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viernes, 24 de mayo de 2024

FELIX GRANDE. MEMORIA DE POETA CON LUZ

Félix Grande
(Mérida, 1937-Madrid, 2014)

                                     

FÉLIX GRANDE 

   No es accidental que el lúcido intelecto de Ernesto Sábato, en las páginas autobiográficas de España en los diarios de mi vejez – Círculo de Lectores, 2004- anote este emotivo comentario: ”Siempre que llego a España, lo primero es llamar a Félix. Si escribo sobre la amistad, es en él en quien pienso, es él a quien estoy evocando”. Desde el comienzo de la década del noventa, cuando daba los primeros pasos la revista Prima Littera, que yo coordinaba, puedo dar testimonio personal de que la siembra de enlaces con los demás es un rasgo definidor del carácter de Félix Grande. Al hablar de Fernando Pessoa, el poeta portugués, convicto creador de máscaras, argumentaba Octavio Paz que el poeta no tiene biografía. Félix Grande contradice este juicio; su escritura está marcada por el latido vital, un impulso constante y perenne motivo de reflexión. Un poema de Taranto rescata su nacimiento en Mérida, el 4 de febrero de 1937. Eran días de cielos encapotados y brumoso porvenir, con un padre soldado, una madre afanándose en lavar ropas y curar desgarros en el hospital de San Juan de Dios, y un país inmerso en una desgarradora contienda fratricida.  
   Para afrontar carencias la familia se traslada al municipio manchego de Tomelloso. Es el pueblo natal de los padres. Allí nacieron siete hijos, de los cuales mueren cuatro, y allí vivirá el poeta días infantiles, adolescencia y juventud. El ambiente rural de aquel entorno se plasma con destreza y un epitelio de idealización en La balada del abuelo Palancas, una novela concebida como crónica familiar que entrevera el recorrido de tres generaciones. En ella se expande una periferia cuajada de personajes de gran fuerza moral, frente a la deshumanización perdida en las esquinas de la urbe.
   La pobreza se mitiga con una pequeña tienda de ultramarinos y algunos animales domésticos; los contados ingresos y las estrecheces obligan al padre a emigrar y a los hijos a ejercer diferentes oficios. Félix Grande será pastor, dependiente, oficinista; resuenan las dificultades para conseguir el sustento diario; la necesidad es una forma de aprendizaje.
    En Tomelloso despierta el interés por los libros. Comienza con avidez la formación literaria del muchacho, alentada por el criterio de Eladio Cabañero, quien le  orienta hacia los poetas del 27 y le descubre a Antonio Machado y Miguel Hernández, lecturas alejadas de los modelos inmediatos del garcilasismo oficial.
    En 1957 se traslada a Madrid; cifra ilusiones en la escritura, pero subsistir exige puestos temporales, como administrativo o vendedor ambulante, hasta que en 1961 es contratado como corrector de pruebas en Cuadernos Hispanoamericanos. Trabajaría con Luis Rosales y con José Antonio Maravall, a quien sustituye, años más tarde, como director de la revista, comenzando un largo periodo al frente de la publicación que abarca desde 1983 a 1996.  
   En 1963 contrae matrimonio con Francisca Aguirre, hija del pintor republicano Lorenzo Aguirre, fusilado en la guerra civil. Se conocieron en el Ateneo de Madrid donde el poeta José Hierro coordinaba un ciclo de recitales en el que intervendrá un inédito Félix Grande. Al año siguiente amanece su primer libro, Las piedras, aunque sean anteriores los poemas de Taranto
   Quedan para otro momento sus incursiones en la ficción, la práctica del columnismo en prensa escrita y el ensayo para explorar, como único objetivo de este acercamiento  al itinerario creador, las cualidades vectoriales de su obra poética.
   Taranto prologa la lírica completa de Félix Grande que la editorial Anthropos presentó en Biografía, título que reúne siete entregas. Es un homenaje a César Vallejo, fechado en 1961, que enraíza con la voz torrencial del peruano. Debe a Carlos Sahagún la admiración por el autor latinoamericano: el poeta del cincuenta se sabe de memoria  composiciones deslumbrantes; algunas semejanzas biográficas, –familia numerosa, ambiente rural- y el carácter apasionado de un muchacho seducido por una estética y un lenguaje en el que cada palabra es semilla, han fomentado el magisterio de César Vallejo. En Taranto están la travesía existencial del yo y los pilares de la casa paterna, clavados con ternura y cansancio para aguantar el rigor de la pobreza.
   Con un título henchido de simbolismo, Las piedras, formado por compasiones fechadas entre 1958 y 1962, fue carta de presentación. La piedra es símbolo de mansedumbre y estar, una manera de soportar el paso de los días. Las voces que resuenan en estas composiciones inciden en la meditación temporal: Quevedo, Rilke o Antonio Machado nutren el enfoque de quien sabe que el tiempo es una larga dolencia que arrastra hacia la noche tibia del olvido.
   Las piedras  aborda la intimidad del hablante verbal. Mantiene una cuidada expresión poética y un tono uniforme. Consiguió en 1963 el Premio Adonais. Su publicación, al año siguiente, en Rialp significó la incorporación de facto al horizonte poético nacional. La voluntad unificadora de la crítica lo adscribió en la nómina del sesenta –junto a Miguel Fernández, Ángel García López, Rafael Soto Vergés Diego Jesús Jiménez, Antonio Hernández o Manuel Ríos…- cuyos rasgos fundacionales de grupo serían: atención formal, rechazo de la comunicación denotativa, vuelta al irracionalismo y tendencia a lo real trascendido.
   Félix Grande se considera un músico frustrado. Durante años aprendió guitarra, aunque nunca fue instrumentista profesional; sin embargo, su melomanía es constante en la titulación de sus entregas, en las tramas, en su tarea ensayística y en las relaciones personales con destacadas figuras de la música. El poemario que más subraya esta pasión por las estructuras sonoras es Música amenazada, libro que obtuvo el premio Guipúzcoa en 1965.
   Sobrevuela un tiempo de tristeza en el ambiente inhóspito de la gran ciudad. Hay alusiones a los días de infancia y a ocupaciones humildes que se rememoran con temblor inocente. El sujeto poético parece instalado en la desgana y en la decepción. Consume en el insomnio sus recuerdos, rescata hábitos y sombras. En esta angustia, la música es sosiego. La partitura resulta un antídoto contra el principio de realidad, donde cada sujeto es un superviviente a la deriva.
   Blanco Spiritual  (1967) es un poemario innovador en lo formal que prosigue la línea de la mirada crítica del yo poético ante la cotidianidad. El lenguaje se hace creativo, se convulsiona la norma ortográfica, se resquebraja lo discursivo para introducir en el argumento materiales de acarreo que entrelazan sintaxis coloquial con resonancias literarias, términos cultos y versos remozados buscando una mayor intensidad comunicativa.
   El avance del libro integra alusiones a narradores como Faulkner o Cortázar y a poetas como Cesare Pavese, CésarVallejo y Rubén Darío. Como el canto primigenio y dramático del negro espiritual, el poemario entona una queja honda y colectiva en el que el yo forma parte de una derrota que adviene de una miseria tentacular. La palabra da voz a los oprimidos; la mirada contempla con el ceño fruncido los rasgos de un espacio y un tiempo en el que llueve sobre mojado. Una conciencia social vigilante se implica en lo cotidiano.
   Publicado en 1979 en Nueva estafeta, el breve poemario Film, escrito en 1967, se incorpora a la quinta edición de Biografía. La génesis del poema fue una circunstancia familiar cuyos efectos se fueron diluyendo al cabo del tiempo. El lenguaje cinematográfico presenta una historia amorosa cuya emotividad sufre la lógica de la reflexión. El acontecimiento sacude los sentidos hasta convertirse en material meditativo donde el yo se siente un Ulises que vuelve a la Itaca del ámbito doméstico, con la intención de recuperar los fragmentos de una rutina rota. La historia compartida se ha transformado en una elegía, en una parte de la memoria en la que se cobijan el miedo, la culpa y el conflicto de mirar hacia el mañana.
 
   El entrañable verso de Pablo Neruda “Puedo escribir los versos más tristes…” sirve de título a un poemario cuyas composiciones abarcan un lapso temporal entre 1967 y 1969. En él la lucidez se demora en los rincones del yo; los poemas sondean la propia intimidad con ternura incisiva. Está el remordimiento de la claudicación y la certeza de una existencia maltrecha, sólo redimida por los sentimientos y por la fortaleza de las palabras cuya persuasión permite alejar los fantasmas de la soledad.
  Es el único libro de Félix Grande escrito en prosa poética. La forma da un tono discursivo, como si cada texto encauzara un pensamiento. La composición final vuelve al verso libre y dirime el paso del reloj, manso e inadvertido que va acumulando vivencias, desde aquella primera luz de 1937 cuando el poeta viene al mundo, bajo el cielo encapotado de la guerra civil.
   Horacio Martín es el otro, un sujeto escindido y diferente, con una entidad alucinatoria. Él será el protagonista de Las rubáiyátas de Horacio Martín en una zona existencial en conflicto que acoge huellas de la experiencia vital. Algunos de sus poemas se adelantaron en revistas antes de confluir en la edición definitiva de 1978 que añadiría el conjunto Cuaderno de Lovaina y, posteriormente, los textos de Aparición. El yo lírico traza un itinerario biográfico. Es pariente lejano del complementario machadiano Abel Martín. Pone fin a su vida, según relata Félix Grande en el liminar Sobre el amor y la separación, en 1991.
  Carnalidad y erotismo son sustratos temáticos de un corpus que añade a los antecedentes culturales del poeta el legado oriental. La rubáiyáta es un poema conciso que celebra el gozo sensorial y fue cultivado con notable acierto por el poeta persa Omar Kheyyam, en el siglo XI.
   Frente a la servidumbre de lo establecido, Horacio Martín opta por la trasgresión, rechaza el ensimismamiento y desafía los valores al uso alentando una moral libre en la que da cauce a la libertad del corazón.   
    Félix Grande justifica el devenir imaginario de Horacio Martín en una carta prólogo que incide en lecturas, hastíos, heterónimos ajenos y esa personalidad escindida en la que se yuxtaponen  perfiles desconocidos. La prosa descubre los singulares rasgos de un carácter desconcertante, alude a las inquietudes de Horacio y a ese constante diálogo con la carne que se plasmará en los poemas. Los versos de la sección “Cuaderno de Lovaina” hablan de huida, angustia y soledad porque el esfuerzo de olvidar resulta baldío. En la nostalgia de los cuerpos amados hay una sensación de frío; sobre la piel se siente el abandono de la felicidad.
   Otra carta, fechada en Madrid, en julio de 1976, cierra el periplo de Horacio Martín. La destinataria es Doina, esposa del heterónomo, bautizada con un sustantivo que define una música popular rumana. El añadido de “Aparición” quiebra el sosiego de Horacio que vuelve a encuadrarse en el gremio de amantes desvelados que buscan una fuerza motriz para dar cumplimiento a su destino.
   La noria clausura, en apariencia, la producción poética de Félix Grande. Es una colección que resalta la diversidad de motivos por el dilatado tiempo de escritura. Está el intimismo, la veta amorosa y un florilegio de homenajes.
   Figura como preludio una poética; el asunto metaliterario utiliza una prosa discursiva que permite un alejamiento de las vicisitudes del yo biográfico y un tono ensayístico de objetividad. “Mágico abuelo” rescata la sombra de Antonio Machado, arquetipo de sabiduría moldeado por el pasar de los años; el roce de su palabra se convierte en voz de compañía y remedio contra la soledad.
   Se mencionan artistas plásticos, como el pintor figurativo Antonio López, junto a cantaores flamencos y poetas. En el recuerdo están Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Carlos Edmundo de Ory, o la innominada presencia de Luis Rosales en el trasfondo de “Nocturno”.
   La progresiva depuración de ornatos y el tono coloquial de la nana o la canción se emparentan con algunos poemas escritos con un lenguaje preciso y directo.
   El cauce expresivo es polimorfo y hay composiciones que nacen como ejercicios miméticos: “Las nanas de la cebolla” de Miguel Hernández inspira “Las nanas de la metralla” y una situación semejante se produce respecto a las odas elementales de Pablo Neruda. Otra poética, esta vez en verso, más existencial que lingüística.
   Tras más de tres décadas de silencio poético, ha sido una sorpresa que la obra reunida en Biografía se prolongara, en la edición auspiciada por Galaxia/Gutenberg, con el poemario de casi mil versos La cabellera de la Shoá. El largo aliento de la composición tiene como detonante concreto la visita del poeta al campo de exterminio nazi de Auschwitz. Allí descubre horrorizado casi dos toneladas de pelo de mujer que son la prueba tétrica del más repulsivo horror y la barbarie. Esa percepción convulsiona la quietud de las palabras que vuelven a aflorar, integradas en una cadencia de letanía solemne y versicular.
   Un año después cierra la obra lírica del escritor Libro de familia. En él toma cuerpo la voz evocativa. Con insoportable claridad, regresan desde el pasado las cicatrices frescas de los días, esas fotografías en blanco y negro del desamparo que pueblan los corredores de los días de infancia, que nunca fue ese espacio áureo de la inocencia ilusa  sino el cauce en estiaje de vivir a la contra. La poesía de Félix Grande alienta un protagonista poemático implicado en las circunstancias históricas. Su palabra se torna rebeldía contra la condición de ser, impregnada de temporalidad. En su poesía está la palabra necesaria, la trama de vivencias, fracasos y logros que teje la existencia, una existencia que el 30 de enero de 2014 cumplía el brusco abatimiento del final.

JOSÉ LUIS MORANTE


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

miércoles, 21 de junio de 2023

ACEITE SOBRE AGUA

Polarizaciones
Fotografía
de internet


ACEITE SOBRE EL AGUA

 

Nada se sabe, todo se imagina
 
FERNANDO PESSOA
 
   Los resultados electorales han emplazado en sitio visible la necesidad de valores que buscan un lugar propio. Hay que reivindicar cada vez más fuerte, sin quiebras ni estridencias, que hay una abrumadora crisis moral que afecta a todos los estamentos sociales. Se percibe a diario en la garganta chillona de portavoces y medios y en la disolución de los referentes políticos y sociales de la tradición democrática. El negacionismo sobre la violencia machista es repulsivo; lo del chalaneo de puestos en las listas del nuevo partido, repulsivo; lo de criticar ahora a tus socios de gobierno, como hace en cada mitin el presidente,  repulsivo; lo del regateo antisistema para dinamitar las instituciones desde dentro, repulsivo. Una sociedad sin valores es un organismo al que le han extirpado su arteria principal; la crónica de una muerte anunciada.
 
   Íntima cartografía del sujeto verbal y sus desplegadas conexiones con el entorno. Crece la biblioteca a diario y se acumulan los libros en estantes provisionales, cajas, maletas, mesas de trabajo y se agrieta la discusión perpetua: hay que seleccionar libros y desprenderse de los que desbordan las habitaciones. Pero, ¿Qué libros sobran? Poesía, no; ensayo, no; filosofía, no, aforismos, no; historia, no; novelas… Bueno, tal vez algunos libros de narrativa. Y presentan urgentes credenciales las relecturas: Saramago, Coetzee, Alice Munro, Onetti, P. Modiano… En cuántas novelas, la luz.
 
  Los etiquetados imprevistos en el muro, hechos casi siempre con la mejor voluntad, no pocas veces me crean un problema: si he pasado una semana haciendo una reseña y anuncio en el Facebook la nueva entrada del blog. No hay sitio para promocionar mis propios poemas, los éxitos literarios de desconocidos o los eventos digitales del día; así que borro la etiqueta y sé que borro también un poco de la amistad del otro. Pero la razón es meridiana y es bueno que el otro también perciba claridad y amanecida; el despertar sobre un libro leído por intensa dedicación.
 
  La caligrafía insomne de su mensaje me recordó: “no tengo aspiraciones trascendentes. Solo quiero ser feliz”.
 
(Apuntes del diario)

  

jueves, 4 de agosto de 2022

LECTURAS DE VERANO (Entrevista)

Desayunos en la hierba
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

Una conversación con  José Luis Morante

Tasio Luna

 Agosto comienza senda en este verano de normalidad y regreso a los hábitos de siempre, tras el paréntesis pandémico, y el móvil permite una conversación sosegada con el poeta y crítico abulense que pasa unos días familiares junto al mar, aunque mantiene activo su blog “Puentes de papel” ese escaparate de novedades al paso.

  ¿Cómo vive este tiempo de desasosiego general, con derecho a queja continua?
 
La idea de Jorge Manrique sigue en alza. Parece que cualquier tiempo pasado fue mejor; pero problematizar la realidad solo lleva a la saturación informativa y a la intemperie de la depresión; en lo personal, aunque no soy ajeno a las contingencias que zarandean nuestro presente, siempre procuro percibir el entorno con retina optimista, que aloje unos hilos de luz.
 
 
 Sin embargo, los titulares informativos descabezan cualquier optimismo, son empeños diarios en dibujar sombras.
 
Hay secuencias reiterativas que son de obligatorio consumo: la guerra de Ucrania por la infame voluntad expansiva del dictador ruso, los incendios forestales, que son sumas de ineficacia en la gestión ambiental y en la prevención a largo plazo y que tienen un incomprensible componente humano en los pirómanos, esos seres abyectos de cerebro enfermo. Pero el fluir existencial también arrastra claridad y transparencia, esas aguas de la convivencia sentimental, la cultura y el ocio. Hay que seguir nadando, incluso a contracorriente.
 
Hace poco leía un aforismo suyo en “Puentes de papel” que me encantó. Percibía el tiempo como una pautada transición entre sombrillas y paraguas…
 
Muy agradecido por ese recuerdo; esa imagen nació de una de mis lecturas de verano, del libro Diario de K. 2010-2022, de Karmelo C. Iribarren; es un poeta excelente y además un gran pensador desde la estela mínima del aforismo; en sus poemas el paraguas es un elemento de uso común, como lo son el mar, la lluvia, la soledad o la mesa del bar frente a un café que actúa como aquella magdalena de Proust que invita a la recuperación del tiempo perdido.
 
¿Qué otras lecturas comparten sitio a pie de mar?
 
Por un trabajo profesional pendiente, me acompaña una selecta colección de libros de la poesía más joven, la que se editó en 2021. Desde mis primeros años de crítico literario, me ha parecido una tarea fundamental oír la respiración poética del presente, ver cómo se renueva la creación incorporando rupturas y matices; así que  el menú principal son los poemarios más recientes y sus actores de reparto.
 
 
¿Sólo poesía a diario?

Aunque así fuera, no sería ninguna monotonía ni abriría callejones de sombra al aburrimiento; leer poesía es el sustrato natural de mis tareas desde hace más de treinta años. Pero también he traído algunas revistas literarias (Turia, Paraíso y 143), cuyo paisaje plural fortalece el conocimiento de otros géneros. La literatura tiene una identidad múltiple y es una suma de protagonistas y secundarios.
 
Los que suponen la inutilidad de la poesía, critican en las redes sociales su condición elitista y minoritaria, incapaz de conectar con los intereses del público. Asocian las preocupaciones literarias al elitismo intelectual o, sin más, al postureo vanidoso. Algo que decir al respecto…
 
Claro que sí. Hay demasiada gente empeñada en decirnos cómo debemos pensar, cómo debemos ser, qué temas son prioritarios. Y a mí el gregarismo del grupo y el asentimiento a sus voceros me parece la razón más sólida para hacer exactamente lo contrario, lo que me dicta mi forma de estar en lo diario, Así que pleno empeño en ser yo, una labor difícil que exige no perder ni dos segundos en demostrar nada a nadie, salvo a la buena gente que entiende la poesía al modo de Fernando Pessoa: como una manera de estar solo.  
 
Tasio Luna
 
Oropesa del Mar, Castellón, agosto de 2022
 

 

viernes, 10 de septiembre de 2021

ACEITE SOBRE EL AGUA

Rutina
Archivo general
de internet

 

ACEITE SOBRE EL AGUA
 
Nada se sabe, todo se imagina
 
FERNANDO PESSOA
 
   Este tiempo digital ha emplazado en sitio visible a la necesidad de valores que buscan un lugar propio. Hay que reivindicar cada vez más fuerte, sin quiebras ni estridencias, que hay una abrumadora crisis moral que afecta a todos los estamentos sociales. Se percibe a diario en la estridencia alborotada de los medios y en la disolución de los referentes políticos y sociales. Los ataques frecuentes a ciudadanos por su condición sexual no son fruto del fanatismo político, sino de un entorno familiar homófobo y violento. Una sociedad sin valores es un organismo al que le han extirpado su arteria principal; la crónica de una muerte anunciada.
 
   Íntima cartografía del sujeto verbal y sus desplegadas conexiones con el entorno. Se acumulan los libros en estantes provisionales, cajas, maletas, mesas de trabajo y se agrieta la discusión perpetua: hay que seleccionar libros y desprenderse de los que desbordan las habitaciones. Pero, ¿qué libros sobran? Poesía, no; ensayo, no; filosofía, no, aforismos, no; historia, no; novelas… Bueno, y presentan urgentes credenciales Saramago, Coetzee, Alice Munro, Onetti, P. Modiano… En cuántas novelas, la luz.
 
  Los etiquetados imprevistos en el muro, hechos casi siempre con la mejor voluntad, no pocas veces me crean un problema: si he pasado una sema haciendo una reseña y anuncio en el Facebook la nueva entrada del blog, no hay sitio para promocionar mis propios poemas, los éxitos literarios de desconocidos o los eventos digitales del día; así que borro la etiqueta y sé que borro también un poco de la amistad del otro. Pero la razón es meridiana y es bueno que el otro también perciba claridad y amanecida; el despertar en un libro leído por intensa dedicación.
 
  La caligrafía insomne de su mensaje me recordó: “no tengo aspiraciones trascendentes. Solo quiero ser feliz, si tú me dejas”.
 
(Apuntes del diario)

 

martes, 6 de marzo de 2018

TAPIZ DE ARENA

Pisadas
Fotografía de
Adela Sánchez Santana



TAPIZ DE ARENA

Nada tiene sentido pues el gozo
está en el mismo gozo y no en su idea

FERNANDO PESSOA

Soy tan raro que para reconocerme mi conciencia me pide el DNI.

Hay relaciones personales que tienen la duración de un aforismo y menos contenido.

En la madurez los sentimientos exigen estructuras elaboradas, escenarios con luz natural y narradores distanciados, como pájaros inadvertidos sobre un tapiz de arena.

Se quedó solo. Ahora recupera minerales en la galería de los desafectos.

El pudor convierte a la confidencia en un movimiento de ajedrez.

Presencias como reglas ortográficas; compañeros de viaje que son comas, puntos finales y puntos suspensivos.

Quemó todas las naves. Mientras duró el incendio percibió su calor.

Un presente incierto. Pienso en la escritura en zapatillas y sin afeitar; sólo mis gafas mantienen una pose aceptable.

La voluntad del cínico prefiere ideologías de alquiler.

Futuro; esa aspirina diluida en el agua fresca del fracaso.

Para hablar de ti, empleo un silencio en cursiva.

Andar extraviado tanto tiempo me deja ante tu puerta. Llamo al timbre. Espero.

(Selección propia)






viernes, 2 de marzo de 2018

DECISIONES

Laberinto
Fotografía de
Javier Cabañero Valencia


DECISIONES


Espacio indefinido en que la noche
en un misterio dos misterios une

FERNANDO PESSOA

Ariadna lo recordaba en el silencio de la espera. Un hilo suelto quiso medir su fuerza y abandonó el ojo de la aguja para explorar un espacio indefinido, un laberinto.

(De Cuentos diminutos)


viernes, 10 de julio de 2015

FERNANDO PESSOA. POLIFONÍA

Fernando Pessoa
PLURAL ESENCIAL
Selección, traducción y prólogo de
José Luis García Martín
Sevilla, Renacimiento, 2015
POLIFONÍA

   En junio de 1983, en la colección Los poetas de ediciones Júcar, José Luis García Martín inaugura bibliografía personal sobre Fernando Pessoa, Allí señala que el más celebrado lírico portugués contemporáneo no es un poeta sino toda una literatura, por más que su personalidad callada apenas dejara destellos significativos en las situaciones vitales. Parecía cumplirse el aserto de que los poetas no tienen biografía sino obras. Una verdad a medias; su vida fue la de cualquier ciudadano; en ella hubo sitio para los sentimientos, el quehacer laboral, las ilusiones literarias, incluso, la mitología y el ocultismo en un contexto histórico que silenció su plural faceta creadora.
  Aquel estudio fue núcleo germinal de otras aproximaciones como Fernando Pessoa. Sociedad Ilimitada (Oviedo, 2002), El misterio del mundo (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 2009), Aforismos (Sevilla, 2012) y el libro aquí comentado, Plural esencial, selecta antología que incluye una muestra de Libro del desasosiego, el diario íntimo atribuido a Bernardo Soares, y el poema epílogo del propio García Martín.
   El aporte axial de la obra pessoana es la polifonía, la existencia junto a la voz propia de los heterónimos. El autor en larga carta explicó, con más vigor literario que verosimilitud, la creación de las identidades que gestaron un tramo singular y autónomo de su labor poética. No son pseudónimos que velan su nombre y comparten cualidades; son personalidades escindidas que forman una coral con destacados solistas.
   El prólogo “Singular y plural” resume  el trayecto biográfico, tan definido por las paradojas, y las claves del existir con una vocación firme, consciente de su valía, que multiplicó fecundidad imaginativa. La muestra textual se inicia con los poemas del cancionero, anticipados en revistas; versos próximos al ideario simbolista en los que resalta el aliento tradicional y la diversidad de asuntos; la palabra mudable del mismo Pessoa que fue evolucionando desde el canto popular hacia una poesía reflexiva que fusiona intimismo y pensamiento.
   Del único libro publicado en vida, Mensaje, sobresale el tono épico, un rasgo importado de poetas del XIX que convierte al libro en muestrario de fragmentos dramáticos, como si los personajes compartieran escenario y aspiraran el aire solemne de lo teatral.
   En breves notas, José Luis García Martín define los indicios caracteriales de cada heterónimo, así que corresponde acercarse a los poemas seleccionados para verificar el futurismo de Álvaro de Campos, el tono culto de Ricardo Reis, discípulo de Horacio y conocedor de la herencia clásica, o la poesía de Alberto Caeiro, el más diáfano por su mentalidad intuitiva que define a un filósofo pagano y objetivista, en comunión directa con la realidad inmediata.
   Fernando Pessoa fallece en 1935. Apenas contaba cuarenta y siete años. Pero su ausencia guardó en la penumbra de un baúl un insólito legado de proyectos inéditos que todavía hoy sigue propiciando itinerarios por descubrir. En Plural esencial José Luis García Martín, difusor incansable de Pessoa, nos muestra la biografía al paso y el verbo luminoso de un poeta mayor que tuvo dentro de su escritura todos los sueños del mundo. 

domingo, 18 de noviembre de 2012

FERNANDO PESSOA.

PERSONAJES DEL DRAMA

El misterio del mundo
Fernando Pessoa
Prólogo, selección y traducción,
José Luis García Martín
Paréntesis, Alcalá de Guadaíra (Sevilla), 2009

   En la primavera de 1980, la revista Poesía, del Ministerio de Cultura, dedicaba un monográfico doble, el 7-8, a  Fernando Pessoa. Se hacía eco del prestigio literario del portugués. Aquel especial incluía una tabla cronológica, un amplio catálogo de opiniones sobre el discurrir biográfico y la obra y una intensa exploración sobre el camino de los heterónimos, con atractivo diseño sembrado de fotografías. Otra iniciativa que clarificó la valía pessoana fue El poeta es un fingidor, con traducción, selección, prólogo y notas de Ángel Crespo, editada  por Espasa-Calpe en enero de 1982. Un año después, José Luis García Martín, en la colección Los Poetas de Ediciones Júcar, presentaba la antología Fernando Pessoa, con documentado ensayo introductorio de casi doscientas páginas. Se sumarían con posterioridad otros acercamientos porque  Fernando Pessoa se había convertido en un campo temático y los saqueos de citas se prodigaron hasta convertirse en una moda trivial.
   En el ahora ha languidecido la presencia mediática y el estar cotidiano de su literatura, lo que anima a la editorial Paréntesis a reeditar aquel trabajo de José Luis García Martín, con un liminar didáctico y ligero, donde el traductor repasa las circunstancias concretas y el contexto histórico. Fernando Pessoa (Lisboa, 1888, 1935) publicó en vida un único libro, Mensagem (Mensaje), aunque fueron frecuentes las colaboraciones críticas en A Aguia y los poemas en revistas como Orpheu y Contemporánea. La antología comienza precisamente por Mensaje. En sus poemas hallamos un evidente cuidado formal y una tendencia a buscar en la historia lusa argumentos literarios en los que expone un sebastianismo racional y un expresivo nacionalismo.
   Los heterónimos diversifican la obra; dejan un estilo y una sensibilidad; Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y el ortónimo Fernando Pessoa dan voz de orquesta a un lenguaje plural.
  Alberto Caeiro representa la palabra espontánea y natural, el sujeto que ve sin estar condicionado por lo cultural. Su imaginaria senda de escritor arranca en Lisboa en 1914 y concluye en 1915. Su breve obra rompe con el saudosismo portugués; incluye El guardador de rebaños, un libro que aglutina intuición y grandeza, El pastor amoroso y los denominados Poemas inconclusos.
   Ricardo Reis nace en 1887. Educado con los jesuitas, recibe una fecunda formación clásica que traslada a su único libro de odas, un conjunto de ciento veinticinco poemas en el que los aspectos formales se subordinan al pensamiento. En la pautada evolución hallamos elevación espiritual y epicureísmo, elegante dicción y serena filosofía.
   Los poemas más tempranos de Álvaro de Campos, nacido en 1890, sirven de cierre a la primera entrega de la revista Orpheu; en el segundo número  de esta publicación se incluye  la “Oda Marítima” que ya difunde la identidad poética de este heterónimo que tiene afinidades con W. Withman. Representa el vanguardismo formal e ideológico. En la poética pessoana, Álvaro de Campos amplía el verso libre y da pujanza a la sensación intelectual con su afán vanguardista, con logros tan notables como “Oda Triunfal”, “Oda Marítima” y “Tabacaria”
  La diversidad de Pessoa también está representada en Primer Fausto, un poema dramático cuyo hilo general es el conflicto entre inteligencia (facultad a la que Fausto pone voz) y devenir existencial. Del primer fragmento del poema, “El misterio del mundo”,  toma José Luis García Martín el título general de la recopilación.
   Si recordamos la biografía, en 1896 el poeta y su madre viven en Sudáfrica, en Durban, donde aprende el inglés, idioma que se convertirá en su primera lengua literaria. Tras su regreso, en 1905, continúa escribiendo textos y notas íntimas. En esta antología se recogen  algunos poemas ingleses y un abundante compendio de epitafios.
   Están además algunos poemas de gusto popular, que disuenan por su estética de la diversa producción heteronínima y los fragmentos del Libro de desasosiego, el mejor exponente del ideario estético.
   Fernando Pessoa murió muy joven, a los cuarenta y siete años, en 1935, en un hospital lisboeta, tras consumir una existencia sin hitos relevantes, pero en la que puso una indeclinable vocación literaria, poco conocida por sus contemporáneos, aunque en 1927 la generación de escritores más jóvenes, nucleada en torno a la revista Presença, tiene conciencia de su magisterio. Cada uno de sus heterónimos da voz a una personalidad singular, como si el cauce creador fuera tan amplio que precisara derivaciones.