jueves, 13 de mayo de 2021

AFORISMOS AL PASO

Enhiesto surtidor de sombra...
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

AFORISMOS AL PASO
 

Las placas de hielo de algunas ideologías  propician la conducción temeraria.
 
Heterodoxias del viaje: exiliados, transterrados, temporeros, turistas…
 
Los desnortes son inevitables, también en la amistad inteligente.
 
De cerca, la perfección se desactiva.
 
Esas opiniones que al ser expuestas levantan colinas de babel.
 
En el laberinto no hay puertas; el método más eficaz de orientación es caminar hacia ninguna parte.
 
Si camino hacia el pasado, cada calle tiene la espesura de una selva.
 
Tantos estímulos demuestran que el arte procede de la realidad.
 
Sin mutaciones en la amanecida; el autoengaño sigue ahí.
 
En el último paso de cada recorrido está lo inacabado, una incertidumbre que obliga a pronunciar: hay que volver.

Ávila, aforismos al paso



martes, 11 de mayo de 2021

AUTOBIOGRAFÍA

El Bohodón (Ávila, 2021)
Fotografía
de
Ana de la Parra


EL PUEBLO 

   Una vez fue mi casa. Forjaron sus paredes vulnerables adobes con barderas, y tenía las tejas arcillosas en pendiente para dormir la nieve del invierno. Ya no tiemblan mis manos si recuerdo la cuadra y el lagar, el corral, la escalera tronchada del palomar doméstico y aquel recinto oscuro del doblado, donde mi soledad se desvelaba con las manos repletas de tebeos y los primeros libros. Allí en el pueblo, no sé por qué, siempre me veo como un niño callado, solitario, sin nadie, que  resguarda sus ojos en los frágiles bordes de una página escrita. 

José Luis Morante


lunes, 10 de mayo de 2021

JULIO MAS ALCARAZ. RITUAL DEL LABERINTO

Ritual del laberinto
Julio Mas Alcaraz
Epílogo de Jordi Doce
Bartleby Editores
Madrid, 2021


 EL SUEÑO DE OTRO

 
   Licenciado en Ciencias Económicas, Master of Arts in Filmmaking por la London Film School, guionista, productor de cortometrajes, cineasta y poeta, Julio Mas Alcaraz (Madrid, 1970) respira un vitalismo poliédrico singular, a trasmano de etiquetas generacionales. Su corpus poético arranca con la entrega Cría del ser humano (Vitruvio, 2005), un empeño de búsqueda entre los límites de la realidad y el espacio imaginario. Su segunda aparición lírica, El niño que bebió agua de brújula, con liminar de Antonio Gamoneda, suscitó un fuerte temblor mediático, siendo elegido como uno de los mejores libros del año. Casi una década ha tardado Julio Mas Alcaraz en dejarnos su nuevo fruto, Ritual del laberinto, que ha optado, por no condicionar la mirada lectora con el prólogo contextual. Por eso ubica la mirada crítica del poeta, traductor y ensayista Jordi Doce en el epílogo, como expresiva conclusión final.
   En Ritual del laberinto percibimos un desarrollo orgánico secuenciado en torno a dos nombres propios, Lucía y Lorea. Ambas identidades cruzan un puente temporal que rebobina el pretérito para aportar instantáneas vitales rescatadas por la memoria. De ese quehacer ensimismado de reconstrucción y sentido nace el aporte de Lorea y su retorno al espacio germinal de Lucía, la casa familiar. Los pasos de Lorea suenan a incertidumbre; llegan con la lluvia triste de la angustia y el empeño en sobreponerse al vacío y la ceniza: “II”: “Cómo entrar por primera vez / a un bosque calcinado”. El rumor fuerte de la evocación da forma narrativa al reguero de imágenes perdidas, a esa caligrafía de humo de un enfrentamiento fraticida, nunca apagado. Volver a vislumbrar las paredes derruidas del ayer es dar voz a Lucía en el pueblo y a teselas de la memoria personal que tienen un doloroso significado: las despedidas, los días del prisionero, la definitiva derrota y el musgo sucio de la sangre, el afán por seguir con las tareas de la madre solitaria, el rencor y el desamparo ante los registros y las fosas comunes. Son latidos de la memoria con la necesidad de recordar para que la barbarie no conozca el tamo simulado del olvido. El apartado “Lucía en el tren” es la crónica implicada del testigo, la temperatura de escarcha que tienen los espacios de la derrota: los campos de prisioneros, las cunetas, los orfanatos y ese invierno perpetuo que recubre la orfandad de los niños. Solo las metáforas pueden ocultar esta ausencia tenaz de cualquier sueño, cuando la vida se abre paso.
   Frente al discurrir lineal, Julio Mas Alcaraz opta por fragmentar el material enunciativo y alternar en el marco del poema la presencia de las dos protagonistas, dando fuerza al diálogo cálido de la comprensión y la complicidad. En el poema III de “Lorea en casa” leemos: “Lucía: / Somos dos aves que se encuentran / volando en sus respectivas bandadas / y se reconocen iguales / y se miran sin opción de pararse / mientras cruzan  el mar / en dirección opuesta”. Los poemas construye un paisaje diacrónico que baliza el itinerario y permite entender los complejos momentos existenciales: “Lucía hacia el puerto”, “Lucía y el barco” buscan el hilo esencial de una historia que entrelaza lo personal y lo colectivo en el tenebrismo de un tiempo histórico en el que los niños han perdido su inocencia para ser esa parte anónima y diluida que los sueños cobijan. Cada incidente anecdótico del viaje busca su propio modo de trascender: las preguntas de la mujer ciega, el entierro del viejo solitario o esa lejana visión del horizonte dejando a lo lejos el manso color de la esperanza: “XI”: “El mar es el silencio que se expande“.
   Los lugares del poema crean escenarios de vuelta y espacios compartidos; por eso, también Lorea se asoma al mar para percibir en su perfil abierto un refugio de símbolos capaz de transformar lo aparente. Sobrecoge la intensa emoción que da vida a cada identidad, reflejado en el cierre del poema “V”: “El asombro de ser / cada una, un sueño de la otra”. El significado de la realidad se vela para dar paso a un decir cuajado de imágenes oníricas, hecho de instantáneas expresionistas, como en el apartado “Lucía en el bosque” o en la sección “Lucía retorna al pueblo”. Los poemas deambulan por el discurrir imaginario de lo biográfico, por una incitación a lo abismal que contempla un mundo aleatorio y subjetivo del que solo es partícipe la conciencia del sujeto.
  La coda crítica “Palabras mensajeras” escrita por Jordi Doce subraya ese diálogo a dos voces, abuela y nieta, y esa superposición de estratos temporales y sintetiza los rasgos de una escritura que deslumbra “por su mezcla personalísima de precisión y voluntad metafórica, brevedad aforística y sentenciosa y desbordamiento expresionista”.
  La poesía de Ritual del laberinto recuerda un paisaje verbal hecho de soliloquios recorriendo a solas angostos pasadizos hacia la noche de los significados. La escritura protagoniza un largo viaje temporal hacia la inexistencia. Hace de la memoria un líquido amniótico, una matriz tibia que preserva el ámbito de otra identidad. Los poemas construyen un cerco invisible para que los recuerdos sean cálidas revelaciones, el hilo argumental de un relato que preserva su intensidad descriptiva y testimonial, su intimismo profundo. Las palabras no callan, convocan la ausencia, para que la voz no sea pasado y vuelva; sea ahora y regreso, como el fluir del agua que corre bajo el suelo.
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 
 


domingo, 9 de mayo de 2021

EN TORNO AL CUERPO

Sueño intacto
Imagen
de
internet

 

EN TORNO AL CUERPO
 
Ser poeta hasta el punto de dejar de serlo
 
CÉSAR VALLEJO
 
 
El deseo, esa moneda que se lanza al aire y permanece flotando.
 
La voz dubitativa del pudor suena a invierno; escarcha la piel.
 
Si te miro, la pupila es incisión, herida.
 
Persuasión pedagógica de la paciencia; solipsismo solo atento al temblor sigiloso de  los astros.
 
Siempre en la mano, la pequeña magia del final.
 
Hay cuerpos que consiguen poner la noche en claro.
 
Esa parte de ti dispuesta a compensar la inoperancia cromática del día laborable.
 
El vaivén tranquilo del mar del tiempo intenta desmentir que soy un náufrago.
 
Mientras duermes  el misterio de la insinuación, el no sé qué que queda balbuciendo.
 
(Celebración de la primavera)
 
 

viernes, 7 de mayo de 2021

TASIO LUNA: entrevista a JOSÉ LUIS MORANTE


 

AFORISMOS CON SESIÓN CONTINUA

 

Tasio Luna
  
Casi de forma simultánea han visto la luz dos entregas aforísticas del poeta, profesor y crítico José Luis Morante. La primera, Migas de voz es una antología editada en México por la Universidad Autónoma nacional; la segunda obra, Planos cortos es un cálido homenaje al cine.
 
La tarea de practicar varios géneros, ¿de qué manera condiciona a sus aforismos?
 
Creo que cuando se entiende la escritura como una casa abierta, cada habitación cumple su doble condición de refugio y hospitalidad; en mis aforismos conviven rincones afines a la poesía y la crítica; todos partes de la misma experiencia biográfica y cultural, de un modo similar de interpretar el entorno y el tiempo histórico.
 
Sus poemarios trasmiten un fuerte eco autobiográfico, ¿sus aforismos también?
 
Ningún género puede velar la pulsión expresiva que dicta sus renglones; la identidad respira también en los aforismos, comparte instantáneas, recuerdos, miedos, incertidumbres; en suma, la conciencia en marcha del sujeto que escribe.
 
¿Era previsible esta aparición estelar del decir breve en las primeras décadas del siglo XXI?
 
Hay una tendencia impostada que asocia el aforismo al despertar digital; la verdad es que en todos los periodos de la historia se han cultivado distintas formas del decir breve: sentencias, epigramas, refranes, aforismos; la celeridad de internet ha potenciado la fragmentación y la celeridad de los mensajes, pero el género tienen una intensa tradición en la literatura.
 
Parece  que es ejemplar la capacidad de escucha del aforismo; cualquier tema sirve…
 
Así es, el aforismo, como el poema o la reseña, es un hecho del lenguaje que admite cualquier hilo argumental, siempre y cuando se supere esa consideración que asocia el laconismo a la facilidad expresiva y la intuición; debajo de cada texto, por mínimo que sea, está la persistente labor del taller literario, su exigencia máxima en cada fragmento.
 
Cómo se gestó esa edición mexicana de Migas de voz.
 
Nació en 2017, cuando recogí una amplia selección de aforismos de los dos libros publicados y del inédito A sorbos, era la mejor manera de construir un mapa personal que subrayara las características reiteradas de mis aforismos. Y el profesor, ensayista y aforista mexicano Hiram Barrios impulsó la edición en una nueva colección, Esquirlas; la espera de tres años mereció la pena, el aspecto final es muy atractivo.
 
¿Y Planos cortos?
 
Es un giro fuerte en el trabajo personal, frente a la apertura temática aleatoria de mis anteriores entregas, supone construir un libro en torno al cine como núcleo único. Soy un cinéfilo antiguo y agradecido; en absoluto un experto en ese arte, solo un espectador que siempre halló cobijo en la butaca a oscuras.
 
¿No teme que la salida  de ambos libros a la vez solape reseñas o interfiera la distribución correcta?
 
No lo sé; en principio son ámbitos lectores distintos; Migas de voz está destinado al público universitario mexicano y no se distribuirá en librerías españolas, aunque mandaremos ejemplares a crítica y medios de comunicación; y hay que dar la batalla por Planos cortos que debe luchar contra la incertidumbre de la pandemia y la lánguida vida cultural del momento. Son retos que asumo con mucho gusto; siempre confío en la generosidad de los amigos y el incansable apoyo de los lectores.
 
TASIO LUNA





 

jueves, 6 de mayo de 2021

SEÑALES DE PASO

Tráfico fluido

 

SEÑALES DE PASO
 
El sentimiento de desolación, esa llave que solo cierra.
 
Los mejores aforismos tienen el trazo inconformista del grafiti.
 
Enmarcar la incertidumbre como un quinto punto cardinal.
 
Cada lunes inventa su oratoria.
 
Somos la intacta erosión que fuimos; seremos el polvo que ya somos.
 
Todo espíritu etéreo se vislumbra en su etapa ascendente.
 
Los que no saben ratifican con énfasis constante su ausencia de verdad.
 
Anima y da valor esa sospecha de que todos discuten contra mí.
 

(Aforismos de paso)


miércoles, 5 de mayo de 2021

HISTORIA DE DOS LIBROS: MIGAS DE VOZ y PLANOS CORTOS

Acogida
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

MIGAS DE VOZ, PLANOS CORTOS

 
   En un intervalo temporal muy breve han llegado a casa dos libros propios: Migas de voz y Planos cortos. El primero, Migas de voz es una antología de aforismos que aglutina una selección de mis dos incursiones iniciales en el género, junto a un muestrario de breves del libro inédito A sorbos; el trabajo se completa con un aporte teórico fragmentario que analiza esta forma expresiva que entrelaza pensamiento filosófico y mirada poética. El segundo, Planos cortos conforma un homenaje al cine a través del tiempo y aglutina un lustro de trabajo creador, aunque recoge sensaciones visuales, instantáneas biográficas y secuencias vivas del espectador agradecido que siempre fui.
  Quiero eliminar de inmediato cualquier sospecha de fertilismo verbal y de superficialidad editorial. No, ambos libros son la labor callada de muchos inviernos. Si la antología Migas de voz llegó a México en 2017 y ha dormido sosegada casi cuatro años, sin más respiración que ir puliendo textos para conseguir la mejor calidad expresiva, el volumen Planos cortos en sus trescientos aforismos ha consumido cinco años de escritura hasta dar cuenta de mi retina cinéfila y de la respiración en la zona de sombras de la gratitud.
   Poco a poco iré hablando del periplo singular de cada entrega y de su llegada a las librerías en un momento histórico tan complejo, pero asentado en el optimismo. Ahora solo toca dar las gracias a Hiram Barrios y a Álvaro Díaz Huici; a la Universidad Autónoma Nacional de México y a Trea Ediciones por su minuciosa paciencia, voluntad e impulso editorial. Hoy toca abrir las manos; hacer de buhardilla hospitalidad y refugio. Quiero sentir con todos el parpadeo de sorpresa y emoción que alumbra cada libro. 

José Luis Morante