jueves, 11 de diciembre de 2014

PILAR BLANCO. RUMOR DE HOJAS

Raíces de la sangre
Pilar Blanco
Eolas Ediciones, 2014 

RUMOR DE HOJAS

   En el recorrido lírico de Pilar Blanco (Bembibre, León) el sustrato sentimental es una constante que aglutina afectos, emociones y hace de la presencia del otro una necesidad profunda, un impulso cognitivo que empuja a la búsqueda. Está presente en las salidas iniciales, Voz primera. Poemas de amor y desamor, Mundos disueltos y  Vocabulario íntimo, y vuelve a reclamar un papel relevante y activo en sus libros más recientes, Alas los labios y en la entrega Raíces de la sangre.
  Aparecida en la colección Eria, en el catálogo de Eolas Ediciones, esta compilación de poemas aporta  un título sugeridor: Raíces de la sangre. La raíz como elemento básico de un todo se empeña en una labor invisible de sostenimiento y equilibrio; está ahí, presentida y tenaz,  inadvertida bajo la superficie visible, en afanoso ejercicio de captación de la nueva savia. También el paratexto de Juan Gil-Albert alerta sobre el intimismo confesional del yo poemático, ese deseo de ser que abre a la identidad un poco de luz; la sed es tanto la consecución del sorbo vivificante como la medida de un sueño alcanzable.
  Así arranca una escritura reflexiva y fluida, cercana a la prosa poética por la cadencia de sus largos versos, formada por diecinueve composiciones y organizada en dos apartados. El primero da voz a un paréntesis vital de desposesión y estancia en la intemperie. Caminar requiere marcar huellas interiores, hacer de las entrañas del sujeto verbal una estación de llegada y leer en el lenguaje oculto de lo transitorio que la pérdida es el cobijo de un rumor de hojas que agostaron al paso de los días. De esa conciencia de ensimismamiento y soledad emanan los poemas del apartado de arranque, “Haz”, donde se cobijan algunos referentes culturales que fortalecen la voz propia de Pilar Blanco para alumbrar las brasas del presente. El ahora es una tierra estéril, un lugar de ceniza, una estación deshabitada.
   Pero cualquier senda ofrece una distancia en el regreso y hallamos en “Envés”  la crecida de un sentimiento de aceptación y reencuentro. La calma tiene esa apariencia leve de una semilla que vuelve a germinar y se contempla a si misma con trazos de esperanza. Como escribiera Luis Rosales “el dolor es un largo viaje” y es necesario aceptar que tras el deambular por la sombra apuntan los destellos de la amanecida. La pupila renace: “Solo es preciso reblandecer, amasar, eliminar, aristar. / Para ser otra cosa. / Germinar”.
   Raíces de la sangre  culmina un itinerario sentimental con dos estaciones en las que el protagonista verbal toma conciencia de una sensibilidad  marcada por lo contingente. En ese viaje interior el sujeto comparte el aliento frío del aislamiento y la pérdida y, en el atardecer, esa esperanza de una nueva raíz que aporte savia para seguir en pie. 
   
 
 

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