CON CATALUÑA (APUNTES DE CLASE)
" Fulgor Sedano, hombre de 54 años, soltero, de oficio administrador, apto para entablar y seguir pleitos, por poder y por mi propio derecho, reclamo y alego lo siguiente..."
Pedro Páramo, pág. 50
Aclaro: no soy nacionalista
español –ese supuesto estigma con el que los nacionalistas de periferia
pretenden anular los argumentos de la razón- pero me desasosiega que el máximo
mandatario de una comunidad, garante legal de la constitución como marco
convivencial, sea el más obstinado impulsor de su incumplimiento. Por eso anoto aquí estas
impresiones, junto a mis apuntes de clase de Geografía e Historia, la asignatura que imparto desde hace veinte años. Nací en
España, pero me hubiese encantado haber nacido en Canadá, Australia, Estados
Unidos, Suecia, Italia, Gran Bretaña o Argentina… casi en cualquier sitio de ese
mundo en progreso que ofrece a sus pobladores unas condiciones existenciales
dignas.
Me causa pánico que España se
balcanice y que los muchos siglos de convivencia dependan de los intereses
electorales del nacionalismo segregacionista. No quiero que España se quiebre,
porque si la consulta independentista se celebra, sea cual sea el resultado,
todos los demás territorios peninsulares e insulares también tienen derecho a
esa consulta. Ser catalán no es ser más que ser castellano, andaluz, canario, murciano
o extremeño. Ahora soporto a diario titulares de prensa y declaraciones que se barajan para prodigar estupideces. Hace unos años, en la Feria del
libro de Madrid, tuve que soportar en una mesa victimista y quejicosa a un
Jordi “algo”; rubricaba que no leíamos la poesía de Cataluña y que se
condenaba al ostracismo a sus poetas, por ser catalanes. Escuché perplejo; yo
preparaba una edición crítica de Joan Margarit, leía con fervor de neófito a
Jaime Gil de Biedma y anotaba datos para un largo artículo sobre Carlos Barral…
además dos de mis libros se habían publicado en una edición catalana y adquiría
las novedades de la editorial apenas salían al mercado; y uno de los más jóvenes poetas catalanes, Josep Maria Rodríguez, me parecía una de las perlas literarias del siglo XXI. Aquel sujeto,
desaforado y pueblerino, negaba mis lecturas, mis vínculos, mis querencias y
pretendía apartarme de mis poetas, alegando que eran inexistentes, como su propia obra. Son poetas de casa, huéspedes fijos de mis estanterías; nunca fueron ni serán
extranjeros para mí porque no son un territorio, una excusa bélica, un desagüe
para ensuciar la convivencia con réditos electoralistas que disimulen corrupción, populismo
y pésima gestión económica.
Que 2014 venga sosegado en el
quehacer diario de todos, sin que marquen la convivencia himnos, banderas y esa
historia reinventada a la medida de un ego deforme. Que sigamos juntos y en paz.
Con Cataluña, claro; somos lo mismo.