A mí me gusta esa otra.. "Perdonen que no me levante"... claro está que es menos lunática y más terráquea... pero estaré atento a este nuevo (para mí) género poético...
No me negarás que caminar en compañía siempre resulta grato. Yo aprendo de mis alumnos mucho más que aprendí en los años de formación. Que tu acercamiento a la poesía se vaya consolidando día a día es una buena noticia. Ya mismo, te veo escribiendo, como Bécquer.
Bueno Antonio, confieso que no he escrito demasiados epitafios. Siempre me ha parecido el género una exaltación del pesimismo. Pero el escritor no debe nunca rechazar lo que va surgiendo al paso. Así que ahí estamos. Abrazos.
Magnífico, José Luis. Pero yo creo que puede exaltar además muchas cosas, como la amistad, la vida, el amor, no necesariamente desde una perspectiva del pesimismo. Yo he leído epitafios que te entran ganas de reír o de bailar una sevillanas. Todo depende. Mil gracias por la dedicatoria. Un abrazo!
El sentido clásico del epitafio es el de despedida, ese pensamiento que pone punto y final al devenir existencial. Sin duda, no existe uniformidad ante esa circunstancia: en la presencia igualatoria de la muerte caben la ironía, el humor, la cortesía o la reflexión intimista... yo prefiero esta última. Un abrazo, Ricardo.
Un epitafio es un pie de página en el libro de la muerte. Los epitafios de José Luis Morante son la rúbrica, un relampago de plata, que pone la muerte en el Libro de la vida. Qué suerte tiene don Ricardo, por cierto. :)
Querido Arcipreste, siempre es una delicia para mí sentir tu voz cercana y entrañable. Por tu literatura, Nueva York es casi un barrio de Rivas en el que cualquier tarde coincidiremos delante de un café. Abrazos cordiales.
Esta sección de epitafios del libro es excelente. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo
No sabes qué alegría me da saber que el libro no te está decepcionando. Gracias por tu continuo apoyo, Jesús. Y un fuerte abrazo.
EliminarA mí me gusta esa otra.. "Perdonen que no me levante"... claro está que es menos lunática y más terráquea... pero estaré atento a este nuevo (para mí) género poético...
ResponderEliminarUn saludo en cuarto menguante ^_^
No me negarás que caminar en compañía siempre resulta grato. Yo aprendo de mis alumnos mucho más que aprendí en los años de formación.
EliminarQue tu acercamiento a la poesía se vaya consolidando día a día es una buena noticia. Ya mismo, te veo escribiendo, como Bécquer.
Abrazos.
De nuevo, José Luis, en la diana. Rotundo epitafio.
ResponderEliminarAbrazos.
Bueno Antonio, confieso que no he escrito demasiados epitafios. Siempre me ha parecido el género una exaltación del pesimismo. Pero el escritor no debe nunca rechazar lo que va surgiendo al paso. Así que ahí estamos. Abrazos.
EliminarMagnífico, José Luis. Pero yo creo que puede exaltar además muchas cosas, como la amistad, la vida, el amor, no necesariamente desde una perspectiva del pesimismo. Yo he leído epitafios que te entran ganas de reír o de bailar una sevillanas. Todo depende.
ResponderEliminarMil gracias por la dedicatoria. Un abrazo!
El sentido clásico del epitafio es el de despedida, ese pensamiento que pone punto y final al devenir existencial. Sin duda, no existe uniformidad ante esa circunstancia: en la presencia igualatoria de la muerte caben la ironía, el humor, la cortesía o la reflexión intimista... yo prefiero esta última. Un abrazo, Ricardo.
EliminarUn epitafio es un pie de página en el libro de la muerte. Los epitafios de José Luis Morante son la rúbrica, un relampago de plata, que pone la muerte en el Libro de la vida.
ResponderEliminarQué suerte tiene don Ricardo, por cierto. :)
Querido Arcipreste, siempre es una delicia para mí sentir tu voz cercana y entrañable. Por tu literatura, Nueva York es casi un barrio de Rivas en el que cualquier tarde coincidiremos delante de un café.
EliminarAbrazos cordiales.
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ResponderEliminarEres muy amable, James; espero que no te decepcione como profesor y que poco a poco vayas conociendo mi trabajo literario. Un abrazo cordial.
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