viernes, 30 de noviembre de 2012

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD.


JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD
 
    La Generación del 50 monopoliza casi al completo el magisterio contemporáneo de mi generación. Los poetas novísimos forman el escalón intermedio, pero tengo la certeza de que apenas pusimos el pie en el peldaño del esteticismo y, en cambio, dejamos muchos días nuestros pasos perdidos en los descansillos del realismo social.
   Hablar del medio siglo es mencionar un grupo literario más cohesionado por las actitudes que por las connotaciones estéticas. El hábitat natural de aquella promoción fue el espacio del compromiso ético y del cuestionamiento de la realidad. Todos tuvieron vocación de testigos de cargo, vivieron con angustia la borrascosa intemperie de la dictadura e hicieron de la poesía de Antonio Machado una clave de acceso a la senda más transitada.
  Otro día hablaré del carácter propio de cada poeta, de esa percepción singular que define la escritura de Ángel González, Carlos Barral, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y José Manuel Caballero Bonald.
  Hoy sólo quiero manifestar mi alegría porque el jerezano José Manuel Caballero Bonald ha sido reconocido con el galardón de mayor rango de nuestro idioma: el Premio Cervantes. Un premio a un itinerario que condensa poesía, novela y páginas autobiográficas, que traspasa límites genéricos para vincular temas e inquietudes que enlazan experiencia personal e historia colectiva.
  Un nombre propio que ya forma parte del ancho río de la tradición.
 
  

miércoles, 28 de noviembre de 2012

MIGUEL ÁNGEL CONTRERAS. DESIERTO.

 Libro de precisiones
Miguel Ángel Contreras
Bartleby Editores, Madrid, 2012

El preludio que abre Libro de precisiones, de Miguel Ángel Contreras (Guadix, Granada, 1968) dibuja una situación de lugar, vivida a diario por los habituales del suburbano de la gran ciudad: el viaje constata que habitamos un vagón repleto de soledades, sin otra conexión que la cercanía física. De esa circunstancia contextual de mínimo contacto se puede hacer una lectura simbólica: el ser existencial vagando en las arenas de su propio desierto interior. De ese modo el protagonista textual deambula por un tránsito aleatorio en el que debe encontrar rutas hospitalarias, a pesar de que “El desierto se hace opaco, / como una incesante oquedad abierta, / una oquedad que se abre eterna / y se desmorona lentamente / casi de forma ingrávida”. El trascurrir propicia un paréntesis vital de conocimiento reflexivo; en esa suma de pasos aleatorios están algunas de las respuestas que esclarecen la identidad del yo, un ser semejante a una sombra de difuso contorno.
   Conocer nuestros límites enseña a buscar razones para no contaminarse por el humo de lo cotidiano, hecho de propósitos baldíos. Los estrechos logros que alientan las metas no sobrepasan la posesión material y contradicen aquel espíritu machadiano que predicaba la levedad, el caminar ligero de equipaje. Progreso y materialismo no son sino altares con falsos ídolos al sol.
   El desierto es un lugar físico, único a la aridez y a la intolerancia climática. Define nombres propios que están en las páginas de los estudios geográficos. Pero también el desierto es una sensación, una inquietud que habita en cualquier recodo del camino. El desierto es Petra y Cartago, Madrid o Barcelona, Lisboa o París; un subsuelo abierto que pone en comunicación con el tacto gélido de la soledad.
  Si los poemas iniciales comparten un clima escritural uniforme, definido por esa continua sensación de orfandad y retiro, el segundo conjunto poemático, “Variaciones en la piedra”, mantiene la indagación de la conciencia en su propio deambular. El protagonista textual se difumina, cede protagonismo al entorno. El ser ya no es el centro de gravedad de las palabras, sino la materia y el paisaje, las formas que aglutinan opciones entre el equilibrio y el caos. Ya no es la intimidad el lugar de la palabra sino el contexto, la geografía concreta, la soledad de la materia: “Vengo a la región de la materia, al espectro / visible que descubre el paisaje, / al caos y al equilibrio “.
   La impresión que domina en los breves poemas de Libro de precisiones es el esfuerzo baldío de un náufrago que lucha contra la corriente y que aflora a la superficie para llenar de aire los pulmones. Los versos que cierran el poemario dibujan un bregar esperanzado, capaz de poner un poco de calor en la piel del invierno. El futuro no es sólo una palabra: “no dejo de sentir cada mañana / que lo mejor siempre está por llegar.”

lunes, 26 de noviembre de 2012

NUEVA YORK.

Geometría y angustia
(Poetas españoles en Nueva York)
Edición de Julio Neira
Vandalia, Fundación José Manuel Lara
Sevilla, 2012

El epígrafe Geografía y angustia sirve de título a esta antología, con selección y prólogo del profesor y ensayista Julio Neira. Propone un exhaustivo rastreo de un motivo literario de honda supervivencia en nuestra literatura: Nueva York. Recluidos en su geografía han sido muchos los autores que en los dos últimos siglos han expresado con sus versos perplejidad y alegría, admiración, inquietud desolada y gritos de desgarro.
El análisis de Julio Neira argumenta la consistencia del motivo y su enfoque plural. La historiografía permite recordar que la poesía urbana arranca en el siglo XVIII, definida por las nuevas condiciones ambientales derivadas de la revolución industrial. La ciudad es germen de disonancias y se convierte en lugar de conflicto en el que el sujeto pierde su identidad. Como escribiera Baudelaire el individuo se convierte en un sujeto alienado. La visión neoyorkina suscita una antítesis emocional. De esa mole matérica que mezcla avenida y suburbio, soledad y convivencia cívica, afloran muy diferenciadas perspectivas. A los exteriores neoyorkinos se asoma Juan Ramón Jiménez, cuyo libro Diario de un poeta recién casado es uno de los principales impulsores de un motivo poético que encuentro abundante tratamiento en la generación del 27. Salinas, Lorca, Cernuda o Alberti inciden en su experiencia personal en la metrópolis y alumbran una esclarecedora visión de su estancia. Tras la guerra civil, en la diáspora, Nueva York se convierte en tierra de asilo y allí hallarán refugio muchos republicanos españoles. El paisaje urbano será trasfondo de su literatura. El escenario también será adoptado en la estética camp de los novísimos, con planos cinematográficos, aunque no existe una visión homogénea de la metrópolis, que es siempre una criatura oblicua y vertical, abierta a la sugerencia. La transición política tiene su equivalente en una profusa bifurcación del mapa literario y en la apertura de movimientos y etiquetas que convierten al yo en frecuente destinatario del poema. Aún así, el contexto prevalece; el imaginario neoyorkino subsiste, como una fotografía de interior que marca la expresión de esta ciudad del hombre que  preserva su fascinación y rechazo en la esquina de dos siglos, entre los nombres nuevos que escriben la poesía del siglo XXI. Si Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y José Hierro persisten como los tres grandes iconos del subtema, el editor ha logrado reunir más de un centenar de nombres que tratan el subtema, como si fuera un motivo renovable y esencial.
Vigilia y sueño, la monumental ingeniería de Nueva York encarna con mayor simbolismo los valores cosmopolitas. Sus imágenes, estáticas o trasformadas, siempre permiten comenzar de nuevo, hacer de la ciudad un primer paso, principio y término del viaje.

sábado, 24 de noviembre de 2012

EQUIPAJE.

Equipaje


Estas palabras son el equipaje,
el reclamo de una falsa grandeza;
un terco deambular que viaja solo
en el vientre de un tren equivocado.
Y recelan mirar por la ventana
porque guardan su ayer en la retina
y saben que si cruzan el cristal
verán muy diferente orografia.
Fueron la intrepidez que se desplaza
a dominios ignotos del planeta.
Dejó el regreso abiertas cicatrices,
hechas de laberintos y distancias
que otros celebrarán desde el asombro.
Mi desamparo arrojará al silencio
que fue cada estación una renuncia,
un paso dado hacia ninguna parte.

     (De Mapa de ruta, Maillot Amarillo, Granada, 2010)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

DESCONFIANZA.

                                        
                                         (José Luis Morante. Lectura en Madrid)       
 
DESCONFIANZA
 
 
 
. Desconfío de las biografías legendarias, que no saben de quién es su pasado.
. Desconfío de la vida sana, ese túmulo de hábitos saludables que antes o después acabará metiéndonos en el ataúd.
. Desconfío de los que visten, con monotonía e insistencia, el abrigo de los compromisos y carecen de tiempo para el otro.
. Desconfío de esa temprana conciencia de genialidad.
 
. Desconfío de quien hace de las relaciones personales un insalubre trastero, un lugar siberiano.
     . Desconfío de los que difunden que el talento brota de la nada.
. Desconfío de esa obsesión indígena que llena de himnos, banderas y escuadrones la plaza de su pueblo.
 
 . Desconfío de las amistades aparentes, que tienden a la exuberancia decorativa.
 . Desconfío del escritor que hace de la existencia personal una actividad subalterna, aliñada con signos de puntuación.
. Desconfío de mí, si desconfío.
 
                           

domingo, 18 de noviembre de 2012

FERNANDO PESSOA.

PERSONAJES DEL DRAMA

El misterio del mundo
Fernando Pessoa
Prólogo, selección y traducción,
José Luis García Martín
Paréntesis, Alcalá de Guadaíra (Sevilla), 2009

   En la primavera de 1980, la revista Poesía, del Ministerio de Cultura, dedicaba un monográfico doble, el 7-8, a  Fernando Pessoa. Se hacía eco del prestigio literario del portugués. Aquel especial incluía una tabla cronológica, un amplio catálogo de opiniones sobre el discurrir biográfico y la obra y una intensa exploración sobre el camino de los heterónimos, con atractivo diseño sembrado de fotografías. Otra iniciativa que clarificó la valía pessoana fue El poeta es un fingidor, con traducción, selección, prólogo y notas de Ángel Crespo, editada  por Espasa-Calpe en enero de 1982. Un año después, José Luis García Martín, en la colección Los Poetas de Ediciones Júcar, presentaba la antología Fernando Pessoa, con documentado ensayo introductorio de casi doscientas páginas. Se sumarían con posterioridad otros acercamientos porque  Fernando Pessoa se había convertido en un campo temático y los saqueos de citas se prodigaron hasta convertirse en una moda trivial.
   En el ahora ha languidecido la presencia mediática y el estar cotidiano de su literatura, lo que anima a la editorial Paréntesis a reeditar aquel trabajo de José Luis García Martín, con un liminar didáctico y ligero, donde el traductor repasa las circunstancias concretas y el contexto histórico. Fernando Pessoa (Lisboa, 1888, 1935) publicó en vida un único libro, Mensagem (Mensaje), aunque fueron frecuentes las colaboraciones críticas en A Aguia y los poemas en revistas como Orpheu y Contemporánea. La antología comienza precisamente por Mensaje. En sus poemas hallamos un evidente cuidado formal y una tendencia a buscar en la historia lusa argumentos literarios en los que expone un sebastianismo racional y un expresivo nacionalismo.
   Los heterónimos diversifican la obra; dejan un estilo y una sensibilidad; Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y el ortónimo Fernando Pessoa dan voz de orquesta a un lenguaje plural.
  Alberto Caeiro representa la palabra espontánea y natural, el sujeto que ve sin estar condicionado por lo cultural. Su imaginaria senda de escritor arranca en Lisboa en 1914 y concluye en 1915. Su breve obra rompe con el saudosismo portugués; incluye El guardador de rebaños, un libro que aglutina intuición y grandeza, El pastor amoroso y los denominados Poemas inconclusos.
   Ricardo Reis nace en 1887. Educado con los jesuitas, recibe una fecunda formación clásica que traslada a su único libro de odas, un conjunto de ciento veinticinco poemas en el que los aspectos formales se subordinan al pensamiento. En la pautada evolución hallamos elevación espiritual y epicureísmo, elegante dicción y serena filosofía.
   Los poemas más tempranos de Álvaro de Campos, nacido en 1890, sirven de cierre a la primera entrega de la revista Orpheu; en el segundo número  de esta publicación se incluye  la “Oda Marítima” que ya difunde la identidad poética de este heterónimo que tiene afinidades con W. Withman. Representa el vanguardismo formal e ideológico. En la poética pessoana, Álvaro de Campos amplía el verso libre y da pujanza a la sensación intelectual con su afán vanguardista, con logros tan notables como “Oda Triunfal”, “Oda Marítima” y “Tabacaria”
  La diversidad de Pessoa también está representada en Primer Fausto, un poema dramático cuyo hilo general es el conflicto entre inteligencia (facultad a la que Fausto pone voz) y devenir existencial. Del primer fragmento del poema, “El misterio del mundo”,  toma José Luis García Martín el título general de la recopilación.
   Si recordamos la biografía, en 1896 el poeta y su madre viven en Sudáfrica, en Durban, donde aprende el inglés, idioma que se convertirá en su primera lengua literaria. Tras su regreso, en 1905, continúa escribiendo textos y notas íntimas. En esta antología se recogen  algunos poemas ingleses y un abundante compendio de epitafios.
   Están además algunos poemas de gusto popular, que disuenan por su estética de la diversa producción heteronínima y los fragmentos del Libro de desasosiego, el mejor exponente del ideario estético.
   Fernando Pessoa murió muy joven, a los cuarenta y siete años, en 1935, en un hospital lisboeta, tras consumir una existencia sin hitos relevantes, pero en la que puso una indeclinable vocación literaria, poco conocida por sus contemporáneos, aunque en 1927 la generación de escritores más jóvenes, nucleada en torno a la revista Presença, tiene conciencia de su magisterio. Cada uno de sus heterónimos da voz a una personalidad singular, como si el cauce creador fuera tan amplio que precisara derivaciones.

sábado, 17 de noviembre de 2012

LA CITA.


LA CITA

Quedamos para un lunes y como por ensalmo
duró aquella semana muchos meses
y demoraba noches una abúlica luna.
Por tan malos augurios parecía
que el fulgor de la cita se apagaba,
pero en mí resonaba como un eco.
Llegaríamos puntuales.
Voluminosos trazos recortarían siluetas
en la barra de un bar,
donde siempre se bebe en doble fila
y hay un intenso flujo de voces de babel.
Yo sólo miraría, reclamando
un espacio discreto, cualquier sitio,
un atolón lejano, un mar al sur,
una calle de invierno
o mismamente el coche y el vaho de sus cristales
que declina la sombra y la intemperie.
La besaré sin tregua, no sabré qué decir.
El silencio contiene más deseo y tristeza,
moneda habitual entre los solitarios...
Y hasta imagino el rostro de la desconocida
que acudirá a la cita cualquier lunes.
Pero que acuda pronto;
como plena marea me desborda el deseo
y convierte la espera
en un vulgar asunto de psiquiatras.

     (De Población activa,  Deva, Gijón, 1994)