada de las palabras y nos muestra las páginas escritas de una libreta abierta.  Así sucede en su poemario Un asombroso invierno (Visor, 2017). Su aporte es directo y no precisa ninguna retórica ampulosa para ofrecernos una visión introspectiva de la temporalidad del ser y de la continua opacidad de lo cotidiano. Nada es aleatorio; no hay más que un largo viaje que lleva desde el niño a la vejez y este principio lógico sirve para amar el dudoso acontecer que nos arropa, esa verdad dura y sencilla.
   En la edificación verbal de este largo itinerario en el tiempo resuena perdurable la voz clara de un poeta central. Joan Margarit escribe poesía necesaria porque es su única forma de vivir la herida existencial, de poner frente a la sombra indescifrable que moldean las manos del tiempo la luz humilde de una casa encendida, la última casa de misericordia.


                                                

6 comentarios:

  1. Interesante y completa semblanza sobre la obra de un poeta que admiro muchísimo, José Luis. Tuve la oportunidad de saludarle y de que me dedicara su Poesía Completa hace unos días en Gijón. Cercano, amable, lúcido, brillante...Un encanto.
    Feliz semana y un abrazo fuerte!

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    1. Lo sé, querida Sandra, vi tu información de ese encuentro; como sabes yo hice en 2006 la edición "Arquitecturas de la memoria" en Letras Hispánicas, que contaba con un amplio estudio biográfico y estético del poeta y con una abultada selección de poemas: fue un trabajo que me llenó las manos de alegría. Y que sigue vivo porque todavía algunos lectores se acercan al libro. Un fuerte abrazo.

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    2. Qué satisfacción el resultado de un trabajo así, José Luis...

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    3. Sí, es una alegría repleta de sensaciones contradictorias, mezcla tiempo, afectos, ilusiones, cansancio... vida al paso.

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  2. Completa, muy completa semblanza la que haces del gran Margarit , poeta al que sigo desde hace tiempo y al que tuve el honor de abrazar el domingo en el Conde Duque.

    Todo lo que te he leido sobre él me ha encantado. Gracias por esos análisis de sus obra .
    Un abrazo.

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    1. Gracias a ti, Chelo de la Torre, por ese afán de hacer de la escritura un diálogo fértil, una tierra con semillas y espera... Hace veinte años que leo a Margarit, y esa es la razón esencial de que sus libros sean parte de mi identidad, de mi forma de entender la poesía. Fuerte abrazo.

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