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jueves, 24 de julio de 2025

ÁNGEL GUINDA. POESÍA REUNIDA 1970-2022

Vida ávida
Poesía reunida 1970-2022
Ángel Guinda
Olifante Ediciones de Poesía
Zaragoza, 2025

 
VIAJE INTERIOR


    Olifante ediciones de Poesía conmemora el XLVI aniversario de su fundación por Trinidad Ruiz Marcellán con una amplia muestra de la obra poética de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948-Madrid, 2022). El escritor firmó en vida dieciséis títulos de poesía, algunos ensayos, varios manifiestos y un amplio compendio aforístico. Además, como traductor, versionó autores al castellano desde el inglés, el italiano, el portugués y el catalán.
    El volumen es una antología representativa de la poesía escrita entre 1970 y 2022. La minuciosa panorámica se abre con Acechante silencio, breve conjunto de los primeros poemas, fechados entre 1970 y 1979. En esta amanecida de tanteo ya se percibe una inclinación natural hacia el buceo interior a través de una lírica despojada y concisa. La voz meditativa reflexiona sobre la temporalidad del sujeto y hace del amor cráter referencial.
  El aporte se consolida con Vida ávida, salida que acoge el quehacer entre 1980 y 1990. Son textos que hacen de la identidad del yo su eje gravitatorio; buscan la razón de escritura en la caligrafía indagatoria de quien explora laberintos internos y reflejos especulares. En torno a un selecto abanico de asuntos de calado existencial se construye un sujeto poético que habrá de tener amplia continuidad. De este modo, los títulos engarzados hasta el cierre de siglo – El almendro amargo (1986), Cántico corporal (1989), Conocimiento del medio (1990-1995), La llegada del mal tiempo (1995-1996) y Biografía de la muerte (1996-2000)- no muestran quiebras ni cambios de rumbo. Configuran una etapa meditativa y compacta, una sensibilidad crepuscular donde la muerte, el discurrir y los estados de ánimo del protagonista verbal son tramas recurrentes.  
  En este intervalo Ángel Guinda aflora una de sus propuestas poéticas más conocidas: “Arquitextura”: Escribo contra la realidad, / no sobre ella. / La poesía es una rebelión. / El poema soy yo fuera de mí, / el mundo que me invade / haciéndome estallar “. Cada verso es flujo mental; un aserto autónomo, con pleno sentido, dispuesto al debate, sondeando la densidad matérica de las palabras y sus especulaciones. Conviene recordar que en el ensayo La experiencia de la poesía el poeta presenta un conjunto de textos muy personales sobre la orografía del poema. Da fe de un ideario diverso que abarca los manifiestos “Arquitextura”, “Poesía y subversión”, “Y poesía ni contracultura”, junto a otros dos ensayos breves: “Defensa de la dignidad poética” y “Emocionantismo”.
   Al adentrarse en el siglo XXI, Ángel Guinda firma dos nuevas entregas, La voz de la mirada (2000-2001) y Toda la luz del mundo (2000-2002). El primero, desde el concepto de poesía útil, moldea el poema necesario, aquel que es capaz de capturar el resplandor interior que guardan las palabras mientras aviva el misterio que persiste en lo real. Sorprende en esta salida su inquietud formal, los textos con un claro propósito vanguardista y fónico. El libro Toda la luz del mundo (2000-2002) recoge fragmentos aforísticos. Es sabido que el aforismo no se encuadra nunca en una única definición del género, pero los integrados optan por la frase limpia, despejada, directa, que imprime eficacia en el destello comunicativo y en la precisión semántica.
   También la entrega Claro interior (2002-2007) se caracteriza por su lírica humanista y ontológica. En su selección toma cuerpo la geografía profunda del poema. La indagación metaliteraria concede a las palabras la pulsión de lo perdurable; más allá de la estética, la poesía alienta un recorrido gnómico, de afirmación y conocimiento, de toma de conciencia. 
   Las premisas reunidas en Poemas para todos (2009) son un alegato contra el conformismo; los versos rechazan la asepsia textual de los que solo aceptan vivir por inercia, como acto inevitable. Si el presente vende sucedáneos que causan la debilidad del pensamiento, Ángel Guinda milita en el pensamiento crítico de búsqueda y acción del ser frente a la nada como principio activo de la palabra.  
   El poeta no encuentra mejor coartada para la felicidad que el sentimiento amoroso y a ese sentir dedica la entrega Materia del amor (2008-2009). El tema clásico se reactualiza y cobra plena vigencia.  El camino hacia el otro se hace expresión del vivir. Amar es una actitud ante la vida, una celebración de la belleza y de la libertad que convierte al sujeto verbal en un protagonista activo del deseo y la sensibilidad sensorial.
    En 2010 aparece Espectral. una escritura en prosa poética de verbo pesimista y desajustado. Ángel Guinda convierte su reflexión en un espacio fragmentado en el que anidan incertidumbres permanentes que resisten la arbitrariedad del tiempo. La escritura es una forma de entender el mundo y entenderse a sí mismo, un esbozo, una prospección, una respuesta no hallada que pugna por definirse en el magma informe de un poema no escrito.
   Más cercano a su escritura meditativa, Caja de lava (2011-2012) inquiere en la voluntad de ser desde las erosiones y la incertidumbre. Tras la autobiografía del hablante lírico está la palabra “adiós”. Quien nace avanza hacia la nada, profundiza en lo hondo, y vislumbra el vacío como monolítica dirección. No hay retorno en esa mirada al abismo. En Rigor vitae (2012-2013) las palabras formulan un brusco soliloquio fde teselas filosóficas. Con imágenes de gran impacto semántico, el sujeto verbal comparte y evoca turbulencias existenciales. La vida profunda parece asolada por la inclemencia, por un agobiante destino de sombras y desolaciones. La tempestad queda dentro y la vigilia vislumbra un transitar errático por caminos de humo. Es la hora de la soledad, del tiempo que cuestiona la inocencia y se exilia en el onirismo, la alucinación y el delirio.
   Catedral de la noche (2013-2015) cobija los latidos del desmoronamiento. La muerte habita dentro; remueve las entrañas, araña vísceras y hace del continuo cronos un exiliado que camina y tropieza, que percibe que la realidad se esfuma noche adentro. Todo se vuelve huida en el ahora. La vida se ralentiza y se hace dominio de la noche. El título abre una etapa final de inmersión y aceptamiento de la fragilidad de ser que prosigue con Los deslumbramientos y Recapitulaciones. Ambos libros cierran el lustro 2015-2020.   
   Con voz apelativa en Los deslumbramientos el sujeto verbal hace del poema un soliloquio en torno a la existencia y su continua estela de desapariciones. También lo más compacto termina disgregándose, como piedra caliza. El pasado fue y ahora se diluye en lo más íntimo, se esconde en esas hondas grietas por las que se escapa el existir hacia su última mudanza. Como si volviera los ojos hacia sí miso, el alter ego repasa los contornos del después en Recapitulaciones. No hay camino de vuelta y se acrecienta la orfandad mientras el yo dispersa por el suelo imágenes y recuerdos, su fe de vida, la confesión desnuda de quien ha vivido.
   La antología cobija como coda composiciones circunstanciales, entre la crítica y el homenaje y un libro póstumo, publicado en 2023, Aparición y otras desapariciones, con el que se completa el mapa lírico y sus itinerarios en el tiempo. Queda en Vida ávida la certeza de que más allá de la fecha de caducidad de cada cuerpo está el impulso vital de la palabra, esa masa madre de “inteligencia, armonía, belleza y claridad” con sabor a pan tierno y a soledad dormida.
 
JOSÉ LUIS MORANTE




 
  

viernes, 15 de diciembre de 2023

FLORENCIO LUQUE ALFONSO. ACERICO

Acerico
Florencio Luque Alfonso
Premio Internacional Artemisa de Aforismos 2023
Detorre Editores
Córdoba, 2023


 

SEMBRAR AGUJAS
 

 
   Florencio Luque Alonso (Marchena, Sevilla, 1955) es Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y desde hace décadas fomenta una vocación literaria desdoblada entre la poesía y el aforismo. Es autor de los poemarios El tiempo nombra (2014) y Ai(m)ée (2019) y de las entregas aforísticas El gato y la madeja (2018), Caja de cromos (2021) y Melismínimas. Cien aforismos flamencos (2022), que han propiciado su inclusión en las más recientes antologías del género y abundantes colaboraciones en revistas digitales y en papel.
  Con su libro Acerico consiguió el Premio internacional Artemisa de Aforismos 2023. La obra, cuyo título alude a la almohadilla empleada en costura para clavar agujas, vertebra cinco apartados temáticos definidos por sustantivos de semántica densa: “Visiones”, “Sueños”, ”Tiempo”, ”Laberintos” y “Lienzos”, todos ellos precedidos de citas que sugieren la posible andadura de cada sección.
   La primera arranca con un verso del poeta Pedro Casariego Córdoba: “”En mi idioma “yo” se escribe con “O” de aullido”. El laconismo de Florencio Luque Alonso tiende a una expresión desnuda, espontánea y directa, con la que traza la andadura de un tiempo experiencial reflejado en el cristal del pensamiento. Son teselas verbales marcadas por el aprendizaje de vínculos reflexivos que dan cobijo al acontecer transitorio. El fluir del pensamiento no tiene brújula, se deja ir como un camino que se alimenta a sí mismo y abre preguntas en la incertidumbre de lo cotidiano: “Cuando el jilguero canta, ilumina su sombra”, “El hábito mata al niño”, “Todos nos parecemos a un desconocido”, “Ninguna copa conoce tu sed”.
  Tras los breves de “Sueños” que arrancan con el verso de Andrés Trapiello “¿Quién no busca el vuelo de todas las cosas?” se acrecienta la mirada lírica para establecer un diálogo entre el territorio onírico y lo real. El sueño propende a la idealización: “En los sueños del pájaro no existen jaulas”, “Los encuentros soñados suelen ser encontronazos vividos”, “Los sueños alumbran nuestras sombras”. Aunque recordando también el carácter efímero y volátil de muchos sueños: “Árbol de sueños, frutos de humo”, “Nadie duerme sin pájaros en la cabeza”, “Todo sueño es paradójico, parece verdad porque es mentira”. Pero en la umbría existencial el sueño es necesario porque hace de las ilusiones y  la mirada limpia un hábitat natural.
  Con un excelente aforismo de Miguel Ángel Arcas, “El tiempo es una liebre que se ha puesto mis zapatos”, el tramo “Tiempo” realiza una lectura fragmentada de uno de los vértices temáticos del aforismo. El devenir es río que nos lleva y ese viaje da cuerpo a un intimismo confesional con sus propios códigos comunicativos: “Calla el tiempo tus ruinas cuando calla su esplendor”, “Vida, extraño oficio de pérdidas”, “Soy lo que el futuro hace con mi pasado”, “Reloj, nido de cenizas”:
   La obra del recordado Ángel Guinda aporta un esqueje poético memorable: “Qué laberinto la luz”, y sirve para entender “Laberintos”, sustantivo tan querido por Jorge Luis Borges y su incontinente epigonía. Ese carácter paradójico de la palabra, como refugio y cárcel al mismo tiempo, está presente en la semántica de algunos breves: “Umbral de vida, puerta de laberinto”, “En oscuridad canto la luz”, “He modelado mis días como un ciego su busto”, “Quien vive se desvive”. Quien piensa conoce los propios límites, acepta la condición de una identidad que camina a cada instante hacia la última costa. 
   El vuelo aforístico toma tierra con el apartado “Lienzos” que hace de la pintura una puerta reflexiva; al cabo, como recuerda el poeta y aforista José Mateos esta parcela artística es un espejo insondable y paradójico. O como afirma el  autor de Acerico “Pintar es ver lo invisible”. Desde ese afán de captar el misterio de lo percibido, la pintura se convierte en expresión de búsqueda y empeño en “desvelar lo vedado” al compás de la luz.
   Desde la brevedad, Acerico fija su atención en la cercanía de lo diario; toma el pulso a las asociaciones cotidianas entre espacio y tiempo mediante la observación y el pensamiento. Así se clavan estas punzadas verbales que hacen visible los puentes entre imaginación y razón para desvelar el trasvase entre percepción y conocimiento, para saber un poco más del argumento oculto que guardan las estaciones del discurrir. 

JOSÉ LUIS MORANTE



 

domingo, 30 de enero de 2022

ÁNGEL GUINDA. LA EXPERIENCIA DE LA POESÍA

Último viaje
Ángel Guinda
(Zaragoza, 1948-Madrid, 2022)

 

EL MISTERIO DEL POEMA


In memoriam

La experiencia de la poesía
Ángel Guinda
Ediciones Pregunta
Zaragoza, 2016
 
  Pocas aseveraciones me han convulsionado tanto, en torno al misterio de la creación poética, como la formulada por Eloy Sánchez Rosillo al dar una conferencia en el ciclo Poesía y poética  de la Fundación Juan March de Madrid. Fue en 2005 y el poeta abría su disertación con la siguiente frase: “Yo no tengo teorías, tengo poemas”. El postulado evitaba más digresiones en torno al taller literario y resumía una filosofía teórica de grado cero sobre la razón del poema. El poema se justifica así mismo; no precisa ningún epitelio conceptual. Además contradecía de raíz mi propio pensamiento crítico en torno a la creación, porque desde hace casi tres décadas conviven en mi forma de entender el hecho literario la poesía y la crítica, como facetas complementarias y expresiones de un Jano bifronte y convivencial.
  Así que el título La experiencia de la poesía de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948), autor de una extensa obra poética, de algunos ensayos y de un amplio compendio aforístico, llamó mi atención de inmediato. Sigo defendiendo que escribir poesía es un acto autónomo, pero nunca aleatorio ni circunstancial; por tanto requiere una autorreflexión que ayude a conocer su densidad matérica, sus especulaciones argumentales y sus linderos expresivos.
  Así lo entiende también el poeta Ángel Guinda que aglutina en el breve libro la experiencia de la poesía un conjunto de textos muy personales en los que recopila su mapa poético,  yuxtaponiendo los manifiestos “Arquitextura”, “Poesía y subversión”, “Y poesía ni contracultura, junto a otros dos ensayos breves que ahora se publican por primera vez “defensa de la dignidad poética” y “Emocionantismo”.
Al adentrarse en el didactismo teórico de Ángel Guinda se percibe de inmediato la diversidad de perspectivas. Así, “Arquitextura”, subtitulado “Apuntes para una poética” recoge fragmentos aforísticos  escritos entre 1980 y 2015. Es sabido que el aforismo no se encuadra nunca en una única definición del género, pero los textos integrados en este libro optan por la frase limpia, despejada, directa, que busca su eficacia en el destello comunicativo y en la precisón semántica. Sirvan como referentes algunos ejemplos al paso: “Las palabras son semillas cargadas con el silencio de los mundos”, “El arte está a mitad de camino entre la rebelión y la revelación”, “La palabra es un ser vivo”, “Escribir es reconocerse en lo desconocido”, “La inspiración, ese trallazo de luz en las tinieblas de la inteligencia”.
   Más cercano en el tiempo y por tanto con postulados recientes –el autor lo fecha en 2016- el texto “Emocionantismo” alterna el formato parónimo y lapidario de la frase breve con anotaciones reflexivas que admiten un mayor calado en el hilo argumental; de este modo, se adhieren al contexto central del lenguaje otras teselas como el poder, las circunvoluciones del sistema o el mercado; son adherencias reflexivas que dan a lo metaliterario una dimensión sociológica, siempre necesaria en el contexto de una realidad actual, rala, inocua y abrasiva.
   Las notas de “Defensa de la dignidad poética”, apuntes de 2014,  persiguen la autoidentificación e independencia del quehacer escritural ante los intereses extraliterarios. Visualizan además la geografía interior del poema para localizar incisiones gravosas que dañan las funciones básicas, la experiencia fusionada de  estética y recorrido gnómico. 
   Entiendo las premisas reunidas en “Poesía violencia”, manifiesto de 2012, como un alegato contra el conformismo; más allá de incitar a demoliciones dinamiteras, los pensamientos de Guinda rechazan la asepsia textual de los que solo ven el vivir por inercia como una función inevitable de la existencia. Si los tiempos del presente venden sucedáneos pragmáticos  que causan la debilidad del pensamiento, la violencia creativa, entendida ésta como búsqueda y acción del ser frente a la nada, como principio activo de la palabra.  
   La utilidad de la poesía ha generado en el tiempo un flujo discursivo interminable, proclive a la interpretación diversa; es un debate clásico que actualiza la vigencia del pensamiento platónico y perdura en el hoy, un ahora pragmático, conformista y caótico, que busca argumentos sobre el rol de la poesía, más allá de sus méritos estéticos. Ángel Guinda añadía en el cierre de siglo su enfoque sobre la cuestión con un puñado de aforismos en los que el sentir pesimista era la atmósfera natural. En desacuerdo con la poesía de la experiencia, movimiento en plena pujanza en los años noventa, Guinda componía un nihilismo enunciativo que contradecía aquella situación vertebrada desde un monopolio estético reductor. Defendía una poesía útil que además de objeto de belleza fuese también brújula ética y rehabilitara la imaginación, la sensibilidad y la razón crítica.
  También latente una mirada sombría en el manifiesto de 1985  “Y poesía ni contracultura. Curriculum mortis”, un empeño autocrítico que desgaja el ser poético de lo cotidiano; de ese estar en la intemperie nace una nueva necesidad de ser y una invitación al compromiso en la tarea de conocerse y reconocerse en una dermis humanista que conmueva, active y revitalice la conciencia.
   La experiencia de la poesía, contradiciendo una cronología natural que hubiese dejado ante el lector el trazo evolutivo de esta indagación teórica de Ángel Guinda, se cierra con la proclama más temprana, fechada en 1978, en plena intrahistoria constitucional. Los fragmentos de “Poesía y subversión” hacen de la poesía una expresión del vivir. Escribir es una actitud ante la vida, una celebración de la belleza y de la libertad que convierte al sujeto verbal en un protagonista activo del entorno cultural.
    En su Hiperión, Friedrich Hölderlin, con verbo pesimista y desajustado, anunciaba que “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cundo reflexiona”; Ángel Guinda convierte su reflexión en un espacio cómplice en el que anidan junto a las raíces de la propia creación, esas incertidumbres permanentes que funcionan como impulsos creativos y pautas que resisten la arbitrariedad del tiempo. La experiencia de la poesía es una forma de entender el mundo y entenderse a sí mismo, un esbozo, una prospección, una respuesta no hallada que pugna por definirse en el magma informe de un poema no escrito.

JOSÉ LUIS MORANTE






martes, 2 de junio de 2020

ÁNGEL GUINDA. LOS DESLUMBRAMIENTOS / RECAPITULACIONES

Los deslumbramientos
seguido de
Recapitulaciones
Ángel Guinda
Olifante. Ediciones de Poesía
Serie Maior
Zaragoza, 2020


DESLUMBRAMIENTOS Y RECAPITULACIONES


   Al margen de consideraciones más precisas y de la legítima aspiración de cada libro a ser leído con sus claves autónomas, la veteranía poética de Ángel Guinda siempre se me antoja en su configuración como un itinerario de soledad que se encamina hacia el horizonte crepuscular de la atardecida. La conciencia de lo transitorio diluye espejismos; adormece y oculta la posibilidad del registro ideal entre los escenarios tensionales de la realidad.
   A la amplia bibliografía del poeta y aforista aragonés se une ahora un volumen dual que contiene los poemarios Los deslumbramientos y Recapitulaciones, editado de nuevo en Olifante, el sello de Trinidad Ruiz Marcellán, que siempre ha prestado atención preferente al trayecto de Guinda.
   Tras la breve cita de Ezra Pound, Los deslumbramientos pone como pórtico una poética indirecta que llega como un mensaje de afirmación del quehacer; la experiencia vital necesita la cicatriz abierta de la indagación para que aflore la fuerza del onirismo y la necesidad de la búsqueda: “¡No leas humo! / Aunque sea sobre agua escribe fuego”. Así arranca un decir esencial, casi fragmentario, que convierte al poema en una suma de interrogantes sobre el tiempo, la continua erosión de la pérdida o la asunción de una identidad despojada y sencilla que va consumiendo las mutaciones del contexto afectivo y esas mínimas alucinaciones que deja el tiempo entre las manos. El yo verbal cuando se explora en el espejo tiene una fuerte sensación de extravío, confunde itinerarios y viajes, recurre a la memoria, a ese remiso inventario que deja el caminar. Poemas como “El avispero” enuncian un ahora desapacible, como si el espacio interior de la conciencia percibiese –qué hermosa imagen- “un escuadrón de aguijones”. Cobran peso los indicios de la desolación, pero el sujeto asume una actitud fuerte que desdeña la queja: “Vivir es corriente como el curso de un río. / Morir es normal como el cauce”. La última estación se aleja del pasado para afrontar que el futuro “es una gota casi seca”. Poco a poco ascienden las quimeras hacia lo etéreo para asumir el encuentro con lo cotidiano, como si el día fuese un manso gorrión que retorna a buscar las migajas. Es imposible el retorno, lo sucedido ya es material solidificado en el tiempo; no hay posibilidad de mudar sus efectos; es también el refugio de la casa habitable que pone sosiego en la espera., como si lo vivido fuera solo un recuerdo deforme, mientras llama la muerte y el yo poético se refugia cada vez más dentro.
   El título Recapitulaciones sugiere una estrategia más narrativa, capaz de alentar un testimonio que refuerce la conexión con lo vivido. El contenido semántico parece anticipar el recorrido de la experiencia. Se llena de dudas existenciales, conforman una insomne vigilia de interrogantes que fuerzan a la comprensión tardía o que alumbran contornos insatisfechos. El yo desdoblado cataliza también la percepción de que las respuestas nunca están fuera sino en el pensamiento que no deja de fluir como una corriente inasible.
   Desde la aceptación austera de la propia identidad nace un estar estoico y un cultivo de la serenidad. También se recupera esa manera de percibir el mundo en la infancia cuando la realidad se poblaba de onirismos y fantasmagorías, es una manera de recuperar todos los intrusos que llevamos dentro y de conciliar esas etapas vitales que ahora, casi asentado en la última costa cobran otro significado, como si el contexto diario dejara sitio a sensaciones difusas y alucinaciones: “El muerto que llevo vivo pronto saldrá de mí.  / Como saldría el bosque encerrado en un árbol. / Nunca lo más grande debe estar dentro de lo más pequeño. / Lo que llega llega para pasar. / ¡Siempre la luz camina a la ceguera!”. Desde la amanecida al ocaso, el espíritu sabe reconocer en sí mismo al transeúnte nómada que pierde la inocencia para dar voz a la última condición de ser.
   Son muchos los críticos que se han ocupado del vértigo creador de Ángel Guinda. y casi todos coinciden en señalar algunas irradiciones de rebeldía en sus poemas: la continua presencia de la muerte, siempre entrevista con lucidez y entereza, la mirada  interior sin autoengaños, sabiendo que vivir es una travesía en el desierto y esa manera de captar lo esencial, despojando a la mirada exploratoria del brillo falso de la bisutería. Angel Guinda sabe, como ha escrito Agustín Porras, que línea a línea “la poesía nos salva”.  

  
 .    

domingo, 8 de marzo de 2020

ELLA

La casa encendida
(8 de marzo de 2020)


ELLA

                                                      La belleza es siempre aparición

                                                                               ÁNGEL GUINDA

Toda tu piel
es rendija con luz.
Subo persianas.

                   (inédito)



viernes, 16 de febrero de 2018

ÁNGEL GUINDA. LA EXPERIENCIA DE LA POESÍA

La experiencia de la poesía
Ángel Guinda
Ediciones Pregunta
Zaragoza, 2016

PROSPECCIONES


  Pocas aseveraciones me han convulsionado tanto, en torno al misterio de la creación poética, como la formulada por Eloy Sánchez Rosillo, al dar una conferencia en el ciclo Poesía y poética  de la Fundación Juan March de Madrid. Fue en 2005 y el poeta abría su disertación con la siguiente frase: “Yo no tengo teorías, tengo poemas”. El postulado evitaba más digresiones en torno al taller literario y resumía una filosofía teórica de grado cero sobre la razón del poema. El poema se justifica a sí mismo; no precisa ningún epitelio conceptual. Además contradecía de raíz mi propio pensamiento crítico en torno a la creación, porque desde hace casi tres décadas conviven en mi forma de entender el hecho literario la poesía y la crítica, como facetas complementarias y expresiones de un Jano bifronte y convivencial.
  Así que el título La experiencia de la poesía de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948), autor de una extensa obra poética, de algunos ensayos y de un amplio compendio aforístico, llamó mi atención de inmediato. Sigo defendiendo que escribir poesía es un acto autónomo, pero nunca aleatorio ni circunstancial; por tanto requiere una autorreflexión que ayude a conocer su densidad matérica, sus especulaciones argumentales y sus linderos expresivos.
  Así lo entiende también el poeta Ángel Guinda que aglutina en el breve libro la experiencia de la poesía un conjunto de textos muy personales en los que recopila su mapa poético,  yuxtaponiendo los manifiestos “Arquitextura”, “Poesía y subversión”, “Y poesía ni contracultura, junto a otros dos ensayos breves que ahora se publican por primera vez “Defensa de la dignidad poética” y “Emocionantismo”.
   Al adentrarse en el didactismo teórico de Ángel Guinda se percibe de inmediato la diversidad de perspectivas. Así, “Arquitextura”, subtitulado “Apuntes para una poética” recoge fragmentos aforísticos  escritos entre 1980 y 2015. Es sabido que el aforismo no se encuadra nunca en una única definición del género, pero los textos integrados en este libro optan por la frase limpia, despejada, directa, que busca su eficacia en el destello comunicativo y en la precisión semántica. Sirvan como referentes algunos ejemplos al paso: “Las palabras son semillas cargadas con el silencio de los mundos”, “El arte está a mitad de camino entre la rebelión y la revelación”, “La palabra es un ser vivo”, “Escribir es reconocerse en lo desconocido”, “La inspiración, ese trallazo de luz en las tinieblas de la inteligencia”.
   Más cercano en el tiempo y por tanto con postulados recientes –el autor lo fecha en 2016- el texto “Emocionantismo” alterna el formato parónimo y lapidario de la frase breve con anotaciones reflexivas que admiten un mayor calado en el hilo argumental; de este modo, se adhieren al contexto central del lenguaje otras teselas como el poder, las circunvoluciones del sistema o el mercado; son adherencias reflexivas que dan a lo metaliterario una dimensión sociológica, siempre necesaria en el contexto de una realidad actual, rala, inocua y abrasiva.
   Las notas de “Defensa de la dignidad poética”, apuntes de 2014,  persiguen la autoidentificación e independencia del quehacer escritural ante los intereses extraliterarios. Visualizan además la geografía interior del poema para localizar incisiones gravosas que dañan las funciones básicas, la experiencia fusionada de  estética y recorrido gnómico. 
   Entiendo las premisas reunidas en “Poesía violencia”, manifiesto de 2012, como un alegato contra el conformismo; más allá de incitar a demoliciones dinamiteras, los pensamientos de Guinda rechazan la asepsia textual de los que solo ven el vivir por inercia como una función inevitable de la existencia. Si los tiempos del presente venden sucedáneos pragmáticos  que causan la debilidad del pensamiento, la violencia creativa, entendida ésta como búsqueda y acción del ser frente a la nada, como principio activo de la palabra.  
   La utilidad de la poesía ha generado en el tiempo un flujo discursivo interminable, proclive a la interpretación diversa; es un debate clásico que actualiza la vigencia del pensamiento platónico y perdura en el hoy, un ahora pragmático, conformista y caótico, que busca argumentos sobre el rol de la poesía, más allá de sus méritos estéticos. Ángel Guinda añadía en el cierre de siglo su enfoque sobre la cuestión con un puñado de aforismos en los que el sentir pesimista era la atmósfera natural. En desacuerdo con la poesía de la experiencia, movimiento en plena pujanza en los años noventa, Guinda componía un nihilismo enunciativo que contradecía aquella situación vertebrada desde un monopolio estético reductor. Defendía una poesía útil que además de objeto de belleza fuese también brújula ética y rehabilitara la imaginación, la sensibilidad y la razón crítica.
  También latente una mirada sombría en el manifiesto de 1985 “Y poesía ni contracultura. Curriculum mortis”, un empeño autocrítico que desgaja el ser poético de lo cotidiano; de ese estar en la intemperie nace una nueva necesidad de ser y una invitación al compromiso en la tarea de conocerse y reconocerse en una dermis humanista que conmueva, active y revitalice la conciencia.
   La experiencia de la poesía, contradiciendo una cronología natural que hubiese dejado ante el lector el trazo evolutivo de esta indagación teórica de Ángel Guinda, se cierra con la proclama más temprana, fechada en 1978, en plena intrahistoria constitucional. Los fragmentos de “Poesía y subversión” hacen de la poesía una expresión del vivir. Escribir es una actitud ante la vida, una celebración de la belleza y de la libertad que convierte al sujeto verbal en un protagonista activo del entorno cultural.
   En su Hiperión, Friedrich Hölderlin, con verbo pesimista y desajustado, anunciaba que “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cundo reflexiona”; Ángel Guinda convierte su reflexión en un espacio cómplice en el que anidan, junto a las raíces de la propia creación, esas incertidumbres permanentes que funcionan como impulsos creativos y pautas que resisten la arbitrariedad del tiempo. La experiencia de la poesía es una forma de entender el mundo y entenderse a sí mismo, un esbozo, una prospección, una respuesta no hallada que pugna por definirse en el magma informe de un poema no escrito.




domingo, 22 de marzo de 2015

ARABELLA SILES. DESENREDAR EL AIRE

Desenredar el aire 
Arabella Siles
Utopía Libros, Córdoba 2015


EL MISTERIO DE LO REAL

   Cada poemario inaugura una propuesta de interpretación que alienta una pluralidad de sentidos. Este principio se cumple todavía con más rigor cuando asistimos a una primera salida, donde el hablante lírico elige la senda a seguir sin recorridos previos. El quehacer cultural de Arabella Siles le ha permitido conocer a un amplio número de escritores, algunos de los cuales dejan su afecto aquí. Así la cubierta del poemario es un dibujo del poeta y cantautor Luis Eduardo Aute, el pórtico de entrada está firmado por Julio llamazares, el epílogo por el poeta y crítico Manuel Rico y la contracubierta acoge las palabras del aragonés Ángel Guinda. Pero son contingencias prescindibles a la hora de abordar el rumor del poema porque la lectura es siempre un diálogo a dos voces que no requiere más interlocutores que el encuentro silencioso con los significados de las palabras.
   Sirven de umbral al libro dos citas de Blas de Otero y José Hierro: la primera es una imagen sobre la transparencia del aire que puede dar pie a un acercamiento a la poesía desde la claridad y el sentido comunicativo; el texto de José Hierro percibe esa conexión siempre abierta sobre la lírica como testimonio vivencial. Y esa sensación perdura desde el comienzo, Desenredar el aire es el relato de un transcurso existencial en el que aflorar distintas experiencias de hondo significado; la escritura nace de la necesidad de decir y rehúye cualquier propósito esteticista. Así lo señala la breve composición de arranque, titulada “Poética”: “Para vivir / escribo. / Escribo / lo que me vive.”
   Y ese predominio de lo vivencias está hecho de un tejido diverso y contradictorio, donde la carencia expande su significado más profundo. Somos una estela de fragilidad y vacío, de soledad y ausencia que no quiebra el olvido: “Este poema es un erizo / y / de su corazón / se arranca púas. / Púas de rabia / de sinsentido / de quebranto / de desamparo…”. Aunque prevalece en las composiciones el clima de decepción y ensimismamiento que quien busca desentrañar el misterio de lo real, también el tránsito diario deja sitio a la amanecida, a ese liviano despertar de la luz en la que cada identidad se reconoce. Queda un resguardo para la esperanza. Así leemos en “Ese lugar”: “Arrancar las raíces / de la duda, la ira / el juicio y la condena / antes de que anide el desatino / y se abra en la tierra / la hendidura. / Y volver contigo: / a ese lugar / donde todo comienza / y el sol nunca se apaga. “
  Desenredar el aire es el rastreo de una mirada interior. Poesía donde se traducen las convulsiones del ánimo y su resistencia a aceptar la desaparición y el vacío. En este primer encuentro con el quehacer poético de Arabella Siles emergen los enlaces plenos entre travesía biográfica y literatura con los que se forjan los poemas. Recuerdo y canto del breve acontecer, lo vivido se hace sustancia argumental, se inscribe en el texto para dejarnos un rasgón luminoso y perdurable.  

sábado, 24 de enero de 2015

ÁNGEL PETISME. TREINTA AÑOS DE MÚSICA Y POESÍA



TESTIGO CON LÁPIZ: ÁNGEL PETISME EN EL ATENEO


    Ayer viernes, estuve en el Ateneo de Madrid, en el papel el papel de testigo con lápiz que ocupa un asiento difuso de las última filas. Desde allí, sin el micro encendido y el estrado con agualos actos literarios parecen más largos e imprevisibles, con un punto de tedio por la impuntualidad y la inquietud del calor tropical que tanto solivianta en aforos completos. Ángel Petisme, con treinta años de dedicación musical y literaria, presentaba, con nutrido acompañamiento, su poemario El lujo de la tristeza. El aragonés concita muchos afectos y la sala se llenó de inmediato. Los asistentes que no encontraron asiento reclamaban el traslado al salón de actos y un poco de luz para ver a los contertulios. Miguel Losada, responsable del ciclo de lecturas de la Cacharrería, puso excusas y orden y la presentación se inició con un cantautor feliz y con sonrisa grande. Estaba ufano con la respuesta del público, con el abrazo solidario de otros escritores y músicos, y con el verbo cálido de una mesa repleta. Mucha gente para hablar y más o menos prisa por plasmar en dos o tres pinceladas ingeniosas la relación personal y ese jugoso anecdotario de la memoria fiel. Tantos años en el camino han dejado una copiosa estela.
   En un acto tan emotivo, aumentó la temperatura sentimental del público el vídeo Mi gigante preferido, un trabajo muy bien resuelto dedicado a Alba, hija del poeta. Después tomaron la palabra Luis Eduardo Aute, Luis Antonio de Villena y Ángel Guinda. Aute, tímido, modesto y siempre al alba, recalcó afinidades con aquel joven cantautor seleccionado en la antología Postnovísimos que representaba la sensibilidad del rock y ensalzó la estatura de niño gigante; Ángel Guinda dejó una buena definición sobre el carácter del homenajeado: es un aglutinador de personas, comentó. Y Luis Antonio, con aire teatral, paró el reloj para viajar hasta los pasos de un Petisme juvenil que se ha ido haciendo autónomo y mayor entre libros y canciones. Luis Antonio es un conversador incansable y divertido.
  Llenaron los intermedios Ana Labordeta y Pilar Bastardes con una representativa selección de textos,  para clausurar con otra mesa formada, entre otros, por Fernando Beltrán y Raquel Lanseros. Fernando resumió el asunto en una troika aragonesa: “Goya, Buñuel, Petisme” (con permiso de otras troikas del valle del Ebro de igual altura), mientras que la belleza de Raquel Lanseros recurrió a la sensibilidad del hombre y a esa invitación a la alegría que aporta Ángel como razón de ser de cada encuentro. También hubo música en directo, móviles a pleno uso, foto de grupo, agenda abierta para citas cordiales y merecidas felicitaciones al autor de El lujo de la tristeza. Me traje además ese abrazo de Ángel Petisme al dedicarme su obra, mientras hablábamos de una lectura próxima en Rivas, programada en Covibar por Ricardo Virtanen.
   Después era muy tarde y hacía frío. Me refugié detrás de la bufanda y recorrí la luna de Madrid con Fernando Beltrán y la nostalgia común de amigos y viajes. En la autopista del regreso ví en el retrovisor la imagen de un acto para recordar. Ya en casa, abracé a Adela y puse en la mesa de trabajo de la buhardilla El lujo de la tristeza. Espera turno de lectura con mirada cómplice. He disfrutado estos años con la poesía de Petisme y  el poema "Ponle luz a este mundo" con el que cerró la cita del Ateneo me pareció extraordinario.
   En el azul de la cubierta, miro el título. Lo leo en voz alta y asiento. Es verdad, la tristeza todavía es un lujo al alcance de todos.