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viernes, 15 de diciembre de 2023

FLORENCIO LUQUE ALFONSO. ACERICO

Acerico
Florencio Luque Alfonso
Premio Internacional Artemisa de Aforismos 2023
Detorre Editores
Córdoba, 2023


 

SEMBRAR AGUJAS
 

 
   Florencio Luque Alonso (Marchena, Sevilla, 1955) es Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y desde hace décadas fomenta una vocación literaria desdoblada entre la poesía y el aforismo. Es autor de los poemarios El tiempo nombra (2014) y Ai(m)ée (2019) y de las entregas aforísticas El gato y la madeja (2018), Caja de cromos (2021) y Melismínimas. Cien aforismos flamencos (2022), que han propiciado su inclusión en las más recientes antologías del género y abundantes colaboraciones en revistas digitales y en papel.
  Con su libro Acerico consiguió el Premio internacional Artemisa de Aforismos 2023. La obra, cuyo título alude a la almohadilla empleada en costura para clavar agujas, vertebra cinco apartados temáticos definidos por sustantivos de semántica densa: “Visiones”, “Sueños”, ”Tiempo”, ”Laberintos” y “Lienzos”, todos ellos precedidos de citas que sugieren la posible andadura de cada sección.
   La primera arranca con un verso del poeta Pedro Casariego Córdoba: “”En mi idioma “yo” se escribe con “O” de aullido”. El laconismo de Florencio Luque Alonso tiende a una expresión desnuda, espontánea y directa, con la que traza la andadura de un tiempo experiencial reflejado en el cristal del pensamiento. Son teselas verbales marcadas por el aprendizaje de vínculos reflexivos que dan cobijo al acontecer transitorio. El fluir del pensamiento no tiene brújula, se deja ir como un camino que se alimenta a sí mismo y abre preguntas en la incertidumbre de lo cotidiano: “Cuando el jilguero canta, ilumina su sombra”, “El hábito mata al niño”, “Todos nos parecemos a un desconocido”, “Ninguna copa conoce tu sed”.
  Tras los breves de “Sueños” que arrancan con el verso de Andrés Trapiello “¿Quién no busca el vuelo de todas las cosas?” se acrecienta la mirada lírica para establecer un diálogo entre el territorio onírico y lo real. El sueño propende a la idealización: “En los sueños del pájaro no existen jaulas”, “Los encuentros soñados suelen ser encontronazos vividos”, “Los sueños alumbran nuestras sombras”. Aunque recordando también el carácter efímero y volátil de muchos sueños: “Árbol de sueños, frutos de humo”, “Nadie duerme sin pájaros en la cabeza”, “Todo sueño es paradójico, parece verdad porque es mentira”. Pero en la umbría existencial el sueño es necesario porque hace de las ilusiones y  la mirada limpia un hábitat natural.
  Con un excelente aforismo de Miguel Ángel Arcas, “El tiempo es una liebre que se ha puesto mis zapatos”, el tramo “Tiempo” realiza una lectura fragmentada de uno de los vértices temáticos del aforismo. El devenir es río que nos lleva y ese viaje da cuerpo a un intimismo confesional con sus propios códigos comunicativos: “Calla el tiempo tus ruinas cuando calla su esplendor”, “Vida, extraño oficio de pérdidas”, “Soy lo que el futuro hace con mi pasado”, “Reloj, nido de cenizas”:
   La obra del recordado Ángel Guinda aporta un esqueje poético memorable: “Qué laberinto la luz”, y sirve para entender “Laberintos”, sustantivo tan querido por Jorge Luis Borges y su incontinente epigonía. Ese carácter paradójico de la palabra, como refugio y cárcel al mismo tiempo, está presente en la semántica de algunos breves: “Umbral de vida, puerta de laberinto”, “En oscuridad canto la luz”, “He modelado mis días como un ciego su busto”, “Quien vive se desvive”. Quien piensa conoce los propios límites, acepta la condición de una identidad que camina a cada instante hacia la última costa. 
   El vuelo aforístico toma tierra con el apartado “Lienzos” que hace de la pintura una puerta reflexiva; al cabo, como recuerda el poeta y aforista José Mateos esta parcela artística es un espejo insondable y paradójico. O como afirma el  autor de Acerico “Pintar es ver lo invisible”. Desde ese afán de captar el misterio de lo percibido, la pintura se convierte en expresión de búsqueda y empeño en “desvelar lo vedado” al compás de la luz.
   Desde la brevedad, Acerico fija su atención en la cercanía de lo diario; toma el pulso a las asociaciones cotidianas entre espacio y tiempo mediante la observación y el pensamiento. Así se clavan estas punzadas verbales que hacen visible los puentes entre imaginación y razón para desvelar el trasvase entre percepción y conocimiento, para saber un poco más del argumento oculto que guardan las estaciones del discurrir. 

JOSÉ LUIS MORANTE



 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

HUMILDAD

Ser y estar
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

El palabrerío incontinente y la inteligencia usan zapatillas desparejas.

Sin compasión, con la chispa encendida por Andrés Trapiello, incansable valedor de Pre-Textos, las redes han llevado al cadalso a la agencia literaria de Louise Glück, última Premio Nobel de Literatura. La norteamericana, tras el reconocimiento de la academia sueca, no renueva contrato con Manuel Borrás. Pre-Textos ha publicado casi la totalidad de su poesía en España, asumido gastos de traducción y comercialización, e impulsado una obra minoritaria que apenas ha vendido ejemplares. La poeta no necesita más riqueza, la dotación es cuantiosa, ejerce en la universidad y ha recibido otros premios importantes. Su racanería (consciente o permisiva) es enfermiza y merece página completa en algún libro de la infamia. 

Por cierto, muchos de los humillados y ofendidos por el talante avaro de la poeta jamás han leído sus poemas. El ofuscamiento no disimula su indigencia lectora.

Más Premios para nombres encajados en una larga relación lectora y afectiva: Premio Nacional de las Letras para Luis Mateo Díez y Premio Cervantes para Francisco Brines. Ecuánime aplauso para los dos.

El enanismo literario tiene en la red un altavoz potente. Un poeta que confunde sonetos y castañuelas y cuyo valor literario no llega a chico de los recados,  puede decir sin más que Margarit no está a la altura del Cervantes o que García Montero más que escribir conspira. Y de inmediato hay un entusiasmo coral para refrendar su estupidez. Lástima que en ese barullo de necios participen también algunos amigos que muestran sin pudor el talón de su criterio estético. 

Hay lectores tan susceptibles que solo retiran la denuncia en la guardia civil si salvas al mirlo que canta en el poema.

(Apuntes para el diario)



martes, 5 de febrero de 2019

MIRIAM MORENO AGUIRRE. OTRA MODERNIDAD.

Otra modernidad
Estudios sobre la obra de Ramón Gaya
Miriam Moreno Aguirre
Editorial Pre-Textos, Fundación Amado Alonso
Valencia, 2018


PRESENCIA DE RAMÓN GAYA


   En la obra de Ramón Gaya (Murcia, 1910-Valencia, 2005) confluyen pintura y escritura. Son vetas creadoras complementarias. Ambas propician una indagación estética cuyo estudio es el motivo central del ensayo Otra modernidad. Estudios sobre la obra de Ramón Gaya con el que Miriam Moreno Aguirre (Madrid, 1954) consiguió el Premio Internacional de Crítica Literaria “Amado Alonso” en 2017.
  Con una trayectoria profesional  desarrollada en la producción de programas culturales en Televisión Española, Miriam Moreno Aguirre se doctoró en Filosofía con una tesis dedicada a Ramón Gaya, sobre quien ha publicado numerosos sondeos críticos en revistas especializadas y El Arte como destino. Pintura y escritura en Ramón Gaya, quehacer editado en 2010. Nos hallamos, por tanto, ante quien ha hecho del legado gayesco un espacio de lucidez reflexiva. Suma a su afán una implicación biográfica directa; durante décadas conoció al pintor, perteneció a su círculo de amistades y fue testigo privilegiado del devenir de su escritura y de la disciplina de su pensamiento estético. Por ello, trasmite una visión cercana y repleta de equilibrio, en la que se analizan el periplo biográfico, el contexto cultural y las filiaciones del universo estético.
 En la compleja labor de análisis, se ubican como amanecida de la investigación los datos más significativos del trayecto vital. Desde muy temprano, el niño siente una profunda vocación pictórica que se afianza con un viaje a Madrid, donde conoce el Museo del Prado y personalidades como Juan Ramón Jiménez. Viaja más tarde al París de las vanguardias y se implica, desde su nacimiento, en la obra cultural de la II república a través de las Misiones Pedagógicas y, después, en la revista Hora de España. Su tarea política en la Guerra civil provoca el exilio a México, durante décadas, hasta su regreso en 1960, con un último periodo de creación y reconocimientos hasta su fallecimiento en 2005.
 La cimentación teórica de Gaya proviene sobre todo de las articulaciones conceptuales del Krausismo y de la obra filosófica de Nietzsche, Bergson y Ortega y Gasset; pero también del ideario estético de Juan Ramón Jiménez, a quien admiró profundamente y con el que mantuvo siempre una relación afectiva muy consolidada. Desde esas fuentes germinales se levantan los juicios estéticos del pintor, difundidos en las anotaciones biográficas de Diario de un pintor y en tres textos ensayísticos esenciales: El sentimiento de la pintura (1959), Velázquez, pájaro solitario (1967) y Naturalidad del arte (y artificialidad de la crítica) (1996). No son estudios marginales en su condición de pintor. En ellos, “se puede apreciar la intensidad elocuente y la originalidad de un pensamiento suscitado por intuiciones inesperadas, iluminaciones y presentimientos llenos de agudeza, en un tono a veces lírico, otras directo y otras incisivo.  Son textos elaborados con precisión, claridad, hondura, guiados por el deseo que tiene todo artista de dilucidar la naturaleza de su propio impulso pictórico y del influjo que otras creaciones han ejercido en su obra y en la de otros creadores “, subraya Miriam Moreno Aguirre en afortunadísima síntesis.
  Para Ramón Gaya, ser pintor afecta a la condición ontológica del sujeto, es una forma de amar antes que la pintura los paisajes y las figuras reales. De ese amor nace el impulso pictórico: el sentimiento de la pintura, ese despertar de quien se descubre inmerso en la totalidad misteriosa de la naturaleza y en la plenitud de su pobreza original.Tras el estudio de la noción de sentimiento, se profundiza en la correspondencia entre sentir y pintar. Del saber sentir emana algo oscuro y misterioso, una veta vertebradora, en la sostenida evolución del trabajo, que marca senda en el tiempo. Si en los años veinte, el joven pintor soporta el contagio vanguardista, tras su regreso de París y su inmersión en las Misiones Pedagógicas emprende una etapa desprejuiciada, de mímesis y homenaje con los grandes maestros, al margen de tendencias. Después, en la grieta del exilio profundiza en un realismo de tono sombrío que no cambia de gamas cromáticas hasta el viaje a Venecia, ya en los años sesenta cuando su plástica abre un estilo remozado entre el enfoque realista y la imprecisión perceptiva, para concluir tras el definitivo regreso a una etapa de insólita madurez y fertilidad, con amplia temática argumental, desde la naturaleza al retrato, en una vía de esencialización y despojamiento.  
  Ya en plena madurez, Gaya escribe su libro decisivo, Velázquez, pájaro solitario. Miriam Moreno Aguirre, con inteligencia nos revela las claves de lectura. La fuerte devoción velazqueña propicia la comprensión de sus valores plásticos y una conducta sin rincones dubitativos ante los problemas técnicos. Para Gaya “Velázquez no percibe la realidad paso a paso sino de un golpe que abarca la totalidad”  
 Otra modernidad constituye una  solvente mirada al periplo biográfico de Ramón Gaya y a su doble papel de pintor y escritor, con singulares postulados estéticos. Reúne los focos activos del conocimiento directo con su constelación emocional y la experiencia cultural de una bibliografía profunda, de la que es parte esencial la biblioteca personal de Andrés Trapiello, cuyo magisterio es norte y voluntad. De esta atmósfera propicia nace un ensayo ejemplar, con páginas esclarecedoras al hacer memoria y lumbre de los presupuestos estéticos y el hecho de vivir, fuerte y acorde con el magno legado de Ramón Gaya.