miércoles, 3 de noviembre de 2021

PEPI BOBIS REINOSO. BAJO EL ÁRBOL PROHIBIDO

Bajo el árbol prohibido
Pepi Bobis Reinoso
Epílogo de Carmen Ramos
Ediciones en Huida
Colección Extravaganza-Poesía
Sevilla, 2021

 

CERTIDUMBRES DEL TIEMPO
 

 
   Bajo el árbol prohibido supone la tercera publicación poética de Pepi Bobis Reinoso (Ciudad Real, 1952) quien, anteriormente, había colaborado en algunas antologías colectivas y había firmado las entregas El jardín de los instantes y (2017) y Nido de mirlos (2019). Al indagar en el ideario estético de la escritora afincada en Sevilla se percibe de inmediato que sus composiciones cumplen la nítida premisa de la transparencia y sugieren una cercana posibilidad de diálogo con el interlocutor verbal. El otro es tímpano dispuesto a compartir la textura emotiva de la existencia.
   La nueva amanecida  sale al día con dos citas contundentes: la de Julio Cortázar  difunde una semántica asociada a la voluntad de indagación que conlleva cualquier quehacer literario: “Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo / que andábamos para encontrarnos”: Y de la de Juan Ramón Jiménez es un remanso asentado en el canon literario contemporáneo: “¡No le toques ya más, que así es la rosa! Además integra, tras las efusivas dedicatorias, un breve introito autorial que clarifica en su trasvase la naturaleza de estas composiciones. “No hay, realmente, un hilo conductor que defina el tránsito de mis palabras, pero yo diría que es tan rojo como la sangre que me ocupa, tan fiel a mí, que no tendría con qué pagar tanta serenidad aprendida”.
   La lírica de Bajo el árbol prohibido está signada por la inquietud de lo vivencial. Alza un cuajado inventario de sensaciones que hacen del pensamiento un refugio interior. Aluden con voz reiterativa a las incertidumbres paradójicas que conforman los gastados estratos de lo cotidiano, siempre marcados por la huella transitoria del tiempo. Las cosas de la vida y la orfandad de quien respira el sosiego manso de lo transitorio nos exigen hacer del camino hacia el otro una emoción solar: “Mientras se alejaba el invierno / y siempre de la mano / echamos raíces en un jardín / donde cada primavera / huele a nosotros”. En ese rumor de tiempo que no cesa se van acumulando sensaciones de plenitud y belleza, de paciente reconstrucción de lo perdido, aquello que permanece en los recodos de la memoria para habitar la soledad. La evocación se convierte en surco generoso que preserva el aliento del pasado: “ Somos / la piel de un tambor / arrasada por las huellas / de una lluvia pertinaz / pasajeros inconscientes / en un tren de regreso / al origen de la vida”. A veces ese rumor adquiere el contorno humilde de la queja, de una cierta presencia de la resignación: “Somos supervivientes de una zozobra endémica”, enuncia el aserto que aglutina los poemas del segundo apartado. En él la conciencia del yo ensimismado difunde preguntas como hilos de humo que se pierden en el silencio, dejando el tacto gris de la memoria.
   La percepción de la esperanza presenta rostros de paisajes nuevos que zarandean los sentidos. Crean una cadencia amable, como si el trayecto biográfico interpretara un ciclo renacido que invita a volver a empezar. Los versos adquieren un ritmo intimista en el que se va gestado el proyecto común de la convivencia y su vaivén pendular. Al cabo, como concluye el poema “Observatorio”, con solemnidad aforística: “Muerte y vida confluyen para regresar”.
   El estar del yo percibe el necesario pago del peaje que espera en el crepúsculo, como si la disolución de la propia identidad dejara solo un callado hueco mientras los elementos germinales de la naturaleza vuelven a su sitio, convierten en hábito su quietud aparente. La poesía de Pepi Bobis Reinoso se sitúa frente al silencio para dibujar un trayecto cumplido de arcilla moldeable con los sentimientos. Existir es sentir, saber que bajo el árbol de la incertidumbre, los sentidos disponen de una estremecida percepción del tiempo. Asentar dentro del corazón esas imágenes que van acumulando en sus bordes amarillentos el dolor y la pérdida, la quietud del recuerdo y las caligrafías de la esperanza; el semblante de soledad de quien, ensimismamiento, ignora las respuestas ante un tiempo contradictorio y frágil, proclive a la tormenta.

JOSÉ LUIS MORANTE


4 comentarios:

  1. Qué buena reseña tran ahondar las simas đe los versos.
    Enhorabuena y gracias a los dos.
    Es la belleza
    hermana y literaria
    quien siemore gana.

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    1. Siempre un regalo tu amistad y tu cercanía, querido Juan, y encantado por tu complicidad lectora. Fuerte abrazo desde Rivas.

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  2. Querido José Luis:

    Guardaré para siempre tus palabras en la memoria del corazón, ese lugar donde se depositan las cosas que de verdad importan, donde lo inefable perdura.

    Mi agradecimiento y cariño para ti.
    Un abrazo enorme.

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    1. Muchas gracias por tan hermoso propósito, mientras tanto, querida Pepi, disfruta de tus versos con luz y sigue haciendo del afecto una terraza con olor a verano.

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