Imágenes interiores que no se desvanecen, pupilas que guardan dentro un sol apagado, un paisaje de sombra, una noche en continuo titubeo. Hace unos años escribí este aforismo: “No están fuera ni
dentro. No están”. Y estos días lo recordé por su precisa manera de definir
esas presencias que guardan detrás de su sonrisa una extraña distancia. Nunca
sé si son cercanía o lugar lejano, sílabas abiertas o palabras rotas. Mientras veía las hermosas imágenes de Bas Mati en la geografía primaveral de la sierra norte, pensaba que hay fotografías imaginarias que no concuerdan con la realidad;
ocultan seres deshabitados. Escenarios visuales de Madrid donde pueblan aceras los
zapatos gastados de mi soledad. La pandemia ha robado el esplendor de los sitios de siempre. Son marcos urbanos que añoran la
melancolía del paseante. Sitios de regreso que hay que merecer. No se requiere una especial clarividencia para saber que
la madurez establece el escepticismo y la soledad como prendas obligatorias de entretiempo. Esa disparidad en la percepción del otro es una escuela
abierta. Hoy aprendí que hay gente que percibe en una pregunta inocua un golpe
que deja en coma. Insólito y clarificador para mañana: no hay más preguntas.
Amigo mío, más claro imposible. Ese último párrafo encierra una tremenda enseñanza y despierta en mí -por qué no decirlo- unas buenísimas ganas de "oxigenarme".
Querida pepi, incluso en los mejores momentos de la felicidad, la oxigenación es necesaria para renovar mente y espíritu. Me alegra que te haya gustado esta entrada que celebra el encuentro con lo natural. Y con tu amistad.
Las ganas de aire limpio se acrecienta y los entornos donde poder estirar también los brazos se presentan como una delicia que antes teníamos y no apreciaban. Como esa canción que cantaba mi admirado Serrat: "No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí..."
Se percibe ese tantear colectivo en busca de asombro, mi querida poeta, como si todos necesitáramos reponer las estanterías de la esperanza con sensaciones nuevas. Así que toca oxigenar el ánimo con la fuerza de siempre; lo que perdimos dejó un hueco grande que hay que llenar con lo que encontraremos. Gracias siempre por tu amistad.
Amigo mío, más claro imposible. Ese último párrafo encierra una tremenda enseñanza y despierta en mí -por qué no decirlo- unas buenísimas ganas de "oxigenarme".
ResponderEliminarUn abrazo.
Querida pepi, incluso en los mejores momentos de la felicidad, la oxigenación es necesaria para renovar mente y espíritu. Me alegra que te haya gustado esta entrada que celebra el encuentro con lo natural. Y con tu amistad.
EliminarLas ganas de aire limpio se acrecienta y los entornos donde poder estirar también los brazos se presentan como una delicia que antes teníamos y no apreciaban. Como esa canción que cantaba mi admirado Serrat: "No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí..."
ResponderEliminarSe percibe ese tantear colectivo en busca de asombro, mi querida poeta, como si todos necesitáramos reponer las estanterías de la esperanza con sensaciones nuevas. Así que toca oxigenar el ánimo con la fuerza de siempre; lo que perdimos dejó un hueco grande que hay que llenar con lo que encontraremos. Gracias siempre por tu amistad.
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