Arte del músculo |
GIMNASIO
Bajo las nubes ocres del gimnasio
agrieto mi sedentarismo:
pedaleo,
agrieto mi sedentarismo:
pedaleo,
hago pesas, encorvo la columna
y siembro roca en mi talón de Aquiles.
Dejo en la piel minúsculos regueros
y el efluvio espartano
que no disgregan ducha ni lavanda.
Alrededor, un frenesí de vida;
los cantos de sirena
de la musculatura juvenil
y esos bíceps marmóreos
que convierten la envidia
en estatua de sal.
Cada vez que retorno
al torpe entrenamiento,
añado un manchón más a mi autobiografía.
En el trance recuerdo a Saramago;
su voz es agua fresca
y un eco de Platón:
vivimos observando
las sombras que se mueven
en la extraña caverna
que llaman realidad.
y siembro roca en mi talón de Aquiles.
Dejo en la piel minúsculos regueros
y el efluvio espartano
que no disgregan ducha ni lavanda.
los cantos de sirena
de la musculatura juvenil
y esos bíceps marmóreos
que convierten la envidia
en estatua de sal.
al torpe entrenamiento,
añado un manchón más a mi autobiografía.
En el trance recuerdo a Saramago;
su voz es agua fresca
y un eco de Platón:
vivimos observando
las sombras que se mueven
en la extraña caverna
que llaman realidad.
(Del libro en preparación Nadar en seco)
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