viernes, 22 de julio de 2022

SANTIAGO A. LÓPEZ NAVIA. HESPÉRIDES

Hespérides
(Peregrinaciones, duelos y silencios
de Jacobo Sadness)
Santiago A. López Navia
XXIX Premio Nacional de Poesía "Acordes"
Concejalía de Cultura Ayto Espiel
Espiel, Córdoba, 2022

 
                                                 EL AMOR Y SUS DEMONIOS

    La excelente biografía profesional de Santiago A. López Navia (Madrid, 1961) y sus investigaciones literarias, en torno al universo cervantino y la retórica, han sido compatibles con el trazado en el tiempo de una poblada trayectoria poética compuesta por más de una decena de entregas, a la que ahora suma Hespérides. La nueva salida, subtitulada con aserto aclaratorio Peregrinaciones, duelos y silencios de Jacobo Sadness, fue reconocida con el XXIX Premio de poesía “Acordes” y añade una nota inicial que firma el autor para comentar la génesis identitaria del yo poético y la misma naturaleza escritural del poemario. Santiago A. López Navia especifica que el hablante verbal es un heterónimo que tiene su amanecida en el libro de 2009 Ética y retórica a Jacobo Sadness. El personaje acoge un ideario existencialista, mostrado en el diálogo con su maestro Antero Freire. El carácter autónomo del personaje permite considerar su biografía como un esqueje de las emociones y sentimientos de su creador y, por tanto, conformar un mapa sentimental que preserve su singularidad ante el ser biográfico.
  Hespérides agrupa sus composiciones en dos tramos escriturales. En el primero presenciamos la amanecida del sentimiento amoroso y el carácter ideal de la amada. Como meta lejana e inalcanzable exige una ascesis, una peregrinación hasta el lejano jardín de las Hespérides, ese lugar enaltecido por los dones, que tiene la intangible disposición espacial de lo celeste. La senda del enamorado se despliega cuajada de limitaciones y esa es la advertencia de su maestro Antero Freire, que habla desde el estoicismo que concede la experiencia de la edad: “Hay una luz lejana en las Hespérides. / No brilla para ti, Jacobo. / Espera”. Si la plenitud amorosa trasciende los espacios e invita y zarandea la voluntad del caminante, la razón pide prudencia y capacidad para descifrar la sutilidad de lo mudable. Pero la plenitud del sentimiento emerge fuerte como una amanecida esplendorosa: “”Quisiera condensar la esencia toda / que duerme en sus pistilos y bebérmela / con la fe que se pone en un antídoto / o en el poder secreto de un conjuro”: Frente a esa transparencia de la voz enamorada suena fuerte el envés de la razón, esa mirada que extiende un horizonte de realismo y mansedumbre para no alimentar hogueras en el alma y abrasar el paladar con la hiel del desengaño.
   Si en la primera parte, el amor como meta es senda firme, en “Duelos y silencios de Jacobo Sadness” las sensaciones de la pérdida acrecientan el sentimiento elegíaco y la arquitectura de la decepción. Los poemas muestran las cicatrices de la derrota; la diligencia reflexiva de la evocación repasa el claroscuro de causas y efectos que han convertido el fuego en un espeso rastro de ceniza. Así se conforma el estar de una soledad inhabitable: “Y yo me quedé perdido, fiel vigía de la niebla, / encadenado a tu olvido y cegado por la distancia, / pastor de la soledad, dueño total del silencio, / habitante del vacío, rey absoluto de nada.” El camino concluye y el rastro de la amada se desvanece. Corresponde ahora curar el corazón y aprender a sentir el rumor fuerte de la ausencia: “De qué serviría / decirte cómo duele cada hora, cómo pesan / el alba, el mediodía, los ocasos / después de haber estado, / antes de que tu estela se perdiera, / lo más cerca de ti que estuve nunca, / después de haber medido / lo tan lejos de ti que queda todo”.
   El volumen Hespérides se integra en la perdurable estela de la lírica amatoria y sus convenciones. Frente al rumor gregario de lo cotidiano, elige el amor como meta y destino, como redención feliz  donde la intimidad se convulsiona para seguir creyendo que en alguna parte, hacia el oeste, más allá de los signos borrosos de lo real y el discurrir acomodaticio del tiempo, está el amor como esencia ontológica e impulso vital, aunque esté lejos.
 

JOSÉ LUIS MORANTE

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