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viernes, 12 de agosto de 2022

CON TRAJE DE CRISTAL

Desde dentro
Fotografía
de internet





 CON TRAJE DE CRISTAL

El caos es un orden por descifrar

JOSÉ SARAMAGO

Afrontar la mudez exige espíritus osados y una fuerza oculta, capaz de controlar su repertorio de recursos técnicos.

Mirar laberintos envejece, aunque tengan trajes de cristal.

La nada; mansa oquedad, enferma de bulimia.

En el zumbido de los materiales autobiográficos nunca es ajena la reconstrucción.

Poco a poco la resistencia de la verdad se hizo anecdótica, casi un acto de fe.

Sólo tiene nociones realistas del sueño.

Aforismos en la Sierra de Gredos



jueves, 18 de noviembre de 2021

EL ARTE DEL MÚSCULO

Arte del músculo

 

GIMNASIO
 
 
Bajo las nubes ocres del gimnasio
agrieto mi sedentarismo:
pedaleo,
hago pesas, encorvo la columna
y siembro roca en mi talón de Aquiles.
Dejo en la piel minúsculos regueros
y el efluvio espartano
que no disgregan ducha ni lavanda.
 
Alrededor, un frenesí de vida;
los cantos de sirena
de la musculatura juvenil
y esos bíceps marmóreos
que convierten la envidia
en estatua de sal.
 
Cada vez que retorno
al torpe entrenamiento,
añado un manchón más a mi autobiografía.
En el trance recuerdo a Saramago;
su voz es agua fresca
y un eco de Platón:
vivimos observando
las sombras que se mueven
en la extraña caverna
que llaman realidad.

      (Del libro en preparación Nadar en seco)




domingo, 21 de junio de 2020

JOSÉ SARAMAGO. ENSAYO SOBRE LA LUCIDEZ

Ensayo sobre la lucidez
José Saramago
Traducción de Pilar del Río
Editorial Alfaguara
Madrid, 2004


ESTADO DE SITIO


  Se cumple una década de ausencia física de José Saramago (Azinhaga, 1922), fallecido en 2010 en Tías, Lanzarote, donde el narrador portugués vivía desde 1993. Y no se ha oscurecido la plenitud de su conciencia ética ni un espíritu crítico, siempre en vela, que mostró  un sostenido ideario comunista y afín a los más desfavorecidos, sin claudicaciones. Así que pocos trayectos literarios demandan la urgente vocación de relectura. Abro por tercera vez las páginas de Ensayo sobre la lucidez que adquirí en febrero de 2005, cuando llegaba a las librerías la cuarta reimpresión y los periódicos magnificaban el talento singular del nobel.
  Me empuja el propósito de encontrar algo de luz en la compleja noche política que vive nuestro país, hecho un lodazal de pactos son sentido, estrategias partidistas sin conciencia de futuro común y un zarrapastroso independentismo que erosiona ángulos muertos, propicia la eclosión de la ultraderecha más rancia y es contemplado con el silencio cómplice de medios de comunicación que abrevan en el conformismo y vocean a coro: “Aullemos, dijo el perro”.
  El recordado Ensayo sobre la ceguera, para muchos, y para quien esto escribe también la obra cumbre del autor luso, encuentra algunos pasos de continuidad en esta ficción que recupera personajes ya conocidos: la mujer que fue caso único de visión normal, cuando todo el país padeció una ceguera temporal, el médico y otros secundarios. Ahora dejan oír sus pasos en un periodo marcado por unas elecciones municipales que arrojan más del ochenta por ciento del voto en blanco y desacreditan completamente el rol progresista de los partidos tradicionales.
  Podríamos entender Ensayo sobre la lucidez como una fábula política. Sus actores conceptuales son la democracia, la fragilidad de sus cimientos y valores y el elenco de factores circunstanciales que zarandean la convivencia y sus navegaciones temporales. Así se va desarrollando un hilo argumental donde el autoritarismo y la crueldad deciden hacer del ejercicio democrático de la votación libre un delito que merece investigación policial y métodos extremos de cloaca, como si fuese una acción terrorista propia de conspiraciones anarquistas internacionales. Para descubrir al cerebro de este comportamiento colectivo los mecanismos del poder mandan a la capital a un comisario, un inspector de policía y un agente. No hay nada ningún indicio de rebeldía y conspiración y es necesario entonces inventar un culpable, hacer de la mentira una verdad.
  El mapa de escritura de Saramago cultiva la precisión extrema y la lentitud; los acontecimientos se ralentizan al máximo para que las secuencias se perfilen con caligrafía taxidérmica. Cada instante está lleno de significado, soporta un eje de simetría entre forma y estrato semántico. Los capítulos alcanzan, con plena madurez, un cuadro sugestivo de emociones contrapuestas y sombras diluidas, como si el peligro fuera el habitante siniestro de cualquier esquina.
  La sensación final del libro es demoledora. El poder es fascismo, monopolio, exclusión y sentencia. Un tribunal severo que no duda en aplicar estrategias bárbaras para que las libertades cívicas estén siempre bajo control, en estado de sitio, esperando con los ojos cegados la larga noche del día siguiente.     




sábado, 28 de diciembre de 2019

JOSÉ SARAMAGO. ENSAYO SOBRE LA LUCIDEZ

Ensayo sobre la lucidez
José Saramago
Traducción de Pilar del Río
Editorial Alfaguara
Madrid, 2004


ESTADO DE SITIO


   La ausencia física de José Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922), fallecido en 2010 en Tías, Lanzarote, donde el narrador portugués vivía desde 1993, no ha oscurecido la plenitud de su conciencia ética ni un espíritu crítico siempre en vela que muestra un compromiso sin claudicaciones con la izquierda y los más desfavorecidos. Así que pocos trayectos literarios demandan la urgente vocación de relectura. Abro por tercera vez las páginas de Ensayo sobre la lucidez que adquirí en febrero de 2005, cuando llegaba a las librerías la cuarta reimpresión y los periódicos magnificaban el talento singular del Premio Nobel de Literatura de 1998.
  Me empuja el propósito de encontrar algo de luz (o tal vez un poco de optimismo medio ambiental que celebre el intermedio navideño) en la compleja noche política que vive nuestro país, hecho un lodazal de pactos sin sentido, cansinas estrategias partidistas sin conciencia de futuro común y un zarrapastroso independentismo que erosiona ángulos muertos, propicia la eclosión de la ultraderecha más rancia, y es contemplado con el silencio cómplice de medios de comunicación que abrevan en el conformismo y vocean a coro: “Aullemos, dijo el perro”.
   El recordado Ensayo sobre la ceguera, para muchos, y para quien esto escribe también, es la obra cumbre del autor luso. Encuentra algunos pasos de continuidad en esta ficción que recupera varios personajes ya conocidos: la mujer que fue caso único de visión normal cuando todo el país padeció una ceguera temporal, el médico y otros secundarios que ahora dejan oír sus pasos en un tiempo marcado por unas elecciones municipales que arrojan más del ochenta por ciento del voto en blanco y desacreditan completamente el rol progresista de los partidos tradicionales.
  Podríamos entender Ensayo sobre la lucidez como una fábula política. Sus actores conceptuales son la democracia, la fragilidad de sus cimientos y valores y el elenco de factores circunstanciales que marcan la convivencia y sus azarosas navegaciones temporales. Así se va desarrollando un hilo argumental donde el autoritarismo y la crueldad deciden hacer del ejercicio democrático de la votación libre un delito que merece investigación policial y métodos extremos de cloaca, como si fuese una acción terrorista propia de una conspiración anarquista internacional. Para descubrir al cerebro de este comportamiento colectivo los mecanismos del poder mandan a la capital a un comisario de policía, un inspector y un agente. En la ciudad no hay nada ningún indicio de rebeldía y conspiración y es necesario entonces inventar un culpable, hacer de la mentira una verdad.
  El escribir de Saramago está basado en la precisión extrema y la lentitud; los acontecimientos se ralentizan al máximo para que las secuencias se perfilen con una caligrafía taxidérmica. Cada instante está lleno de significado, soporta un eje de simetría entre forma y contenido. Los capítulos alcanzan en su plena madurez un cuadro sugestivo de emociones contrapuestas y sombras diluidas, como si el peligro fuera el habitante siniestro de cualquier esquina.
  La sensación final del libro es demoledora. El poder es fascismo, monopolio, exclusión y sentencia. Un tribunal severo que no duda en aplicar estrategias maquiavélicas para que las libertades cívicas estén siempre bajo control, en estado de sitio, esperando con los ojos cegados por el miedo la larga noche del día siguiente.

     

martes, 11 de agosto de 2015

JOSÉ SARAMAGO. LOS VIAJES DE CAÍN.

Caín
José Saramago
Traducción de  Pilar del Río
Alfaguara, Madrid, 2009
LOS VIAJES DE CAÍN
 
   En el ajedrez lector del nobel portugués José Saramago, Caín es la última pieza. Soy de los que tienen el tablero completo. Siento por el escritor, afincado en España durante tantos años, una querencia natural cimentada en un triple equilibrio: narrativa, pensamiento y compromiso cívico para dar voz a la intemperie.
   Entre sus ficciones Caín es una pieza menos relevante que las entregas cimeras, bien conocidas por la aceptación del público, como Ensayo sobre la ceguera y El evangelio según Jesucristo.
   La novela  Caín relee el Antiguo Testamento a salto de mata, en un presente continuo y mudable. Hace de Caín su protagonista omnipresente en un amplio recorrido por episodios bíblicos que descubren en su lectura literal la sinrazón divina. Así se gesta una crítica demoledora que deja a descubierto la ingenuidad de algunas creencias. Lo hace con humor agrio, tono paródico y la ironía resignada de quien sabe por la incansable sucesión de causas y efectos de la Creación que los dioses son rencorosos e imprevisibles y deben estar locos.

domingo, 2 de junio de 2013

JOSÉ SARAMAGO EN SUS PALABRAS.

Con José Saramago.

Una ausencia que está en sus palabras
 
  Hay autores del canon contemporáneo que ya nunca veremos en las casetas de la Feria del Libro de Madrid,  ni repetirán el gesto paciente y resignado de firmar sus entregas al público que aguarda turno, con admiración y respeto. Buena gente que pronuncia unas apresuradas palabras de gratitud, o fija el instante en una fotografía. José Saramago era (es) un escritor de culto, cuyo pensamiento fue recogido por Fernando Gómez Aguilera en JOSÉ SARAMAGO EN SUS PALABRAS, volumen válido para certezas y dudas, con este párrafo de contracubierta: " En el fondo todos tenemos necesidad de decir quiénes somos y qué es lo que estamos haciendo, la necesidad de dejar algo hecho, porque esta vida no es eterna y dejar cosas hechas puede ser una forma de eternidad".
   Tengo en mi biblioteca la obra completa del Premio Nobel portugués. A sus libros, dedicados, regreso cada poco tiempo sólo para recorrer unas páginas, para sentir la complicidad de algunos pensamientos... para comprobar que José Saramago sigue muy cerca.
 
José Saramago en sus palabras
edición y selección de
Fernando Gómez Aguilera
Alfaguara, Madrid, 2010
 

sábado, 1 de enero de 2011

EL IDEARIO DE JOSÉ SARAMAGO

Comienza a caminar el nuevo año y madrugo para llevar a mi hija Irene hasta el aeropuerto. En las calles de Rivas, todavía sin sol, algunos noctámbulos vestidos de fiesta esperan la llegada del autobús. El trayecto por la autopista es muy rápido, la despedida breve, y no tardo en acomodarme frente al ordenador. Pero ni siquiera el café espolea la página en blanco del cerebro.
Sobre la mesa los títulos que leo o he leído: Verano, el libro semibiográfico de J. M. Coetzee, dos o tres revistas, y la extensa indagación sobre el pensamiento de José Saramago.



  1. José Saramago en sus palabras
    Edición y selección de Fernando Gómez Aguilera
    Alfaguara, Madrid, 2010

       Para quienes tuvimos la fortuna de asistir al homenaje celebrado en Rivas-Vaciamadrid, el l8 de octubre de 2010, el volumen José Saramago en sus palabras no es sino el justificado pretexto central de aquella convocatoria que por su desarrollo permanecerá mucho tiempo en el recuerdo.
       La edición de Fernando Gómez Aguilera es una amplia muestra de pensamientos personales y literarios entresacada del itinerario creador del portugués y del material perecedero de los medios de comunicación. La multiplicidad de juicios permite esbozar con nitidez el perfil intelectual de una conciencia comprometida con el tiempo histórico que le tocó vivir. Es un legado que conexiona con los ejes vertebradores de la realidad social del yo; no estamos aislados, todos formamos parte de un universo global e interactivo.
       Pocos datos del escritor resultan desconocidos: el origen humilde y campesino en una de las comarcas más pobres de Portugal; la formación primaria y la temprana incorporación a un oficio manual, antes de trabajar primero como traductor y después como redactor y la tardía eclosión de un escritor que sólo en la madurez entrega sus mejores obras y consigue el reconocimiento mundial.
       Pero la literatura es también el trayecto del ciudadano, los encuentros con asuntos comunes. Con todos ellos establece un sutil diálogo. En la cartografía personal hallamos tres nombres geográficos: Azinhaga es el pueblo natal, la tradición del Alentejo y el sustrato rural de los antepasados; Portugal es el país, la lengua y la cultura, también la controvertida relación con la clase política conservadora y con la hostilidad de la iglesia; Lanzarote es el lugar de acogida, la casa hospitalaria en la que vivió con Pilar del Río, el gran amor de su vida y la eficiente colaboradora que veló por los intereses del autor. Sobre la militancia comunista y el rigor crítico se asienta buena parte de su status social. El escritor se posiciona con los humildes y los desfavorecidos porque piensa que “Auschwitz no está cerrado, está abierto y sus chimeneas siguen soltando el humo del crimen que cada día se perpetra contra la humanidad más débil”; el escritor no quiere ser cómplice desde el silencio. Un capítulo singular nos deparan sus convicciones iberistas. Para Saramago la geografía peninsular desde la historia le parece desgajada del resto de Europa, hoy convertida en un territorio especulativo del liberalismo económico. España y Portugal deben orientarse, por tanto, a recuperar lazos con los países de ultramar y a velar por un entendimiento en todos los órdenes con la realidad iberoamericana.
       Los propósitos estéticos de cada entrega ayudan a conocer detonantes argumentales o a ser testigos de la génesis de protagonistas que establecen con el escritor una relación viva y sostenida, en especial sus identidades femeninas, singulares y pujantes.
       José Saramago en sus palabras como libro de cierre es un recapitulatorio que permite formular una ética . Confirma el ideario de una voz que habló siempre alto y claro para condenar la apatía y la inacción de los que no saben que el futuro comienza a construirse en el ahora.     
         

viernes, 31 de diciembre de 2010

FIN DE AÑO

Dos nombres propios han marcado el año literario que finaliza hoy: José Saramago, que fallecía el 18 de junio, y Mario Vargas Llosa, que conseguía el Premio Nobel el 7 de octubre. Los dos pertenecen, pese a sus divergencias ideológicas, a la mitología privada de muchos lectores. A la mía también. Por eso despido el año con su rastro en los libros. De Mario Vargas Llosa prefiero sus títulos iniciales, aunque La fiesta del chivo y El sueño del celta   son títulos relevantes. Yo recomiendo encarecidamente Los cachorros.
Letras Hispánicas acaba de reeditar el libro con un excelente trabajo introductorio:

                                          AÑOS DE APRENDIZAJE

Los cachorros
Mario Vargas Llosa
Edición de Guadalupe Fernández Ariza
Cátedra. Letras Hispánicas, 2010.

   La abrumadora aportación de la literatura hispanoamericana al reciente legado del español actual alcanza su momento áureo en un puñado de figuras magistrales nacido al otro lado del océano. Máximo ejemplo de integración e identidad, en el idioma no se advierten fracturas.
   Mario Vargas Llosa es uno de esos nombres que marcan senda a nuestra realidad cultural. Nacido en Arequipa (Perú) en 1936, su vocación literaria arranca temprano. Tras los cursos en la Universidad de San Marcos de Lima viaja a Europa, donde publica en 1959 su obra auroral, Los jefes, y tres años más tarde La ciudad y los perros, título que supone su consagración y le concede sitio en la emergente literatura del “Boom”, un movimiento sin definición estética unitaria que aglutina propuestas de ultramar y descubre a escritores como Carlos Fuentes, Julio Cortázar, José Donoso, José Lezama, Gabriel García Márquez o el propio Vargas Llosa, quien alcanza su madurez narrativa en La casa verde, Los cachorros y Conversaciones en la catedral.
  En casi medio siglo de escritura, el autor ha ejercido una notable labor ensayística y ha entregado otras tantas novelas con múltiples reconocimientos y premios tan importantes como el Príncipe de Asturias, el Planeta, el Cervantes y en 2010 el Premio Nobel, concedido por la Academia Sueca “por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”. En tan vasta producción Los cachorros, editado por primera vez en 1967, en la colección “Palabra e imagen” de editorial Lumen, se singulariza por la originalidad de un argumento de alta carga simbólica y que, como suele ser norma en la narrativa del peruano, comparte personajes con otras ficciones. La cronología de Los cachorros abarca un periodo temporal de veinticinco años. Comienza cuando los personajes se integran en el colegio Champagnat, un microcosmos representativo del barrio limeño de Miraflores, escenario urbano habitual de la clase media peruana. Este arranque de la educación sentimental en un centro religioso supone un largo aprendizaje en el que Cuéllar es el actor central. El discurso narrativo es una crónica en la que el narrador configura, ordena y  pone distancia al airear una voz colectiva de ritmo fluido. En ella se yuxtaponen diferentes niveles lingüísticos. El código oral de la infancia, tras el aprendizaje de normas y actitudes, muda los registros; quien relata parece una emanación del grupo y participa en cada una de las identidades. El aparato crítico de la edición permite  conocer los valores semánticos de muchos términos del habla coloquial miraflorino. Se logra trasmitir un efecto de verismo contextual incorporando locuciones exclamativas, giros enfáticos y frases de gran condensación expresiva que se suceden alternando las voces sin interrupción, como si el sonido ambiente envolviera. 
  En la historia de Cuéllar y sus amigos se cumple lo que escribía Antonio Muñoz Molina: “Las grandes novelas de Mario Vargas Llosa funcionan como laberintos constructivos que han de ir siendo descifrados gradualmente por la inteligencia y la imaginación del lector”.