lunes, 31 de marzo de 2014

ARTURO PÉREZ-REVERTE. GRAFITEROS.

El francotirador paciente
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara, Madrid, 2013
GRAFITEROS
 
  La novela El francotirador paciente dibuja épica en ese gesto juvenil, de supuesta disidencia y rebeldía, de sembrar las ciudades de grafitis, una expresión pictórica que conlleva, al mismo tiempo, vandalismo gamberro y tarea artística en un equilibrio imposible, generador de sentimientos contradictorios y continua sangría de recursos económicos municipales, por más que algunas inteligencias comprensivas vean en la escritura de grafitis una posición moral de acción y compromiso.
   Pleno asentimiento: Arturo Pérez-Reverte es el principal referente de la novela histórica en nuestro país, tras crear el personaje del capitán Alatriste, ya convertido en arquetipo; además es miembro de la Real Academia de la Lengua y autor consagrado de más de una veintena de ficciones que goza de la mirada valorativa del mercado y que tiene una envidiable difusión en lejanos ámbitos lingüísticos.    
   En El francotirador paciente la acción se sitúa en la última década del siglo XX. Una historia plenamente contemporánea que define maneras periféricas de vida en una sociedad individualista y marginal, que busca en el uso de los aerosoles adrenalina y clandestinidad. Entre los que llenan la noche de pintadas en muros, cierres y vagones, el autor dibuja a su identidad central, un misterioso francotirador capaz de convertir la pintura fresca del spray en una propuesta artística sobre una tapia semiderruida. Ese grafitero se llama Sniper. Sobre él y su trabajo Alejandra Varela, experta en arte que dedicó la tesis doctoral al vuelo imaginativo y el vigor comunicativo del grafiti, recibe el encargo de elaborar un amplio catálogo que saque a la luz la obra dispersa de Sniper. Son pinturas inencontrables, sobre la superficie de muros azarosos, que pueden alcanzar, tras la realización de un catálogo y la consiguiente campaña publicitaria, una alta cotización entre aristocráticos galeristas, capaces de montar una retrospectiva en los mejores museos contemporáneos.   La investigación de Alejandra Varela nos guía por un submundo que camina entre el delito y una filosofía vital hecha de encuentros con una realidad a trasmano de la brega diaria. Los practicantes parecen una secta que sigue las consignas de un líder y valora su innata rebeldía frente al sistema y su negación de poner un precio a sus trabajos, siempre en la diana complaciente de los mercados. Son impulsores de un arte ilegal que se mueve en itinerarios ajenos a los valores establecidos por el sedentarismo burgués.   Como es habitual en el novelista y académico, Arturo Pérez Reverte profundiza al máximo en el contexto narrativo para alzar una trama convincente que, en muchos momentos, respira el aire de una novela negra, de ese sombrío discurrir del callejón. En él, un grafitero deja su tag junto a un cajero automático, o dibuja las chapas coloristas de un tren de cercanías. En el andén, lleno de esos ceños fruncidos que regresan a lo laborable, un rumor formula la eterna cuestión: “vándalos o artistas al margen ”. Vándalos, claro.
 

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