martes, 9 de noviembre de 2021

PABLO FIDALGO LAREO. EL PERRO EN LA PUERTA DE LA CASA

El perro en la puerta de la casa
Pablo Fidalgo Lareo
Ediciones Liliputienses
Cáceres, 2021

 

OJOS DE PERRO
 
 
  En la senda creadora de Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) apunta un dedo índice plural, donde marcan direcciones obligatorias géneros esenciales como la poesía o el teatro. El escritor, que ha comisariado varios ciclos de artes escénicas, y ha representado propuestas teatrales, como La democracia, con Estefanía  García. Hace más de una década, en 2010, vio la luz La educación física, su primera página poética, a la que siguen La retirada, premio Injuve 2012, El tiempo de las tragedias absurdas, con Pilar Pérez Abilleira, quien aporta fotografías a los textos, Mis padres: Romeo y Julieta (2013), Esto temía, esto deseaba y Crónica de las aves de paso (2018), accésit del Premio Adonais. A tan amplia producción se yuxtaponen los libros que recogen sus textos dramáticos.
  Con El perro en la puerta de la casa Pablo Fidalgo Lareo invita a recordar la anecdótica figura de Argos, el perro de Ulises, personaje central de la Odisea, y recuperar la conmovedora escena del reconocimiento, cuando el héroe retorna a Ítaca, tras una dilatada espera de veinte años. Pocos momentos del poema épico deparan la emoción e intensidad narrativa de esta escena y descubren, con tan precisa estela, la asombrosa sensibilidad del animal. Desde esa convicción, Pablo Fidalgo Lareo interroga el ámbito cotidiano del perro, convertido en símbolo y voz enunciativa del poema.
  El sujeto verbal percibe el entorno desde la singularidad de quien busca un lugar propio para asumir el destino que marca su condición de ser. Aprende desde dentro cómo es la casa, qué espacio queda afuera o qué significa la fidelidad que enlaza las relaciones sociales, esa manifiesta fragilidad de cada yo con los otros. El transitar  nos advierten a diario de la condición de islas; la soledad traza fronteras interiores, constriñe, revela que en la esencia del sujeto dormita la larga estela de un viaje que se fue poblando de ausencias.
  Los recuerdos conforman la escueta presencia del equipaje. Permiten desandar itinerarios para regresar a las aguas abiertas de la infancia y asumir la extrañeza de la temporalidad. El discurrir es continuo y va diluyendo tramos. Poco a poco se enturbia la claridad de la mirada frente a un austero paisaje de indiferencia. El yo frente a sí mismo aprende que la naturaleza del ser es la de un viajero perdido que apenas, aturdido, entiende su condición mudable, mientras va dejando huellas, casi inadvertidas, en tantos escenarios. El camino es solo habitar un lugar entre lo que se deshace. Somos huéspedes en una “Habitación prestada”; así lo ratifica uno de los poemas centrales del libro en el que la reflexión existencial incide en la pérdida y su interiorización como esencia de la identidad. El latido diario nos convierte en nadie, en extraños portadores de un secreto que solo preserva su posesión inestable, su impulso indefinido para empezar de nuevo.
 Queda la sensación entre las manos de que cada secuencia vital aporta un nítido aprendizaje que amalgama recuerdos, esperanzas e incertidumbres; que hace de la memoria un lugar, una isla al sur, un paisaje provisional, una respuesta. La tarea de definir la conciencia del protagonista verbal propicia una doble transformación que se ajusta a la forma de vivir: ser el movimiento que entrelaza y tantea itinerarios, y ser el hombre que cambia su cuerpo y siente la posibilidad de ser perro, de replegarse en otra identidad extraña, inédita. Los poemas de El perro en la puerta de la casa trazan una poética marcadamente reflexiva, que se caracteriza por la necesidad de revelar el flujo continuo del pensamiento; proponen un tanteo incesante, en continuo retorno al yo interior, a ese punto tensional que nos acerca al otro lado de las cosas, más allá de las brechas que inauguran la pérdida y el vacío, más allá del calmado reducto en el que se reflejan los límites de la propia experiencia personal.

JOSÉ LUIS MORANTE


2 comentarios:

  1. La verdad es que ya el título "El Perroben la puerta de la casa" es intrigante y sugerido.

    El perro acechante, el perro que vigila la entrada, que salvaguarda a sus moradores, o que los espera porque estos se ausentaron.

    El perro fiel, el perro guardador, que atesora un pasado y que espera un futuro, sea el que sea, bueno o malo, Pacífico o violento y que asume su papel colocándose a la entrada de la morada que también le acogió a él como morador, como partícipe de sus vidas.

    ARGOS luminoso, Argos concentrado en su misión, en su papel, por mucho que esté tarde en ejercerse, por mucho que exista la posibilidad de descubrirse un día solo y abandonado, vivirá hasta el último momento en ese dominio de esperanza.

    Gracias Compañero por tus sugerencias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qé excelente comentario, querida Ana María, y qué propuesta de interpretación más atinada; la poesía de Pablo Fidalgo Lareo desconoce cualquier conformismo sedentario, se escribe sin corsés ni etiquetas al paso, es siempre una zona de conflicto, fuerza expresiva.

      Eliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.